Los españoles de Mauthausen en general y Francisco Boix en Particular
Por Joaquín López Raimundo, octubre 1999
Es la tercera vez que vuelvo a tratar este tema. La primera el periódico de Barcelona "La Vanguardia" me llamó para que fuese allí y comentar con un periodista, Antoni Batista, la famosa lista en la que no se habla más que de judíos. Me desplacé y la vi y luego en el periódico en la calle Pelayo tuve que llenar cassettes que sirvieron para muy poco. Una gran foto en la edición del domingo, que salíamos un amigo ya muerto y yo. Eso fue antes.
Después, con fecha 1º de abril 1997 recibí una carta de Maxim Pérez Calvo, escritor, quería escribir una novela sobre Mauthausen y centrarla especialmente en Boix.
Me enviaba un cuestionario con 21 preguntas a las que contesté una por una, y más tarde en Barcelona vino a verme con sus cassettes para ampliar el asunto. Es decir, que ya he escrito y hablado muchísimo de todo esto y al fin y al cabo no es más que una repetición de cientos de libros y películas.
Yo también hubiese podido escribir un libro sobre mi experiencia -Boix lo hizo sobre Mauthausen- y sobre todo en Gusen, que era tan horrible que en comparación el campo de arriba parecía un sanatorio (que estaba previsto por los austríacos).
Nuestra odisea (hablo de los españoles en el campo), como la de los otros, era de conservarse en vida, muy difícil: el campo era un lugar de exterminación y todos los días tenía que caer un porcentaje más o menos fuerte, según la cantidad de pensionarios que iban llegando, los que recuerdan el alemán les llaman "zu gengen". A mí, se me ha olvidado. "Gengen" quiere decir venir, llegar. Cuando ya no cabía más gente y los hornos no daban abasto nos enviaban a Gusen, entonces -noviembre del 41- sólo había uno. Después hubo el dos y el tres. De allí entonces ya no salía nadie. Sí por la chimenea.
De Boix, que es de lo que se trata, no puedo decir cuándo lo vi por la primera vez, éramos muy jóvenes, pero fue a partir del 1934 que fui a vivir a Barcelona con mis padres y mi hermana Eloisa, que era la más pequeña.
Mis hermanos ya vivían allí, primero Gregorio, muy joven (diecisiete o dieciocho años); después Antonio, que era el mayor, lo fue a ver. Le gustó Barcelona y pidió el traslado a su Banco, el Zaragozano. Después ya fuimos todos.
Entonces no se estudiaba como ahora. Los chicos a catorce años entraban de aprendices en talleres pequeños, de oficina sí [se] les había dado bien en la escuela, dependientes en tiendas. Otros iban a Escuela de Comercio, contabilidad, etc. y los menos hacíamos bachillerato. Boix y yo hacíamos el mismo año; era menor que yo, pero yo había empezado tarde, en el 31. Es decir, que cuando fui a Barcelona empezaba Cuarto. Recuerdo muy poca gente de aquella época. Yo me hice muy amigo de un vecino de la calle Entenza y los otros muchachos que conocí ya no los frecuenté mucho hasta el año 37, un año [en] que ya había empezado la Guerra Civil. Mi hermano Antonio murió al tercer día de empezar la sublevación fascista y Gregorio se incorporó a las milicias; para nosotros, mis padres y mi hermana fue un desastre, casi no vimos a nadie en los primeros meses de la Guerra.
Un día asistí a un acto de la JSU y estaba Boix haciendo fotos. Me recordé [?] que era muy aficionado a la fotografía y quizá trabajase como aprendiz, pero mi recuerdo primero es que lo había visto cerca del Instituto Balmés, en el edificio de la Universidad. Yo había ido más arriba, en Gracia, pero nos veíamos; él vivía en Pueblo Seco, era nacido allí, y yo vivía al otro lado del Parque de la Exposición, muy cerca. Nuestra gran amiga, la sola que vive, en Brasil, estudiaba con él, pero vivíamos más cerca ella yo yo.
Mientras tanto, él frecuentaba mucho a mi hermano y a Teresa Pamiès, su mujer, que entonces eran novios. Gregorio, que no tenía mucha salud, lo habían destinado a un cuartel de entrenamiento de voluntario y al mismo tiempo era dirigente de la JSU de Barcelona, como Teresa también en la dirección de las Juventudes [JSU] de Cataluña lo llevaban mucho con ellos en tanto que fotógrafo.
