Art. publicado en El País, 6-8-07
Michael Ignatieff, "Bush debe decidir, y pronto".
M.I. ex prof. de Univ. Cambridge, Oxford y Harvard. Diputado en el 2005 y vicepresidente del Partido Liberal de Canadá.
I. distingue entre el intelectual y el político, afirmando que el intelectual puede darse el lujo de ser coherente con su ideología hasta el final; en cambio el político no puede hacerlo, ya que si observa las consecuencias negativas de una política debe cambiarla.
Un conductor de autobús puede ser más perspicaz que un premio Nobel en cuestiones de calle. La ciencia política promete demasiado; no existe una ciencia de la toma de decisiones. La cuestión básica de un político es la lealtad, saber elegir a las personas en quien confiar. Además debe tener sentido de la oportunidad para introducir cambios. Los retrasos y las vacilaciones salen caros en política, cosa que se observa en el caso de Irak. Marcharse o quedarse tiene un coste inmenso, pero en el primer caso lo pagaran los iraquíes y en el segundo los estadounidenses. En cualquier caso hay que reconocer que los planes hasta ahora han fracasado.
En política nada es personal, ya que es un teatro. El lenguaje importa y se atiende a lo que se dice y no a la intención; la política es de una literalidad lunática. Además los errores de los políticos los pagan otros, por lo tanto el buen juicio significa determinar las consecuencias de las acciones emprendidas.
A veces hay que sacrificar posiciones propias si la realidad así lo determina. Muchos de los que acertaron en el error de la campaña de Irak lo hicieron no porque tuvieran buen criterio, sino porque se dejaron llevar por su ideología (que en algún momento tiene que acertar). El autor se equivocó, dejándose llevar por la propaganda de los iraquíes expatríados y sus emociones frente al genocidio kurdo; pero es importante para un político sabe reconocer sus errores. No sólo importan las buenas intenciones sino sobre todo los resultados. No se puede ser un líder inteligente si se deja llevar por su ideología; se debe aceptar que la realidad tiene sus propias razones y que éstas son las que importan. Los líderes que saben reconocer sus errores seguirán dignos de confianza, a pesar de ellos.
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