CONVERSACIONES SOBRE FREUD
Me contó que cuando estaba en Cambridge antes de 1914 pensaba que la psicología era una pérdida de tiempo. (Aunque no era un ignorante en ella. Le escuché explicar a un estudiante la ley de Weber-Fechner de un modo que no podía provenir simplemente de la lectura del artículo de Meinong o de sus discusiones con Russell.) «Pero algunos años más tarde leí algo de Freud y quedé muy gratamente sorprendido. Había allí alguien que tenía algo que decir.» Creo que esto era poco antes de 1919. Y durante el resto de su vida Freud fue uno de los pocos autores que consideró dignos de leer. En la época de estas discusiones acostumbraba a hablar de sí mismo como de «un discípulo de Freud» y de «un seguidor de Freud».
Admiraba a Freud por las observaciones y sugerencias de sus escritos, por «tener algo que decir» incluso allí donde, según su opinión, estaba equivocado. Por otro lado, pensaba que la enorme influencia del psicoanálisis en Europa y América era perjudicial, «aunque pasaría mucho tiempo antes de liberarnos de nuestra sumisión a él». Para aprender de Freud hay que ser crítico, y el psicoanálisis por lo general lo impide.
Hablé una vez del daño que se produce al escribir, cuando un autor intenta introducir el psicoanálisis en su relato. «Por supuesto, no hay nada peor», dijo. Siempre estaba dispuesto a ilustrar con relatos lo que Freud quería decir, pero recurría a historias escritas con independencia del psicoanálisis. Una
vez, Wittgenstein estaba refiriendo algo que Freud había dicho y el consejo que le había dado a alguien, y uno de nosotros replicó que tal consejo no parecía muy sabio. «¡Oh, ciertamente que no!», dijo Wittgenstein. «Pero sabiduría es algo que yo nunca esperaría de Freud. Inteligencia sí, pero no sabiduría.» Sabiduría era algo que admiraba en sus narradores favoritos: en Gottfried Keller por ejemplo. El tipo de crítica que ayudaría en el estudio de Freud tendría que ir a lo profundo, y eso no es corriente.
RUSH RHEES
WITTGENSTEIN
(Notas de R.R. tomadas tras una conversación, verano de 1942.)
Cuando estudiamos psicología podemos sentir que hay algo en ella de insatisfactorio, alguna dificultad con respecto al sujeto entero de estudio: la causa es que tomamos a la física como nuestro ideal de ciencia. Pensamos en formular leyes como en la física. Y entonces nos damos cuenta de que no podemos usar el mismo tipo de «métrica», las mismas ideas de medición que la física. Esto resulta especialmente claro cuando intentamos describir fenómenos: las mínimas diferencias perceptibles de los colores; las mínimas diferencias perceptibles de la longitud, etc. Parece que aquí no podemos decir: «Si A=B, y B=C, entonces A=C», por ejemplo. Y esta clase de dificultad se extiende a todo este asunto.
O supongan ustedes que quieren hablar de causalidad en el ámbito de los sentimientos. «El determinismo se aplica a la mente tanto como a los objetos físicos.» Esto es oscuro, porque cuando pensamos en leyes causales de objetos físicos pensamos en experimentos. No tenemos nada parecido en el ámbito de los sentimientos y de la motivación. Y, a pesar de eso, los psicólogos pretenden decir: «Tiene que haber alguna ley», aunque no se ha encontrado ley alguna. (Freud: «¿Quieren decir, caballeros, que los cambios en los fenómenos mentales son guiados por el azar?») Mientras que a mí lo que me parece importante es el hecho de que en realidad no haya leyes así.
La teoría de los sueños de Freud. Él pretende decir que, sea lo que sea lo que suceda en un sueño, siempre se descubrirá que está conectado con algún deseo que el análisis puede sacara la luz. Pero este procedimiento de la libre asociación, etc., es curioso, porque Freud nunca muestra cómo sabemos dónde hay que parar, dónde está la solución correcta. Unas veces dice que la solución correcta, o el análisis correcto, es aquella que satisface al paciente. Otras dice que es el médico quien sabe cuál es la solución correcta o el análisis correcto del sueño, mientras que el paciente no lo sabe: el médico puede decir que el paciente está equivocado.