En un libro que escribió mi hermano en 1988 (Escrits: cinquanta anys d'acció, 1937-1988) en la página 18 hay una foto que estamos los cuatro. Mi hermano, Teresa, Boix y yo. Esta foto la hizo el amigo de quien hablé antes, que murió en la guerra. No debe haber ninguna foto de él anterior a esa. En el treinta y siete, si yo tenía 17, él tenía 16.
Eso no le impidió que se fue al Frente al mismo tiempo que yo, a mí ya me llamaban las quintas en marzo del 38, a él todavía no. Fue en tanto que reporter fotógrafo y nos perdimos de vista. Él estaba con el comisario Girabau, que más tarde Franco lo hizo fusilar; me parece que era la 30 División; yo estaba en la 35 Internacional y ya no nos vimos más. Hasta que nos encontramos en Belfort, prisioneros de guerra.
¿Qué es lo que puedo decir más de él?. Sólo lo que me contó de su vida. No tenía madre, murió poco antes de la guerra, su hermana mayor se casó por esa época, antes de la guerra o cuando empezó. Tenía otra hermana, más joven que él, y una que quería mucho, dueña de un taller de costura. Él no era de querer mucho a la gente, ni en su familia, ni fuera. En cambio, cuando quería [a] alguien era para siempre y con mucha intensidad.
Mi hermano, Teresa y yo hacíamos parte de esos. Una vez que fue a Praga buscó a Teresa pues sabía que vivía allí y vino encantado, porque la encontró igual que antes. Ella no imitaba [a] las vedettes americanas, que entonces era mucha moda. Como decían las madres, era un chicazo.
A su familia propia nunca la volvió a ver. Su hermana pequeña consiguió un documento para ir a Andorra y él la fue a buscar, pero no se encontraron.
Su padre había muerto en la carcel, y esta hermana pequeña podo después de su viaje a Andorra se fue a vivir a México, con un tío que tenían allí.
Su padre y el de nuestra amiga Helena Andreu, que eran de Pueblo Seco, vecinos y muy amigos, antes de los años veinte y de la Dictadura de Primo de Rivera, eran anarquistas y el padre de Helena fue incluso director de "la Soli" (Solidaridad Obrera), que era el periódico anarquista (CNT-FAI), pero ellos eran de una tendencia menos intransigente, hubiesen aceptado una línea que colaborasen con socialistas y comunistas, e incluso presentarse.
Al padre de Helena lo quitaron de la dirección de la Soli, y quizas los [sic] expulsaron. Después hubo el periodo negro de la Dictadura, con el General Martínez Anido, que hizo uns represión en el movimiento obrero. El caso es que la República los encontró en Ezquerra [sic] Republicana y hasta su muerte. Los hijos, menos Boix, siguieron en esa tendencia. Helena estaba en FENEC, que era la FUE de Cataluña, y en la Juventudes de Cataluña, que era reunión de organizaciones femeninas de juventud. Teresa representaba la JSU en la dirección de la "Dona Jove".
[Nota de JLR: "Estos borrones que hago, es porque me sale el francés]
Al acabar la guerra, la familia de Boix se desunió; sólo quedó la hermana mayor. La tía costurera murió poco antes que él, la hermana me escribió precisamente para que le anunciase esta muerte con cuidado, pues ya sabían que él estaba en las últimas.
En cambio la otra familia [Andreu] vino completa al exilio. Yo los vi a todos menos a la madre, que acababa de morir cuando fui a Montpellier en la primavera del 46. Antes que yo había ido Boix a pasar unos días con ellos, pocos, pues ya trabajaba en "Regards". Entonces todavía vivía la señora y Helena estaba con ellos. En el otoño vendría [Helena Andreu] a París en un viaje hacia América, pues tenía su novio en México y la reclamó oficialmente. Sé que era en el otoño, pues fuimos a ver Don Juan Tenorio en español en la sala Pleyel, y luego más tarde, como Boix no podía a causa de su trabajo, yo la acompañé al Havre, pues no quería irse sola al puerto, ya que toda la armada americana se estaba volviendo a casa por ese puerto. Su barco era un barco que repatriaba soldados, era enorme, iban dos filas, una de chicos y otra de chicas y los que ya estaban arriba les daban voces y silbidos (a las chicas) contentos de encontrarse en vida. El grupo de civiles entre lso que iba ella entró directamente. Nos despedimos y ya no la volví a ver más.
