(Historia del Tibet contada por el Dalai Lama).
Para cubrir este período los tibetanos recurren a la mitología y, en algunos viejos textos, se narra que los primeros moradores del Tíbet fueron un mono y una diablesa. Sus descendientes, mitad mono y mitad diablo, tras numerosísimas reencarnaciones cobraron su actual forma humana. Sus maestros, divinidades procedentes de siete reinos celestiales, les enseñaron a comprender el Universo a la vez que les enseñaron a dominar la naturaleza. Así, les enseñaron la agricultura, el dominio del fuego, el arte de la medicina, la herrería o las sutilezas del gobierno y de la política.
Los arqueólogos, por el contra, aseguran que la población tibetana emigró a la región desde el valle de Huang He y desde las regiones de Asia Central habitadas por grupos nómadas túrquicos.
En tiempos prehistóricos, el Tíbet fue un mar interior rodeado de bosques y nevadas montañas que ningún ser humano reivindicaba. Cuando hicieron allí su aparición los hombres, unos cuantos fueron reconocidos como jefes y éstos rigieron la vida de sus tribus.
La fusión de tales tribus para construir la nación tibetana, con Nya Tri Tsenpo como primer rey, se realizó hace casi dos mil años, en el Año del Tigre de Madera, que corresponde al 127 después de J.C. o (según el calendario hindú) 607 años desde la muerte de Buda. A este rey sucedieron otros cuarenta. Durante los reinados de los primeros veintisiete la religión denominada Bon floreció en el país juntamente con numerosas creencias extrañas.
En el reinado del vigésimoctavo soberano, cuyo nombre era Lha-Dho-Ri-Nyen-Tsen, tuvo lugar el mayor acontecimiento de la historia del Tíbet. En manos del rey cayó un volumen conteniendo las enseñanzas de Buda, y de este modo comenzó la propagación del budismo.
El rey trigésimotercero, Song-Tsen Gampo, hizo mucho por afianzar la nueva religión. Fue coronado a los 13 años de edad y que, según la leyenda vivió hasta los 206 años. Entonces, aún en plena juventud, dejó el trono y se retiró a un lugar desconocido para poder rezar y meditar, lugar en el que todavía hoy continua.
Al margen de su figura mitológica Songtsen se casó con dos princesas budistas, una de origen chino, fruto de una alianza matrimonial con la dinastía Tang y la otra de origen indio, lo que le dio oportunidad de conocer ambas civilizaciones y, sobre todo, descubrir la tradición budista del Mahayana (Gran Vehículo), por lo que decidió transformar la nación tibetana de un sistema feudo - militar, a un imperio más pacífico.
A fin de poder llevarlo a cabo, Songtsen, envió estudiantes a la India donde aprendieron el sánscrito pudiendo así empezar a traducir la vasta literatura budista a la lengua tibetana. Bajo el mandato de este rey el Tíbet alcanzó su zenit unificando sus 17 feudos, expandiendo sus fronteras y llegando a tener 40 millones de habitantes.
Este rey nació en el Año del Toro de Tierra (629 después de J.C. o sea 1109 años desde la muerte de Buda) y, siendo joven, mandó que fuera su primer ministro Thonmis-Sam-Bhota a estudiar a la India. De regreso en el Tíbet ministro esbozó el actual alfabeto tibetano. Este rey estableció las nobles costumbres de la vida espiritual y material, formulando diez reglas para los servicios religiosos y dieciséis para al conducta pública. Los templos, incluido el de Jokhang en Lhasa, fueron construidos durante su reinado, así como muchas capillas, y se comenzó la construcción del Potala.
Además de sus tres mujeres tibetanas el rey casó con una princesa china y con otra del Nepal. Quizás a instigación de éstas se trajeron del Nepal y de China dos imágenes de Buda. Ante una de esas imágenes, que se guarda en el Jokhang, oré yo cuando llegué a Lhasa a la edad de cuatro años. Durante el reinado del rey Song-Tsen Campo aprendimos de la India, China y Nepal la destreza en muchos oficios y de este modo mejoró la economía del Tíbet, el pueblo llegó a ser más próspero y feliz y la nación aumentó considerablemente su poderío.