No parece que sea evidente la razón por la que llama correcto a un cierto tipo de análisis y no a otro. Tampoco lo es la afirmación de que las alucinaciones, e igual los sueños, son realizaciones de deseo. Suponga que una persona hambrienta tiene una alucinación de comida. Freud quiere decir que una alucinación de cualquier cosa requiere una energía tremenda: no es algo que pueda suceder normalmente, sino que la energía se genera en las circunstancias excepcionales en las que el deseo de comida de una persona es incontenible. Esto es una especulación. Es el tipo de explicación que nos inclinamos a aceptar. No se propone como resultado de un examen detallado de variedades de alucinaciones.
Freud en sus análisis proporciona explicaciones que mucha gente se siente impulsada a aceptar. Él enfatiza, por el contrario, que la gente se siente des-impulsada a ello. Pero si una explicación es tal que la gente siente rechazo a aceptarla, es muy probable que sea también de las que la gente se siente impulsada a aceptar. Y, de hecho, esto es lo que el caso de Freud ha puesto de manifiesto. Tomemos la idea de Freud de que la ansiedad es siempre de algún modo una repetición de la ansiedad que sentimos en el nacimiento. Él no afirma esto aportando pruebas: no podría. Pero es una idea que posee una atracción considerable. Posee la atracción de las explicaciones mitológicas, que dicen que todo esto es una repetición de algo que ha sucedido antes. Y cuando la gente acepta o adopta esto, ciertas cosas le parecen mucho más claras y fáciles. Así sucede también con la noción de inconsciente.
Freud pretende encontrar pruebas en recuerdos sacados a luz en el análisis. Pero a partir de cierto momento ya no está claro hasta qué punto esos recuerdos río se deben al analista. En cualquier caso, ¿muestran ellos que la ansiedad era necesariamente una repetición de ansiedad original?
El simbolismo en los sueños. La idea de un lenguaje onírico. Piensen en la interpretación de un cuadro como imagen de un sueño. Un día en Viena yo (L.W.) visité una exposición de cuadros de una joven artista. Había uno que representaba una habitación vacía parecida a un sótano. Dos hombres con sombrero de copa sentados en sillas. Nada más. Y el título: Besuch («Visita»). Al verlo dije inmediatamente: «Esto es un sueño». (Mi hermana describió el cuadro a Freud, y éste le dijo: «Oh, sí, se trata de un sueño muy común» relacionado con la virginidad.) Adviertan que el título es el que lo cataloga como sueño, con lo que no quiero decir que la pintora soñara algo parecido mientras dormía. Ustedes no dirían de cualquier cuadro «Esto es un sueño». Y esto muestra que existe algo parecido a un lenguaje onírico.
Freud menciona varios símbolos: los sombreros de copa son normalmente símbolos fálicos; los objetos de madera, como las mesas, son mujeres; etc. Su explicación histórica de esos símbolos es absurda. Podríamos decir que no se la necesita para nada: es la cosa más natural del mundo que una mesa signifique eso.
Pero el soñar -el usar este tipo de lenguaje-, aunque puede usarse en referencia a una mujer o a un falo, también puede usarse sin referencia alguna a ellos. Si se muestra que a menudo algunas actividades se llevan a cabo con un fin determinado -golpear a alguien para infligirle dolor-, apuesto cien contra uno a que bajo otras circunstancias diferentes también se llevan a cabo y no con ese propósito. Puede que él sólo quisiera golpearlo sin pensar en causarle dolor alguno. El hecho de que nos inclinemos a interpretar el sombrero como un símbolo fálico no quiere decir que la artista necesariamente se estuviera refiriendo de algún modo a un falo cuando lo pintó.
Consideren esta dificultad: si un símbolo en un sueño no es comprendido no parece ser símbolo alguno. Entonces, ¿por qué llamarlo así? Pero supongan que tengo un sueño y acepto una interpretación determinada de él. Entonces -cuando superpongo la interpretación al sueño- ya puedo decir: «Ah, sí, la mesa evidentemente corresponde a la mujer, esto a aquello, etc.»
Supongan que hago rayas en una pared. De algún modo eso se asemeja a escribir, pero es una escritura que ni yo ni nadie reconocería o entendería. Así que digamos que garabateo. Luego comienza un analista a formularse preguntas, a buscar asociaciones, etc.; y así llegamos a una explicación de por qué hago eso. Entonces ya podemos correlacionar las diferentes rayas que hice con los diferentes elementos de la interpretación. Y podemos referirnos al garabateo como a una especie de escritura, como al uso de un tipo de lenguaje, aunque no fuera entendido por nadie.
