Thu, 09 Dec 2004 05:12:51 -0500
* Fuente:
http://www.lavanguardia.es/web/20041208/51171181742.html
Entrevista a Andrea Camilleri
Camilleri y el tam tam de los lectores
Aunque tardíamente, ya es un grande de la novela criminal. Al publicarse 'El miedo de Montalbano', el creador del comisario habla para 'Cultura/s' en Roma sobre su mundo real y de ficción
"Un grupo de sicilianos contrarios al romance del comisario con Livia me pidió que le casara con una moza de la isla"
"La literatura italiana es dialectal. Un idioma se forma desde la periferia. Sin esas raíces vamos hacia la muerte"
DAVID BARBA - 08/12/2004
Andrea Camilleri siempre fue un escritor incansable y un fumador empedernido. Su paquete de cigarrillos multifiltro nunca anda lejos de su mesa de trabajo. Los libros de Leonardo Sciascia, tampoco. Ambos pertenecen a esa sicilianidad literaria de Gesualdo Bufalino o Vicenzo Consolo. Salamandra lanza ahora en España El miedo de Montalbano, un volumen con seis cuentos sobre el comisario que le catapultó a la fama a los 73 años. No es de extrañar que, como aseguraba Vázquez Montalbán, asista a su propio éxito con "distancia senequista".
Tiene casi ochenta años, ¿Qué espera de la literatura y de la vida?
De la vida, unos años más. De la literatura, nada que no me haya dado ya. Lo que temo es el día en que no pueda escribir más. Un hombre de fe, y yo no la tengo, diría: "Domine, non sum dignus".
Pero sus lectores están convencidos de su dignidad: tengo entendido que recibe cientos de cartas extravagantes.
Un grupo de sicilianos contrarios al romance del comisario con Livia me escribió para exigir que le casara con una buena moza de la isla. En otra ocasión, un grupo de carabineros me escoltó hasta casa tras una presentación. Parecía que me llevaran detenido. En el portal, el brigadier se puso serio: "Señor Camilleri, a ver cuando escribe una novela sobre nosotros". El último calendario del cuerpo lleva un relato mío protagonizado por un maresciallo.
Espero que Montalbano no se ponga celoso. ¿Cómo explica su gran éxito?
Por el tam tam del público. La editorial Sellerio, donde publico en Italia, es pequeña y no hace publicidad. La gente se telefoneaba recomendándose las obras. Y por la personalidad del comisario...
Con una sagacidad a prueba de balas y un gusto casi maniaco por la exhibición cultural, Montalbano es un cíclope odiséico bajo cuyo policial ojo único se esconde la puerta de entrada a un universo insular casi mágico, desplegado en libros únicos como El perro de terracota (Salamandra). En ellos, el autor estira al máximo un verosímil literario donde caben desde vagabundos ilustrados a mafiosos con código de honor.
Ha creado un comisario antiautoritario y filocomunista. ¡Y le ha salido creíble!
El comisario no es comunista; procede de una cultura campesina que no acepta a la autoridad. Se mueve en el filo de la navaja. Es por ello que su jefe opina que la comisaría de Vigàta es una cricca di camorristi. Cada vez recibo más cartas criticando su actitud. Uno me dijo que era un abuso posicionar a Montalbano en contra de la cumbre del G-8. Yo ya no puedo darle mis ideas, decía, porque el personaje pertenece a los lectores, que son una multiplicidad del pensamiento político. Le contesté que deje de leer a Montalbano, y de la multiplicidad del pensamiento que se encargue otro.
Montalbano no será comunista, pero junto a Pepe Carvalho, los alterglobalizadores, movimientos sociales, etcétera, forma parte de lo que Montalbán denominaba 'cultura de la resistencia'.
Comparten una misma cultura antifascista (¿un cigarrillo?, fume, fume, son multifiltro). Esa cultura aún está viva, aunque se la intenta confundir constantemente. ¿Le pongo un ejemplo? El posfascista Fini, que pretende atenuar una realidad histórica poniéndose en la cabeza la kipa judía. En Italia, la cultura de la derecha estaba representada por gente como Giovanni Papini, pero hoy, cultura y derecha son un oxímoro.
Camilleri jamás ha escondido sus ideas; ni siquiera en su obra, encendida defensa de la tradición cultural. "Quién iba a imaginar que la cultura popular nacional que imaginó Gramsci tomaría forma en la novela policiaca." Eso es precisamente lo que han logrado los escritores mediterráneos del género. "Para entender la realidad de Marsella conviene leer a Jean-Claude Izzo. Lo mismo ocurre en el caso de Petros Márkaris y Atenas o Montalbán y Barcelona."
Así que la novela negra desarrolla la función social que, hace cien años, tenían obras como 'Los miserables'...
En efecto. Hoy, la novela negra puede revelarnos mucho más de la sociedad que otras escrituras. Y esta virtud está ahí desde Hammett y Chandler. Por otra parte, Césare Cases escribió sobre los elementos comunes a los escritores mediterráneos de género negro, pero si lee a Henning Mankell, verá que sus preocupaciones no están tan lejos de las mías: lo social está cada vez más presente.
Oiga, el inspector Wallander come mal, bebe peor y... mejor no hablemos de su vida sexual. En cambio, Montalbano le saca un gran partido a la mesa y el sol.
