lunes, 31 de octubre de 2016

Magda Göbbels

MAGDA

Una infancia problemática.

Magda, nació en Berlín 11 de noviembre de 1901, cuando su madre Auguste Behrendt tenía 21 años de edad. Lo que realmente se sabe sin discusiones es: a) Auguste era alemana y católica y b) La bebé fue registrada por su madre con el hermoso nombre de Johanna Maria Magdalena Behrendt. 

También está probado que c) El Ing. Ritschel era alemán, católico y millonario, estudioso de la "enseñanza pacífica" de Gautama Siddartha  Buda y d)  No reconoció a Magda como hija suya y por eso aceptó que la niña fuera registrada con el apellido de su madre.

Behrendt  y Ritschel se casaron en ese mismo año de 1901 y se divorciaron en 1904. Algunas fuentes, citadas por Hans Otto Meissner, (un biógrafo de la familia Goebbels) sugiere que el matrimonio se llevó a cabo antes del nacimiento de Magda y que su verdadero padre fue Rietschel, pero es solo una creencia u opinión porqué no hay evidencia en particular para sostenerlo. Esta era la versión tradicional y dominante hasta hace unos años. 

Otras fuentes sostienen que Auguste dio a luz a su hija antes de la aparición de Rietschel, es más, algunos sostienen que Auguste habría dicho que nunca se había casado con el Ing. Rietschel y que Magda fue fruto de una relación de su madre con otro amante, el empresario judío asimilado Max Richard Friedländer, que se dedicaba a comerciar pieles. 

En 1908 Friedländer reapareció para casarse con Auguste, este segundo matrimonio tampoco duró mucho tiempo, se separaron en 1914. 

El historiador Oliver Hilmes en uno de sus libros, “Berlín 1936”, se refiere a esta versión como plausible. Últimamente, Hilmes ha encontrado en los archivos alemanes una tarjeta o esquela de presentación del señor Friedländer en la que escribió “Magda, nacida el 11 de noviembre de 1901 es mi hija biológica”. Una nota personalísima y un tanto bizarra para ser escrita en una simple esquela.

Varias publicaciones periodísticas durante el 2016 difundieron este hecho y lo consideraron como una prueba que demostraría de manera definitiva que Magda era judía. Hilmes, está convencido que Magda era hija del señor Friedländer y por lo tanto, en sus venas corría sangre judía.

En realidad, estas especulaciones sobre la paternidad de Magda no son nuevas. Hace unos años, en el 2000, el diario popular y sensacionalista Bild Zeitung fundado en 1952, publicó una nota sobre Friedländer como el posible padre judío de Magda Goebbels, en realidad, la “investigación” se basaba en comentarios de algunas personas e interpretaciones de párrafos del diario del ministro de propaganda de Hitler y no presentaba prueba alguna sobre la hipótesis enunciada.

Por la misma época, en el 2001, la revista Der Spiegel alimentó los rumores y señaló que la mujer que, en sus días de esplendor, fue bautizada como la "madre modelo del Tercer Reich", tenía sangre judía.

Anja Klabunde en su libro sobre “Magda Goebbels” Edit. Paris Tallandier en 2006, nos recuerda que el 19 de diciembre de 1931, día de las nupcias de Magda con Goebbels, un diario liberal de Berlín, en primera página y con letras destacadas publicó el siguiente irónico título “El pequeño jefe nazi se casa con una judía”.

Wikipedia también dice desde 2007: “Madga nació en 1901, en Berlín, producto de la relación entre su madre y un judío llamado Richard Friedländer«Biographie: Magda Goebbels» (en alemán). Archivado desde el original el 30 de diciembre de 2007”.

Diane Ducret en su libro “Las mujeres de los dictadores” editado por Aguilar en 2010, menciona el mismo sorprendente titular: “El pequeño jefe nazi se casa con una judía”. Sin duda, se refería a la boda de Joseph Goebbels con Magda.

Para complicar más las cosas, el diario de Goebbels muestra que Magda no era el único miembro de la familia sospechoso de tener vínculos con judíos. El 18 de mayo de 1931, Goebbels escribió: "Hay una misteriosa historia sobre una persona que le advirtió a Magda que no debía casarse conmigo, porqué yo era un judío. Hacía referencia a una carta mía en la que yo afirmaba que mi padre era judío, uno se podría morir de risa al leer estas cosas".

