En muchos casos se observa que el eje “derecha-izquierda” que puede tomar otros nombres según el país, agrupa un ramillete de ideas aparentemente conectadas entre sí.
Si alguien es partidario de un ejército poderoso, es probable que tenga una actitud dura con la delincuencia, valore mejor una política liberal en economía, defienda el patriotismo, la familia, y también es probable que tienda a tener más edad de la que habitualmente se considera “jóven”. También tenderá a ser más intransigente que permisivo, más gradualista que revolucionario, más convencional que llamativo, etc. etc. En cambio si alguien es partidario de políticas de reinserción de delincuentes, o de programas de asistencia social generosos, tenderá a ser más tolerante en materia de relaciones sexuales, pacifista, laico, etc. etc.
Es difícil resistirse a la impresión que estamos frente a dos visiones del mundo que estando en la base de estos sistemas de creencias tiende a ser poco razonado por sus respectivos sostenedores que casi nunca se percatan de los supuestos de los cuales parten y de las consecuencias a las que lógicamente deberían llegar. Con otras palabras, no saben o no pueden formular las bases de sus sistemas de creencias. Se limitan a apoyarlas como si fuera algo evidente y sólo la mala fe de la otra parte impide su realización completa.
Tomas Sowell (en Conflict of Visions) considera que estas dos perspectivas fueron expresadas en su forma más pura por Edmundo Burke (1729-1797), a favor del conservadurismo secular, y por Willian Godwin (1756-1836) que fue el homólogo británico de Rousseau. Ambos representan la Visión Trágica y la Visión Utópica de la naturaleza humana.
La Visión Trágica (en adelante VT) implica el supuesto que los humanos estamos limitados en nuestra sabiduría, en los avances científicos, en nuestra capacidad de virtud y aptitudes morales, y que por tanto debemos reconocer nuestros límites: “A los mortales conviene lo mortal” dijo Píndaro; “de la madera torcida de la humanidad no se puede obtener nada que sea realmente recto” dijo Kant (pág. 419).
Escritores como Hobbes, Burke, Milton Friedman, Isaiah Berlin o Karl Popper, participan de este punto de vista.
Por el contrario la Visión Utópica (VU) considera que nuestras limitaciones son puramente sociales, fruto de un particular ambiente, y cambiando las circunstancias cambiaremos la naturaleza humana que nos parece tan estable. “Nada hay que se pueda cambiar de forma más radical que la naturaleza humana si la tarea se inicia lo bastante pronto” (George Bernad Shaw).
Desde Rosseau, pasando por Marx o Lénin, hasta llegar John Kenneth Galbraith hay muchos autores enrolados en esta perspectiva (aunque difieran profundamente entre sí, en lo que respecta a los métodos y valores principales para lograr tales cambios).
En la VT la caridad siempre encubre egoísmo; un sentimiento que no es el del psicópata sino la preocupación por la supervivencia y el bienestar propio. Este egoísmo no cambia con el tiempo ni con las sociedades; cada una representa un compromiso peculiar para integrar los egoísmos individuales de manera que la sociedad funcione aceptablemente. Los cambios progresivos pueden mejorar, en pequeños ajustes, la funcionalidad del sistema; los cambios bruscos y radicales tienden a hacer aflorar lo peor que tenemos y que en esos momentos se encuentra libre para aflorar y causar todo tipo de tropelías.
Ejemplos como la Revolución Francesa y su secuela del Terror y la Guillotina o la Revolución Rusa con el Terror Rojo, las checas y las masacres masivas, muestran la verdad de este razonamiento.
En la VU “las tradiciones son la mano muerta del pasado, el intento de gobernar desde la tumba” (pág. 421). Las religiones son herramientas en manos de los que ejercen el poder, inventan pecados y aterrorizan a los más débiles; su papel es de ser el “opio” del pueblo, el corazón de un mundo sin corazón, como escribió Marx.
De la misma forma que desapareció la esclavitud, también desaparecerá la discriminación de las mujeres, el patriarcado, la injusticia, el sufrimiento debido a la explotación del hombre por el hombre, y en general todo lo que en un momento dado de la historia fue vivido como “natural” o “sagrado”.
Paradójicamente muchas veces la VU lleva a un aumento sustancial del autoritarismo, si las masas no saben reconocer sus verdaderos intereses, las mujeres no comprenden la raíz de su sumisión o los pueblos no reconocen las causas reales de su explotación. Un efecto inesperado, paradójico, es la “ingeniería social” realizada desde el poder; en la medida que se quiera acelerar el paso y logar un cambio deseable en un tiempo relativamente breve.
Por otro lado la VT también no está exenta de la tentación autoritaria. En la medida que exista presión social inadecuada, o que se considere como tal, la apelación a la fuerza es el único camino viable para evitar males mayores.
Así pues ambas visiones se sitúan en bandos contrarios en todas aquellas situaciones que en una visión ingenua no tienen nada de común. El mercado, la familia, la seguridad, los tribunales, las universidades, los conflictos internacionales son el campo donde se combate no tanto por derivación lógica o metodológica sino en la medida que tengan algún punto en común con estas visiones o, también a veces, porque una de los dos mentalidades se ha apresurado a tomar una posición determinada… lo cual genera la sospecha inmediata por la otra parte de que hay gato encerrado.
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