¿Cuántos quedamos? Además de Mercedes en Brasil, mi hermano, Teresa... aún queda una Cionin [?]. En realidad su verdadero nombre es María Salvo, que estuvo toda su juventud en la carcel. La última vez que la vi fue en el entierro de mi hermana, hace dos años. No tuve ya noticias de las hermanas de Boix ni de la otra familia. En Montpellier el hijo estaba casado con una española y vivía con ellos el hermano de ella. Entonces no había casas y se vivía así. Nosotros éramos diez o más deportados que vivíamos juntos. ¿Cuantos quedan?. A veces en el periódico de Mauthausen [Boletín de la Amicale de Mauthausen] sale el nombre de alguno que se ha muerto. Conocidos de Barcelona sólo queda Buj, que es del PSU[C], éste no era de Mauthausen (¿Dachau?).
Bueno, de la familia y amigos ya no puedo decir más. Mi familia era de Barcelona que eran tres; a causa de nuestra amistad se frecuentaron mucho hasta que se disolvieron.
Me parece que [Boix] cuando empezó la guerra civil dejó los estudios y sólo se dedicó a la fotografía; trabajaba para "Juliol" en tanto que empleado y para los otros periódicos por gusto. Creo que hasta en el periódico dedicado a los soldados "Trincheras" también participó.
Cuando nos fuimos, ninguno de los dos teníamos novia; teníamos nuestra amiga Mercedes, que siempre salía en nuestras conversaciones, "cuando fuimos a tal sitio con ella", "al otro", "en las jornadas de ayuda al campesino", "a la piscina, al baile, etc.".
[En Mauthausen] Él tocaba la armónica, no muy bien, pero insistía, y llegaba a sacar algo, no tenía muy buen oído y yo tenía que cantarle las canciones que quería aprender, una y otra vez, hasta que llegaba a tocarlas. En el campo eran alemanas ("Vielleight" [Vielleicht], "Der Matose" [Der Matrose?]), alguna francesa, "Sombreros y mantillas" -el estribillo era en español- "Je t'attendrai". Aparte de esta última, que ya se cantaba en España, las otras las tenía que aprender yo antes de enseñárselas a él. Esto se pasaba por la mañana temprano, es decir, por la noche. Había que levantarse muy pronto, hacer las camas, lavarse, tomar el cazo de sopa y salir a la calle a esperar que tocase la campana para el Appel. Podía durar una hora o dos, con buen tiempo o con lluvia, que te dejaba ya mojado para todo el día o con nieve y, contado como yo lo cuento, parece que sea natural. Pero algunas veces era horrible, todo el mundo conoce como se pasaba. Pero cuando llegué a Gusen, entonces sí que vi lo que era el horror de los campos nazis.
Nuestra relación con Boix se cortó a finales del 37, principios del 38, era la época de la Batalla de Teruel. Barcelona respiraba; yo creo que el se fue antes que yo. Yo salía de una enfermedad y me había ido unos días de convalescencia [sic] en casa de mi amigo que tenía desde mi llegada a Barcelona, y que al principio de la guerra se fueron a vivir a Flix; este amigo -ya dije antes- también murió al final de la guerra. Desde Flix me fui a Barbastro a reunirme con mi hermano, que ya había vuelto al Ejército y me había encontrado un sanatorio en Boltaña, que no estaba lejos del frente; pero como pensábamos que íbamos a ganar después de la toma de Teruel, el frente no tenía ninguna importancia. Me cogió la retirada de Aragón y la noticia de que mi hermano había muerto. Afortunadamente no fue así. Desde entonces empalmé con la guerra.
Yo no tomé Belchite, ni la Ermita de Santa Quintesia, ni defendí Madrid, ni estuve en Brunete. Tampoco derroté a los italianos en Guadalajara; todo esto se cantaba en la marcha que compuso un músico de la banda de mi división, la 35 Internacional, que la mandaba el Teniente Coronel Don pedro Mateo Merino. Me recuerdo [sic] de este nombre porque era un documento que me dieron cuando llegué a la División y fue el único documento de identidad que tuve en mi vida. En fin, esta División se batió heroicamente en el Ebro y yo con esta batalla tuve bastante y de sobra para todo el resto de mi vida.
