Date: Thu, 10 Mar 2005 02:06:40 -0500
Subject: Reivindicación de Aranda
* Fuente:
http://www.lavanguardia.es/web/20050309/51178987960.html
TOMÁS ALCOVERRO - 09/03/2005 - 18.05 horas
Pocos días después de su muerte, una amiga encontró, por las calles de Damasco, al arquitecto Fernando de Aranda que, despacio, paseaba para ver los edificios que, durante muchos años, había construido. Aranda fue uno de los españoles raros, cosmopolitas, que vivió desde principios del siglo pasado en Siria, donde dejó una valiosa obra arquitectónica, todavía mal conocida en la Península. No ha habido en estas tierras del Levante y del Próximo Oriente muchos ibéricos contemporáneos que hayan dejado huella, ni que se sintiesen atraidos por estos pueblos. Excepciones fueron Josep Carner que, durante su Consulado de Beirut en los años de la República española, escribió magníficos artículos sobre la vida, la cultura y la política oriental, o Gabriel Alomar, el escritor mallorquín, que colaboró en la prensa francófona de El Cairo, después de perder su puesto diplomático. Alomar fue enterrado en la capital egipcia hasta que sus restos mortales, no fueron trasladados hace algunos años a las Islas.
Valdría la pena reivindicar la figura de Aranda, personaje sobre el que Eugenio García Gascón publicó dos sabrosos y detallados estudios en el boletín de la "Asociación Española de Orientalistas" y en la revista del "Instituto Hispano Árabe de Cultura".
Su padre, músico, recibió un buen día en París la invitación del embajador de la Sublime Puerta para ir a dirigir a Estambul la orquesta del Sultán. Abdul Hamid II le otorgó el título de "Pachá" y le nombró director de todas las bandas militares del Imperio, con rango de general de división.
Fernando de Aranda vivió el ambiente exquisito de la Corte y los años de la decadencia del Imperio Otomano, hasta que se trasladó a Damasco, en las postrímerías del gobierno del Sultán. Con su caída, su padre regresó a España y se estableció con su familia en Barcelona, a excepción del joven Fernando que se convertiría en el primer cuarto del siglo XX, en uno de los arquitectos que más embellecieron la capital siria.
Al tratar de imaginar su último paseo, cuando ya Aranda tenía noveinta y un años, García Gascón escribe que "pudo pasar ante la Estación, la Universidad, el edificio Abid, quizá ante el Serrallo y seguramente ante otros muchos que incluyo en este cat´
Su obra más importante es la estación del Hedjaz, construida entre 1917 y 1920 cuando se tendió la línea férrea de Damasco a Medina, para que los musulmanes pudiesen viajar a los Lugares Santos del Islam.
Aranda ganó el concurso al que se presentaron arquitectos internacionales para edificar esta obra. La estación, durante muchos años desafectada, se eleva en una céntrica avenida de la capital, a poca distancia del abigarrado zoco Hamadie del antiguo Damasco. Es un bello edificio de dos plantas de gracil estilo europeo con un pórtico de columnas, en el que se incorporan numerosos elementos típicos de arquitectura árabe.
Aranda hizo importar los azulejos de la fachada de Talavera de la Reina. Se le atribuyen otros edificios del centro de la ciudad como el Serrallo, sede del Ministerio del Interior, la casa Abed, la Compañía de Aguas de Fiqn, la Universisdad, el Banco Comercial de Siria, además de otras construcciones entre ellas varias mezquitas.
Una cierta leyenda envuelve a este hombre que fue durante los años de la Primera Guerra Mundial intrépido viceconsul honorario de España y de otras naciones de Europa, tras el hundimiento del Imperio Otomano, con la misión de proteger a los súbditos occidentales que permanecieron en la Ciudad de los Omeyas. Aranda contrajo nupcias con una mujer de rica familia turca, convirtiéndose al Islam, como nuestro Alí Bey, adoptando el nombre de Mohamad. Fue enterrado en 1969 en Damasco en el pequeño cementerio musulmán de Bab El Sgir.
Brigantinus-Quora
Hace 7 años
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