Strathern(1996)
Paul Strathern
"Kant en 90 minutos"
Siglo Veintiuno de España Editores
Colec. Filósofos en 90 minutos
Madrid, enero 2000
pp.103
Tit.Orig: "Kant in 90 Minutes"
[#68 y ss]
ALGUNOS ARGUMENTOS CLAVE
La versión española de las citas de la Crítica de la razón pura, debida a José del Perojo y Figueras, está tomada de la edición publicada por la Editorial Losada, Buenos Aires, 1957. [N. del T.]
La cita siguiente está sacada del comienzo de la Crítica de la razón pura, donde Kant se dispone a sentar las bases de su filosofia. Como se puede veren la segunda frase, Kant empieza a la vez que prosigue. Si se persevera y se supera esta emboscada, fácil de advertir, pronto aparecerá el carácter de una mente que trasciende ágilmente al tremedal de su escritura.
No se puede dudar que todos nuestros conocimientos comienzan con la experiencia, porque, en efecto, ¿cómo habría de ejercitarse la facultad de conocer, si no fuera por los objetos que, excitando nuestros sentidos de una parte, producen por sí mismos representaciones, y de otra, impulsan nuestra inteligencia a compararlas entre sí, enlazarlas o separarlas, y de esta suerte componer la materia informe de las impresiones sensibles para formar ese conocimiento de las cosas que se llama experiencia? En el tiempo, pues, ninguno de nuestros conocimientos precede a la experiencia, y todos comienzan en ella.
Pero si es verdad que todos nuestros conocimientos comienzan con la experiencia, todos, sin embargo, no proceden de ella, pues bien podría suceder que todo nuestro conocimiento empírico fuera una composición de lo que recibimos por las impresiones y de lo que aplicamos por nuestra propia facultad de conocer (simplemente excitada por la impresión sensible), y que no podamos distinguir este hecho hasta que una larga práctica nos habilite para separar esos dos elementos.
Crítica de la razón pura, Introducción, Parte I
Prosigue con su razonamiento: Es, por tanto, a lo menos, una de las primeras y más necesarias cuestiones, y que no puede resolverse a la simple vista, la de saber si hay algún conocimiento independiente de la experiencia y también de toda impresión sensible. Uámase a este conocimiento a priori, y distínguese del empírico en que las fuentes del último son a posteriori, es decir, que las tiene en la experiencia.
Sin embargo, la expresión a priori no determina todo el sentido de la precedente cuestión; pues suele decirse que podemos tener a priori, o en parte al menos, muchos de nuestros conocimientos derivados de la experiencia, porque no los hemos tomado inmediatamente de ella, sino que proceden de reglas generales; sin advertir que esas reglas se derivan también de la misma experiencia. Así se dice de aquel que mina los cimientos de su casa que debía saber a priori que ésta se derrumbaría, en otros términos, que no debía esperar a que la experiencia se lo demostrase; pero eso no puede saberse sino a posteriori, pues ¿quién, sino la experiencia, nos enseña que los cuerpos son pesados y que, aislados de todo apoyo, caen?
Ibid., Introducción, Parte I
Kant continúa explicando: Entenderemos, pues, en lo sucesivo por conocimientos a priori, no aquellos que de un modo u otro dependen de la experiencia, sino los que son absolutamente independientes de ella; a estos conocimientos son opuestos los llamados empíricos, o que sólo son posibles a posteriori, es decir, por la experiencia. Entre los conocimientos a priori, llámase puro aquel que carece absolutamente de empirismo. Así, por ejemplo, "todo cambio tiene una causa", es un principio a priori; pero no puro, porque el concepto de cambio sólo puede formarse con la experiencia.
