Date: Wed, 8 Mar 2000
Carlos Semprún Maura Pierre Bourdieu Sur la télévision, seguido de L'emprise du journalisme, Ed. Raisons d'agir, París, 1998
La obra de Pierre Bourdieu no merece comentarios demasiado amplios, pero existe en Francia un fenómeno Bourdieu cuya lluvia contaminada comienza a gotear en España, lo cual justifica alguna precisión. Sociólogo académico, pretendió durante decenios en su enseñanza y en sus libros demostrar que ni tú ni yo existimos, salvo como porcentajes. Yo soy el 3,05% de algo y tú el 17% de otras cosas...
Este profesor discreto, aunque conocido en los círculos universitarios parisienses, despertó de pronto a la lucha de clases a finales de 1995 y se tomó por un Largo Caballero (o un Lenin) francés. Recordemos que por aquel entonces se desarrollaban en Francia grandes paros en los que por primera vez en su historia, los trabajadores del sector público con estatuto de funcionarios, fueron a un paro para, en defensa de sus privilegios de servidores del Estado, atacar a los trabajadores del sector privado, a los parados, los marginados, etc. El conflicto tenía tres lados: los trabajadores/funcionarios exigían del Estado que no tocara su estatuto, y para ello el Estado debía mantener a millones de parados, marginados y trabajadores del sector privado en la penuria o en la precariedad. Fue una huelga egoísta, burocrática, conservadora, y triunfó.
El Estado francés jacobino, ultracentralizado y además primer patrón del país, no podía machacar a sus servidores. Pero muchos intelectuales de izquierda, en primera fila de los cuales se situó de pronto Pierre Bourdieu, consideraron que aquellas huelgas demostraban nada menos que "la potencialidad revolucionaria del proletariado". Por primera vez en su vida, Bourdieu se volcó en mítines, declaraciones y panfletos, declarándose "a la izquierda de la izquierda", lo cual siempre procura escalofríos de placer en algunos. Desconfiando de los partidos tradicionales (pero con mucha simpatía hacia el sindicato comunista CGT), y sobre todo con la finalidad de desempeñar un papel de líder, creó su propia red de discípulos, sus publicaciones y su editorial. Es esta editorial, llamada Raisons d'agir (Razones para actuar), la que ha publicado los textos sobre televisión y periodismo que comentamos brevemente aquí. No dan para más, aunque se haya hablado mucho de ellos en Francia. Paralelamente a sus novísimas actividades de tribuno, sigue su labor de sociólogo, considerando dicha disciplina como una ciencia exacta, reservada a los sociólogos, y se indigna porque el señor Peyrefitte pretende darle "lecciones de sociología"... ¡sin tener diploma de sociólogo!
En un lenguaje post-estructuralista, con ribetes marxistas, empieza hablando de censuras: la censura comercial, la censura política, la censura invisible, la autocensura, la censura de la audiencia (encuestas). ¡Estupendo! Todos estamos contra la censura... Pero no nos dice nada nuevo. Para utilizar uno de sus ejemplos: la cadena de televisión TF1, siendo propiedad de Bouygues, no puede hablar mal de esa empresa, la primera en obras públicas, puentes y caminos. Sabido es que en la lucha permanente contra la censura y la autocensura, dos factores, por lo menos, entran en juego: la voluntad y el talento de los periodistas, realizadores, productores, y la diversidad de los medios de expresión. Pues bien, está claro que TF1 tendría que hablar de un supuesto "escándalo Bouygues" si lo denuncian otras cadenas de televisión y ciertos periódicos.
No seré yo quien niegue las censuras políticas o comerciales, menos aún la desinformación voluntaria. Un solo ejemplo: los comunistas en la Duma rusa cuentan con 134 diputados sobre 450 y prácticamente todos los medios siguen hablando de la mayoría comunista en la Duma... Pero aparte de que las cosas han mejorado un poco en Francia, con las privatizaciones y el aumento y la diversidad de la cadenas (antes la televisión estaba oficialmente considerada como "la voz de Francia" y sometida al control de los gobiernos), a lo que en realidad aspira Bourdieu no es a la libertad de expresión, puro desorden según él, sino a un despotismo ilustrado, basado en el sector público de la radiotelevisión.
Como no soy sectario, como lo es Bourdieu, quien pretende que sólo los sociólogos pueden hablar de sociología (¿acaso eso no es censura?), no diré que sólo los periodistas pueden hablar de periodismo, pero sí añadiré que se nota que Bourdieu no lo es. Al explicarnos la "censura invisible", comenta cómo se utiliza el tiempo para cortar la palabra a los inconformes: "sea breve", "no hay tiempo", "otra vez será". Es cierto que esas argucias se utilizan de vez en cuando de forma autoritaria, como a veces te cortan las frases más violentas en tus artículos y es, ¡que duda cabe!, una forma de censurar. Pero tan cierto es que una emisión que dura 55 minutos no puede durar dos horas (salvo cuando habla Bourdieu), sino 55 minutos, y que una columna de 80 líneas no puede tener doscientas. Son exigencias objetivas del oficio. Si no quieres que tu coche se estrelle contra un muro tienes que ejercer el acto autoritario de frenar.
Siempre en el capítulo de las censuras invisibles, Bourdieu critica airadamente el tiempo dedicado a los sucesos y al deporte, a fin de eludir las "cosas serias". Curiosamente no dice nada sobre publicidad. ¿Habrá que recordar a nuestro sociólogo que los sucesos revelan mucho de una sociedad? ¿Habrá que recordar a Pierre Bourdieu que Jacques Lacan, antes de ponerse a escribir en un incomprensible "volapuk", comentó el célebre caso de las hermanas Papin ("Mi hermana fue mi marido en una vida anterior"), que André Gide dedicó un libro a "la secuestrada de Poitiers", que los surrealistas, empezando por André Breton, se apasionaron por el caso de Violette Nozières?
Todos ellos son admirables ejemplos de periodismo literario basados en sucesos, que Bourdieu desprecia y que más recientemente Marguerite Duras quiso imitar con resultados lamentables. No soy muy aficionado al deporte, lo confieso, pero querer suprimir o limitar el deporte es de un integrismo casi islámico. Como las emisiones de recreo y diversión, por lo general muy horteras, pero justificables si le gustan a la gente. Otra manifestación de su sectarismo aparece cuando se indigna contra quienes se dicen de "izquierda" o de "derecha", se enfrentan en debates televisados y luego... se van a cenar juntos. ¡Qué infamia! No se puede negar que hay mucho de comedia en el batiburrillo intelectual político parisiense o de cualquier otra ciudad civilizada, pero no estamos en guerra.
No somos ayatolas, como Bourdieu. En realidad la televisión es un instrumento de cultura, información y recreo tan potente, tan popular y tan nuevo, que asusta a todos los poderes. Cierto que en la tele el talento (palabra excluida del vocabulario de Bourdieu) tiene aún dificultades para expresarse y, en cambio, la horterada triunfa con demasiada frecuencia. Pero claro, habrá que ver que es eso de la horterada. ¿Bourdieu, por ejemplo?.
Autor de la reseña: Carlos Semprún Maura
¡ OCVLUM TERTIVM ! (El tercer ojo... LA CÁMARA)
Hace 4 años
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