Freud reivindica constantemente su condición de científico. Pero lo que ofrece es especulación, algo previo incluso a la formación de hipótesis.
Él habla de superar resistencias. Una «instancia» es engañada por otra «instancia». (En el sentido en que hablamos de «un juzgado de segunda instancia» con autoridad para revocar la sentencia de un tribunal inferior -R.) Se supone que el analista es más fuerte, y capaz de combatir y superar el engaño de la instancia. Pero no hay manera de mostrar que el resultado entero del análisis no pueda ser «engaño». Es algo que las gentes se inclinan a aceptar y que les hace más fácil seguir ciertos caminos: hace que ciertos modos de conducta y pensamiento les resulten naturales. Han abandonado un modo de pensar y han adoptado otro.
¿Podemos decir que hemos expuesto la naturaleza esencial de la mente? ¿No podría haberse tratado el asunto entero de otro modo?
WITTGENSTEIN
(Notas tomadas después de conversaciones en 1943; Rush Rhees.)
Sueños. La interpretación de los sueños. Simbolismo.
Cuando Freud habla de ciertas imágenes -la imagen de un sombrero, por ejemplo- como símbolos, o cuando dice que la imagen «significa» tal y tal cosa, está hablando de interpretación; y de lo que puede hacerse que el soñador acepte como interpretación.
Es característico de los sueños el que con frecuencia le parezca al soñador que requieren una interpretación. No es nada corriente sentirse inclinado a redactar un sueño diurno, o a contárselo a alguien, o a preguntar: «¿Qué significa?» Pero los sueños parecen encerrar algo enigmático y especialmente interesante en sí mismos, de manera que sentimos la necesidad de interpretarlos. (A menudo se han considerado como mensajes.)
Parece haber algo en las imágenes oníricas que tiene cierta semejanza con los signos de un lenguaje. Como podrían tenerla una serie de marcas sobre papel o sobre arena. Podría no haber ninguna marca que reconociéramos como un signo convencional de cualquier alfabeto conocido y a pesar de ello podríamos tener un fuerte sentimiento de que debe tratarse de un lenguaje de algún tipo: de que las marcas significan algo. Hay una catedral en Moscú con cinco cúpulas. En cada una de ellas existe un tipo diferente de configuración curvilínea. Da la fuerte impresión de que esas diferentes formas y disposiciones han de significar algo.
Cuando se interpreta un sueño podríamos decir que se lo coloca en un contexto en el que deja de ser enigmático. En cierto sentido el soñador vuelve a soñar su sueño en contextos tales que su aspecto cambia. Es como si se nos presentara un trozo de lienzo en el que hubiera pintada una mano y una parte de una cara y ciertas otras formas colocadas de un modo enigmático e incongruente. Supongan que ese trozo esté rodeado por una considerable extensión de lienzo blanco, y que en ella pintamos formas -digamos un brazo, un torso, etc.- que sirven de transición y se completan con las formas del trozo original; y que el resultado nos hace decir: «Ah, ahora veo por qué es así, cómo todo se organiza de esta manera, y qué eran esos diferentes trozos...», etc.
Mezcladas con las formas del trozo de lienzo original podría haber ciertas formas de las que diríamos que no se compaginan con el resto de las figuras del lienzo ampliado; no se trata de partes de cuerpos de árboles, etc., sino de trozos de escritura. Podríamos decir esto de una serpiente, por ejemplo, o de un sombrero o de cosas semejantes. (Ellas serían como las configuraciones de la catedral de Moscú.)
No todo lo que se hace al interpretar sueños es del mismo tipo. Hay un trabajo de interpretación que, por así decirlo, pertenece todavía al sueño mismo. Al considerar lo que es un sueño es importante considerar también lo que le sucede, cómo cambia, por ejemplo, cuando se le pone en relación con otras cosas recordadas. Al despertar la primera vez un sueño puede impresionarnos de varias formas. Se puede sentir uno aterrorizado y ansioso; o, si se ha puesto por escrito el sueño, puede experimentarse una especie de excitación, se puede sentir un interés muy vivo, sentirse intrigado por él. Si después uno recuerda ciertos sucesos del día anterior y relaciona con ellos lo que ha soñado, esto ya produce una diferencia, cambia el aspecto del sueño. Si se reflexiona sobre el sueño, eso le lleva a uno a recordar ciertas cosas de la primera infancia, lo que le deparará aún otro aspecto diferente. Y así sucesivamente. (Todo esto tiene relación con lo que se dijo respecto a soñar el sueño otra vez. En cierto sentido, esto pertenece aún al sueño.)
