sábado, 31 de enero de 2009

Miquel Mir. Diario de un pistolero anarquista


















El Libro de Miquel Mir, Diario de un Pistolero Anarquista, editorial Destino muestra el diario de un pistolero anarquista durante la Guerra Civil española 1936-39. El diario es real, no ficción, y fue descubierto por casualidad, ya que éste anarquista lo guardaba en su exilio londinense. En estas páginas de arriba se muestra la violencia que había en Barcelona, entre los años 1918 y 1923, cuando las bandas de pistoleros de la patronal y los anarquistas partidarios de la lucha armada se aniquilaban mutuamente.
El libro reconstruye una trayectoria personal, pero también refleja la violencia cotidiana y los hechos posteriores, en la ciudad Condal, al Alzamiento en 1936.

martes, 27 de enero de 2009

Cipriano de Rivas Cherif "Retrato de un Desconocido"

































Cipriano de Rivas, cuñado de Manuel Azaña, escribió un libro sobre su pariente. Libro que debido a la prosa algo arcaica de Don Cipriano, cuya vida transcurrió entre la literatura y el teatro, resulta de no fácil lectura.
En estas páginas se cuenta la visita a Cataluña, en 1934, luego de aprobado por las Cortes Españolas el nuevo Estatuto de Autonomía para Cataluña. Se puede apreciar en este relato las no muy buenas relaciones entre Azaña y Maciá, el Presidente de la Generalitat Catalana.
Es de destacar que Manuel Azaña y Cipriano de Rivas fueron, además de parientes, profundamente amigos, a tal punto que el ex-presidente le confió a Cipriano sus diarios cuando, en plena guerra, partía éste para su puesto de cónsul de la República en Ginebra. Curiosamente la propaganda de los golpistas presentaba a Azaña-de Rivas como amigos "íntimos" con toda la maledicencia que ello implicaba. Una señal de cómo se las gastaban ambos bandos para denigrar al contrario. 

lunes, 26 de enero de 2009

Henning Mankell. El Chino II



















La imágen que Mankell ofrece (en  "El Chino") del Presidente de Zimbawe, Robert Mugabe, contrasta radicalmente con la que tenemos por estas tierras ¿Dónde está la verdad? Es algo que me gustaria saber.

Henning Mankel. El Chino






En la última novela de H.Mankell "El Chino"
se desarrolla una información inquietante que según su autor (ver el "Colofón" del mismo texto) tiene cierta probabilidad de ser cierta (aunque no la afirma taxativamente).
En estas páginas escaneadas, se habla de este asunto: la posibilidad de desplazar millones de campesinos chinos a tierras africanas de acogida.

martes, 20 de enero de 2009

Cronología Franco - España - Mundo














El libro de Paul Preston: Franco "Caudillo de España", trae al final una cronología muy útil para relacionar diferentes episodios de la vida de Franco.

sábado, 3 de enero de 2009

Franco y Mussolini











La conquista de Málaga por los italianos; la humillación de Mussolini a Franco; el brazo incorrupto de Santa Teresa de Ávila; el conflicto entre Mussolini, deseoso de alcanzar una victoria rápida sobre los republicanos, y Franco, que quería una victoria lenta para consolidar su poder y liquidar a todos los opositores posibles; cómo se preparó el desastre italiano de Guadalajara. (del libro de Paul Preston, "Franco. Caudillo de España") (ver también)

viernes, 2 de enero de 2009

Pío Baroja. Biografía.

From: Angel Romera Valero
Date: Mon, 5 Mar 2001 07:19:41 +0100
Eduardo Gil Bera, 'Baroja o el miedo. Biografía no autorizada', Madrid,
Península, 2001.

En cuatro trazos

Eduardo Gil Bera acaba de publicar una biografía de Pío Baroja, "Baroja o el miedo" (Península), que traerá cola, aunque no dará que hablar. Me explico: sus conclusiones son tan terminantes que clausuran la polémica. Y si no, al tiempo. Su propósito es sencillo: comprobar si lo que Baroja dijo de sí mismo y de su mundo en sus cacareadas memorias, "En la última vuelta del camino", escrupulosamente reproducido por sus biógrafos oficiales, simples apologetas, es cierto o no. La respuesta, claro, es no. Pero un no de dimensiones tan colosales que han movido de la peana al novelista vasco, cuyo espíritu estará reconcomiéndose allá donde se encuentre, infierno o gloria, tanto da.

Que Baroja era un personaje, un tipo de cuidado, no hay duda. Que Baroja hizo una literatura alrededor de una figura, más o menos la suya, inventada (hasta qué punto... no lo sabíamos hasta ahora), tampoco se le escapaba a casi nadie que no fuese un seguidor fiel, furioso, férvido. Ahora bien, que Pío Baroja, el que respiraba trece veces por minuto, fuese tan bajo y tan rastrero, tan cuco y tan taimado, tan zarrapastroso y aprovechado, y eso probado con pelos y señales, eso es harina de otro costal. Ahí la cosa toma un color muy malo. Y, claro, Baroja se queda en pelota picada.

