Resocialización
"Carlomagno trató inútilmente de aprender a escribir ya mayor: así también alguien puede aspirar inútilmente a aprender un modo de pensar. Nunca le resultará familiar."
(Ludwig Wittgenstein. "Aforismos Cultura y Valor". Espasa Calpe.Austral. Madrid,1995. afor.138)
La resocialización es la internalización, por parte del individuo, de una cultura o subcultura diferente. La adopción gradual o brusca de nuevos valores, pautas y marcos de referencia. Tiene su sus límites, tal como lo muestra la cita inicial de esta clase; pero éstos son muy amplios. Hay grandes variaciones personales que introducen un factor de incertidumbre psicológica, aunque no sociológica (que se basa más en los grandes números).
La circunstancias resocializadores son evidentes cuando la persona ingresa en una institución como el ejército (en cualquiera de sus variedades), una cárcel (en calidad de convicto) o un hospital mental (como paciente). También cuando cambia de país; incluso los más cercanos tienen suficientes variaciones culturales como para crear incertidumbres.
En un grado menor se produce un fenómeno de socialización secundaria (o resocialización) cuando se ingresa, en forma permanente, en un ambiente muy estructurado tanto desde el punto de vista organizativo como por la clase de actividades que se realizan. Entrar a trabajar en algunas empresas (de gran envergadura), en hospitales, comisarías, etc. son ejemplos que a menudo muestran los manuales de sociología. En estos casos se trata de integrarse a una subcultura específica con sus valores, sus conductas y sus fobias características.
En general puede decirse que la admisión de un nuevo miembro en un grupo estable supone un esfuerzo de resocialización* para el nuevo integrante. Cuanto más grande sea el grupo o cuanto más al margen esté de la cultura dominante mayor será el esfuerzo de resocialización debido por el novato.
Las teorías generales tienen aquí mucha importancia para analizar la cuestión. Si se parte de la concepción que es en la infancia donde se graban indeleblemente todos los rasgos de la personalidad, la resocialización siempre tiene un efecto limitado; pero si se piensa (como actualmente se está imponiendo) que las experiencias de adulto, de un adulto joven, son también fundamentales psicológicamente (el trabajo, la paternidad, el divorcio, los cambios de domicilio y lugar, etc.) la *resocialización pasa a un primer plano.
A un estudiante atento no se le escapará que el comentario anterior está sugiriendo una orientación psicológica del término (con su acento en la conducta del individuo) en vez de ser sociológico (con un matiz diferente, haciendo hincapié en la conducta grupal). No obstante el concepto es propio de la sociología aunque puede servir tanto para una u otra disciplina.
Lo que está indicando es que tenemos delante nuestro una "zona de fricción", dos perspectivas diferentes interpretando la conducta individual: el individuo y su historia (psicología) y el individuo y su presente actual (sociología).
El análisis de esas zonas compartidas excede completamente los límites del cursillo, así que me eximiré de entrar en detalles (que además plantean cuestiones muy controvertidas); no obstante para no dejar colgados a mis silenciosos lectores puedo decir que un buen criterio podría ser el uso que se diera a la información.
Si lo que se pretende es solucionar algún mal funcionamiento individual, nada mejor que la psicología; si, en cambio, se buscan pistas para detectar problemas en el grupo o institución que acoge al individuo, obviamente será mejor la sociología (aunque, estoy seguro, este reparto de tareas no será compartida por la mayoría de los psicólogos; ya que es muy notorio el impulso por intervenir activamente en tales problemas. ¡Por mí, que no quede!)
Deseo llamar la atención sobre un fenómeno crucial: el individuo necesita de la sociedad como el pez del agua. Y es ésta, la sociedad, la que determina su posible frustración o desarrollo en cualquier etapa de su vida. La visión romántica del individuo oponiéndose a la sociedad, distante, aristocrático, sobre una roca que mira a un mar de nubes... es tan falsa como seductora. Toda oposición, para ser duradera, necesita de una "contrasociedad" que convierta al individuo opositor en algo más que una figura gesticulante y patética. Hasta hace muy poco tiempo esa "contrasociedad" requería grandes esfuerzos de creación, ahora, en cambio, y gracias a Internet las posibilidades se han multiplicado con tanta rapidez que aún no nos damos cuenta de lo que está pasando.