Por otro lado, se podría formular una hipótesis. Leyendo el relato del sueño puede predecirse que es posible llevar al soñador a recordar ciertas cosas. Y esta hipótesis podría verificarse o no. Se puede llamar a esto un tratamiento científico del sueño.
Freier Einfall [«libre asociación»- Trad.] y realización de deseos. Hay varios criterios para la interpretación correcta: por ejemplo, (1) lo que dice o predice el analista basándose en su experiencia previa; (2) aquello a lo que al soñador se le lleve por freier Einfall. Sería interesante e importante que esos dos criterios coincidieran en general. Pero sería extravagante pretender (como parece hacer Freud) que deben coincidir siempre.
Lo que sucede en la freier Einfall probablemente está condicionado por una multitud de circunstancias. No parece haber razón para decir que tiene que estar condicionado solamente por el tipo de deseo en el que está interesado el analista y del que tiene razón en decir que ha debido desempeñar algún papel. Si ustedes quieren completar lo que parece ser un fragmento de un cuadro, quizás habría que aconsejarles que no se rompan la cabeza pensando cuál es el camino más probable que seguía la pintura, sino que, en lugar de ello, miren fijamente a la pintura y, sin pensar, hagan el primer trazo que se les ocurra. En muchos casos éste podría ser un consejo muy útil. Pero sería asombroso que siempre produjera los mejores resultados. Qué trazo hagan es probable que esté condicionado por todas las cosas que suceden en ustedes y en torno a ustedes. Y si yo conociera uno sólo de los factores presentes, ello no me diría con certeza qué trazo iban a hacer ustedes.
Decir que los sueños son realizaciones de deseo es muy importante, ante todo porque ello apunta al tipo de interpretación buscada, el tipo de cosa que sería una interpretación del sueño. Frente a la interpretación que dice que los sueños son simples recuerdos de lo sucedido, por ejemplo. (No sentimos que los recuerdos exijan una interpretación del mismo modo que sentimos eso de los sueños.) Y ciertos sueños son, evidentemente, realizaciones de deseo; corno los sueños sexuales de los adultos, por ejemplo. Pero parece confuso decir que todos los sueños son realizaciones alucinatorias de deseo. (Freud ofrece muy a menudo lo que podríamos llamar una interpretación sexual. Pero es interesante el que, entre todos los relatos de sueños que ofrece, no haya un solo ejemplo de sueño sexual explícito. A pesar de que tales sueños son tan comunes como la lluvia.) En parte porque esta afirmación no parece concordar con sueños que surgen de la ansiedad más bien que del deseo. En parte porque la mayoría de los sueños que Freud considera han de verse como realizaciones de deseo camufladas; y en ese caso, simplemente, no realizan el deseo. Ex hipothesi no se permite que el deseo se satisfaga y, en lugar de ello, se alucina otra cosa. Si se burla el deseo de este modo, entonces el sueño difícilmente puede llamarse una realización suya. También resulta imposible decir si es el deseo o es el censor el burlado. Aparentemente, ambos, y el resultado es que nadie queda satisfecho. De modo que el sueño no es una satisfacción alucinatoria de nada.
Es probable que haya muchas clases diferentes de sueños y que no haya un único modo de explicación para todos ellos. Igual que hay muchos tipos diferentes de chistes. O igual que hay muchos tipos diferentes de lenguaje.
Freud estaba influido por la concepción de la dinámica del siglo XIX, una concepción que ha influido en todo el tratamiento de la psicología. Él quería encontrar una única explicación que mostrara qué es soñar. Quería encontrar la esencia del sueño. Y hubiera rechazado cualquier propuesta que sólo fuera parcialmente correcta. Tener razón en parte hubiera significado para él estar completamente equivocado, no haber descubierto realmente la esencia del sueño.
WITTGENSTEIN
(Notas de conversaciones, 1943, R. R.)
¿Es un sueño un pensamiento? ¿Soñar es pensar algo?