Aviso: el que haya leído la literatura barojiana, tan confortable y mágica, y haya cogido cariño al personaje, lo va a pasar mal leyendo estas páginas, que se dedican a desmontar cuidadosamente toda la fábrica de sueños al servicio de la imagen pública y publicada de Don Pío. Avisados quedan. Sin embargo, ya nadie podrá volver la cara y decir: eso no se sabe, eso no está probado, eso usted me lo demuestra. Ahí queda el libro de Gil Bera como un raro monumento al peor momento de España.

Por ejemplo, Baroja fue, insistentemente, antidemócrata, reaccionario a carta nada cabal, un demagogo, un partidario de soluciones dictatoriales, un enemigo del parlamentarismo, un fascinado por la aristocracia de salón y, al mismo tiempo, por la pobretería vista de lejos, etcétera. Y, sin embargo, cuántas veces se le moteja de liberal (churchilliano en su última época). Nada de eso. Fue un antisemita insoportable -tenía un verdadero problema con el pueblo de Abraham-, un arbitrista aborrecible -apostaba por lo germanos y ganaban los ingleses, y él lo arreglaba treinta años después, a su manera-, un trepa de marca -su peripecia en busca de un escaño, en plan hampón y disimulando, es de frenopático-.

Pero hay más. Mucho más. No sólo es que Baroja fuese un tipo asqueroso, que lo fue. Es que la borra de sus novelas, sus ideas, eran lo peor de lo peor. Un lombrosiano de segunda mano, un falangista desnaturalizado y un pangermanista de aldea. Todo lo malo. Lo peor de lo más atufado de las ideas que se movían en ese tiempo por Europa se dan cita en un autodidacta que digirió tan mal a Nietzsche y a Schopenhauer (que tanto han vestido al muñeco Baroja) como a Nordeau y a Max Scheler. Un caso. Naturalmente, un caso perdido.

Y siendo Baroja lo que es: un tipejo sin escrúpulos, ni siquiera es lo que peor parado sale en este libro terrible porque dice unas cosas que a fuerza de ignorarlas o maquillarlas nadie ha dicho en nuestra lengua. Esto es, la responsabilidad que tuvieron los intelectuales a la hora de caldear la caldera de ideas que trajo la Guerra Civil. Y todavía peor: cómo hicieron mutis por el foro cuando los españoles agarraron las escopetas y se liaron a tiros unos contra otros. Eso sí que es terrible. Una historia que quita el sueño.

Por eso, lo peor de este gran libro no es cómo sale Baroja, con ser eso malo; lo insoportable es la pléyade de cabecitas calenturientas que conformaban la crema de la intelectualidad: Unamuno, apuntándose a todo movimiento "antiloquesea", Azorín, con su bastón y su bombín bailando el rigodón de las buenas costumbres, J.R.J., subido en el pedestal de su tontería, Ortega, y su discurso logorreico a favor de la vida mientras trataba de cepillarse a alguna de sus alumnas, y el resto de corifeos de un baile que tenía mucho de astracanada: Maeztu y su sal gorda, los anarquistas y su locura antiburguesa, etcéra. ¡Qué carnaval!

Hay dos libros complementarios de esta joya que nos desmonta tantos falsos prestigios. Uno, "Las armas y las letras" (Planeta), de Andrés Trapiello, nos da cuenta de las voces y los ecos de los intelectuales antes, durante y después de la carnicería que fue la Guerra Civil; otro, "Breves narraciones por historias" (Lengua de Trapo), de Antonio Orejudo Utrilla, novela que narra en clave fantasmagórica los sueños piorreicos de dos generaciones (los del 98 y los Novecentistas) que mataron lo poco bueno que España pudiese tener entonces.

Es pronto para saber lo que este libro significa en nuestras vidas, pero lo que desvela es de aúpa. ¿Estuvo implicado Baroja en el intento de atentado de Alfonso XIII perpetrado por Mateo Morral? Si no tiró la bomba, que no lo hizo, moralmente sí, desde luego. ¿Jugó todas las bazas del radicalismo para hacerse un nombre? Eso, sin duda. ¿Atizó los peores instintos con la trama ideológica de sus novelas tan leídas y comentadas? Sí. Tristemente, sí.

