Date: Wed, 18 May 2005 15:17:30 -0400
* Fuente:
http://www.lavanguardia.es/web/20050516/51184451798.html
BCN multilingua
LOS ASTUTOS comerciantes del país recurren al inglés, francés, italiano y hasta latín
LORENZO GOMIS - 16/05/2005
La primera noticia fue una carta de los lectores en este diario. Un comerciante del barrio antiguo barcelonés se quejaba de que le habían puesto una multa. A los catalanes no nos gustan las multas. A los comerciantes no les gustan las multas. Si un comerciante es catalán, le desagrada doblemente verse multado. Se quejaba de lo que él descubría detrás de la visita del inspector que le había puesto el correctivo. La Administración parecía poner en duda su catalanidad y trataba de estimularla imponiéndole una sanción. El hombre estaba dolido.
Yo no me había enterado de que la ley de Política Lingüística llegaba a los escaparates con un casuismo sutil cuyos efectos habían molestado al comerciante de la carta. Yo, como lector de periódicos, sólo sabía que lo importante de la ley de Política Lingüística es que gracias a ella todos los niños y niñas al terminar los estudios sabrían hablar y escribir correctamente en catalán y en castellano. Me parecía perfecto. Gracias a oportunas y dosificadas inspecciones hemos sabido ahora además que la ley vela por que no falte la debida dosis de catalán en las vitrinas y mostradores.
La segunda noticia fue un e-mail escandalizado. Las noticias de nuestro país tienen a veces fuera lecturas que aquí nos parecen exageradas. No hace mucho me llegó otro correo electrónico que enlazaba noticias vaticanas con este titular: "China y Cataluña contra el Papado". No me sorprendió, pues, que el celo inspector se interpretara como una simple prohibición o más exactamente como una obligación de poner todos los letreros en catalán. No hay tal, como es obvio. El comerciante de una tienda cerca de casa, creo que era de lencería, salvaba el precepto completando sus letreros en castellano comercial con un cartel en catalán alusivo a la próxima "Diada de Sant Jordi".
La tercera noticia me llegó en la tertulia mensual de los compañeros de colegio. A las memorias de los años cuarenta y los repasos a la actualidad sanitaria de los supervivientes se añaden comentarios a la actualidad general. Aquella tarde un compañero comentó la carta a La Vanguardia que he citado antes. El autor era un pariente suyo y él disponía de información complementaria. De ella deduje que el comerciante no había quedado contento con la intervención inspectora. La clientela, explicaba, ha cambiado en los últimos años. A los compradores del barrio había sucedido una crecida cantidad de eso que en catalán llamamos expresivamente passavolants, palabra que no tiene que yo sepa traducción en castellano y que a falta de ella el diccionario de S. Albertí describe con precisión como el que compra algo a un proveedor que no es el suyo habitual. En el centro de la ciudad crece la proporción de turistas. Otra hipótesis es que aumenta el censo de inmigrantes. En cualquier caso, el comerciante había comentado el contratiempo con la familia y ahora nos llegaba su lamento.
En este país, según mi impresión, hay tres clases de personas: las que notan que un texto está escrito en catalán, las que notan que está escrito en castellano y las que no sabrían decir si la carta que han leído en el restaurante estaba en castellano o en catalán, y lo mismo los escaparates. Yo estoy, me parece descubrir, entre éstos, los que podemos considerarnos bilingües porque no nos extraña que estén en una u otra lengua. Tenemos que fijarnos para darnos cuenta de la lengua en que están escritos los rótulos y no serviríamos para inspectores.
Sólo notamos la lengua en que algo está escrito cuando nos sorprende alguna rareza expresiva o una falta de ortografía llamativa. El otro día en un restaurante me llamó la atención ver que ofrecían en el menú "ous fregits". Yo estoy acostumbrado a que en casa tales huevos se llamen ferrats. El Institut d´Estudis Catalans describe a los tales como "ou fregit tirant-lo sencer sobre oli, llard, etc., bullent i tenintl´hi fins a prendre´s la clara". Fregits es, pues, perfectamente correcto, aunque no habitual, sea o no debido a la traducción posterior a alguna visita inspectora.
Fijándome en los escaparates, de unas semanas para acá, sobre todo cuando camino por el Eixample barcelonés, he creído descubrir que aparte la sabia combinación de catalán y castellano, español y catalán, sin necesidad de duplicar todos los letreros, los astutos comerciantes del país están recurriendo al inglés, al francés, al italiano, al alemán, e incluso a las lenguas muertas, el latín y el griego, el latín especialmente, cuando se trata de poner el letrero más difícil y comprometido: el rótulo, la razón social o nombre de una compañía mercantil.
No es raro que descubra uno dos o tres tiendas seguidas con el rótulo puesto en inglés o en francés (guiño acaso a la francofonía, que parece políticamente lo último). También hay palabras que no se sabe muy bien en qué lengua están o combinaciones lingüísticas sugestivas. Por todo ello me parece que lo más natural es titular este artículo BCN multilingua. Seguro que el lector lo ha entendido.
lgomis@elciervo.es
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