¡Ja! Espero que no pretenda reducir las diferencias literarias entre la novela negra del Norte y el Sur de Europa a estas cuestiones...
No. Pero no me negará su importancia.
Los detectives mediterráneos tienen una manera común de investigar y de entender la realidad. Sin embargo, no están tan lejos de los nórdicos como pueda parecer.
Otra característica común: Montalbano, Carvalho o Jaritos (el comisario del griego Márkaris) son algo conservadores. Chocan constantemente con la sociedad. Su trabajo más duro es intentar asimilar el cambio social.
Es una observación muy adecuada. No es casual que mi último trabajo, La pazienza del ragno, haya recibido críticas negativas en La Stampa; no por la novela, sino por su mensaje, ya que Montalbano se pasa al otro lado de la ley.
Hasta ahora sólo había recibido aplausos, pero últimamente los críticos literarios le han atacado bastante.
La obligación de toda novela policial es intentar romper los esquemas donde normalmente la quieren encajar. Y perdóneme si le robo cinco minutos más para contestarle a esta pregunta...
¡Robe, robe!
En La presa di Macallè me preguntaba qué mueve a un palestino o un iraquí a inmolarse en un coche bomba. Tradicionalmente, un terrorista ponía el explosivo y huía, mientras que ahora el éxito de tu acción coincide con tu muerte. Así que te conviertes en un arma. Cuando yo tenía diez años, a escondidas de mi padre, escribí una carta a Mussolini para pedirle que me dejara ir de voluntario a la guerra colonial en África. Mi ideal de entonces era matar al mayor número posible de abisinios. ¿Cómo puede ser que esa idea también se instale en la cabeza de un niño de diez años?
Supongo que era una consecuencia de la educación fascista.
Sí. Mi educación fascista y católica me había convertido en una pequeña arma potencial. Fue tras esta reflexión que escribí La presa di Macallè, que horrorizó a todo el mundo. Sólo obtuve críticas positivas de la revista Famiglia Cristiana y del colectivo Wu Ming.
También le han puesto verde por escribir en dialecto. Sorprende la falta de sensibilidad de algunos supuestos intelectuales italianos ante la rica variedad de su lengua.
Es curioso, pero quienes más se han interesado por mi trabajo son los profesores universitarios. El crítico suele minusvalorar el dialecto. Para escribir Il birraio di Preston utilicé siete: siciliano, romano, milanés, florentino...
¿Fue un ejercicio de reivindicación de una pluralidad en retroceso?
En cierto modo. Piense que, cuando se fraguó la unidad de Italia, cada región hablaba su dialecto. En el ochocientos, el italiano era un idioma notarial. Dice un refrán siciliano que esta lengua se aprende con el culo, es decir, a base de zurras. Por eso situé Il birraio di Preston en 1861, cuando Italia seguía siendo un magma de lenguas. A pesar de lo que digan los críticos, la literatura italiana es dialectal: Ruzzante era de Bérgamo, Goldoni de Venecia...
Los dialectos son l''ulivo saraceno' de la lengua.
Ecco! Son la madre nutricia. Un idioma se forma desde la periferia. Si perdemos esas raíces vamos hacia la muerte. Vincenzo Consolo, que es mi gran amigo pero no deja pasar ni un día sin atacarme, siempre me recrimina el uso del dialecto por reaccionario. ¡Que piense lo que quiera! Pirandello dijo algo lúcido: con la lengua italiana se expresa el contenido, pero con el dialecto se expresan los sentimientos.
Camilleri es un hombre de carácter y la relación con sus amigos no siempre es fácil. Así ocurría con Leonardo Sciascia: "Cada escritor es como escribe, y mi italiano bastardo no tenía nada que ver con su lenguaje lúcido y perfecto". El autor de Los tíos de Sicilia era un hombre controvertido que usaba dos varas de medir según los escritores fueran isleños o no. "Soy un mafioso", solía decirle a Camilleri, "me encantaría ser padre y amigo de todos los autores sicilianos".
Sciascia le vio nacer como escritor...
Fue al encontrar unos documentos sobre una matanza de 114 presos en la torre de mi pueblo durante una misma noche de 1848. Eran estremecedores. Después de leerlos, se los llevé a Leonardo para que escribiera algo: "No sabría hacerlo como tú", le dije. "Es que no tienes que escribir como yo", me aconsejó, "sino como sueles hacer tú". Nunca secundé sus razonamientos, siempre tuvimos actitudes distintas. Pero ya ve, en aquellos días nació un escritor.
'El día de la lechuza' fue una lectura fundamental para usted.
Es una novela anómala que me dio valor para escribir obras de género. Sciascia es el primero que escribe novelas negras donde el contexto tiene tanta importancia como el texto: el siciliano protagonista de El día de la lechuza quiere comprender una cultura antes de investigar un caso. En este sentido, este libro posiblemente me decidió por la escritura.
Usted ha cambiado frecuentemente de oficio. Supongo que ahora se queda definitivamente con el de escritor.
Me gustaría hacer más cosas, pero el problema de la vejez es que ya no puedes hacer todo lo que has hecho siempre.
Y si pudiera, ¿qué haría?
Le aseguro que si el éxito me hubiera llegado unos años antes estaríamos haciendo esta entrevista en la cubierta de un barco. Ése es mi sueño: subirme a un barco y navegar por todo el Mediterráneo.
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