Por otra parte, nos enteramos que el Dr. Goebbels cuando era estudiante estuvo enamorado durante dos años de una joven maestra judía. 

La relación con Else Janke parece que era poco conocida y su exacta dimensión quedó definida con la apertura de los archivos soviéticos, donde se conservaban todos los diarios de Goebbels. El historiador británico Toby Thacker los ha utilizado como materia prima de su libro “Joseph Goebbels. Vida y Muerte”, que la editorial Ariel publicó en el 2010 en castellano.

Thacker explica que cuando Goebbels se enteró en 1923 que la madre de Else era judía, su relación ya era estrecha y su amor intenso. Le resultó "increíblemente difícil" romper con ella de manera irreversible. El odio y el amor se juntan de forma casi ridícula en el diario. Primero, muestra su lado más despreciable: "Una raza bastarda será estéril y debe morir. ¡¡¡No puedo ayudarlos!!!" (por la familia de Else). Y a continuación: "Te amo más de lo que nunca pudiera haber imaginado". El romance terminó por “razones de raza”, escribió Goebbels.

Thacker admite que no hay pruebas de que sus amigos nazis conocieran esta relación. "No sé si Hitler lo sabía, de hecho, Hitler nunca conoció a Else. No es algo que Goebbels hubiera divulgado fácilmente".

No se sabe realmente mucho acerca de la historia de Magda más allá de los hechos concretos que por su evidente presencia la historia registró: Hijos, amores, desamores, muertes y unos pocos amigos como Lisa, Ello y Albert Speer. Ella no llevó un relato personal de lo que sentía y pensaba. No hay documentos propios sobre las auténticas demandas y sueños de su vida, salvo un par de breves cartas y algunas referencias sobre ella en el Diario de Goebbels. Existen muchos testimonios de personas que la conocieron con alguna cercanía. El resto son opiniones o hipótesis de sus numerosos biógrafos y comentaristas.

Para acercarnos a esta especial mujer con el fin de intentar obtener una comprensión del sujeto “Magda”, hay que  pensar en lo que podría haber sentido por ser una niña que no fue reconocida por su progenitor, fuera este Oskar Ritschel o Richard Friedländer y el comportamiento distante y poco maternal de su madre Auguste Behrendt. 

Para el observador todo parece indicar que Auguste engendró una niña que no deseaba, si bien la cuidó cuando era bebé, fue incapaz de comprender las necesidades humanas para el desarrollo de su hija, de esto se ocuparon quienes fueron sus maridos y los costosos colegios católicos que la educaron. 

Esta conducta de Auguste induce a pensar que sentía celos del amor que el supuesto padre y el padrastro le brindaban a Magda. Posiblemente, durante su infancia Auguste sufrió carencias que afectaron la natural autoestima, no fue capaz de crecer y proyectarse en su hija porqué su dominante necesidad de seguridad personal lo impedía.


¿Quién fue Magda?

Podemos  imaginarnos a Magda como una niña que a una edad muy temprana (5 años) fue internada en un estricto colegio católico en Bélgica, cuidada y visitada casi exclusivamente por los hombres de su madre. Seguramente, Magda se vio obligada en soledad a controlar sus miedos y no pedir ayuda a nadie. 

Fue recién en 1914, en Berlín, a los 13 años de edad que Magda conoció lo que era una familia bien constituida que tenía capacidad para brindarle cariño y protección, (la familia judía Arlosoroff), además había llegado el momento en que Magda se convirtiera en una jovencita que estaba impulsada por la angustia de lograr amor y reconocimiento. 




Eso la llevó a enamorarse de hombres carismáticos, famosos  y poderosos, sin importar sus inclinaciones políticas y sus edades, Magda trasladó sus necesidades y ambiciones sobre estos hombres no comunes para intentar cumplir sus ocultas ilusiones. Fue un camino o un proyecto no auto gestionado ni conscientemente buscado, fue un destino que por la época que le tocó vivir podía terminar en un terrible desastre y lamentablemente así fue.