Internet ha acercado a personas que, antes, apenas podían comunicarse por carta o por teléfono y que, por limitaciones tecnológicas, no podían formar una "rueda" comunicativa que es clave en el mantenimiento de un grupo. Si uno se pone a pensar en que un grupo como el que sigue este "mini cursillo" abarca una extensión geográfica que va desde Japón hasta Estados Unidos y desde España hasta Argentina (sin incluir, por brevedad, otros países que también están representados), se puede tomar conciencia de que, hoy por hoy, las comunidades virtuales generan un fenómeno radicalmente nuevo. No es la distancia en sí mismo donde radica el cambio, sino en la inmediatez de la comunicación (lo que supone una interacción mucho más realista). Estas líneas pueden, en este momento ser leídas por personas que están a miles de Km de distancia física; y yo puedo enterarme de sus pensamientos esta misma noche... y ¡responderles!, continuando la rueda.
Como se ve las posibilidades de interacción han crecido verticalmente. Lo cual incide en la posibilidad de nuevos procesos de resocialización no previstos hasta ahora. Es posible pensar en comunidades virtuales, con efectos tan reales como las comunidades tradicionales (aquellas que existen en una zona geográfica circunscripta).
Por supuesto que estamos al principio del proceso; un largo proceso que se desenvolverá a todo lo largo de este siglo XXI. Lo que ahora tenemos (en comparación con lo que vendrá) podría parecer una caricatura... pero ¿es el bebé una caricatura del hombre? Me inclino por pensar que lo que ahora tenemos es una etapa perfectamente legítima, y que incluso, cuando el desarrollo haya dejado atrás estos tímidos balbuceos, no faltarán personas que recuerden nuestros tiempos con nostalgia. Algo así sucede (y en ellos me incluyo) pensando en la época de FIDO y otras redes similares, en los tiempos en que Internet apenas era un fenómeno paralelo.
Volviendo a los procesos de *resocialización, en éstos influye mucho el estatus socioeconómico de los individuos. Los cambios que se producen no dependen, en la mayoría de los casos, de la pura voluntad individual; pero el nivel socioeconómico puede ser determinante para hacerlos más o menos llevaderos. Tomemos como ejemplo los cambios que sobrevienen con la edad, concretamente aquellos que acompañan a la vejez y la jubilación. Nuestra sociedad, occidental, avanzada, deja muy poco lugar (socialmente hablando) para los últimos años de vida; no importa que la persona siga saludable y en la plenitud de sus facultades intelectuales. El cambio de la jubilación, la pérdida voluntaria (muchas veces deseada) u obligatoria del estatus laboral va acompañado de trastornos en todos los órdenes de la vida. El individuo observa una multitud de transformaciones en cascada; desde su posición en el seno de su familia, hasta la relación con sus amigos y demás personas del entorno.
Cuanto más alto sea el nivel socioeconómico más tolerables pueden ser dichos cambios. La pérdida de prestigio derivada de la pérdida de poder (resultado a su vez, de su "trabajo"), se ve compensada con la inserción en nuevos grupos donde el ocio permite actividades estimulantes. En cambio para los niveles más bajos, la situación implica simultáneamente la liquidación de deberes enojosos y de todo el poder y el prestigio que los acompañaba. Muchas personas sobreviven poco tiempo a su jubilación; ella puede ser un golpe fatal que paradójicamente se lo toma como un beneficio. Quizá porque la atención de la persona sólo se concentra en los deberes que ya no existen, y no contempla la situación general que lo aguarda.
Faltan estudios sociológicos que permitan conocer la envergadura real del derroche que realiza la sociedad "jubilando", aparcando, una parte de su población que todavía tiene fuerzas, imaginación e inteligencia para aportar. Aquí puede verse, con cierta claridad, que sin un conocimiento de lo real, de la efectiva dimensión del problema, las soluciones que se esbocen serán tiernamente ingenuas. Las ciencias humanas no mejoran en si mismas a la humanidad (no es su función), pero tienen su parte importante a la hora de tomar decisiones cruciales. Sin saber lo que sucede de verdad la situación es puramente ideológica; tiende a resolverse por principios generales que no solucionan nada.