En el reinado del trigésimosexto rey, Tri-Dhi-Tsuk-Tenk, a finales del siglo VII, las fuerzas tibetanas comenzaron un período de guerra contra las zonas fronterizas chinas y las caravanas de la ruta de la seda. El ministro del rey Tak-da-lu-khong llegó a conquistar varias provincias chinas. Esta actitud culminó en el año 763 cuando las tropas tibetanas entraron en China, entonces inmersa en la rebelión de An Lushan, y tomaron la capital Chang'an (La actual Xian). Hasta hoy existe un pilar de piedra frente al Potala en conmemoración de las victorias de aquel ministro.
El trigésimoséptimo rey, Thi-Song-Deu-Tesen, nació en el Año del Caballo de Hierro (790 después de J. C. Y 1270 desde la muerte de Buda). Durante su reinado invitó a visitar al Tíbet a los doctos letrados hindúes Khenchen-Bodi-Sattawa y Lopon-Pema-Samba. Numerosos señores hindúes y tibetanos que comprendían el sánscrito trabajaron entonces en la traducción a la lengua tibetana de las enseñanzas de Buda. En este tiempo el emperador Trisong Detsen fundó el monasterio de Samye con la ayuda de los maestros Padma Sambhava, literalmente "nacido de loto" y de Shantirakshita. Se ordenaron en el Tíbet los primeros siete monjes. También aumentó el poder político del país, de modo que los territorios que se hallaban bajo el dominio del Tíbet se dilataron.
Durante el reinado del cuadragésimo rey, Nga-Thag-Tri-Ral, nacido en el Año del Perro de Fuego (866 años después de J.C., y 1346 años después de la muerte de Buda), el número de monjes del Tíbet había aumentado grandemente. De nuevo hubo guerra con China durante este reinado y de nuevo los tibetanos se apoderaron de grandes zonas de este país. Pero tanto los lamas tibetanos como los monjes chinos, conocidos como hasangs, actuaron de mediadores y consiguieron la paz en 821. En la frontera chino-tibetana en la zona llamada Khung-Khung-Khu-Meru, la frontera quedó marcada con una columna de piedra y otras similares se erigieron frente al palacio del Emperador chino y frente al Jokhang en Lhasa. En los tres pilares se grabó idéntica plegaria, en caracteres chinos y tibetanos, y en ella se decía que ni uno ni otro país debían traspasar las fronteras señaladas.
Bajo la influencia del indio Atisha, que vivió en el Tíbet entre el 1.042 y el 1.055, año en el que murió. Con Atisha los estudios volverán a florecer, la construcción de monasterios aumentó y, la traducción de textos canónicos fue concluida, dando lugar a la producción de textos realmente tibetanos. Debido a la gran influencia del budismo la "Política de la No-Violencia" impidió el resurgimiento de nuevas dinastías.
Estos tres reyes que he mencionado, el trigésimotercero, el trigésimséptimo y el cuadragésimo, se consideran los más grandes de la historia del Tíbet y nuestro pueblo aún les continua honrando.
Sin embargo, en el Año del Pájaro de Hierro (901 después de la muerte de J.C. y 1381 años después de la muerte de Buda) ascendió al trono el cuadragésimoprimer soberano, cuyo nombre fue Lang-Dar-Mar, y su reinado se caracterizó por el afán que puso en deshacer lo que hicieron sus antecesores. Tanto él como sus ministros se esforzaron en destruir la religión de Buda y en cambiar las costumbres del Tíbet. Y, tras un indigno reinado que duró seis años, murió asesinado.
Por tanto, habían transcurrido más de dos mil años desde que reinara el primer monarca tibetano hasta la muerte del cuadragésimoprimer, y durante este tiempo el país había ido acrecentando innecesariamente su poder material y espiritual. Pero tras la muerte de Lang-Dar-Mar el reino se disgregó. El rey tenía dos esposas y dos hijos uno de los cuales no era realmente hijo suyo. Las reinas se enfrentaron, los ministros tomaron partido por una o por otra y al final el Tíbet quedó dividido entre los dos príncipes. Esta división condujo a posteriores subdivisiones y el Tíbet pasó a convertirse en una tierra de pequeños reinos. Así permaneció durante 347 años.
Pero en el siglo XIII del calendario cristiano, el Alto Lama del gran monasterio de Sakya, cuyo nombre era Chogyal-Phag-Pa, fue a China como instructor religioso del emperador Sechen. Y en el Año del Toro de Agua (1253 después de la muerte de J.C. y 1733 desde la muerte de Buda) regresó al Tíbet y se convirtió en legislador de las tres cholkhas, o provincias, siendo así el primero de los reyes-sacerdotes de nuestro país. En los siguientes noventa y seis años, nuestra nación fue gobernada por una sucesión de veinte lamas de Sakya, y, posteriormente, durante los ochenta y seis años desde
El Tíbet siguió con una política de No Violencia. En los siglos XV y XVI la cantidad de militares disminuyó y la de monjes aumentó. Gendun Drupa, un joven discípulo de Je Tsong Khapa, empezó a liderar una nueva escuela budista llamada Geluk ("modelo de virtud"), también conocidos con el nombre de "Gorros amarillos", por el color de los sombreros que llevan sus mas altos dignatarios.
