Mar 26 1999
suplemento al ILHN 1512
Victimas de su epoca Por Pablo Capanna
Muchas veces, los científicos tienen delante de sus ojos evidencias que podrían dar lugar a nuevas teorías, o a increíbles descubrimientos, y son incapaces de verlos porque el clima científico y cultural en que están envueltos se los impide. O porque, de aceptar los nuevos datos, deberían echar por la borda teorías muy firmes y establecidas, y entonces prefieren considerarlos anomalías, errores de observación, atribuirlos a una confusión o directamente ocultarlos. Hace treinta y cinco años, el filosofo de la ciencia Thomas Kuhn, en La estructura de las revoluciones científicas, un libro que hizo epoca, utilizo el termino paradigma para denominar al conjunto de teorías científicas consensuadas que enmarcan, en épocas normales, los rumbos de la investigación científica, lo que es y lo que no puede ser. A causa de este clima científico, muchas veces se descartaron teorías correctas simplemente porque no encajaban con el. En esta nota se evocan algunos episodios de la ciencia que no fue..
El gran Linneo, aquel que nos dio a los humanos el apellido sapiens e impuso la nomenclatura binaria, la primera clasificación científica de animales y plantas, fue también el paladín del fijismo.
Linneo daba por supuesto que la forma que tenían las especies era fija y no había variado desde que Dios las creara. En la naturaleza no existía otro cambio que el relevo de las generaciones, y todos los caballos eran idénticos al primer caballo. Tengamos en cuenta que en el siglo XVIII la biología recién se estaba fundando -en parte, por obra del propio Linneo- y que los pocos fósiles que se conocían eran descartados como anomalías o caprichos de la naturaleza.
Sin embargo, hubo una vez en que Linneo se encontró frente a una mutación, la prueba palpable de un cambio que había ocurrido prácticamente ante sus ojos, y la dejo pasar. En uno de sus viajes de herborista por Laponia y Dalecarlia, descubrió un ejemplar de una sencilla hierba silvestre (peloria) que presentaba caracteres sensiblemente diferentes de aquellos que definían a su especie. El espécimen de peloria que cayo en sus manos crecía en la montaña, a gran altura, donde según hoy sabemos la radiación cósmica no filtrada por la atmósfera suele provocar mutaciones con mas facilidad que al nivel del mar.
Linneo diseco el espécimen, y apunto cuidadosamente sus peculiaridades en sus cuadernos. Pero la perplejidad que le produjo encontrarse con una especie que había cambiado -algo que se contradecía con su paradigma- lo paralizo. El descubrimiento fue archivado, porque aceptarlo hubiese significado poner en duda tanto los supuestos de la botánica como los propios prejuicios del botánico. recién a comienzos del siglo XX Hugo de Vries comenzó a hablar de mutaciones, pero para entonces el paradigma evolutivo se había impuesto, y las mutaciones no eran incompatibles con la selección natural.
El paradigma protector
La ciencia es el escepticismo organizado, escribió Robert K. Merton, tratando mas de establecer un imperativo ético que de describir el comportamiento real de los investigadores. De hecho, la publicidad de métodos y resultados, el juicio de los pares y la posibilidad de que la tesis pueda ser eventualmente refutada por cualquiera, están para ofrecernos garantías de objetividad, de la misma manera que el equilibrio de poderes capaces de controlarse recíprocamente es garantía de orden político.
Pero los que hacen ciencia son hombres. Como tales, tienen sus actitudes y prejuicios, y además suelen estar sometidos a esos esquemas mentales que el filósofo de la ciencia Thomas S. Kuhn llamo paradigmas. Es tal la fuerza del paradigma vigente en cada epoca que los científicos normales (la enorme mayoría) suelen reivindicarse como escépticos frente a cualquier creencia, pero sienten el mayor de los respetos por el paradigma. según Kuhn, es común que se propongan reforzarlo, antes que ponerlo en duda, para no arriesgar su respetabilidad.
Mientras un paradigma despliega su fecundidad, permite producir conocimientos validos y aplicables, pero cuando comienzan a manifestarse sus limitaciones puede llegar a convertirse en dogma hasta para el más escéptico. Para agravar las cosas, diremos que muchos científicos se sienten atraídos por un paradigma determinado cuando este satisface sus creencias personales, que suelen ser extracientificas: filosóficas, ideológicas o religiosas.