Supongamos que ustedes consideran que un sueño es un tipo de lenguaje. Como un modo de decir algo o como un modo de simbolizar algo. Podría tratarse de un simbolismo metódico, no necesariamente alfabético, parecido al chino, por ejemplo. Después, podríamos encontrar, quizás un modo de traducir ese simbolismo al lenguaje del habla ordinaria, a los pensamientos ordinarios. Pero entonces la traducción habría de ser posible en ambos sentidos. Y, empleando la misma técnica, habría de ser posible también traducir pensamientos ordinarios al lenguaje de los sueños. Pero, como Freud reconoce, esto nunca se ha hecho ni puede hacerse. Así que podríamos poner en duda que el soñar sea un modo de pensar algo, que sea un lenguaje siquiera.
Obviamente, hay ciertas semejanzas con el lenguaje.
Supongan un dibujo en un tebeo fechado poco después de la última guerra. Podría contener una figura de la que ustedes dirían que es, obviamente, una caricatura de Churchill, y otra señalada de algún modo con una hoz y un martillo, de manera que dirían de ella que es obvio suponer que se refiere a Rusia. Supongan que el título del dibujo faltara. Incluso entonces, a la vista de las dos figuras mencionadas, podrían estar seguros de que el dibujo entero, obviamente, intentaba gastar alguna broma respecto a la situación política de la época.
La cuestión es si estará siempre justificada su suposición de que hay algún chiste o alguna broma que sea la broma que quiere gastar esa caricatura. Quizás el dibujo entero no tiene en absoluto una «interpretación correcta». Podría decir: «Hay indicios -como las dos figuras mencionadas- que sugieren que la tiene». Y yo podría responder que quizás esos indicios son todo lo que hay. Aunque haya conseguido una interpretación de esas dos figuras, puede que no exista motivo para decir que tiene que haber una interpretación semejante del dibujo entero o de cada uno de sus detalles.
La situación puede ser semejante en el caso de los sueños.
Freud preguntaría: «¿Qué le hizo siquiera soñar esta situación?» Alguien podría responder que no es necesario que haya habido algo que le hiciera soñar eso.
Parece que Freud tiene ciertos prejuicios acerca de cuándo una interpretación puede considerarse completa, y por lo tanto también acerca de cuándo requiere que se la complete, de cuándo se necesita una interpretación ulterior. Supongan que alguien ignorara la tradición de los escultores de hacer bustos. Si ese alguien topara con el busto terminado de un hombre cualquiera podría decir que obviamente se trata de un fragmento y que ha tenido que haber otras partes suyas que juntas formen el cuerpo entero.
Supongan que localizan ciertas cosas en el sueño que pueden interpretarse al modo freudiano. ¿Hay algún motivo siquiera para suponer que tiene que haber una interpretación para todo lo demás que aparece en el sueño? ¿Que tiene sentido alguno preguntar cuál es la interpretación correcta de ese resto?
Freud pregunta: «¿Me está pidiendo que crea que hay algo que sucede sin causa?» Pero esto no significa nada. Si bajo «causa» incluyen ustedes cosas tales como causas fisiológicas, entonces hay que decir que no sabemos nada acerca de ellas y que en ningún caso son relevantes para la cuestión de la interpretación. Ciertamente no pueden deducir de la pregunta de Freud la aseveración de que en el sueño cualquier cosa ha de tener una causa, en el sentido de un acontecimiento pasado con el cual esté conectada por asociación de ese modo.
Supongan que consideráramos un sueño como un tipo de juego que juega el soñador. (A propósito, no hay siempre una única causa o una única razón por la cual los niños jueguen. Es ahí donde generalmente se equivocan las teorías del sueño.) Podría haber un sueño en el que se juntaran figuras de papel de forma que compusieran una historia, o en el que se unieran de cualquier otra forma. Los materiales podrían reunirse y conservarse en un álbum de recortes lleno de figuras y anécdotas. El niño podría entonces coger varios trozos del álbum de recortes para ponerlos en su construcción; y podría coger una figura considerablemente grande porque hay algo en ella que le interesa e incluir también el resto simplemente porque estaba allí.
Compare la cuestión de por qué soñamos con la de por qué escribimos historias. No todo es alegórico en una historia. ¿Qué significaría que intentáramos explicar por qué alguien ha escrito precisamente esta historia y precisamente de este modo?
No hay una única razón por la que la gente hable. Un niño pequeño balbucea a menudo por el mero placer de hacer ruido. Ésa es también una razón por la que hablan los adultos. Y hay otras muchas innumerables.
