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Internacional - viernes 24 de marzo de 2000
Los comunistas rusos oscilan entre el colaboracionismo y el antisemitismo
MOSCÚ. Diego Merry del Val corresponsal
Guennadi Ziuganov, el jefe de los comunistas, intentará alcanzar la segunda vuelta en las presidenciales del domingo. El eterno segundón de la política rusa no inquieta al presidente en funciones, que le ha robado parte de su retórica y le dobla en intención de voto, pero los comunistas son la primera fuerza política del país y tendrán un papel en la «Rusia de Putin».
Ayer era el último día autorizado para la publicación de sondeos y el instituto oficial ofreció su pronóstico: entre el 53 y el 55 por ciento para Vladimir Putin, del 22 al 24 por ciento para Guennadi Ziuganov y entre un 5 y un 6 por ciento para el liberal Grigori Yavlinski. Algunas de las encuestas recientes han indicado que el presidente en funciones se quedará al borde de la mayoría absoluta y sería necesaria una segunda vuelta, con toda probabilidad frente a Ziuganov, de quien los críticos de su propio partido aseguran que no quiere en realidad ser presidente.
Que el Kremlin no considera a Ziuganov como enemigo ha quedado claro con los ataques en la televisión estatal contra Yavlinski, a quien se acusó de recibir fondos del financiero norteamericano George Soros y de querer «vender la patria al extranjero». En contraste, el partido de Putin («Unidad») concluyó en enero un acuerdo con los comunistas para repartirse los cargos en la Duma (Cámara Baja del Parlamento). Para algunos analistas, los comunistas son un «apéndice del régimen» y el principal apoyo parlamentario de Putin.
Esta alianza, que los partidarios del Kremlin califican de «táctica», siembra dudas en torno al proclamado reformismo del «hombre fuerte» ruso. Y es que Ziuganov, político que en ciertos medios pasa por ser un «socialdemócrata moderado», en realidad preside una formación que no ha roto con el viejo sistema, ni con la peor faceta de Stalin: el antisemitismo, especialmente intenso en los últimos años del dictador.
«La diáspora judía ejerce cada vez mayor influencia en la concepción del mundo, la cultura y la ideología de Occidente. Se está convirtiendo en algo así como la portadora del paquete de control de acciones de todo el sistema económico de la civilización occidental». La cita no está sacada del «Mein Kampf», de Adolfo Hitler, ni de ninguno de los clásicos del antisemitismo ruso. Se trata de una obra titulada «Más Allá del Horizonte» y su autor es Guennadi Ziuganov. Rusia es, en estas circunstancias, «la última oposición al hegemonismo occidental», dice su autor.
Algunos, en el partido, han sido más explícitos. El general Albert Makashov, jefe de una de las facciones, provocó un escándalo en 1998 al declarar que la solución a los problemas de Rusia pasa por «matar a unos cuantos judíos». La dirección del partido, con Ziuganov a la cabeza, resistió todas las presiones para que se condenaran tales palabras. En estos días, el jefe de los comunistas ha aparecido en varias ocasiones sentado junto al general Makashov, que hace campaña en Yekaterimburgo por el triunfo del voto «contra todos» (equivalente al voto en blanco), después de que se anulasen las elecciones locales . Además, junto al PC ruso gravitan varias pequeñas formaciones con las que compone la coalición Unión de Fuerzas Nacional-Patrióticas. El objetivo declarado de uno de estos «compañeros de viaje», el Partido Ruso, es «librar a Rusia del yugo masónico-sionista».
VOLVER A LOS SOVIETS
En estos días, Ziuganov radicaliza su mensaje para marcar la diferencia con Putin, que con su retórica nacionalista le ha «comido» parte de su programa. Así, la semana pasada afirmó que «hay que restaurar el poder de los soviets». En febrero, el líder comunista defendió la entrada de los ultranacionalistas de Jörg Haider en el Gobierno austriaco, ya que se trata de «la decisión de los votantes en elecciones legítimas».
Para Yevgueni Proshechkin, director del Centro Antifascista de Moscú, Ziuganov es un ultranacionalista que se comporta como moderado sólo porque no tiene el poder. «Colaboran con el régimen porque son muy cobardes», afirma. El analista Boris Kagarlitski considera que la dirección del PC está corrupta y «simula una oposición de izquierdas». La colaboración viene de lejos: en la crisis de octubre de 1993, Ziuganov salió de la Duma bombardeada por Yeltsin y lanzó un llamamiento a la calma. Luego, el Kremlin y el PC llegaron a un acuerdo tácito: se abandonan las reformas a cambio de la tranquilidad en la calle. La economía y la población rusa pagaron la factura.
¡ OCVLUM TERTIVM ! (El tercer ojo... LA CÁMARA)
Hace 4 años
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