Fantasmas laboristas de los setenta
Andy Robinson | 24/06/2008 - 16:21 horas
http://www.lavanguardia.es/lv24h/20080624/53487400183.html
http://www.lavanguardia.es/lv24h/20080624/53487400183.html
Igual eran alucinaciones mías pero Jose Luís Rodríguez Zapatero pareció poseído por los fantasmas de dos ex primeros ministros del viejo laborismo británico durante la presentación del plan de choque anti crisis el pasado lunes.
Uno era Harold Wilson quien –ante el fracaso de su llamado programa tecnológico white heat (calor blanco) en el que los laboristas trataron sin éxito de modernizar la economía británica y mejorar una pésima tasa de productividad- aprovechó la victoria de la selección de fútbol inglesa en la final del Mundial de 1966 para bromear: "¿Ustedes se han fijado en que sólo ganamos el Mundial cuando gobiernan los laboristas?". Zapatero tampoco pudo resistirse ante la coincidencia del sorpasso economico español frente a Italia, comprobado por Eurostat, y el fin de la maldición española de los cuartos de final de la Eurocopa contra Italia.
El otro fantasma laborista era James Callaghan quien, en el invierno de 1979, al regresar bronceado de una cumbre en la isla caribeña de Guadalupe, trató de quitar hierro a la coyuntura económica en un país azotado por la crisis de la libra esterlina y el segundo shock petrolero de la década. Su discurso balsámico volvió contra él cuando el diario tabloide 'The Sun' anunció en su edición del día siguiente: "Crisis ¿Qué crisis?", frase que, desde entonces se ha achacado al mismo Callaghan.
Callaghan fue sustituido menos de un año después en Downing Street numero 10 por Margaret Thatcher. Wilson pocos meses después de celebrar la victoria de Bobby Moore y los héroes vestidos de rojo contra la Alemania Occidental de Franz Beckenbauer y Gerd Muller, se vio forzado a devaluar la libra debido a la grave crisis de competitividad de la economía británica.
Nadie compararía la situación en el Reino Unido entonces con la española ahora aunque la evolución de la productividad no es muy distinta y la del petróleo tampoco. El problema para Zapatero –y para el ya sobrepasado Silvio Berlusconi- es que la opción histórica de toda economía en crisis –la devaluación- ya no existe. Gordon Brown, en cambio, el maltrecho primer ministro nuevo laborista empieza a ver la salida de su propia crisis por la vía de la depreciación de la libra. Por eso, como los economistas Barry Eichengreen y Robert Solow han dicho a este periodico, lo único que España puede hacer para encontrar un nuevo motor de crecimiento más allá de la vivienda es adoptar políticas de desinflación competitiva, es decir bajar costes más que la competencia. Esto supondrá recortes de salarios reales bien mediante pactos con los sindicatos, bien mediante la fuerza mayor del paro.
Es el precio de tener la divisa más fuerte del mundo y, encima, de compartirlo con la nueva Alemania de salarios flexibles a la baja. Lo lógico en tesituras como esta, dijo Solow, es "mirar a Escandinavia" y "decidir quién tiene que asumir el peso del ajuste: salarios o beneficios". Pero no quedó claro que el grupo nutrido de grandes empresarios y banqueros, presentes en al presentación de Zapatero, bronceados como Callaghan en 1979, estuviesen de acuerdo. Curiosamente, los debates televisivos -tediosamente divididos entre partidarios mediáticos del gobierno y partidarios mediáticos de la oposición- han hecho hincapié en la importancia de recortes del gasto público sin dar la impresión de ser conscientes de que, con una política monetaria única, inspirada no en el generoso Banco de Inglaterra de Wilson o Callaghan o incluso de Thatcher sino en el despiadado Bundesbank, las únicas herramientas contra cíclicas ante el frenazo económico de la intensidad de la que atraviesa España, son fiscales.
Aunque Esperanza Aguirre es la que más ha estudiado esta historia, el PP se frota las manos con los recuerdos de Wilson, Callaghan, arrollados por la revolución de Margaret Thatcher. Pero conviene recordar que el explosivo mercado de la vivienda, que es la raíz de nuestros problemas actuales –ciclotímico; propenso a ataques de euforia y luego fases de depresión suicida-, tiene sus orígenes en la desregulación revolucionaria que llevó a cabo Margaret Thatcher en los años ochenta.
La raíz del despegue vertiginoso de la vivienda en los ochenta fue la decisión del gobierno de Thatcher de desregular la banca a principios de los años ochenta en lo que se conocería como el Big Bang financiero. "Somos el partido de los propietarios: la mayor ambición de mucha gente es tener su propia casa" dijo Thatcher al anunciar su programa de gobierno en 1979. Entre 1985 y 1989, los precios de la vivienda británica llegaron a subir un 20% al año.
