martes, 26 de agosto de 2008

Ancianidad y resistencia a la insulina

NOTICIAS DE LA CIENCIA Y LA TECNOLOGIA
Vol. I, No. 148
Miércoles, 28 de Mayo de 2003

-RESISTENCIA A LA INSULINA EN LA VEJEZ: Los ancianos podrían desarrollar
resistencia a la insulina -uno de los factores de riesgo principales de la
diabetes- porque el número de las “centrales energéticas” de sus células
musculares disminuye o porque fallan con la edad, según dicen
investigadores del Instituto Médico Howard Hughes, en la Facultad de
Medicina de la Universidad de Yale.


Al estudiar a varias personas jóvenes y ancianas, los investigadores
encontraron que las mayores tenían niveles más bajos de actividad
metabólica en sus mitocondrias, que son las “fábricas” que proporcionan
energía a las células. Los resultados sugieren que la actividad
mitocondrial reducida subyace a la resistencia a la insulina, que
contribuye de manera importante a la diabetes tipo 2 en los ancianos.

En otro estudio reciente los investigadores también encontraron que la
actividad física puede aumentar el número de mitocondrias en los músculos
mediante la activación de una enzima clave llamada quinasa AMP. “Ésta es
otra razón por la cual las personas mayores deben mantener una vida
activa”, dijo el autor senior del estudio, Gerald Shulman, del Instituto
Médico Howard Hughes, en Yale. Shulman y sus colegas publicaron sus
resultados en el número del 16 de mayo de 2003 de la revista Science.

Según Shulman, la identificación de la causa de la diabetes tipo 2 en los
ancianos ayudaría a solucionar un problema de salud importante.
“Aproximadamente uno de cada cuatro individuos mayores de 60 años tiene
diabetes tipo 2, lo que es una estadística notable”, dijo Shulman. “Y, si
se incluye la disminución en la tolerancia a la glucosa, se está hablando
del cuarenta por ciento de la población”.

Se estima que las consecuencias económicas de la diabetes son de cerca de
100.000 millones de dólares al año sólo en los Estados Unidos, de los
cuales una proporción substancial se debe a la diabetes de la ancianidad,
dijeron los investigadores.

A nivel bioquímico, la hormona insulina promueve la transferencia de la
glucosa de la sangre a las células para lograr la producción y el
almacenaje de energía. Las mitocondrias que se encuentran dentro de las
células convierten la glucosa y los ácidos grasos en energía por medio de
la oxidación.

Según Shulman, estudios anteriores realizados en su laboratorio habían
demostrado que la resistencia a la insulina en tejido muscular y hepático
puede ser el resultado de la acumulación de grasa y de metabolitos de
ácidos grasos.

“Propusimos que existían dos vías que llevan hacia este tipo de
acumulación de grasas”, dijo Shulman. “Una es que las células adiposas
podrían liberar más ácidos grasos para que éstos sean entregados a los
músculos y/o que defectos en la oxidación mitocondrial podrían llevar a la
acumulación de estos ácidos grasos”.

Para encontrar la causa de la resistencia a la insulina de los ancianos,
los investigadores compararon el metabolismo de la glucosa y de los ácidos
grasos en grupos comparables de personas mayores y jóvenes. “Una posible
explicación es que a medida que las personas envejecen, se vuelven menos
activas y aumentan de peso, y esos factores contribuyen a la resistencia a
la insulina y a la diabetes”, dijo. “Un aspecto clave de este estudio es
que nuestras muestras de personas más viejas y más jóvenes fueron
comparadas en cuanto a masa grasa, masa corporal magra y hábitos de
actividad física”. Los grupos de la muestra constaron de 16 voluntarios
ancianos, de una edad de entre 61 a 84 años, y de 13 voluntarios más
jóvenes, de una edad de entre 18 a 39.

En las pruebas metabólicas iniciales de la eficacia de la insulina en los
dos grupos, Shulman y sus colegas encontraron una resistencia a la insulina
perceptiblemente mayor en los sujetos ancianos. Encontraron resistencia a
la insulina en el tejido muscular, utilizando un isótopo “pesado” indicador
que no es radiactivo y mediante técnicas para medir la resistencia a la
insulina.

Luego, los investigadores empezaron a utilizar espectroscopia de
resonancia magnética nuclear (RMN), para centrarse en las células
musculares con el fin de determinar si éstas acumulaban grasas. En la
espectroscopia de RMN, se utilizan campos magnéticos y pulsos de
radiofrecuencia inofensivos para detectar y cuantificar las señales
características de moléculas específicas. Los estudios de RMN revelaron que
los sujetos ancianos presentaban una acumulación de grasa mucho más alta en
sus células musculares.

“Este descubrimiento es importante porque los estudios realizados en otros
laboratorios y en el nuestro han demostrado que la cantidad de lípido que
se encuentra dentro de la célula muscular es una muy buena forma de
predecir la resistencia a la insulina”, dijo Shulman.

Los estudios realizados en el tejido adiposo de los sujetos ancianos
demostraron que las células adiposas no liberaban la grasa adicional que se
acumulaba en el músculo. Por lo tanto, los investigadores pensaron que las
moléculas grasas de las células musculares podrían acumularse debido a
defectos en las mitocondrias que queman las grasas de las células.

Mediante la utilización de RMN para rastrear los productos químicos
marcados con isótopos indicadores que no son radiactivos, los
investigadores pudieron medir específicamente el metabolismo graso de las
mitocondrias en funcionamiento dentro de las células musculares de los
sujetos de estudio. Esos análisis revelaron que, en efecto, la actividad
mitocondrial estaba reducida en cerca de un 40 por ciento en las células de
los sujetos mayores, comparada con la de los jóvenes.

Shulman teoriza que si los mismos defectos mitocondriales ocurren en las
células pancreáticas que producen insulina, la resistencia a la insulina
avanzará hasta generar diabetes.

Shulman dijo que antes de que los investigadores puedan desarrollar nuevos
tratamientos clínicos para aumentar la función mitocondrial y así ayudar a
prevenir la diabetes, se debe aprender mucho más sobre las mitocondrias. Se
necesita una investigación más básica para comprender si la cantidad o la
actividad individual de las mitocondrias se encuentra reducida en los
ancianos, así como la función de las mutaciones o de otros factores
involucrados en tales reducciones relacionadas con la edad, dijo.

“Sin embargo, lo alentador de este estudio es que -dado que hemos
demostrado que el ejercicio incrementa el número de mitocondrias mediante
la activación de la quinasa AMP- al permanecer activos, los ancianos
podrían mantener el contenido mitocondrial y olvidarse de tales problemas
de salud”, dijo Shulman. Para probar esa posibilidad, los investigadores
también planean realizar estudios para comparar la actividad mitocondrial
de personas ancianas activas y sedentarias. (HHMI)

Información adicional en:
http://www.hhmi.org/news/shulman-esp.html
http://www.hhmi.org/research/investigators/shulman.html

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