Todo tipo de cambios, sobre todo aquellos de consecuencias que se alargan, someten al individuo a las tensiones derivadas de la resocialización. Piensese en las emigraciones internas; los trasvases campo-ciudad y zonas deprimidas en relación con áreas desarrolladas. O la "fuga de cerebros" que dejan los países subdesarrollados hacia los punteros; una emigración altamente cualificada que sin embargo está sometida a las mismas tensiones básicas que sus paralelas menos afortunadas. Y no olvidemos los cambios producidos por guerras, y accidentes de toda clase (como representó para un número considerable de personas el accidente de Chernobyl). Estos movimientos demográficos pueden ser masivos o gota-a-gota; el caso de los niños marroquíes que comentábamos es de la segunda clase. En cualquier caso, a la larga, se van formando comunidades de "recién" llegados que constituye verdaderos guetos subculturales.
Los gobiernos constatan su impotencia para impedir los flujos migratorios. Cuando la gente se quiere ir no se la puede detener... mucho tiempo. Aquello de "votar con las piernas" se comprueba de muchas maneras. En realidad, la gente aún no se quiere realmente ir de su tierra si no hay poderosos motivos que la empujan. Todo el mundo le tiene miedo a la sociedad anfitrión, por más que se conozcan o se imaginen algunas de sus ventajas. Ese miedo tiene una base real. No es lo mismo vivir en la tierra que te vio nacer que ser un "inmigrante". Los cambios de idioma, de religión, de costumbres. Las fiestas, la escuela, el trabajo. La crianza de los niños, el matrimonio, las maneras de envejecer; incluso hasta la forma de morir... cambia. Cambia todo y el individuo tiene que adaptarse a esta nueva realidad asimilándola. Proceso que es doblemente difícil porque no sólo está el esfuerzo personal sino la aceptación colectiva de los nativos.
Los "naturales" de un lugar tienen también sus miedos, y sus inquietudes. Saben que no hay trabajo para todos; que los nuevos traen nuevas costumbres, algunas francamente desagradables; que tienen otros valores; que no resuelven de la misma manera sus conflictos; que resultan molestos en la convivencia y poco confiables si les das la espalda. Que dentro de poco los puedes tener dentro de tu casa, casándose con alguno de tus hijos, formando parte de la misma familia.
El conocimiento se mezcla con los prejuicios. La historia sobrevive en el presente. Los viejos fantasmas renuevan su vitalidad. Hay demasiadas cosas en juego para aventarlas con un solidario "¡venid... y ya nos arreglaremos!". Las migraciones son ríos de problemas en marcha. Resulta difícil sustraerse a ellos cuando invaden una parte de nuestro planeta.
En el siguiente artículo se ve algo de lo que comento:
www.abc.es
domingo 16 de enero de 2000
Moriscos de ayer y de hoy
Por CÁNDIDOLAS acentuadas suspicacias que existen hacia la inmigración engarzadas en unos índices anormalmente bajos de natalidad en España parecen responder a leyes sociales profundas en cuanto son hechos que se repiten en la historia, con las variaciones propias de cada tiempo.