Volvamos a la infancia, cuando Magda tenía cinco años, su madre la envió a vivir con Rietschel en Colonia, mientras Auguste se dedicaba a jugar al amor con Max R. Friedländer . Ritschel la llevó a Bruselas a vivir con él y la inició en lecturas budistas. La inscribió como interna en el Convento de las religiosas Ursulinas de Vilvoorde, un instituto educativo de clase alta, católica y conservadora, permaneció en el colegio tres años. En el convento se la  recordaba como "una niña activa, inteligente y agradable”.   

La madre de Magda, Auguste Behrend se casó en Bruselas en 1908 con el empresario judío Max Richard Friedländer.  Dicen algunos, que en Belgica,  Friedländer respetaba Pesaj y el Iom Kipur, aunque nunca se opuso a que Magda recibiera una educación católica. Friedländer y Ritschel mantuvieron una cordial relación, especialmente para atender a Magda, ellos se turnaban en el cuidado material y en el cariño hacia la niña, quien mantenía un contacto regular y cercano con sus dos padres. 

Los negocios de ambos hombres se desarrollaron con éxito sostenido en Bélgica hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, se vieron obligados a abandonar Bruselas en medio del repudio de los belgas tras la invasión alemana, gran parte de los bienes que poseían en Bruselas fueron confiscados.  

Como respuesta personal de oposición al conflicto europeo y luego mundial, el padre de Magda que se suponía era el industrial Ritschel adquirió una gran versación en las "enseñanzas pacíficas de Buda. Y a través de él Magda se inició en la "Literatura budista". Meisner afirma que "siempre se encontraba junto a su cama en Bruselas y en Berlín un libro sobre Buda."

Regresaron a Berlín, donde Magda asistió a la escuela secundaria del Liceo católico Kolmorgen. Auguste Behrendt se divorció de Friedländer en 1914, el matrimonio había durado apenas seis años.  Se sostiene que Richard Friedländer volvió a vivir tiempo después en Bélgica, fue detenido por la Gestapo en Bruselas y  murió el 18 de mayo de 1939 en el campo de concentración de Buchenwald.

Casi todos señalan que Magda no hizo nada para protegerlo, cuando un simple pedido de ella al Führer lo hubiera salvado. Este hecho y el triste final de sus seis hijos se utilizan para describir a Magda como una mala y perversa mujer. 

Pero conviene preguntarnos: ¿Magda sabía que su padrastro o padre estaba en un campo de concentración?  Friedländer había decidido no mantener ninguna relación más con Magda desde 1930, cuando se enteró que ella se afilió al partido nacional socialista y coqueteaba con los jefes nazis, desde ese momento no mantuvo vínculo alguno con Magda.
                                                                                                                                                                   Hasta donde pudimos investigar ni su madre  Auguste, ni Ritschel, ni Speer, ni los Quandt, ni Himmler, ni Goebbels, ni Eva Braun, ni Leni Riefenstahl le mencionaron a Magda la difícil situación que padecía Friedländer. 

A pesar de las valoraciones personales, Magda fue una mujer apasionada que durante cuarenta años se reinventó constantemente, algunos parecen olvidar que las personas además de los componentes heredados, son una construcción colectiva y del tiempo que les tocó vivir.

Regresemos: Como ya adelantamos, en 1914 Magda de 13 años se relacionó íntimamente con una familia de refugiados judíos, los Arlosoroff, conocidos de Friedländer,  ella se hizo muy amiga de Lisa Arlosoroff, una muchacha de su misma edad, Magda era tratada por los Arlosoroff como una hija. Está probado que Magda siendo muy jovencita se enamoró del hermano de Lisa, Victor Haim Arlosoroff, quién años después se convertiría en un importante líder sionista en Palestina, llegando a ser el secretario político de la Agencia Judía. 
  