Y luego esos episodios de la tétrica familia Baroja que ponen los pelos de punta: su amor innombrable hacia su madre, la locura atrabiliaria de Ricardo Baroja, tan odiado por su hermano, las quejas de Carmen Baroja Nessi, gimoteadora y falsa como una moneda de madera, el asco hacia todos y todo lo que no fuese su sucio ombligo. Si el episodio de la próstata está hecho a mala uva, ¿qué puede decirse del que cuenta cómo Baroja achicharra a tiros a un perro que le ha mordido?

El estilo de Gil Bera es antológico. Distanciado, sarcástico más que irónico, lleno de ideas valiosas, ocurrencias desopilantes, trazos que se convierten en puñaladas. Nada que objetar cuando el material es tan diabólico, la maldad tan obscena. Libro que produce pesadillas, que a todo lo da la vuelta, que nos deja patidifusos. Esclarecidos pero asombrados, indignados pero sabios, atónitos pero no muertos. Lo dicho: traerá cola, pero no dará que hablar. A pesar de todo, nos encantan sus novelas.

Los bancos musulmanes

Loretta Napoleoni
Yihad. Cómo se financia el terrorismo en la nueva economía.
Urano. Colección Tendencias
Barcelona 2003
www.edicionesurano.com
pp.198 ss

[luego de la caida de la URSS]

(...) empresas de alto riesgo de los mercados emergentes». 

Estados Unidos tuvo durante toda una década una afluencia masiva de capital. Desde 1990 hasta 1996, por ejemplo, la adquisición neta de títulos y valores por parte de extranjeros aumento hasta los 150.000 millones, frente a los 29.000 millones del año 1990. A lo largo de esa misma década, el índice compuesto del Nasdaq tuvo un ascenso espectacular, pues pasó de 500 a más de 5.000 puntos. El índice Nasdaq de empresas de telecomunicaciones siguió el mismo ritmo. «Los inversores extranjeros volcaron mucho dinero en Estados Unidos -explicaba un antiguo corredor de bolsa del Nasdaq-. Esas masivas afluencias alimentaron poco a poco la revolución de las puntocom.» Este fenómeno dio lugar a una nueva industria en el corazón mismo del capitalismo occidental y conllevó una redistribución de la riqueza que favorecía a los empresarios de Internet.

Con la excepción de un reducido número de economías en transición, las inversiones extranjeras rehuían la antigua Unión Soviética. «Occidente ha derribado el Imperio del Mal -explicaba un antiguo banquero europeo- y ha abandonado el lugar mientras aún caían los escombros.» Ni siquiera las repúblicas de Asia central, ricas en petróleo, atrajeron a los inversores occidentales. «Las pocas compañías petrolíferas que se atrevieron a invertir salieron escarmentadas -afirmaba un analista de temas petrolíferos del Reino Unido-, como BP en Rusia.» 

Paradójicamente, la corrupción dominante demostró ser una barrera más eficaz para el capitalismo que el antiguo Telón de Acero. Los diplomáticos occidentales confirman que aún hoy en día las economías de Asia central son demasiado propensas al soborno, a las formalidades burocráticas, a la estrangulación del mercado y a las interferencias de presidentes dictatoriales y de sus entornos para atraer el capital extranjero. Durante casi toda una década, los líderes tiránicos de las repúblicas han bloqueado cualquier posible forma de desregulación y de modernización. En Uzbekistán, por ejemplo, la administración del presidente Karimov todavía controla muchos precios, incluido el del algodón, el producto de exportación indudablemente más rentable de ese país. El cambio de divisas está
racionado y restringido a los negocios, y los empresarios locales se limitan al trueque de productos. El capitalismo occidental es poco proclive a aventurarse en contextos económicos cargados de reminiscencias del servilismo medieval. Según el parecer de un embajador europeo, en Dushanbe, capital de Tayikistan, los funcionarios todavía ejercen su derecho de obligar a las empresas a proporcionarles servicios particulares gratis, como en la época en que los señores feudales obtenían de sus vasallos un trabajo que no les remuneraban. «Ante este panorama, a nadie le apetece arriesgarse a financiar un proyecto» -admitió un ejecutivo de un banco de inversiones europeo.