Freud parece influido constantemente por la idea de que un sueño es algo que requiere una tremenda fuerza mental: seelische Kraft. Ein Traum findet sich niemals mit Halbheite ab. [«Un sueño nunca se conforma con medianías» -Trad.] Y piensa que la única fuerza suficientemente poderosa para producir las alucinaciones oníricas hay que encontrarla en los deseos profundos de la primera infancia. Esto puede ponerse en duda. Suponiendo que sea verdad que las alucinaciones en estado de vigilia requieren una fuerza mental extraordinaria, ¿por qué las alucinaciones oníricas no han de ser algo completamente normal mientras se duerme, sin que requieran ninguna fuerza extraordinaria en absoluto?
(Comparen la pregunta: «¿Por qué castigamos a los delincuentes? ¿Es por un deseo de venganza? ¿Es para impedir la repetición del delito?» Y así sucesivamente. La verdad es que no hay una única razón. El castigo de los delincuentes es una institución. Personas diversas apoyan esto por razones diversas, y por razones diversas en casos diversos y en momentos diversos. Algunas lo apoyan por un deseo de venganza, otras quizá por un deseo de justicia, otras por un deseo de impedir la repetición del delito, y así sucesivamente. Y así se aplican las penas.)
WITTGENSTEIN
(Notas de una conversación, 1946, R. R.)
He estado repasando con H. La interpretación de los sueños de Freud. Y ello me ha hecho sentir hasta qué punto hay que combatir todo este modo de pensar.
Si tomo uno cualquiera de los relatos oníricos (relatos de sus propios sueños) que Freud ofrece, por el uso de la libre asociación puedo llegar a los mismos resultados que él consigue en su análisis, a pesar de que no era mi sueño. Y la asociación procederá según mis propias experiencias, y así sucesivamente.
El hecho es que siempre que ustedes están preocupados por algo, por alguna dificultad o por algún problema importante en su vida -el sexo, por ejemplo-, no importa el punto del que partan, la asociación volverá a llevarles final e inevitablemente al mismo tema. Freud hace notar cómo después del análisis el sueño parece muy lógico. Y por supuesto que lo parece.
Podrían comenzar con cualquiera de los objetos que hay sobre esta mesa -que ciertamente no están puestos ahí por la actividad onírica de ustedes- y podrían encontrar que todos ellos podrían conectarse formando un modelo con aquél; y el modelo sería, del mismo modo, lógico.
Se puede llegar a descubrir ciertas cosas sobre uno mismo por este tipo de libre asociación, pero eso no explica por qué ocurrió el sueño.
En relación con esto Freud se refiere a varios mitos antiguos y pretende que sus investigaciones han explicado ahora cómo sucedió que alguien pensara o propusiera un mito de esa clase.
Pero en realidad Freud ha hecho algo diferente. No ha dado una explicación científica del mito antiguo. Lo que ha hecho es proponer un nuevo mito. Por ejemplo, el atractivo de la idea de que toda ansiedad es una repetición de la ansiedad del trauma del parto, no es sino el atractivo de una mitología. «Todo es resultado de algo que ha sucedido hace mucho tiempo.» Casi como referirse a un tótem.
Poco más o menos lo mismo podría decirse de la noción de Urszene [«escena primordial»- Trad.]. A menudo su atractivo consiste en que proporciona una especie de patrón trágico a la vida propia. Todo es repetición de un mismo patrón establecido hace mucho tiempo. Como una figura trágica, que cumple los designios que las parcas le impusieron al nacer. Mucha gente tiene en algún momento serios apuros en su vida, tan serios que hacen pensar en el suicidio. Es probable que esto aparezca como algo sórdido, como una situación que es demasiado sucia para ser objeto de una tragedia. Y entonces puede ser un inmenso alivio el poder mostrar que lo que sucede es, más bien, que la vida propia sigue el patrón de una tragedia, la realización y repetición de un patrón que fue determinado por la escena primordial.
Por supuesto, existen dificultades en determinar qué escena es la primordial: si es la escena que el paciente reconoce como tal o si es aquella cuyo recuerdo produce la curación, En la práctica esos criterios están mezclados unos con otros.
Es probable que el análisis cause daño. Porque, aunque se puedan descubrir en su transcurso diversas cosas sobre uno mismo, hay que mantener una actitud crítica muy fuerte, aguda y persistente para reconocer y ver más allá de la mitología que se nos ofrece e impone. Hay algo que nos induce a decir: «Sí, por supuesto, eso tiene que ser así». Una mitología poderosa.
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