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En esa nueva etapa se impartían nuevas doctrinas, se escribían nuevos textos y se construían monasterios como el de Tashilhunpo, fundado en 1.445 por el propio Gendun. Después de su muerte, un niño tras ser sometido a varios test y que éste realizara varios milagros, fue proclamado como la reencarnación del propio Gendun y el chico fue llamado Gendun Gyatso. En la siguiente reencarnación, nuevamente rodeada de test y de milagros, el niño fue llamado Sonam Gyatso, en su visita a Mongolia en 1.573, Sonam recibió del emperador Altan Khan, debido a la erudución y sabiduría exhibidas por Sonam el título de Dalai "maestro (tan grande o extenso como) el océano"; tradicionalmente se le ha venido en llamar Océano de Sabiduría. Además, como era la tercera reencarnación de Gendun, Sonam pasó a ser conocido como Su Santidad el Tercer Dalai Lama.
Dado que el Dalai Lama se puso bajo la protección de Altan Khan, éste penetró con sus ejércitos en el Tíbet. Una secta rival, formada por la aristocracia tibetana y por los viejos funcionarios, denominada Karmapa ("Gorros Rojos"), se opuso a esta invasión, pero fueron derrotados y, desde entonces los Gorros Amarillos han gobernado en el Tíbet.
El quinto Dalai Lama fue el primero en asumir estos poderes temporales. El primer Dalai Lama había sido discípulo del fundando de la secta Gelukpa, Tsonkhapa. Y estas dos reencarnaciones fueron hombres excepcionalmente sabios. El primero, en cuestiones espirituales, y, el quinto, tanto en éstas como en las materiales. El año 1652 después de la muerte de J.C., el primer emperador manchú de China, Shun-Tse, invitó a visitar a su país al Quinto Dalai Lama, a quien consideraba como su maestro en religión, y lo recibió con los honores debidos a un rey del Tíbet.
Su Santidad el Quinto Dalai Lama Losang Gyatso (1617-1682), "El Grande", fue proclamado rey del Tíbet y fundó los palacios de Ganden y el Pótala. "El Grande" desmilitarizó totalmente el país promoviendo el desarrollo de las instituciones monásticas y continuando con la política de No - Violencia. La independencia del Tíbet fue garantizada por Shun Chih, emperador de los manchú. El "Grande" también contribuyó a que los mongoles practicaran el budismo y que los manchúes defendieran a las sociedades budistas desmilitarizadas a través de un protectorado y que, a la vez, el Dalai Lama fuese el guía espiritual del emperador chino, este acuerdo, llamado por los tibetanos Cho-Yo (Patrón dispuesto), fue firmado en 1.652 La pacificación y desmilitarización de los mongoles, por parte de los tibetanos, fue una de las mayores transformaciones de la historia.
Durante dos siglos y medio de gobierno de los Dalai Lamas, hasta finales del siglo XIX de la era cristiana, existió una relación personal recíproca entre los Dalai Lamas y los emperadores chinos; relación de hegemonía religiosa por una parte y por otra de una bastante endeble secular hegemonía. El emperador nombró a dos oficiales, llamados Ambanes, para representarle en Lhasa. Tenían cierta autoridad, pero la ejercían a través del Gobierno del Dalai Lama, y con el transcurso del tiempo su autoridad fue decayendo.
Durante el reinado de mi gran antecesor, el Décimotercer Dalai Lama, el Tíbet comenzó a ampliar sus relaciones internacionales. Ya he referido cómo el Décimotercer Dalai Lama mejoró las condiciones de vida de nuestro pueblo y cómo reorganizó el ejército. También envió estudiantes a proseguir sus estudios en el extranjero, estableció pequeñas plantas hidroeléctricas e industrias, introdujo el servicio postal y telegráfico, emitiendo sellos, nueva moneda de oro, de plata y de papel. También introdujo cambios en los programas de estudios religiosos en los monasterios de Gelupka. Durante su reinado el Tíbet estableció cierto número de acuerdos internacionales.