Como era de esperar, la inversión de los bancos occidentales en los países pobres ha seguido los mismos criterios económicos que se aplican a la inversion directa extranjera. En Occidente, la liberalizacion de los mercados financieros, sumada al crecimiento del comercio, facilitó una expansión bancaria sin precedentes. Las fusiones y las absorciones entre bancos de paises fronterizos aumentaron: pasaron de 320 en la década de 1980 a, aproximadamente, 2.000 en la década de 1990, con una posterior aceleración registrada entre 1992 y 2000. Una vez más, los grandes beneficiarios de estas políticas expansionistas fueron los países de renta media de América Latina [México y Brasil], este asiatico [China] y Europa del Este. En contraste, África, Asia central, el Cáucaso y una parte de los Balcanes quedaron al margen. Desde 1989 hasta 2002 el PIB por cápita de la antigua Yugoslavia descendió un 48 por ciento; en Bosnia-Herzegovina, un 26 por ciento; en Croacia, un 13 por ciento, y en Macedonia, un 23 por ciento. Las únicas organizaciones que mostraron cierto interés por estas regiones fueron los bancos turcos, iraníes y arabes, es decir, los bancos islámicos. A diferencia de sus equivalentes occidentales, las instituciones financieras islámicas pronto estuvieron dispuestas a acudir en rescate de los antiguos regímenes comunistas que carecian de liquido, los cuales, privados del apoyo monetario de Moscú, establecieron rápidamente vínculos de dependencia con las finanzas islamicas. Como iremos viendo en los capítulos siguientes, este proceso abonó el terreno para que se produjera una cooperación económica panislámica entre la banca islámica y los Estados embrión. Por lo tanto, mientras la desregulación de la banca alimentaba la expansión de los bancos occidentales en América Latina y en el este de Asia, la desintegración de la Unión Soviética facilitó la penetración de la banca islámíca en África, Asia central, el Cáucaso y los Balcanes.

Aislados y marginados por los países occidentales, que nunca hubieran permitido que las instituciones financieras islámicas manejaran amplios sectores de la riqueza árabe por miedo a una retirada masiva de capitales los bancos islámicos, hasta ese momento, sólo habían llevado a cabo operaciones internacionales menores. Ninguno de ellos había aspirado jamás a convertirse en uno de los principales bancos del mundo. «El conjunto de la riqueza saudí y árabe siempre ha estado dirigida por los bancos europeos y norteamericanos», reveló un banquero británico. Ahora bien, la caída del sistema soviético ofreció al mundo de las finanzas islámico una gran oportunidad de expansión como la que no había tenido desde su renacimiento en el año 1976. "Se sirvieron de las finanzas para colonizar las naciones pobres en las que vivían musulmanes -explica un antiguo banquero de Oriente Próximo-. El apoyo material a la población musulmana más necesitada fue el modo de imponer los principios fundamentalistas a la sociedad islámica".  Arabia Saudí, por ejemplo, empleó sus ingentes recursos financieros para propagar el islamismo wahabí. Siguiendo los pasos del BCCI (Banco de Crédito y Comercio Internacional), los bancos islámicos supieron ocupar el vacío monetario generado por la caída de Moscú y el desinterés de Washington.

El final de la Guerra Fría dio paso a nuevas oportunidades para los negocios. Eliminó los últimos obstáculos políticos para lograr la desregulación económica promovida por el monetarismo de Reagan y Thatcher y amplió al máximo los horizontes de las finanzas. Sin fronteras «de contención», los bancos occidentales e islámicos se desplegaron libremente por todo el mundo. Desde un punto de vista nacional, los bancos islámicos funcionaron excepcionalmente bien proporcionando instrumentos monetarios y fórmulas para el comercio informal y la economía sumergida. Desde un punto de vista internacional, siguieron una política de colonización financiera agresiva, sobre todo en los países musulmanes que se hallaban al borde del caos económico, donde procuraron mantener una base monetaria sobre la que la economía pudiera funcionar.

La ballesta en la antigua Roma

Date: Fri, 25 Feb 2005 02:56:01 -0500
* Fuente: 
http://www.dw-world.de/dw/article/0,,1500057,00.html?maca=spa-Titulares-640-html
 
La "ballesta" romana: un hallazgo singular. 
  
En el Bajo Rin, arqueólogos descubrieron un arma de combate romana. Lo que a primera vista parecía un montón informe de metal reveló ser luego parte de una antigua arma de tiro, parecida a la ballesta. 

Los legionarios romanos atacaban a sus enemigos no sólo con espadas, lanzas, jabalinas y dagas, sino también con armas que lanzaban flechas.

Arqueólogos alemanes acaban de hallar restos extremadamente raros de una arma de ese tipo en una cantera cerca de la ciudad de Xanten. DW-WORLD habló con el Dr. Hans-Joachim Schalles, director del Museo Regional de Xanten.

La ciudad tiene su origen en un fuerte romano llamado Vetera Castra, fundado en el año 15 a.C. en las inmediaciones de la actual ciudad de Xanten, que se halla al noroeste de la Colonia de hoy, también una fundación romana. 

En el año 70 d.C., ese fuerte fue destruido por invasores bárbaros, pero vuelto a erigir. Por la misma época surgió en el mismo lugar un asentamiento romano, al que se dio el nombre de Ulpia Traiana y que pronto adquirió categoría de ciudad.

A fines del siglo III, Ulpia Traiana fue tomada por los bárbaros, pero reconquistada por Roma a comienzos del IV. A mediados de ese siglo, los ataques bárbaros aumentaron de tal forma, que la ciudad fue abandonada por Roma. 