Ibid., Introducción, Parte I
La argumentación prosigue y la trama se complíca. No se debiera dejar pasar esta oportunidad, eXtremadamente rara, de acompañar en su original camino a uno de los intelectos más brillantes de la historia. Quien aspire a alcanzar fácilmente tales alturas desbaratará todo el propósito del ejercicio:
Ésta es la ocasión de dar una señal por la que podamos distinguir el conocimiento puro del empírico. La experiencia nos muestra que una cosa es de tal o cual manera; pero no nos dice que no pueda ser de otro modo. Digamos, pues, primero: si se halla una proposición que tiene que ser pensada con carácter de necesidad, esa proposición es un juicio a priori. Si además no es derivada y sólo se concibe como valiendo por sí misma, como necesaria, es entonces absolutamente a priori. Segunda, la experiencia no da nunca juicios con una universalidad verdadera y estricta, sino con una generalidad supuesta y comparativa (por la inducción), lo que propiamente quiere decir que no se ha observado hasta ahora una excepcion a determinadas leyes. Un juicio, pues, pensado con estricta universalidad, es decir, que no admite excepción alguna, no se deriva de la experiencia y tiene valor absoluto a priori. Por tanto, la universalidad empírica no es mas que una extensión arbitraria de valor, pues se pasa de un valor que corresponde a la mayor parte de los casos, al que corresponde a todos ellos, como por ejemplo, en esta proposición: 'Todos los cuerpos son pesados". Al contrario, cuando una estricta universalidad es esencial en un juicio, esta universalidad indica una fuente especial de conocimiento, es decir, una facultad de conocer a priori. La necesidad y la precisa universalidad son los caracteres evidentes de un conocimiento a priori, y están indisolublemente unidos. Pero como en la práctica es más fácil mostrar la limitación empírica de un conocimiento que la contingencia en los juicios, y como también es más evidente la universalidad ilimitada que la necesidad absoluta, conviene servirse separadamente de estos dos criterios, que cada uno es por sí solo infalible.
Ibid., Introducción, Parte II
Kant elabora: Es bien fácil mostrar que realmente hay en el conocimiento humano juicios de un valor necesario y en la más estricta significación universales; por consiguiente, juicios puros a priorL Si se quiere un ejemplo tomado de las ciencias mismas, no hay más que reparar en las proposiciones matemáticas. Si se quiere otro, tomado del uso común del entendimiento, puede mostrarse la proposición "todo cambio exige una causa". En este último ejemplo, el concepto de causa contiene de tal modo el concepto de necesidad de enlace con un efecto y la estricta generalidad de la regla, que desaparecería por completo si, como hizo Hume, quisiéramos derivarlo de la frecuente asociación de lo que sigue con lo que precede y del hábito (por consiguiente, de necesidad puramente subjetiva) de enlazarlas representaciones. También se podría, sin emplear esos ejemplos, probar la realidad de principios puros a priori en nuestros conocimientos, por su misma necesidad para la posibilidad de la experiencia, siendo por lo tanto una demostración a priori Porque, ¿dónde tomaría la experiencia su certidumbre si todas las reglas que empleara fueran empíricas y contingentes? Así, las que tienen ese carácter son difícilmente aceptadas como primeros principios. Bástanos haber manifestado aquí el uso puro de nuestra facultad de conocer de una manera efectiva y los caracteres que le son propios. Pero no es sólo en los juicios, sino también en los conceptos donde se encuentra un origen a priori. Quitad del concepto experimental de un cuerpo todo lo que tiene de empírico, a saber: color, dureza o blandura, pesadez, penetrabilidad, y siempre queda el espacio que ocupa ese cuerpo (el cual ha desaparecido) y que no podéis destruir. Cuando separáis de alguno de los conceptos empíricos de un objeto, corpóreo o no, todas las propiedades que la experiencia enseña, no podéis, sin embargo, privarle de aquélla, mediante la cual le pensáis como sustancia o como dependiente de ella (aunque este concepto de sustancia contiene más determinación que el de un objeto en general). Debéis, pues, reconocer, convencidos por la necesidad que este concepto se os impone, que existe a priori en nuestra facultad de conocer.
Ibid., introducción, Parte II
Kant explica su noción del Tiempo:
El tiempo no tiene realidad objetiva; no es accidente, ni substancia, ni relación: es una condición puramente subjetiva, necesaria por la naturaleza de la mente humana, que coordina todos nuestros sentidos según una cierta ley, y es intuición pura. Coordinamos tanto las substancias como los accidentes de acuerdo con la simultaneidad y la sucesión, sólo mediante el conce
De Mundi sensibilis atque intelligibilis forma et principiis, 3,14.