Hacia fines del siglo XIX el Gobierno británico en la India empezó a entablar relaciones comerciales con el Tíbet y surgieron entonces varias disputas sin importancia entre ingleses y tibetanos por cuestiones de frontera en la región del Himalaya. Los ingleses tuvieron que optar por discutir estas cuestiones o con los chinos o con los propios tibetanos. Entre China y Tíbet no había sido firmado tratado alguno, excepción hecha de un solo documento fechado de 1247, ya que las pilastras de piedras habían sido fechadas en el año 822, de manera que no había mucha documentación que pudiera ayudar a los ingleses a tomar una decisión. Sin embargo, en 1893 firmaron un acuerdo con China y en él se fijó la frontera, concediéndose a los ingleses ciertos derechos comerciales en el sur del Tíbet.
Pero el gobierno tibetano se limitó a ignorar tal acuerdo. Cuando fueron colocados los monjones limítrofes por las comisiones británica y china, los tibetanos aguardaron a que aquéllos se fueran para hacerlos desaparecer, y cuando el Gobierno del Tíbet contestó que el acuerdo estaba firmado únicamente por China y no tenía por tanto fuerza alguna en el Tíbet. Los pacíficos tibetanos con su forma de ser tolerante habían venido permitiendo a los Ambanes chinos su permanencia en el Tíbet y su convivencia con los tibetanos. Pero era ésta la primera vez que un gobierno extranjero trataba de establecer formalmente un acurdo con nuestro país y los tibetanos jamás habíamos pensado que la mera presencia de los Ambanes en el Tíbet pudiera dar pie al Gobierno chino para alegar un derecho a firmar acuerdos en nuestro nombre. Tampoco habíamos pensado hasta este momento, en que los chinos desearan privarnos de nuestra independencia.
Los ingleses se fueron irritando cada vez más al no poder ejercer sus derechos comerciales y también, sin duda, por la desaparición de los monjones fronterizos. Lord Curzon, el Virrey británico en al India, dijo que consideraba “la soberanía de derecho china sobre el Tíbet como una ficción constituacional, como un artificio político que había sido mantenido únicamente por conveniencia de ambas partes”. En 1903 envió a Lhasa una fuerza militar. Ésta hizo un alto en el camino durante largo tiempo y mientras se encontraba allí el Amban chino envió recado al comandante de la fuerza inglesa diciéndole que salía a su encuentro; pero el Gobierno tibetano no permitió que el Amban saliera de Lhasa. El ejército tibetano atacó a las tropas inglesas y fue vencido por éstas. El Dalai Lama tuvo que huir al este y los ingleses entraron en Lhasa (1904) y firmaron un acuerdo con el Gobierno del Tíbet.
En ausencia del Dalai Lama, el acuerdo fue firmado por el Regente, quien utilizó el sello del Dalai Lama siendo además sancionado el acuerdo por el Gabinete, la Asamblea Nacional y los monasterios de Drepung, Sera y Gaden. En efecto, el Tíbet había realizado un acuerdo internacional como poder soberano. Confirmó las fronteras y los derechos comerciales y, entre otras cosas, se estableció que ningún poder extranjero intervendría en los asuntos del Tíbet sin el consentimiento del Gobierno británico. En todo el documento no se menciona a China ni una sola vez y por esta omisión se la incluye entre los poderes extranjeros no especificados. Tan pronto como se hubo firmado el tratado, las fuerzas británicas salieron del Tíbet y nunca volvieron a amenazarnos.
El Gobierno chino jamás tuvo objeción alguna que hacer a este acuerdo. Dos años más tarde, en 1906, los ingleses debieron de temer una interferencia china en sus derechos comerciales y el Gobierno chino firmo con ellos un documento aceptando formalmente el pacto anglo-tibetano. En compensación los ingleses compartieron con los chinos algunos de sus derechos comerciales. De modo que cuanto quedaba del dominio chino en el Tíbet se daba por terminado hasta donde un acuerdo internacional pueda tener validez.
Sin embargo, Inglaterra se condujo de modo contradictorio. Era la época en que Rusia e Inglaterra se disputaban las “esferas de influencia” en Asia, y, en 1907, firmaron un acuerdo según el cual ambos se comprometían a no intervenir en el Tíbet, y a negociar con él únicamente a través de China, que actuaría como intermediaria. Este acuerdo, en contradicción con los anteriores y a pesar de la experiencia de los ingleses de que la autoridad china sobre el Tíbet era inexistente, aceptaba derechos de soberanía china sobre nuestro territorio.