En el siglo VII, la población, ya en posesión de los francos, toma finalmente el nombre de Ad Sanctus, que derivó más tarde en Xanten.

Bárbaros y romanos

La zona es, como se puede imaginar, muy rica en hallazgos arqueológicos, tanto bárbaros como romanos. El objeto de metal que acaba de encontrarse, relativamente pequeño, de unos 28 por 21 centímetros (véase foto), fue hace 2000 años la parte central de un arma de tiro mortal, que funcionaba en forma similar a una ballesta, dice el Dr. Schalles. 

En ese núcleo metálico iba afirmado el arco del arma. Restos similares relativamente bien conservados se habían encontrado hasta ahora sólo dos en España y uno en Irak. 

Pero mientras allí no se conservó nada de las partes de madera, en Alemania las condiciones geológicas en la cantera hicieron que en el interior de la pieza de metal aún se encuentre parte de la construcción de madera a incluso huellas de tendones que aseguraban el arco. Los arqueólogos lograron determinar además que se trata de madera de fresno.

Efectos letales

Los restos encontrados permitieron a los expertos reconstruir el arma. En la parte central, de metal, se hallaban tensados tendones en forma vertical. Esos tendones aseguraban sendas mitades del arco. Éste no era de una sola pieza, sino que estaba conformado por dos mitades. 

Los primeros intentos de tiro mostraron que las flechas lanzadas, que llevaban puntas de hierro, tenían un "poder de penetración impresionante". Con el arma se lograban salvar distancias de entre 20 y 40 metros. 

A diferencia de las flechas de los indígenas americanos, las flechas no tenían plumas para estabilizar su vuelo, pero sí una muesca en la parte posterior para optimizar el lanzamiento.

El arma era tensada con una rosca y en combate tenía efectos letales. El hallazgo será mostrado a partir del 12 de marzo en la exposición arqueológica "Desde el comienzo", en el Museo Romano-Germánico de Colonia. 

Pablo Kummetz 

Azar y coincidencias

From agonza59@encina.pntic.mec.es Sun Apr 19 04:39:19 1998 Azar, seducción y estética de la catástrofe

«— Debemos establecer otro orden, ciertamente. En los momentos culminantes de la tormenta una hoja se vuelve en señal de ruptura. Es algo que nos conmueve durante unos segundos» (Breton y Soupault 1976: 51).

Un enfoque renovado y sugestivo de la cuestión del azar y del valor de las coincidencias se encuentra en la obra del filósofo francés Jean Baudrillard _Las estrategias fatales_, uno de cuyos apartados reza "Lo fatal o la inminencia irreversible" (Baudrillard 1984: 155-179). Para Baudrillard, el azar es un término engañoso y ambiguo, cuyo reciente reinado merece análisis. Los fallos detectados en las antiguas explicaciones deterministas han forzado la introducción de un modelo aleatorio del mundo (156); sin embargo, también se ha desarrollado en nosotros una comprensión más profunda de las conexiones no causales que se dan entre las cosas, a través sobre todo del psicoanálisis.

En definitiva, hoy no se trata de que al azar corresponda a un estado provisional de incapacidad de las ciencias para explicarlo todo (Baudrillard 1984: 156), sino de que el determinismo causal ha dejado lugar a la exploración de un mecanismo de encadenamientos más misterioso (ibidem). Es notable que también Jung, en _Sincronicidad_, introduce el estudio de la sincronicidad a partir de la crítica al causalismo y de su incapacidad para explicar por completo el mundo (Jung 1990: 9-12). La diferencia fundamental entre la argumentación de Jung y la de Baudrillard es que, donde aquél se apoya en los experimentos parapsicológicos de Rhine, sobre la adivinación a distancia de cartas, y sus resultados estadísticos, superiores al parecer a la probabilidad esperable (Jung 1990: 23-27) (para terminar sugiriendo que estos resultados positivos suelen perderse en cuanto el experimento juega con grandes números, pues la eficacia del proceso depende de la motivación del vidente, del poder del deseo humano para superar en ciertos momentos privilegiados la ilusión del espacio-tiempo convencional —Jung 1990: 42, 82—), el filósofo francés prefiere mantenerse dentro de una argumentación lógico-estética, y rechaza servirse de la estadística, ni aun como ancilla philosophiae.

Básicamente, según B., la idea de que alguna vez ha podido surgir orden, sentido, del azar y la asemia, repugna al razonamiento, y conduce a una visión entrópica y desesperada.

«Si se supone que es necesaria una energía para informar el universo, para crear unos encadenamientos significantes, unos frágiles islotes de anti-azar, tarde o temprano esta energía desaparecería, y ni el mismo Dios dispondrá ya de las fuerzas suficientes para resistir a la aniquilación del sentido» (Baudrillard 1984: 159).