En 1919, Magda fue inscripta en el prestigioso Colegio de señoritas Holzhausen cerca de Goslar. A la edad de 18, mientras regresaba en tren a Berlín desde su escuela, Magda conoció casualmente al Dr. Günther Quandt , un rico industrial alemán, viudo, que la doblaba en edad, propietario de las baterías AVA, luego de 1945 se llamaron VARTA, entre otros muchos negocios, tenía grandes participaciones accionarias en BMW y Daimler-Benz. Este hombre quedó impresionado por la belleza, cultura y mágica simpatía de Magda. Quandt la visitaba frecuentemente en la escuela haciéndose pasar por un amigo de la familia y la conquistó con finas cortesías y grandes gestos de poder económico. 

  Este es el rostro de Magda a fines de 1920, antes de contraer nupcias con Günther Quandt.


El primer casamiento de Magda.

El Dr. Günther Quandt le confesó a Magda que quería casarse con ella, la propuesta fue rápidamente aceptada con el entusiasta apoyo de su madre Auguste Behrendt y el repudio de Victor Haim Arlosoroff.

La familia Quandt no estuvo de acuerdo con esta decisión de Günther, si bien no se atrevieron a manifestarlo expresamente. Dicen que la madre de Quandt se refería a Magda como “La dama de las Camelias”.  (Recordemos que el tema central de la novela de Alejandro Dumas hijo, es el amor del conde hacia Margarita, un amor casto y romántico, pero, por parte de ella era una simulación interesada, ya que no lo quería pero como la podía mantener muy bien, siguió la relación hasta que conoció a su amor verdadero).

Muchos pensaron que para Quandt, cercano a la madurez, su proyectado matrimonio con la joven y refinada Magda era un símbolo externo de distinción, la corona de laurel con que muchos triunfadores se adornan llegados a cierta edad. Magda, sin embargo, no deseaba ser un florero al servicio de su acaudalado enamorado. 

 Quandt le pidió que por razones sociales era conveniente que cambiara su apellido por el de Rietschel, ella había sido anotada en el Registro Civil de Berlín con el apellido de su madre soltera (Behrendt), también fue conocida en los colegios por el apellido de su padrastro (Friedländer), hecho que en el futuro debía olvidar. Además le informó que para casarse era necesario que se convirtiera del catolicismo nominal de los Rietschel al protestantismo practicante de la familia Quandt. Todas las solicitudes fueron aceptadas y Magda Rietschel y Günther Quandt se casaron el 1 de enero de 1921. 

Vida confusa la de esta muchacha, sabía que era hija de una madre soltera que se casó dos veces, pero no sabía quién era su verdadero padre, fue criada y educada como católica, tuvo un superficial conocimiento de las creencias  judías por Friedländer y los Arlosoroff , hecho que debía negar, leyó varios libros sobre la doctrina  Budista guiada por Rietschel, un erudito en Buda y fue obligada a convertirse al protestantismo para su casamiento con Günther Quandt. 

Lo fantástico es que la confusión que padecía Magda, aún no había terminado. Todavía la esperaban nuevas y traumáticas confusiones. 

El 1 de noviembre de 1921, once meses después de la boda vino al mundo su primer hijo, a quién bautizaron Harald Quandt . Con el paso de los años Harald  fue miembro de las juventudes hitleristas, piloto de caza de la Luftwaffe, sobrevivió a la guerra y se destacó como un poderoso industrial en la República Federal Alemana, en los años 60 él y su hermanastro Herbert eran dueños totales de BMW y de otras grandes empresas. Al nacer el siglo XXI las cuatro hijas de los Quandt y sus nietos conformaban una de las familias más ricas de Alemania, su fortuna se estimaba en más de 20.000 millones de euros.

Bien dice Fernando Díaz Villanueva en su artículo “Magda Goebbels, el nazismo en femenino”.
“La vida social de los Quandt no era muy excitante. Günther trabajaba mucho, y sólo tenía a su esposa para exhibirla muy de tanto en tanto y para que le acompañase en algunos viajes de negocios. Más que un marido, Quandt parecía un padre, el tercero para la pizpireta joven. El aburrimiento, sin embargo, es mal compañero para casi todo, y heraldo de malos augurios cuando se cuela entre dos cónyuges”.(…)

Magda, languidecía junto a un cincuentón en un barrio alto de Berlín, pronto se sintió frustrada en su matrimonio, no se sentía feliz, su marido pasaba muy poco tiempo con ella, él estaba totalmente dedicado a sus industrias y negocios. 