Mi vida en esta época cambió mucho; desde que llegamos a Barcelona en [19]34 hasta principios del 38 no había cogido el tren ni usa sola vez y no conocía a nadie que no fuese de mi barrio o, al menos, de Barcelona. A partir de ese momento empecé a ver aragonés[es], normal: estaba en Aragón, a gente del lado fascista que se habían escapado, soldados de unidades que venían del Centro. Más tarde, en Cataluña, encontré dos condiscípulos de Zaragoza que se habían pasado por el frente. Cristóbal Falcón -se fue a México- y Antonio Esporrín. Con éste estuve por así decir toda su vida hasta que murió hace 20 años en el Hospital Henri Mondor de Creteil. Toda mi vida menos cuatro años, porque sí estuvimos juntos en Saint Cyprien y en Barcarès y en la línea Maginot. Más tarde prisioneros en Besançon y Belfort, que venía de un Kommando, como decían alemanes, a los grupos separados. Antonio Esporrín ya se había ido, es decir, se había escapado.
No era difícil escaparse del Frontstalag, campos de concentración del Frente. No es que los soldados y oficiales que no eran SS fuesen unos angelitos. Yo vi a un suboficial alemán pegarle un tiro a un español en la cabeza y dejarlo seco. No porque fues español, sino porque estábamos muertos de hambre y habían abandonado un camión con pan florecido [enmohecido]. Él llegó y, para poner orden, pam, un hombre muerto.
Sólamente que se escapase un soldado que otro, no le daban mucha importancia. Una vez en Alemania, era diferente y sobre todo en Mauthausen. Cuando se escapaba alguien, casi nada la que se armaba.
En Belfort enseguida supe que estaba Boix, pues encontré a Felipe Capdevila, también de Barcelona, del Comité Local de la JSU. Este no era ni comunista ni socialista. Pertenecía a un grupo de cooperativistas, es decir, de una tendencia social. Hubo en la unificación otros grupos: naturistas, por no decir nudistas, esperantistas también. Era un gran muchacho, también murió en Francia, cuando ya cogió el retiro iba mucho a Barcelona, pero tampoco volvió. Éste se escapó de Belfort, porque su mujer estaba en Francia y había nacido su hijo en el 39 en julio. Le pusieron Juliol de nombre, como el periódico de la JSU.
Antonio se escapó en cambio porque tuvo una oportunidad y esperó en Besançon a que me escapase yo, pero ya no se pudo, porque a los españoles no los dejaban salir a trabajar. Fue entonces que volvió Boix.
Y fue mi gran sorpresa, venía vestido como en las películas de guerra americanas: Gary Cooper, pero en más joven; un pantalón como era la moda entonces, que caía sobre las botas, una guerrera un poco abierta sobre un jersey. Era intérprete oficial, no le faltaba más que el sable. ¿Intérprete de qué?. Hablaba perfectamente el francés y el alemán, más tarde aprendió el ruso. Una vez la sorpresa pasada continuó nuestra amistad como antes. Ya dije que él no era de hacerse amigos y estaba un poco molesto de que allí habían compañeros que me trataban con mucha familiaridad. Él, al no encontrar a Capdevila, sólo estaba yo y un amigo se se había hecho de Tarragona, José Ayxendri. Todavía vive, pero hace años que no lo veo.
En fin, yo me separé de mis compañeros que estábamos en una gran "chambrée" y me fui a vivir con él, en un cuarto destinado a suboficiales, porque estábamos en un cuartel del Ejército. Allí empezaron nuestras conversaciones que iban a continuar luego en Mauthausen.
Él no tenía noticia de interés común a darme. En cambio yo sí. Como ya dije antes, se fue al Ejército y ya no lo vi más; él me habló un poco de Girabau, al que admiraba mucho, me habló un poco de su guerra, pues tenía un culto al heroismo revolucionario, hubiese sido un Tchapaiev o aquel de "Así se templo el acero". A mi no me importaba nada todo eso. A veinte años ya había perdido dos guerras y, si estaba contento de haberme salvado de la primera, estaba muy inquieto de lo que me podía pasar todavía en ese mes de diciembre de 1940.