Esta vez voy a fijarme nada más que en la expulsión de los moriscos (1609/1614) que tiene significación muy amplia en Cervantes, en el Quijote, pero sobre todo en el «Coloquio de los perros». Como allí no son políticos, sino perros los que hablan, la fidelidad a los sentimientos populares no está en entredicho. Descuento que Cervantes estuvo preso en Argel unos cinco años, lo que implica cierta parcialidad, pero con toda certeza lo que dicen los perros, Cipión y Berganza, es lo que pensaban los españoles de principios del siglo XVII, que no se aparta mucho de lo que piensan hoy, al margen de que sus pensamientos fueran o no serenos y justos. Berganza, que luego de ser «perro de muchos amos» pasa a propiedad de un morisco, dice de tal gente que «róbannos a pie quedo, y con los frutos de nuestras heredades, que nos revenden, se hacen ricos, dejándonos a nosotros pobres». Pienso que esa misma causa empujó también a la expulsión de los judíos en 1492, que si hubieran sido pobres y aun siendo como eran el pueblo más inteligente e imaginativo de la Diáspora, el rigor no habría sido tanto. A mayor abundamiento dice Berganza de los moriscos: «Todos se casan, todos multiplican, porque el vivir sobriamente aumenta las causas de la generación». El perro, versado en estudios bíblicos, como tiene que ser, asegura su argumento con el de los doce hijos de Jacob que entraron en Egipto y que al ir a sacarlos Moisés del cautiverio eran ya seiscientos mil, sin contar mujeres y niños. Poco más y todos israelitas en Egipto como todos moriscos en España si no es por Felipe III, como ahora, si Aznar no lo remedia. Les preocupaba mucho a los españoles de entonces no tanto el no tener hijos como que los tuvieran los moriscos, con papeles o sin ellos, y así, Juan Rufo, en la «Austriada», que es de 1584, dice que los moriscos gozaban de larga vida porque no iban a la guerra, y por entonces había guerra todos los fines de semana, de manera que «ellos bien reservados destos daños / teniendo cuatro hijos en tres años».
Por esas mismas fechas de finales del siglo XVI, antes de que los perros de Cervantes echasen a hablar, los procuradores de las Cortes de Castilla ya malmetían contra los moriscos diciendo que «crecen en tanto número por ser gente que no va a la guerra..., sino que todos se casan y multiplican, y permanecen sin ser entresacados ni disminuidos por los casos que lo son los naturales destos reynos, a lo qual se agrega que comúnmente usan dieta y son de larga vida, lo que también aprovecha para más multiplicación». Como se ve aquella gente estaba obsesionada con la índole prolífica de los moriscos y ni por casualidad se les ocurría competir en ello, disculpándose con la guerra. El otro perro, Cipión, responde a su compañero: «...celadores prudentísimos tiene nuestra república, que, considerando que España cría y tiene en su seno tantas víboras como moriscos, ayudados de Dios, hallarán a tanto daño cierta, presta y segura salida». Y así pasó, Felipe III firmó la orden de expulsión de las víboras va para cuatrocientos años.
El problema demográfico aparece hoy en España por motivos intrínsecos a la misma sociedad y paralelamente al de la inmigración. A pesar de que en una visión inmediata no obren simultáneamente y el cosmopolitismo haya arrasado en buena medida la preocupación por la identidad nacional, aunque sin borrar el ansia de privilegio dentro de la propia sociedad, ambos problemas hay que verlos juntos, pues la consecuencia general se infiere de la conjunción de ambos, exactamente como en el siglo XVII.
Puede reconocerse en este artículo que nuestros fantasmas son de honda raigambre. Son nuestros inconscientes parientes. Pero no hay pueblo que esté libre de ellos. No caigamos en el error de demonizar a unos y santificar a otros. Si Europa tuviese que emigrar de la misma manera a Africa y al cercano oriente no lo tendría nada fácil. Las barreras funcionarían, implacables, sólo que de signo contrario.
Buen sociólogo era Cervantes, y buenos sociólogos puede haberlos aunque no tengan su certificado universitario. No están en los claustros todos los que son. En realidad se requiere un poco de reflexión y mucho de observación para alcanzar cierto nivel razonable. La misma estructura del conocimiento actual resulta monopolizada por ciertas instituciones que al dar certificados presumen también de que fuera de ellas no hay más que desierto. Uno de los cambios importantes que puede traer Internet a nuestra civilización es la liquidación de algunos monopolios, entre ellos, la estrecha asociación de conocimiento científico con instituciones concretas. Cuando el conocimiento se expande también se amplían los métodos y las herramientas de investigación. Es un proceso lento, como las migraciones, pero que al cabo de un siglo cambia totalmente la faz del mundo.