Para Baudrillard, la introducción exitosa de la idea de azar, reciente, se explica por su eficaz rendimiento psicológico: en primer lugar, ha permitido descargar el mundo de responsabilidades humanas. «El azar nos permite respirar: nadie lo ha querido, ¡qué alivio!» (p. 160) Al mismo tiempo, en un mundo hiperdeterminado, el azar se convierte en productor de efectos especiales; es la estética de lo accidental, de lo extremadamente poco probable y sin causa adjudicable (p. 161). Según él señala, «este encanto moderno del accidente es coyuntural, y sólo puede ser comparado, sin duda, al placer que experimentó el primer espíritu capaz de inventar, en un mundo caótico, el primer encadenamiento causal. Ése fue en su tiempo el Diablo, y lo quemaron vivo» (p. 161).

Frente a la idea de un mundo asémico y aleatorio, con trabajosos islotes de sentido y racionalidad, B. indica lo plausible de la hipótesis contraria, la de «un mundo en el que no existe en absoluto en azar —nada ha muerto, nada está inerte, nada está desencadenado, descorrelacionado o aleatorio, todo, por el contrario, se encadena de manera fatal o admirable— no según unos encadenamientos racionales (ésos no son ni fatales ni admirables), sino según un ciclo incesante de metamorfosis, según unos encadenamientos seductores que son los de las formas y de las apariencias» (p. 161).

El vértigo que produce la entrada en esta visión del mundo corresponde muy bien, aunque Baudrillard no lo explicita, a la revelación profana del surrealismo, con la floración de coincidencias en serie (azar objetivo) que revelan un orden amoroso de las cosas:

«Visto bajo este ángulo, se percibe todo un estallido de conexiones, de seducción; nada está aislado, nada queda al azar, la correlación es total. El problema estaría más bien en frenar, en detener en algunos puntos esta correlación total de los acontecimientos. Detener este vértigo de seducción, de encadenamiento recíproco de las formas, este orden mágico (otros le llamarían desorden mágico) que vemos resurgir espontáneamente bajo formas de secuencias o de coincidencias en cadena (afortunadas o desafortunadas), bajo forma de destino» (p. 161-2)

En este caso, la entropía a temer es la de la razón, que ha introducido el vacío en las cosas, eliminando su relación, y haciendo así posible lo indeterminado: «Jamás ha habido otro azar que el que hemos producido artificialmente por liquidación de las formas. El azar nunca ha existido, y menos en el estado original que le otorgamos. Originariamente, todas las formas se explican recíprocamente, o, mejor dicho, se implican necesariamente entre sí, no existe el vacío» (p. 163 ). 

Al eliminar del mundo la fatalidad y la gracia, e instaurar la tiranía de la elección entre causalidad o indeterminación (momentánea, por incapacidad provisional de la Ciencia), la razón prepara la aniquilación del mundo, su total reducción a realidad y sentido:

«Literalmente el mundo terminará cuando todos los encadenamientos seductores hayan sido sustituidos por los encadenamientos racionales. Es la catastrófica empresa en que andamos metidos: resolver toda fatalidad en la causalidad o la probabilidad, ahí está la auténtica entropía» (pp. 162-3).

A propósito de los juegos de azar, B. señala que, paradójicamente, muestran precisamente la negación del mismo en el espíritu del jugador. Éste no busca posarse en las ramas de la "ley" de las probabilidades... busca la suerte, y no como efecto de azar puntual y contingente; no, la suerte como signo de elección, como proceso de seducción generalizado que intenta captar precisamente la regla del juego (y no, en absoluto, la ley de las probabilidades), la suerte como reacción en cadena, como catástrofe fascinante. Toda la estrategia, en la esfera del juego, consistirá en provocar una desescalada de las causas racionales y una escalada inversa de los procedimientos mágicos (p. 164).

El profundo análisis de B. ilumina de un modo decisivo el carácter propiciatorio, mágico, del juego, y en especial del juego poético surrealista: desde el punto de vista de la probabilidad, el resultado de un cadáver exquisito está condenado de antemano a la trivialidad, a la simulación trabajosa de un sentido (son los muchos, fatigosos libros, de la "Biblioteca de Babel" de Borges). Pero en lo que se confía es en que, debidamente propiciadas, las palabras hagan el amor, en que las reglas, con su arbitrariedad, sean un cebo en que las palabras caigan, tendiendo a revelarnos su secreto orden. En este sentido, como indicábamos, la búsqueda del juego surrealista es análoga a la del azar objetivo:

«Todos somos unos jugadores. Es decir, lo que esperamos con mayor intensidad es que se deshagan de vez en cuando los encadenamientos racionales, que van paso a paso, y que se instale, aunque sólo sea por un breve tiempo, un desarrollo increíble de otro tipo, un incremento maravilloso de los acontecimientos, una sucesión extraordinaria, como predestinada, de los menores detalles, en la que se tiene impresión de que las cosas, hasta ahora mantenidas artificialmente a distancia por un contrato de sucesión y de causalidad, de repente, no están entregadas al azar, sino espon-tá-neamente convergentes y concurriendo a la misma intensidad por su propio encadenamiento» (p. 165). 