Yo, en cambio, le hablé de Mercedes. No sólo le hablé, sino que le di a leer las cartas que me había escrito, cartas de amor, pero de amor puro. En efecto, mi hermana Eloisa, que también vino a Franica en compañía de otras chicas de la JSU, estaba en un refugio en Bretagne [sic] y llegaban a tener contacto que [sic] otras chicas de otros refugios. Así, Mercedes tuvo mi dirección y las cartas que me escribió las guardé hasta que me dejaron desnudo en Mauthausen.
[Nota de JLR: Hoy es jueves, no sé si vas a telefonear, así es que termino. Vuelvo a casa a las 14:30. Continúo.]
En enero 1941 empezaron los transportes hacia Alemania, Boix fue a parar al Stalag XIB [Fallingbostel], se lo llevaron antes que a mí. Más tarde yo fui al XIA, en el centro de Alemania, el pueblo se llama Altengrabe [Altengrabow]; hacía un frío horrible, no trabajábamos, pero estábamos muertos de hambre. Más tarde nos dejaban ir a trabajar y allí encontrábamos algo de comida. Al principio teníamos algo más de comida que distribuía la Cruz Roja Francesa, pero enseguida dijeron que no habría ni para judíos ni españoles. Se acabó la nieve y el hielo, llegó la primavera, pero continuaba haciendo frío. Un día nos formaron y nos preguntaron los que querían volver a España. Yo no quise. Hicieron dos grupos separados. Los que no queríamos volver a España los llevaron a la estación con un bote de carne y una bola de pan. Tres días de tren sin paja, con hambre y otra vez muertos de frío. Pero esto no era nada, porque al fin era Mauthausen. En el camino encontrábamos trenes de prisioneros yugoslavos que iban hacia los Stalags del norte, pero ellos salían a los andenes, se lavaban en las fuentes, mientras nosotros íbamos en vagones con cerrojos y candado. Alguien nos dijo en una estación que íbamos a Mauthausen, pero yo no comprendí, porque ese nombre lo ignorba. Yo conocía Dachau, por el librito que publicó Hans Beimler editado por la JSU: "En el campo de asesinos de Dachau". Pero entonces no pensé.
Cuando llegamos a la estación de Mauthausen, una mañana fría, 26 avril [sic] 1941, fue el Ejército alemán que nos acompañó hacia arriba. A otros grupos los habían esperado la SS con los perros; me contaron que había sido horroroso: ladridos, mordiscos, voces, palos, etc.
Al salir de la estación yo había visto una camioneta que bajaba de [la] colina cargada con presos con traje de rayas, como en la película con Paul Muni "Soy un fugitivo" y pensé, por aquí debe de haber un presidio. Era el nuestro.
Subíamos hacia la montaña y otro grupo de presos nos dejó pasar. A la pregunta de alguien de los nuestros, alguien contestó: "Si estamos aquí todos los de Belfort". Yo, oir que unods de esos presos hablaban español y que yo mismo iba a estar como ellos y que iba a vivir lo que lei en el librito de Beimler, fue como una pesadilla, durante muchos días pensaba que me iba a despertar. Fue lo peor que pasé en mi vida. Cuando me hicieron prisionero los alemanes en Besançon, también fue gordo, pero no tanto. Al principio crei que me iban a fusilar porque el oficial que nos detuvo nos dijo que él había hecho la guerra con Franco y nos trató de rojos y asesinos. Nos entregó a otro oficial que tenía cara de perro sabueso y, como le dijo quiénes éramos, el otro hizo un gesto commo diciendo "yo me encargo de ellos". Nos llevaron a la Universidad, que era el puesto de mando, y uno de los soldados, que eran de la Policía Militar, no sé porqué se sacó la pistola (que la llevaba en la bota) y me amenazó con ella, pero todo eso se pasó, se normalizó. Fuimos prisioneros de guerra ordinarios y hasta se hablaba de que era una equivocación y que nos iban a liberar. Hubo franceses que se lo creyeron y fueron a parar a Mauthausen porque se habían hecho pasar por españoles. Cuadno llegamos a Mauthausen estaban en mi barraca, la 15, vestidos ya de militares franceses, pues iban a llevarlos otra vez al Stalag; nunca más volví a [oír] hablar de ellos.