A partir de 1922, Günther Quandt se unió a la industria de la potasa, en asociación con Agusto Rosterg  mediante la compra de la "Wintershall AG", fundada en el año 1921. Además, se las arregló para adquirirl la mayoría de las acciones de la "Accumulatoren Fabrik Aktiengesellschaft Berlín-Hagen" (AFA) fundada por Adolf Müller, el mayor fabricante de baterías y acumuladores de Europa en aquel momento. Esta empresa había abastecido a los submarinos  y buques de la Armada. 

A Magda las enormes obligaciones domésticas la abrumaban, debía ocuparse del cuidado de Harald, su pequeño hijo, del adolescente  Helmut y de Herbert  frutos del primer casamiento de Quandt y de otros tres niños, hijos de un matrimonio fallecido muy amigo de su marido, además era la responsable de supervisar al numeroso personal de servicio de la casa, todo esto en medio de la fría indiferencia de la madre de Quandt, cuando le hablaba a Magda era para compararla con Antonie Ewald, la primera esposa de su hijo que murió en 1918, y lo hacía para quitarle valor a Magda. Una de las hermanas de Quandt tampoco la quería, la otra hermana, llamada Ello de su misma edad,era muy amiga de Magda.

No fue extraño que Magda en 1922 volviera a refugiarse en el hogar de los Arlosoroff. Victor que había viajado a Palestina disgustado cuando Magda se casó con Quandt, había regresado de su Eretz Israel para graduarse de economista en la Universidad de Berlín. Reanudaron la relación amorosa que los había unido con intensidad en la adolescencia. Victor Arlosoroff  poseía una personalidad cautivante, era un orador fogoso y apasionado,  gran lector de la poesía de Heine y las obras de Goethe y un estudioso de las teorías socialistas de Sirkin y Borojov.

Según la escritora Anja Klabunde, una de sus biógrafas, Magda cuando estaba con Arlosoroff lucía un “Magen David” que Victor le había regalado, ella se lo quitaba y ocultaba al regresar a su casa. Esta relación fogosa que duró más de dos años terminó por decisión de Arlosoroff  debido a que Magda no podía acompañarlo a sus reuniones políticas con los sionistas alemanes y tampoco se decidía a romper su matrimonio. A mediados de 1924 Víctor renunció a la plaza de profesor en la Universidad, cátedra que había ganado por concurso y emigró definitivamente a Palestina para trabajar activamente en la política del Yshuv junto a Ben Gurion y Weizmann.  

Muchos años más tarde, en Israel, Lisa Arlosoroff le contó a Anja Klabunde que cuando su hermano abandonó Alemania en 1924 Magda lo acompañó a la Estación Ferroviaria Central de Berlín, tratando de convencerlo en quedarse, rogó que no la dejara y rompió en lágrimas amargas cuando Víctor subió al tren. Para Magda fue un durísimo golpe, que la sumió en un estado depresivo.

Con la intención de superar las situaciones abandónicas y desesperada por la soledad afectiva que la rodeaba, a la edad de 23 se sintió atraída sexualmente por su hijastro, Helmut Quandt, de 19 años de edad. 

Según algunos comentaristas, para disolver el delicado y complejo vínculo de su hijo con Magda, Günther Quandt no les hizo el menor reproche, posiblemente Günther se sentía culpable o causante de la situación. Envió a Helmut a estudiar en Londres a una gran Universidad y organizó una serie de viajes de negocios, con muchas y variadas actividades sociales que permitieran el lucimiento de su bella y joven mujer.

En Berlín, Günther Quandt transformó a su hermosa casona en un centro de reuniones y fiestas con industriales, banqueros y comerciantes de Europa y EEUU, sin olvidar invitar a lo más granado de la alta sociedad alemana. Magda disfrutaba de estas actividades de la burguesía, que le permitían demostrar su natural simpatía, cultura y habilidad en el dominio de varios idiomas.

De manera inesperada Helmut falleció en los primeros meses de 1927 por complicaciones en una operación de apendicitis. Desgracia que afectó intensamente a toda la familia.


Se termina el primer casamiento de Magda.