Pero luego los precios cayeron un 30% entre 1989 y 1995 y la frase negative equity –deuda hipotecaria que rebasaba el valor de la casa- se incorporó al vocabulario del terror de la clase media inglesa. Lo unico que sacó a la economía británica del pozo era la salida del mecanismo de cambio europeo en 1992 y y la depreciación de la libra.
Uno era Harold Wilson quien –ante el fracaso de su llamado programa tecnológico white heat (calor blanco) en el que los laboristas trataron sin éxito de modernizar la economía británica y mejorar una pésima tasa de productividad- aprovechó la victoria de la selección de fútbol inglesa en la final del Mundial de 1966 para bromear: "¿Ustedes se han fijado en que sólo ganamos el Mundial cuando gobiernan los laboristas?". Zapatero tampoco pudo resistirse ante la coincidencia del sorpasso economico español frente a Italia, comprobado por Eurostat, y el fin de la maldición española de los cuartos de final de la Eurocopa contra Italia.
El otro fantasma laborista era James Callaghan quien, en el invierno de 1979, al regresar bronceado de una cumbre en la isla caribeña de Guadalupe, trató de quitar hierro a la coyuntura económica en un país azotado por la crisis de la libra esterlina y el segundo shock petrolero de la década. Su discurso balsámico volvió contra él cuando el diario tabloide 'The Sun' anunció en su edición del día siguiente: "Crisis ¿Qué crisis?", frase que, desde entonces se ha achacado al mismo Callaghan.
Callaghan fue sustituido menos de un año después en Downing Street numero 10 por Margaret Thatcher. Wilson pocos meses después de celebrar la victoria de Bobby Moore y los héroes vestidos de rojo contra la Alemania Occidental de Franz Beckenbauer y Gerd Muller, se vio forzado a devaluar la libra debido a la grave crisis de competitividad de la economía británica.
Nadie compararía la situación en el Reino Unido entonces con la española ahora aunque la evolución de la productividad no es muy distinta y la del petróleo tampoco. El problema para Zapatero –y para el ya sobrepasado Silvio Berlusconi- es que la opción histórica de toda economía en crisis –la devaluación- ya no existe. Gordon Brown, en cambio, el maltrecho primer ministro nuevo laborista empieza a ver la salida de su propia crisis por la vía de la depreciación de la libra. Por eso, como los economistas Barry Eichengreen y Robert Solow han dicho a este periodico, lo único que España puede hacer para encontrar un nuevo motor de crecimiento más allá de la vivienda es adoptar políticas de desinflación competitiva, es decir bajar costes más que la competencia. Esto supondrá recortes de salarios reales bien mediante pactos con los sindicatos, bien mediante la fuerza mayor del paro.
Es el precio de tener la divisa más fuerte del mundo y, encima, de compartirlo con la nueva Alemania de salarios flexibles a la baja. Lo lógico en tesituras como esta, dijo Solow, es "mirar a Escandinavia" y "decidir quién tiene que asumir el peso del ajuste: salarios o beneficios". Pero no quedó claro que el grupo nutrido de grandes empresarios y banqueros, presentes en al presentación de Zapatero, bronceados como Callaghan en 1979, estuviesen de acuerdo. Curiosamente, los debates televisivos -tediosamente divididos entre partidarios mediáticos del gobierno y partidarios mediáticos de la oposición- han hecho hincapié en la importancia de recortes del gasto público sin dar la impresión de ser conscientes de que, con una política monetaria única, inspirada no en el generoso Banco de Inglaterra de Wilson o Callaghan o incluso de Thatcher sino en el despiadado Bundesbank, las únicas herramientas contra cíclicas ante el frenazo económico de la intensidad de la que atraviesa España, son fiscales.
Aunque Esperanza Aguirre es la que más ha estudiado esta historia, el PP se frota las manos con los recuerdos de Wilson, Callaghan, arrollados por la revolución de Margaret Thatcher. Pero conviene recordar que el explosivo mercado de la vivienda, que es la raíz de nuestros problemas actuales –ciclotímico; propenso a ataques de euforia y luego fases de depresión suicida-, tiene sus orígenes en la desregulación revolucionaria que llevó a cabo Margaret Thatcher en los años ochenta.
La raíz del despegue vertiginoso de la vivienda en los ochenta fue la decisión del gobierno de Thatcher de desregular la banca a principios de los años ochenta en lo que se conocería como el Big Bang financiero. "Somos el partido de los propietarios: la mayor ambición de mucha gente es tener su propia casa" dijo Thatcher al anunciar su programa de gobierno en 1979. Entre 1985 y 1989, los precios de la vivienda británica llegaron a subir un 20% al año.
Pero luego los precios cayeron un 30% entre 1989 y 1995 y la frase negative equity –deuda hipotecaria que rebasaba el valor de la casa- se incorporó al vocabulario del terror de la clase media inglesa. Lo unico que sacó a la economía británica del pozo era la salida del mecanismo de cambio europeo en 1992 y y la depreciación de la libra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Puedes formular un comentario, si te apetece.