Cipriano de Rivas, cuñado de Manuel Azaña, escribió un libro sobre su pariente. Libro que debido a la prosa algo arcaica de Don Cipriano, cuya vida transcurrió entre la literatura y el teatro, resulta de no fácil lectura.
En estas páginas se cuenta la visita a Cataluña, en 1934, luego de aprobado por las Cortes Españolas el nuevo Estatuto de Autonomía para Cataluña. Se puede apreciar en este relato las no muy buenas relaciones entre Azaña y Maciá, el Presidente de la Generalitat Catalana.
Es de destacar que Manuel Azaña y Cipriano de Rivas fueron, además de parientes, profundamente amigos, a tal punto que el ex-presidente le confió a Cipriano sus diarios cuando, en plena guerra, partía éste para su puesto de cónsul de la República en Ginebra. Curiosamente la propaganda de los golpistas presentaba a Azaña-de Rivas como amigos "íntimos" con toda la maledicencia que ello implicaba. Una señal de cómo se las gastaban ambos bandos para denigrar al contrario.
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