Günther Quandt tomó la decisión de realizar un viaje a los EEUU de varios meses de duración, el barco transatlántico RMS Berengaria de la “Cunard Line” entró en el puerto de Nueva York en la mañana del 28 de noviembre de 1927. El objetivo era interesar a empresas navieras americanas en los nuevos acumuladores eléctricos de gran rendimiento que una de sus empresas producía. 
Luego de cierto tiempo, mientras  visitaban fábricas de automóviles, yates, lanchas y camiones Magda capturó la atención, interés y algo más de uno de los sobrinos de Herbert  C. Hoover, el futuro presidente de los Estados Unidos.

De regreso en Alemania continuaron las fiestas y reuniones de negocios, Magda era en ese tiempo una de las damas más destacadas de la alta sociedad y del mundo empresarial, lo que le permitió ampliar el círculo de sus amistades y también el de sus admiradores. En una de esas fiestas conoció a un joven que la llevaría a la ruptura con Quandt.

En 1928, Quandt continuó expandiéndose y tomó el control de la "Berlin-Karlsruher Industrie-Werke AG", que, durante la Primera Guerra Mundial todavía se llamaba "Deutsche Waffen und Munitionsfabriken AG (DWM)" había sido una proveedora de armas y municiones del ejército alemán cuyas acciones estaban por el piso. Por el Tratado de Versalles de 1919, Alemania no podía producir armas de guerra, es probable que al invertir dinero en este sector, Quandt estimaba que en un corto o mediano plazo se levantaría la prohibición y no se equivocó.

Hanss Otto Meissner en su libro ("Magda Goebbels, la Primera Dama del III Reich", Editorial: The Dial Press, Nueva York., 1980), menciona al amante de Magda que precipitó su divorcio con Günther Quandt, pero no lo identifica, solamente se refiere a él como "Ernest" y aclarando que ése no es su nombre verdadero, al tiempo que explica porqué lo hace.

Vamos a la biografía escrita por Meissner, específicamente al Capítulo V "El Matrimonio de Magda se derrumba" ("Magda's marriage falls apart") en el que hay varios párrafos que describen lo ocurrido, los cuales transcribiremos casi textualmente.

"Ella (Magda) había pensado frecuentemente en dejar a su esposo. Pero. (...) las cosas habían cambiado, de tal manera que por primera vez Magda le pidió a su esposo que le diera su libertad. Deseaba llevarse a Harold con ella y esperaba que Quandt le pasara una pensión durante un tiempo para adquirir suficientes calificaciones para trabajar y estuviese en posición de ganarse la vida. Günther Quandt se negaba siquiera a discutir el tema y a pesar que Magda constantemente le planteaba su deseo de terminar el matrimonio, ella siempre encontraba la misma respuesta negativa. "

Por su propia iniciativa ella no podía llevar adelante su propósito porqué, la ley civil prescribía en ese tiempo, que las mujeres no tenían justificación legal para obtener el divorcio sin acuerdo del esposo. Magda debía alegar y probar judicialmente que sufrió una ofensa marital (adulterio), lo que la habilitaría para obtener el divorcio sin el consentimiento de su marido. Pero, por razones de honor, no quiso espiar a Gunther ni inventarle aventuras con mujeres.

Magda tenía veintisiete años de edad y lucía más bella que nunca. Sus ropas provenían de los mejores modistos de Berlín, era una de las mujeres mejor vestidas de Alemania. Es posible que nunca había estado enamorada verdaderamente, pero ahora, de repente, así lo sentía. Divorciarse era su más ferviente deseo.

Un joven, al cual llamaremos Ernest, la conoció en la fiesta de un amigo. Él dirigió su atención hacia ella desde el instante en que Magda entró al Salon del brazo de su esposo. Magda lo observó a él también, el intercambio de las primeras miradas les afectó a ambos como si hubieran compartido una poción mágica. El se acercó a ella, se inclinó y le pidió bailar una pieza musical, cuando la tuvo entre sus brazos danzando,  le susurró "Tu no eres felíz. Yo te amo..."