Los españoles que se habían inscrito para volver a España amanecieron una mañana entre nosotros. Recuerdo que ya había nevado. Economizaron seis meses, que en esa época era mucho. Entre los que llegaron estaba Julio, no recuerdo sus apellidos, pero tenía vario. Era de Zaragoza, emparentado con los Condes de Sobradiel. Todo el mundo le llamaba "el Facha", pero él no se molestaba, independencia aristocrática. Le cogió la guerra en nuestra zona y llegó a ser teniente del Cuerpo de Tren, pues el tenía el permiso de conducir, que entonces era raro. Bachiller estudiando derecho, como todos los aristócratas, indiferente a la guerra que fuese de un lado o de otro. Pues este insistió, habló con los Comandantes de Besançon, de Belfort, del Stalag: no hubo nada que hacer. Su familia insistía por su lado en Espagne [sic] porque a un cierto momento nos dejaron escribir; no hubo nada que hacer. Él se salvó, lo vi al final de la guerra. Esto os lo cuento para que os déis una idea de cómo fue nuestra odisea y el porqué.
El jefe SS de todos los campos [comandante de Mauthausen y sus Kommandos], a la liberación, se había salvado y escondido por los alrededores, vestido de austriaco, con pantalón corto y pluma en el sombrero. Un deportado lo reconoció y fue a buscar a los soldados americanos, que le dieron el alto, pero él se escapó y entonces un soldado le disparó y le hirió gravemente, lo llevaron a la enfermería instalada en el "Revier" de Gusen y fue a verlo Boix, a quien le dijo que no eran los alemanes que habían decidido la exterminación de los españoles, que había sido Franco cuando Serrano Súñer fue a Berlín. Pero esto no es seguro, porque los españoles de Angulema fueron llevados a Mauthausen desde el mes de agosto del 40, antes del viaje de Serrano Súñer.
Boix, cuando llegué a Mauthausen, hacía de intérprete en la carretera que construían de la cantera a la estación. Pero después García, que trabajaba de fotógrafo, le ofreció de ir a trabajar con él. Al principio, Boix no quería, le fastidiaba ser enchufado, en la carretera se parecía más a Paul Muni.
Esos seis meses que pasé en Mauthausen, cuando me recuperé del susto, no fueron muy malos. Además de Boix encontré otros amigos. Angel Pérez, que era intérprete en la barraca 12. había venido a la JSU como Capdevila, de las Juventudes Cooperativistas; Sugrañes, del Trifón Medrano, como yo, era nuestra local de Barcelona, en el Barrio Gótico. Él trabajaba remendando calcetines y pudo hacer que me incluyesen en ese Kommando.
Más tarde llegó Pagès, que conocí en Barcelona. Gregorio estaba con él en las Milicias, pues era mayor que yo. Había Torrens, que moriría en Gusen, se tiró a la alambrada [electrificada]. Éste hacía parte [sic] del Comité Nacional de la JSU de Cataluña; también estaba Serra [Grabulosa], que murió hace unos años, otro muchacho de provincia que era inútil para el ejército y trabajaba con María, la secretaría de finanzas, con Ayxendri, que no conocía, pues era de Tarragona. Hicimos un grupo de amigos que sería el embrión de nuestra organización clandestina, pero por el momento no era cuestión; solamente de tenernos compañía y ensayar de resistir [sic].
Cuando bajé a Gusen ya fue diferente; desde que empezó el ataque a la Unión Soviética, los comunistas catalanes ya tenían contacto con los de España, pero con mucha cautela; solamente se buscaba a los que se suponía más fermes [sic] y luego se extendió a otros no comunistas, pero que estaban bien situados en puestos que podrían ayudar mucho si la ocasión se presentaba. Allí uno de los militantes que empezó está especie de organización se llamaba Gascón (Pancho), que tenía a su hermano también en Gusen. Este Gascón mayor fue elegido por el Comandante del campo, que llamaban "el Gitano" [Chmielewski], que nos pasó revista uno a uno para que el que a él le parecía lo enviaba al castillo [Hartheim] en los camiones que tenían un dispositivo que cuando llegaban ya estaban muertos.