Como se ve, la estética que B. reconoce como nuestra es, en buena parte, la aportada o desarrollada por el surrealismo. Los momentos de plenitud de sentido extra-causal en nuestras vivencias, lo que Breton llamó azar objetivo, suponen en cierto modo la llegada a la surrealidad, la revelación profana señalada por Benjamin: en esos instantes queda abierta una visión del mundo que supera y anula la oposición entre el determinismo causalista (la necesidad) y el sinsentido de la aleatoriedad (el azar y su vacío, que lleva forzosamente a la angustia existencialista).

Baudrillard va en este sentido más lejos, o al menos por otros caminos menos dudosos, que Jung, aunque ambos coinciden en procurar, desde después del racionalismo, desenterrar los cimientos de una cosmovisión en la que la vivencia del azar objetivo reseñada por Breton (pero poco desarrollada teóricamente) se inserte satisfactoriamente. 


From agonza59@encina.pntic.mec.es Fri Apr 17 12:35:36 1998 (Des)esperar lo inesperado

La formulación de Machado, «Encuentro lo que no busco», o aquélla de Picasso: «Yo no busco; encuentro», implican una contradicción lógica entre las actitudes vitales de buscar y encontrar: en cierto sentido, como ya indicaba Heráclito, estamos condenados a que la búsqueda consciente condicione lo que se nos ofrece, a catalogar lo que hallamos desde la anteojera de lo que de antemano esperamos, aquello de lo que nos hemos hecho una idea previa; sólo quien sabe lo que espera podrá catalogar de inesperado algo.

Considero, sin embargo, que la contradicción lógica no opera en realidad en el azar objetivo. Heráclito es, como siempre, ambivalente. Lo inesperado no puede buscarse, propiamente, es «imposible de buscar y sin vía cierta». Pero se puede seguir (se sigue, pese a uno mismo) a la expectativa de su llegada. Lo que uno se encuentra corresponde en esos casos privilegiados a la revelación de lo que ya no se esperaba, de lo dado por perdido, y que sin embargo, en cierta manera, no dejó jamás de esperarse: según el acertado apotegma de García Calvo, «el que desespera espera».

«El más puro, el más desesperado de los nuestros, se decía comúnmente de tal o cual surrealista, pues para nosotros, sólo era verdaderamente puro el que estaba desesperado» (Artaud 1976: 16) .

Lo escribió Pablo Guerrero: «hay que doler de la vida hasta creer/que tiene que llover a cántaros». El desapego a la calderilla de la vida cotidiana es condición indispensable para que perviva sensible en nosotros el oído de lo maravilloso en todos los órdenes. Como indica retrospectivamente Breton, aun en pleno compromiso político acuciante,

«Estábamos muy lejos de prescindir del afán de aventura en todos los terrenos, me refiero a la aventura en el lenguaje y a la aventura en la calle, o en el sueño. Obras como _Le Paysan de Paris_ o _Nadja_ explican bastante bien ese clima mental, en el que el afán de vagar se llevaba hasta sus límites extremos. Y se dio libre curso a una búsqueda ininterrumpida: se trataba de ver, de poner de relieve, lo que se ocultaba tras las apariencias» (Breton 1972: 139).

Un ejemplo precioso de esta actitud de pasividad activa, a sumar al ya citado de Monsieur Létoile, lo da Breton al hablar de la búsqueda de piedras:

«Cosa muy distinta es, nunca me cansaré de repetirlo, manifestar un interés de curiosidad por piedras insólitas, todo lo bellas que se quiera, pero a cuyo descubrimiento hemos sido ajenos, y ser esclavo de su búsqueda, para de tarde en tarde encontrar algunas, y aunque objetivamente valgan menos que las que ya se tenían. Entonces es como si se jugara algo de nuestro destino. Estamos, totalmente entregados al deseo, a la solicitación, y sólo en virtud de ello puede cobrar valor tan alto el objeto buscado. Entre él y nosotros se van a producir precipitadamente, por vía analogía, una serie de intercambios misteriosos» (Breton 1989: 140).