Comprender las dificultades de toda *resocialización Una vez que, eso espero, os he motivado respecto de lo que estamos haciendo, vamos a dar otra vuelta de tuerca y probemos adquirir nuevas herramientas conceptuales:
Poder:
Autoridad, dominación. La capacidad de hacer lo que se desea, aunque los demás se opongan. Si el poder es aceptado por el grupo se suele hablar de "autoridad", sino lo es se emplean términos con significados más peyorativos como "dominación" cuando no "tiranía".
En realidad el poder es siempre el poder, aunque resulte más agradable si se lo acepta. El poder necesita del plural; por lo menos tiene que haber dos para ejercerlo. Cuando se habla del "poder sobre uno mismo" se está suponiendo un desdoblamiento implícito; una parte de la persona se impone a otra.
El poder ha sido tan denostado como aplaudido. Hay gente que ve al líder, aquel que tiene más poder del grupo (pero no todo-el-poder), como una especie de semidiós. Las alabanzas que el líder recibe en los regímenes fascistas dan asco; pero a veces también se escuchan en otras partes.
El que escribe estas líneas sostiene que el único poder bueno, es el poder limitado; cuanto más limitado mejor. Los seres humanos no nos distinguimos por nuestra perspicacia y darle demasiado poder a un congénere es similar a darle un garrote a un mono (mejor ponerse a distancia).
Nivel socioeconómico:
La población puede ser vista como un pastel con diversas capas: es el fenómeno de "estratificación". Cada capa supone una subcomunidad que tienen parecidas posibilidades de vida, similares valores, y pautas también reconocibles. Así se puede hablar de clase alta, o de clase media, o de clase baja.
En la práctica los niveles son mayores y tienen su importancia sociológica sobre todo en la "respuesta diferencial" de cada estrato frente a los mismos problemas. Cada "clase" responde a su manera, grupalmente, como un todo, aunque sus miembros no se conozcan ni tengan relaciones.
Los estudios sociológicos investigan como sienten, qué y dónde gastan, como responden frente a determinados estímulos dichos niveles. Ello permite elaborar políticas y comprender conflictos. Para definir un nivel socioeconómico se hacen complejos estudios donde se investiga desde el nivel de rentas, de ingresos laborales, los estudios que predominan, las actividades de toda clase, y en general cualquier conducta social que sea habitual
Estos estudios reemplazan a las grandes generalizaciones de los grandes clásicos de la sociología, como Karl Marx o Max Weber. Son mucho más útiles para los fines buscados, pero suele perderse de vista el proceso global. La sociología también está en constante cambio y este es un tema, muy propio de esta disciplina, que también sufre su crisis de identidad.
Ritual:
Conducta prefijada que requiere un orden estricto. Cada parte del proceso es esencial.
La sociedad está llena de rituales; la transferencia de poder en el gobierno, o de bienes; el establecimiento de nuevos vínculos (como el matrimonio) o de alianzas; la manera de presentarse o de despedirse, etc., etc.
Se dice que hay sociedades que aman más los ritos que otras... yo lo pongo en duda, porque los rituales son propios de los cambios de estado; los que marcan y advierten que estamos en una nueva situación. Lo que sí cambia de sociedad a sociedad son las "ceremonias" con que se manifiestan estos rituales. Y aquí es evidente la gran diversidad y, sobre todo, un gran cambio en el "tempo" y en los "modos" de celebración. Existen sociedades muy ceremoniosas (como la japonesa) y otras más informales (como la española), pero todas tienen sus rituales; como bien lo advierte alguien que no los conoce y se da cuenta, por el silencio circundante, que ha "metido la pata".
Ritos de paso:
Son las ceremonias que celebran y publican la transición de un estado de vida a otro. Las transiciones vitales en nuestra sociedad tienden a ser más difusas (aunque siguen existiendo, como la "el primer día de clase", "la primera comunión", el "viaje de graduados", la "despedida de soltero"... etc.); en cambio en las sociedades tradicionales, los ritos de paso ocurren en tiempos fijos y marcan claramente la transición tanto para el propio individuo como para la comunidad donde se realiza.