Datos subversivos
Que ocurre cuando tropiezan con hechos rebeldes, aquellos que marcan los limites del paradigma?
Kepler trabajo inútilmente para salvar los cálculos de su maestro Tycho, pero se encontró con una maldita diferencia de ocho minutos de arco entre la orbita de Marte tal como se calculaba y la curva real que revelaba la observación. A nadie le gusta tirar por la borda años de trabajo, reconociendo que esta siguiendo una pista errónea, pero Kepler tuvo la valentía intelectual de rendirse ante los hechos irreductibles y obstinados. Esta actitud ética del conocimiento contribuyo a darle prestigio a la ciencia moderna.
Pero no todos son Kepler. El científico mas honesto puede sucumbir ante una ilusión, percibiendo lo que debería haber allí en lugar de lo que hay, o bien adecuando los hechos a la teoría de manera forzada. Del mismo modo, los economistas oficialistas y opositores suelen leer distintas tendencias en las mismas estadísticas, para no hablar de la lectura de las encuestas que hacen los políticos...
En nuestro caso, el científico puede registrar la discordancia entre la teoría y la experiencia sin llegar a ver que eso le plantea un problema. también puede llegar a ocultarla para evitarse problemas con la comunidad científica, no siempre dispuesta a aceptar refutaciones sensacionales.
A este fenómeno, que lleva a negar lo que no se quiere ver, los epistemólogos le han puesto el nombre de disonancia cognitiva.
Esta disonancia no es solo subjetiva: el cotejo de la información podría disiparla. Mas compleja es la disonancia que puede sufrir la comunidad científica cuando llega a sentir mas respeto por las autoridades que por los hechos. El audaz revolucionario puede ser desacreditado públicamente hasta desembocar en casos dramáticos como el de Kemmerer quien, por favorecer al lamarckismo (frente al darwinismo), fue ridiculizado y empujado al suicidio.
Por ultimo, puede darse una disonancia entre el trabajo científico y las ideas filosóficas dominantes en su tiempo, como en el caso de Galileo o el de los genetistas soviéticos bajo la dictadura lamarckiana cuando el pseudo biólogo Lysenko era ministro de Stalin. Aquí, las consecuencias pueden alcanzar dimensión histórica: el caso Galileo empujo la revolución científica lejos del Mediterráneo, y la sangrienta persecución a los genetistas fue una de las causas del retraso tecnológico de la URSS.
Bastara recordar tres casos que hubieran podido cambiar la historia, de no ser por la disonancia cognitiva. La fuerza del prejuicio hizo que se ocultaran hechos que ponían en riesgo al paradigma imperante (Walcott), que por motivos ideológicos se pasaran por alto nuevos planteos teoricos que hubieran permitido ahorrar siglos (Filopon) o impidió valorar intuiciones que aparecían como demasiado avanzadas en su tiempo (Boscovich).
Walcott
En 1909, un paleontólogo norteamericano llamado Charles Doolittle Walcott exploraba la Columbia Británica buscando especimenes. Estaba muy interesado en los yacimientos del Cambrico. En Canadá, el antiguo fondo de un mar tropical de hace 560 millones de años había quedado enterrado hasta el momento en que la ultima edad glacial viniera a ponerlo al descubierto. Se trataba de rocas esquistosas donde un fino sedimento había preservado delicadas impresiones tridimensionales de los organismos fosilizados y sus órganos internos.
Hasta ese momento, la flora y fauna del Cámbrico que se conocían estaban limitadas a bacterias, algas y protozoos: nada mas complejo que aquello que luego se llamaría fauna de Ediacara . De acuerdo con la ortodoxia darwiniana, la vida había evolucionado en forma continua y progresiva, yendo de lo simple a lo complejo, y había contado con millones de años para desarrollar órganos cada vez mas adecuados. Hasta los años setenta, se creía que habían sido necesarios por lo menos cien millones de años para que los phyla conocidos hubieran evolucionado a partir de la fauna cámbrica.