Kant distingue entre dos clases de felicidad:
Puesto que uno es feliz en la medida en que satisface un deseo, sin que se necesite de una gran habilidad para lograrlo, no es algo trivial el sentimiento que le incita a disfrutar de tal placer. Los gordos, cuyos artistas favoritos son los cocineros y cuyas obras maestras yacen en las bodegas, gozan de sus obscenidades ordinarias y de sus chistes vulgares tanto como disfrutan las almas más nobles con más refinadas ocupaciones. Una persona indolente que gusta de que le lean libros en voz alta para, de esta manera, caer placenteramente dormido; el hombre de negocios, para quien todo placer es una distracción que le aparta de conseguir beneficios en un hábil trato comercial; quien ama el sexo opuesto por el mero placer, que le produce, y por nada más; el diestro cazador, cace moscas, como Domiciano, o bestias feroces, como A --- ; todos ellos tienen sentimientos que les capacitan para experimentar placer, cada uno a su manera, sin envidiar a los otros, o incluso sin ser capaces de concebir otros placeres. No prestaré atención a semejante tipo de sentimiento que pueda tener lugar sin pensamiento alguno.
Prosigue su argumentación:
Los bellos sentimientos, que consideraré ahora, son en su mayoría de dos clases: el sentimiento de lo sublime y el de lo bello. Los dos producen placer, pero de manera distinta. La vista del pico de una montaña, cubierto de nieve y elevándose por encima de las nubes; la descripción de una tempestad salvaje, o la representación que hace Mílton de los infiernos, todas nos causan gozo, pero mezclado con terror. Por otro lado, la vista de una pradera cubierta de flores, los valles de arroyos serpenteantes y rebaños paciendo, la descripción del Elíseo,o la representación que hace Homero del cinturón de Venus, nos producen una sensación agradable, pero ahora gozosa y feliz. Para poder sentir la sensacion primera debemos tener el sentimiento de lo sublime, y para experimentar adecuadamente la segunda, el sentimiento de lo bello.
De lo bello y lo sublime, Sección 1, par. 2 y 3.
Un raro ejemplo de poesía kantiana. Fue escrito en 1782, en ocasión de la muerte del pastor Lilienthal, que había casado a los padres de Kant:
Was auf das Leben folgt deckt tiefie Finsterniss; Was uns zu thun gebührt, dess sind wir nur gewiss.
Lo que viene después de la vida se esconde en profunda oscuridad; lo que debemos hacer es lo único que sabemos con certeza.
Lo que sigue contribuye en mucho a explicar la popularidad de que gozaban las clases de geografla de Kant entre los ciudadanos de Minigsberg. Fue escrito por el Dr. J. H. Stirling, miembro británico, en el siglo XIX, de la Sociedad Filosófica de Berlín.
[En sus clases de geografia, Kant] no puede dejar de referir algunos de los hechos más interesantes de que ha tenido noticia ... Los negros nacen blancos, salvo un anillo alrededor del ombligo. El ibis muere cuando sale de Egipto. El león es tan noble que no pone su zarpa sobre una mujer ... El agua de El Cabo es tan pura que permanece dulce cuando se la trae a Europa. Si se hace una copa de cuerno de rinoceronte, cualquier veneno la romperá ... En las Islas Canarias hay un árbol que nunca se pudre, ni en tierra ni en agua. Hay un molusco en Italia que da tanta luz que se puede leer. En el Languedoc hay una fuente de agua termal que saca polladas ... Las bestias salvajes sólo comen negros en Gambia, y dejan en paz a los blancos. Los negros de América son inmensamente aficionados a comer carne de perro, y todos los perros les ladran.
Según el Dr. Stirling, todas estas opiniones "fueron expuestas con gravedad".
¡ OCVLUM TERTIVM ! (El tercer ojo... LA CÁMARA)
Hace 4 años
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