Ideología:
Cualquier concepción del mundo cuya amplitud sobrepasa el conocimiento científico actual. También cualquier argumentación que enmascara intereses de clase o de grupo.
El uso de este término puede traer dificultades de comprensión sobre lo que realmente se está diciendo. En la vida cotidiana pensamos "ideología" como el conjunto de ideas que tiene una persona, o un partido, o una organización determinada. Este uso también existe en sociología. Una "ideología" sería, en este caso, el equivalente a una concepción del mundo. La ideología abarcaría no sólo lo que se sabe sino también lo que se cree, incluyendo lo que se "debe" creer.
El segundo uso (la ideología como enmascarando intereses) fue usado por Marx, aunque su invención es anterior. Se lo emplea cuando se afirma, por ejemplo, que tal juicio es "ideológico", queriendo decir que esta encubriendo, defendiendo, intereses que no se atreve a manifestar a cara descubierta.
Por ejemplo. Diera la impresión que cuando una organización patronal (sin ir más lejos) considera que la crisis económica se debe: "a los salarios excesivamente altos", no está enunciando un juicio sólido proveniente de la ciencia económica sino una manifestación típicamente "ideológica", en el último de los sentidos mencionados. El hecho de que nunca se haya oído a un grupo patronal quejarse de los excesos de beneficios... abona la última interpretación. El desenmascaramiento del conocimiento ideologizado es una tarea fundamental de la sociología; y también una manera eficaz de crearse enemigos.
Como ya avisé el término es usado de muchas maneras; en realidad dependiendo del autor habrá que guiarse por el contexto. Otro ejemplo de esta variedad se encuentra en Karl Manheim quien distingue entre "utopía" (ideas que tienden a romper el estado vigente) e "ideología" (ideas que sirven a la clase dominante y que sirven para reforzar el presente). Véase, a quien le interese el tema: "La Utopía. De Karl Mannheim a Isaiah Berlin" de Luis Racionero, en Claves nº 22, mayo 1992.
Personalmente prefiero el segundo uso. Tiendo a usar la palabra ideología para indicar un pensamiento no-científico ni filosófico sino puramente encubridor de intereses, una forma de enmascarar lo que uno quiere (u odia) con apelaciones de sentido general. Pero, quizá porque la palabra se presta y tiene cierta resonancia poética, uno no sabe que va encontrarse cuando alguien cita la palabra: ideología.
Aquí una diferencia importante. Hay que distinguir entre "ideología" y defensa de los intereses. En el segundo caso no estamos hablando de argumentos ideológicos. La defensa de un interés, personal o social, es legítima. No se puede pedir que los demás no defiendan sus intereses; pero si se puede exigir que se diferencie entre el conocimiento técnico y científico, y esta defensa. Una frontera sutil, y fácil cruzar. En la práctica se cruza a diario. El problema radica en que una defensa de intereses de grupo o individuales que no argumente sobre la base de cuestiones generales... pierde fuerza. Ya se conoce, desde la antigüedad, que no es lo mismo decir que esto "es así" porque me gusta a mí, que afirmar que esto "es así" porque Dios lo quiere.
El ser humano es un "ideólogo" (en el segundo sentido) militante. Siempre encuentra razones generales para ocultar sus intereses personales. El sociólogo lo sabe y por ello suele tomar una actitud escéptica frente a las "cosmovisiones", a los grandes marcos de referencia. Sabe que estos "grandes marcos" son defendidos no por toda la sociedad sino por grupos y comunidades muy concretas; y que los valores que sostienen los sostienen porque además los favorecen (aunque siempre hay despistados que atienden a la lógica de los argumentos y no a los intereses que se ocultan bajo la manta lógica)
Tema delicado donde los haya el si los humanos sé autoengañan de tanto engañar, o simplemente creen y luego se dan cuenta que esa creencia los beneficia. Permitidme que guarde, sobre este asunto, un respetuoso silencio.
Así que, aprovechando este momento de meditación colectiva, hago mutis por el foro y me despido hasta la próxima clase.
Fin de la cuarta clase.
Carlos Salinas.
10-febrero-2000
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