Lo que descubrió Walcott fue una enorme variedad de especies que habían coexistido, ya a comienzos del Cámbrico, en lo que hoy era el Paso de Burgess. allí había rotíferos, esponjas, anélidos, artrópodos y hasta peces primitivos: prácticamente todos los phyla que hoy conocemos estaban representados. órganos de gran complejidad, como ojos, extremidades articuladas, estructuras intestinales, notocordios, branquias, estaban presentes aunque para el paradigma continuista eso era algo imposible.
La evolución, como se dijo después, no aparecía ya como un árbol que iba lentamente ramificándose en especies cada vez mas complejas sino como un arbusto donde todas las ramas parecían nacer a partir de esa explosión de vida ocurrida hace 530 millones de años: el Big Bang biológico . había que revisar toda la teoría de la evolución, o por lo menos abandonar el dogma darwiniano del continuismo. Walcott no era un desconocido. Era nada menos que el director del Instituto Smithsoniano, y fue amigo de tres presidentes de los Estados Unidos. Recolecto mas de 60.000 especimenes, pero apenas dio a conocer algo de ellos en una oscura publicación, terminando por archivar toda la colección en los cajones del museo.
Los fósiles permanecieron allí nada menos que ochenta años, hasta que un graduado que estaba preparando su tesis comenzó a sacarlos del olvido. Stephen Jay Gould y Niles Eldredge fueron los primeros que encararon la evidencia, proponiendo la teoría del equilibrio puntuado, que hoy cuenta con gran aceptación. La evidencia obligaba a explicar la evolución como un proceso discontinuo, en cierta medida cuántico, donde pequeñas poblaciones desarrollaban innovaciones biológicas que luego se difundían en forma explosiva. El continuismo había sido superado. Otra teoría, la de la biblioteca latente intento explicar estos saltos mediante la combinatoria del ADN, que puede incubar cambios durante periodos muy largos en el seno de las células, hasta producir su eclosión cuando las circunstancias son favorables.
Lo que todavía sigue siendo un misterio es la actitud de Walcott. Gould la atribuye, con cierta ligereza, a sus creencias religiosas, cuando en realidad el dogma que lo inhibía era el continuismo darwiniano.
Walcott vio las evidencias físicas, pero se sintió inhibido de interpretarlas. Prefirió ocultarlo todo, quizás para no poner en peligro su prestigio académico, o bien el prejuicio le impidió sacar las consecuencias necesarias de una masa tan enorme de evidencias. La suya fue una las mayores disonancias cognitivas del siglo.
Juan Filopon
Mil años antes de Galileo, un erudito del siglo VI llamado Juan Filopon emprendió un debate sobre la física de Aristoteles. Su adversario era el neoplatonico Simplicio, quien además de Aristoteles también defendía la astrología y creía que los planetas eran guiados en sus orbitas por espíritus inteligentes. Siendo pagano, Simplicio había sufrido el exilio después de que el emperador Justiniano cerrara la Academia platónica, y su encono hacia el cristiano Filopon (de quien se dijo que era un hombre pendenciero ) tenia raíces religiosas. Pero por una paradoja de la historia, mil años después otro Simplicio iba a ser el interlocutor imaginario de Galileo en sus Diálogos, y con el tiempo se vería que Filopon tenia razón.
En su libro Sobre la eternidad del cosmos, del cual solo se han conservado las citas que con gran honestidad reproducía Simplicio, Filopon aparece como una suerte de copernicano con mil años de adelanto.
Desde su monoteísmo, Filopon rechazaba la oposición entre el cielo, con sus movimientos circulares, y la Tierra, donde los movimientos eran rectilíneos. Anticipándose a Newton, pensaba que había una sola física, valida tanto para la Tierra como para los cielos. Pensaba que los cuerpos celestes no estaban hechos de una quinta esencia : les atribuía una naturaleza ígnea . Negaba la existencia del éter. Sostenía que la luz de las estrellas es la misma que puede encontrarse en muchas fosforescencias terrestres, y que la luz del sol no es blanca sino amarilla.
Polemizando con el obispo Teodoro, afirmaba que los planetas no son movidos por ángeles sino por el impulso que Dios les había impreso. Esta hipótesis, retomada por Buridan, seria un paso hacia la dinámica moderna. Para Filopon, tampoco existían los movimientos naturales del agua o del aire. Escribió que los cuerpos pesados no caían mas rápido que los livianos, y seguramente no lo harían en el vació. Aparentemente, había estado arrojando piedras desde alguna torre mucho mas antigua que la de Pisa. Filopon era moderno y cristiano a la vez. Si la cultura eclesiástico lo hubiese aceptado, siglos mas tarde Santo Tomas no hubiera tenido que optar por Aristoteles y nunca se hubiera producido el caso Galileo, observa el historiador S. Sambursky.