Derechos de soberanía es un término europeo antiguo y vago, puede definirse como una autoridad nominal o derecho a un control general interno sobre un estado autónomo. Soberanía, en cambio, quiere decir que un determinado Gobierno no tiene libertad propia. El derecho de soberanía se diferencia de la soberanía propiamente dicha por la libertad que el Gobierno del referido país tiene. Pero en este concepto se incluyen casi todos los grados de libertad. Quizás era el término occidental más adecuado pero aún así resultaba bastante impreciso y su utilización ha mantenido en un error a varias generaciones de hombres de Estado occidentales. No tenía en cuanta las recíprocas relaciones espirituales, ni reconocía que tal relación era una mera cuestión personal entre los Dalai Lama y los emperadores manchúes. Existen muchas relaciones orientales de este tipo, que no pueden ser definidas con los prefabricados términos políticos occidentales.
Una explicación de la inconsecuencia británica es que se habían asegurado ya una favorable posición en el Tíbet y ésta no quedaba afectada por el nuevo acuerdo, por lo tanto, estaban con el Tíbet, con el fin de impedir que Rusia hiciera lo propio, dispuestas a renunciar a su derecho de negociar directamente. Pero otra explicación podría ser que los dos primeros tratados estaban firmado por el gobernador británico en al India y el tercero lo fue por el gobernador británico en la India y el tercero lo fue por el Gobierno de Londres, y éste no comprendía bien lo que hizo el otro. La típica relación entre China y el Tíbet pudo haber sido comprendida mejor en la India que en Inglaterra. Pero, en todo caso, ni al Tíbet ni a China se les pidió que firmaran este nuevo acuerdo, y de esta manera el Tíbet no se vio obligado a reconocer el derecho de soberanía.
Una desagraciada consecuencia de la explicación británica a Lhasa es que hizo patente a los chinos que su poder virtualmente no existía, ya que cuando se retiró el ejército inglés, tras haber desecho al tibetano, lo hizo con las mínimas precauciones contra lo que los chinos pudieran tramar. Y a su vez el tratado con Rusia vino a dar la impresión de que se dejaba a los chinos manos libres en el Tíbet, mientras comprometía a los ingleses a la no-intervención. Así fue cómo China, a pesar de su propio tratado con los ingleses, invadió el Tíbet. El Dalai Lama de nuevo se vio obligado a huir para buscar la protección británica en la India y el ejército chino entró el Lhasa en 1910.
Pero la dinastía manchúa se tambaleaba. En 1911 estalló en China la revolución. Fueron suspendidas las pagas y suministros a las tropas chinas que se encontraban en el Tíbet y éstas se amotinaron contra los oficiales. En 1912 los tibetanos lograron expulsar a las que quedaban juntamente con los Ambanes. Así el Tíbet se hizo absolutamente independiente y desde 1912 hasta la invasión china de 1950 ni China y ningún otro país estado gozaron de autoridad alguna sobre él.
Durante la expulsión del ejército chino, el Dalai Lama regresó de la India y declaró que el Tíbet era una nación independiente. Estas declaraciones se estampillaron con un sello que el pueblo tibetano había regalado a los Dalai Lamas en lugar de hacerlo con el que los chinos les obsequiaron hacía muchos años. Algunos viejos documentos tibetanos se hallaban encabezados con las palabras: “ Por orden del Emperador de China, el Dalai Lama es Pontífice del Budismo”. Pero el Décimotercer Dalai Lama había cambiado la fórmula y hecho escribir: “Por orden de Buda...”.
Mas una vez completada y conseguida nuestra independencia, el país retornó a su antiguo aislamiento. No hicimos tratado alguno con China y por consiguiente a nuestra independencia de facto no se le había dado carácter legal internacionalmente.
En el año 1913 los ingleses trataron de dejar arreglada la cuestión, invitando a los representantes chinos y tibetanos a una conferencia en Simla, India. Las tres representaciones se entrevistaron en términos de igualdad y tras larga discusión se comenzó a pergeñar un convenio. En éste los ingleses persuadían a los tibetanos para que accedieran a admitir los derechos de soberanía china, mientras influían en los chinos para que reconocieran la autonomía del Tíbet. Inglaterra y China se obligaban a respetar la integridad territorial del país, a no enviar tropas al interior y a no inmiscuirse en la administración del Gobierno tibetano.