Allí murió también Manolo Salvadores, hermano de Luis, que era dirigente del partido y de las Juventudes Socialistas antes de la Unificación (JSU y más tarde PSU[C]).
Gascón pudo hablar conmigo desde la fila que se lo llevaban y me pidió que me ocupase de su hermano más joven, como yo. Yo había venido a Gusen en el comando de los calcetines y me había salvado por casualidad, porque ese día de la gran redada, como otra que habían hecho en Mauthasuen, a los enfermos del Revier o a los inválidos eran los primeros [a los] que enviaban a la cámara de gas, pero como éramos muy pocos, quizás no pensaron que éramos inválidos.
Al pequeño Gascón le ayudé un poco, pero un día ya no lo vi más, no fue el único caso, con otros amigos me pasó lo mismo.
Yo pienso que no voy a ir más lejos. A Boix estuve cuatro años sin verlo, pongamos, 3 y 1/2. A la liberación se cargó de [armamento], granadas de palo en la cintura, metralleta, impermeable largo, hasta los pies, anteojos de larga vista (marina), su Leica que heredé yo, etc. Iban por el Danubio a provocar a los SS que estaban al otro lado, un español murió. Yo me quedé con Bailina y con Climent a escribir a la máquina las listas y direcciones de los que habían muerto, para comunicarles a las familias. Una parte de esas listas aparecen en el libro de Montserrat [Roig], pero había muchso más toda España. Todas las nacionalidades tenían un equipo como nosotros que hacían el mismo trabajo.
Boix, cuando se cansó de hacer el heroe, ya habían sido desarmados por los americanos, cogió un avión y se fue a París.
Cuando yo llegué, quizá un mes más tarde, fui a parar a Montrouge, pero él me vino a buscar y fui hacia su refugio cerca de la Plaza de la República. Más tarde me fui al Vesinet, que había otro Centro, y que trabajaba mi amigo Esporrín. Cuando se escapó, se incorporó a la Resistencia y a la Liberación le dieron un puesto en ese Centro. Yo fui a vivir allí; como estaba mantenido, me permitió continuar los estudios y Boix venía todos los dosmingos, porque ese centro, además de ser suministrado por el Gobierno, era específicmente para extranjeros y recibíamos ayuda de todo el mundo y, como en Francia había muchas restricciones, al menos una vez por semana comía bien. Sobre todo el cocinero, que era un catalán de Manresa que le tenía mucha simpatía y, además que pasaba el domingo con nosotros, comía y cenaba, le daba un paquete para que se lo llevase.
Su vida en París fue como la de todo el mundo, aparte de que era reporter fotógrafo. Yo tengo una foto que está con unas chicas guerrilleras en Grecia, también fue a argelia e hizo todos los festivales de la juventud. Praga, Budapest, hasta que murió el 4/7/51 en el Hospital Rothschild y lo enterramos en Thiais.
Andreu, Helena (*?)
Ayxendri, José (*)
Bailina, Josep
Buj Ferrer, Ramón (*)
Capdevila, Felipe
Climent Sarrión, Casimiro
Esporrín Pradell, Antonio (tuvo alojado a Boix un tiempo)
Falcón, Cristóbal
Gascón, Pancho (y hermano)
Girabau (comisario)
López Raimundo, Antonio
López Raimundo, Gregorio (*?)
López Raimundo, Joaquín (*)
Mercedes (amiga, actualmente en Brasil) (*)
Pagès, Joan
Pamiès, Teresa (*)
Pérez, Angel
Salvadores, Manuel
Salvo, María (Cionin) (*)
Serra Grabulosa, Miquel
Sugrañes, José
Torrens
1919, octubre, nace Joaquín López Raimundo en Aragón
1934, traslado de Zaragoza a Barcelona con su familia.
1936, julio: muerte de Antonio, el hermano mayor, en los primeros días de la guerra.
1939, febrero...: Campos de Francia. St. Cyprien, Barcarès
1939, ?, Compañías de trabajadores extranjeros (Ejército francés)
1940, Caen prisioneros de los alemanes. Mayo-diciembre, Belfort (Frontstalag)
1941, enero-abril, Stalag XI Altengrabow
1941, abril, 26 - Llega a Mth.
1941, octubre? Gusen
1945, febrero? marzo, Mauthausen
1951, junio, 7.- muerte de Boix.
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