Pero la ideología -o la teología, que entonces cumplía esa función-vino a entrometerse. Filopon era monofisita: simpatizaba con una herejía combatida por las autoridades eclesiásticas, lo cual volvía sospechosos hasta sus argumentos físicos. Estábamos en el siglo VI, el Imperio Romano de Occidente acababa de caer y hasta en el mundo bizantino la cultura decaía a ojos vistas. Los tiempos no eran demasiado aptos para la ciencia, y Filopon debió esperar hasta el siglo XX para que los historiadores lo redescubrieran.
Boscovich
Según el historiador Lancelot L. Whyte, el jesuita croata Rogelio Jose Boscovich (1711-1787) se adelanto por lo menos doscientos años a la ciencia de su tiempo. Aun admitiendo que su tesis pueda ser un tanto exagerada, Boscovich fue un personaje múltiple: matemático, físico, astrónomo, ingeniero civil, arqueólogo y poeta. En la Luna, hay una falla (rima) que lleva su nombre. también fue uno de los primeros en conjeturar la existencia de planetas que giraban en torno de otras estrellas.
Boscovich fue, junto con Kant, uno de los que mas hicieron para difundir la obra de Newton en el continente europeo. Siendo asesor científico del papa Benedicto XIV, puso en marcha la rehabilitación de Galileo, que recién culminaría dos siglos mas tarde. Fue miembro de la Royal Society, mantuvo correspondencia con el Dr. Johnson y Voltaire y se intereso por los trabajos de Franklin con la electricidad. Influyo sobre Gauss, Bernoulli, Davy, Faraday y Lord Kelvin (quien en 1905 escribió que le debía todo a Boscovich), pero también dirigió obras de drenaje en las ciénagas Pontinas para combatir el paludismo, hizo reparar la cúpula de San Pedro y dirigió el observatorio de Brera.
Su Philosophia Naturalis Theoria de 1758, cuya mas reciente edición (1966) fue encarada por el MIT, apuntaba a lo que hoy se denomina una teoría unificada que diera cuenta no solo de la física y la química sino aun de la biología y las ciencias de la conducta.
Para su concepción dinámica de la materia, los objetos últimos de la física no podían ser corpusculares: era preciso que tuvieran estructura de campo. Entendía que la materia, el espacio y el tiempo no eran divisibles al infinito. Los concebía compuestos por puntos (puncta), centros de fuerza que interactuaban por atracción y repulsión. La suya era la linea de pensamiento que llevaría a la teoría atómica moderna, a la relatividad y la física quántica. Pero Boscovich era un hombre de la periferia europea, demasiado vinculado con la Iglesia para ser aceptado, y tuvo que enfrentarse con los enciclopedistas: en especial con Diderot, quien consideraba que la matemática era una ciencia agotada.
La audacia de plantear la posibilidad de una teoría unificada cuando aun faltaban todos los desarrollos de la física del siglo XX nos recuerda a Leonardo pensando en el helicóptero cuando todavía no existía nada parecido a un motor que lo impulsara. Boscovich no influyo en la ciencia del siglo que termina, sino que anticipo sus grandes intuiciones en doscientos años. Hacia 1900, ya no se hablaba de el, salvo entre los historiadores. Cuando se reeditaron sus obras en 1958, el New Scientist lo llamo un hombre del siglo XX exiliado en el XVIII . Su extemporaneidad lo condeno a ser rescatado por la historia apenas como un precursor .
Ciencia marginadora
Para mantener la mente abierta, hay que tener en cuenta que estas cosas ocurren, ocurrieron y seguirán ocurriendo, aunque pueda resultar tranquilizador atribuírselas a épocas superadas. Lo mismo decíamos de la explotación y el racismo.
Hoy mismo pueden estar ocurriendo, quizás con algunas tecnologías alternativas que podrían cambiar nuestras vidas y son descartadas por no ajustarse al paradigma tecnológico y productivo al cual están acostumbrados los poderes económicos.
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