Pero aunque el representante del Gobierno chino había aceptado en principio este acuerdo, el Gobierno de su país se negó a firmarlo, de manera que sólo lo firmaron Inglaterra y el Tíbet, con una declaración marginal según la cual China quedaba desprovista de todos sus privilegios en cuanto al acuerdo, ya que rehusaba firmar. Nunca firmó, y por tanto nunca reclamó su derecho de soberanía en forma legal.
Así quedaron las cosas. El Gobierno chino siguió insistiendo, cada vez que la ocasión se presentaba, en que el Tíbet era una parte de China, pero mientras tanto los chinos carecían de todas autoridad en todo nuestro territorio, y durante treinta y ocho años el Tíbet continuó su camino absolutamente independiente. El Tíbet no tomó parte alguna en la guerra chino-japonesa, y, aún en la Segunda Guerra Mundial, insistió en permanecer neutral sin permitir que se transportara material de guerra de la India a China a través de su territorio.
A lo largo de todo este período, los tibetanos jamás hicieron nada efectivo para demostrar al mundo que eran independientes, porque les parecía innecesario. Los otros gobiernos actuaban de forma que demostraban aceptarlo así. Por tanto, en 1947, cuando se celebró en Delhi una conferencia de todos los países asiáticos, la delegación del Tíbet tomó parte en ella en pie de igualdad con los restantes países, y la bandera tibetana ondeó junto a las de las demás naciones: nadie dudó de su derecho a que así fuera. En el mismo año, tras la independencia de la India, el Gobierno hindú replicó en estos términos al mensaje tibetano:
“El Gobierno de la India tendrá sumo gusto en saber que el Gobierno del Tiber está dispuesto a continuar las relaciones entre amos países, sobre las bases ya establecidas, hasta que se formulen nuevos acuerdos sobre cuestiones que ambas partes puedan desear revisar. Éste es el procedimiento que la India sigue con el resto de los países con lo que ha heredado los tratados de relación que existían en tiempos del Gobierno de Su Majestad Británica”. En 1948 una delegación comercial del Gobierno del Tíbet visitó la India, China Francia, Italia, el Reino Unido y los Estados Unidos de América, y los pasaportes que el Gobierno tibetano les había extendió fueron aceptados por los Gobiernos de todos estos países.
Durante los primeros veintidós años de nuestra independencia, no hubo ningún funcionario chino en el país; pero en 1934, al ocurrir la muerte del Décimotercer Dalai Lama, una delegación china fue enviada a Lhasa con objeto de hacer ofrendas sagradas. Tras haberlas prsentado, la delegación continuó en Lhasa so pretexto de querer terminar ciertas conversaciones sobre la cuestión de la frontera chino tibetana que habían quedado inconclusas. Sin embargo, el comportamiento de estos chinos fue exactamente el mismo que el de nepalíes e ingleses y que, más tarde, el de las misiones hindúas en Lhasa. Pero incluso estos chinos que quedaban fueron expulsados del país en el año 1949.
De esta manera podemos resumir esta breve historia, diciendo que el Tíbet es una nación antigua y bien definida que durante mucho siglos mantuvo relaciones de mutuo respeto con China. Es verdad que hubo épocas en que este país fue una nación fuerte y el Tíbet, en cambio, débil, y también que China lo invadió. Pero, del mismo modo, si retrocedemos en la cronología, hubo tiempos en los que el Tíbet a su vez invadió China.
No hay base histórica alguna para la afirmación de que el Tíbet es una parte de China. Desde el año 1912 hasta el malhadado año 1950, el Tíbet gozó de una perfecta independencia de facto y nuestro régimen jurídico es ahora el mismo exactamente que era en 1912. éste ha sido estudiado y analizado con todo detalle en los últimos años por la Comisión Internacional de Juristas, y, mejor que exponer mi propia opinión sobre el asunto, prefiero dar aquí la conclusión a que llegó tal cuerpo de distinguidos e imparciales especialistas, conllusción que fue sometida a las Naciones Unidas y publicada en su informe sobre “The Question of Tíbet and the Rule of Law” en el año 1959:
“ La posición del Tíbet, a partir del momento de la expulsión de los chino sen el año 1912, puede ser definida como una independencia de facto y existen, como ya se ha expuesto, fuertes razones legales para pensar que toda forma de sometimiento legal a China ha desaparecido. Por eso creemos que los acontecimientos de 1911-1912 marcan el surgir del Tíbet como Estado completamente soberano, independiente de hecho y de derecho del control chino”.
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