«La búsqueda de piedras... determina el rápido paso de los que a ella se entregan a un estado segundo, cuya característica esencial es la extralucidez. Ésta, partiendo como un cohete de la interpretación de una piedra excepcional, abarca e ilumina las circunstancias de su hallazgo. En caso tal, tiende a suscitar una causalidad mágica, que supone la necesidad de intervención de factores naturales sin relación lógica con lo que está en juego, por lo cual desconcierta y confunde los hábitos de pensamiento, pero sin que por ello deje de subyugar nuestra mente» (Breton 1989: 142).  


From agonza59@encina.pntic.mec.es Fri Apr 17 12:38:43 1998 Azar objetivo y psicoanálisis: I. FREUD y lo "siniestro". La infancia recuperada

Mucho de esa sensación particular, mágica, puede quedar aclarado, desde el más sedicente positivismo, por el análisis que Freud hizo de lo siniestro (ungeheim) en uno de sus ensayos más célebres. Formulando, como es habitual, en negativo, Freud indica que en todos nosotros pervive, larvariamente, la concepción mágica que teníamos en nuestra niñez de que existía una relación directa entre nuestro deseo y el acontecer, que nuestras palabras y pensamientos tenían un poder mágico sobre las cosas. Cuando la realidad, que nos ha acostumbrado a refutar por pueriles tales esperanzas, parece esporádicamente volver a confirmarlas, se produce un vuelco, un reaflorar de sentimientos reprimidos (Freud 1979: 27). «¡De modo que es posible matar a otro por la simple fuerza del deseo; es posible que los muertos sigan viviendo y que reaparezcan en los lugares donde vivieron!, etc» (Freud 1979: 32). En resumen, lo siniestro en las vivencias se da cuando complejos infantiles reprimidos son reanimados por una impresión exterior, o cuando convicciones primitivas superadas parecen hallar una nueva confirmación (Freud 1979: 33). La reafloración de tales creencias infantiles es peligrosa, y puede afectar la salud mental, alejando al individuo del salvífico positivismo adulto que mantiene a raya al inconsciente .

«Oh torbellino más sabio que la rosa Torbellino que se lleva al espíritu que me recupera con la [ilusión infantil De que todo está aquí para algo que me concierne» (Fata Morgana; Breton 1993: II 57).

«Es necesario llamar a la puerta del torbellino» (Huidobro, El pasajero de su destino; Pariente 1989: 160).

Aquí, como en tantas otras ocasiones, Breton parece estar releyendo en positivo a Freud, al marcar esta percepción de ciertos hechos aislados como uno de los momentos sublimes del alma, que se reconcilia así con el devenir. La vuelta al estado infantil de la mente no es vista como un retroceso, sino como una reconquista de los poderes infantiles...: imaginación y deseo (Paz 1974: 30). En este estado de plenitud, los dedos del pie del poeta perciben el paso de las corrientes subterráneas, el rumor de lo afín en movimiento sobre el mapa de afectos y proporciones:

«Que al fin tengo yo el resumen topográfico de esos bolsillos [ajenos a los elementos y a los reinos Cuyo sistema quebranta la distribución sencilla de los seres [y las cosas Y prodiga a la luz del día el secreto de sus afinidades De su propensión a evitarse o a estrecharse A imagen de esas corrientes Que se atraviesan sin penetrarse en los mapas marítimos» (Los estados generales; Breton 1993: II 107).

De entre los surrealistas, seguramente fue Dalí quien experimentó más radicalmente sobre sí el reencuentro desprejuiciado con los poderes de la infancia. En su autobiografía hay varias referencias a fenómenos de azar objetivo. En 1935, el propio Breton veía el método paranoico-crítico muy conectado a la exploración del azar objetivo:

«Esta región [la del azar objetivo] es exactamente limítrofe con aquella otra que Dalí busca mediante la actividad crítico-paranoica» (Breton 1992: 293).

--«El Paraíso era el lugar donde todo se sabía pero nada se explicaba. El universo anterior al pecado, anterior al comentario...» (E. Cioran).

La última foto

Esta foto fue tomada en la costa de la Isla de Sumatra (la ola mide 32m aprox.).

Fue encontrada un mes y medio después, en una cámara digital.

No se sabe quien la tomó,  probablemente la persona que obtuvo esta imagen dejo de existir pocos instantes después de accionar el disparador de la máquina!

Parásitos de parásitos de parásitos


















El fenómeno del parasitismo en cadena plantea curiosas preguntas filosóficas: ¿no será toda la vida orgánica, al fin de cuentas, un caso de parasitismo?

jueves, 1 de enero de 2009

Barcelona, año 1936-37







El periodista y escritor holandés Geert Mak recorrió durante un año el territorio europeo, por encargo de un diario de su país. Se trataba de hacer una reflexión sobre el pasado visitando los lugares del presente. Así aterriza en Barcelona del 2000 y recuerda la ciudad donde fracasó el golpe militar de 1936.