Al escucharlo, ella no se retiró inmediatamente de él, sino que continuó bailando con placer, entonces, él supo que su apuesta estaba ganada. Hicieron arreglos para encontrarse al día siguiente. Ernest dijo que era un estudiante en Berlín, que provenía de una familia culta y acomodada de Renania. Su padre, un muy conocido experto legal, era un hombre de mundo. Fue la juventud de Ernest, el encanto y su aspecto feliz, así como su naturaleza romántica al estilo antiguo, lo que lo mostraron tan atractivo a los ojos de Magda. Era guapo, alto, delgado, con cabello café claro y ojos grises. Vestía con natural elegancia. Su actitud hacia Magda combinó desde el principio la cortesía y la discreción propias de un verdadero caballero, junto al espíritu y el fervor de un amante, que estaba cortejando a la mujer más maravillosa del mundo.

Magda estaba embelesada por él, era un excelente conversador, como no había conocido por años; él podía discutir de teatro, música o los más recientes libros; describía con gracia los viajes realizados, admiraba los vestidos de Magda y la escuchaba atentamente, todas las cosas que ella añoraba desde hacía años.

Magda no permitió que su conciencia le causara problemas. Ella había contraído matrimonio con Günther Quandt con los más altos ideales y la honesta intención de entregarse por completo a él. Quien quiera que haya sido el culpable, él había fallado en ganarse su corazón. Ahora había conocido a alguien que sabía cómo pedirle y cómo darle.

Después de mucho tiempo de hastío, la vida de repente florecía. En el fondo de sí misma, Magda se sintió liberada, sintió que ella podía hacer lo que quisiera y a su gusto. Después de todo, ella era aún una mujer joven; le suplicó a su esposo que le diera el divorcio para que ella pudiera vivir su propia vida independientemente, pero él siempre se había negado a ello. (...)

Ernest era un amante ideal. Él siempre encontraba tiempo para dedicarle a Magda, estaba a su disposición a cualquier hora del día o de la noche. Estaba lleno de nuevas ideas, tenía muy buen carácter y era la mejor de las compañías. Imposible imaginar un mejor compañero.

Cuando Ello Quandt (Meissner se refiere a la hermana de Gunther, una íntima amiga de Magda) me contó acerca de Ernest unos veinticinco años después de aquella época, la entonces dama de cincuenta y cinco años se transformaba en una jovencita de quince mientras, con sus mejillas sonrojadas, me confesaba que ella, la mejor amiga de Magda, la había envidiado por haber encontrado el amante perfecto. Cuando en 1950 me senté con Ello en su casa, Ernest aún vivía en la ciudad de Colonia, felizmente casado y con tres hijos. Era perfectamente posible que él estuviera llevando una vida plena sin problemas con su esposa, una razón de peso para no dar su verdadero nombre.

Fue el más perfecto amorío. Romance y flores, amor apasionado y buena camaradería entre dos personas cultivadas y ardientes, ambos demasiado educados para ser indiscretos en frente de terceros y al mismo tiempo demasiado orgullosos para actuar furtivamente. Y fue precisamente en este aspecto en el cual ellos fueron imprudentes. Viajaban juntos e inclusive se alojaban juntos en los mejores hoteles. Magda se justificaba en hacerlo puesto que ella estaba enamorada y no deseaba estar con su amante como Mr. and Mrs. Müller en pequeños refugios. Ella veía esta experiencia como algo que el destino le debía

Magda nunca antes había podido dar expresión a su lado romántico y ahora, finalmente, podía hacerlo. La razón por la cual ellos permanecieron juntos en el Hotel Dreesen en Godesberg en las orillas del Rhin es incomprensible, fue algo completamente carente de sentido.

Günther Quandt naturalmente notó los cambios que Magda estaba teniendo. Ella lucía radiante y se ausentaba de su casa mucho más frecuentemente que nunca antes. Quandt, un hombre de cabeza fría, contrató un detective privado para seguirla y rápidamente supo en donde y con quién Magda estaba teniendo sus encuentros y otras historias.

Esperó a que Magda regresara y le pidió explicaciones. Magda era demasiado orgullosa para negarlo y lo admitió todo directamente, pero culpó a Quandt por la manera en la cual las cosas se habían desarrollado. 

Quandt, con todo su mundo colapsando a su alrededor, la echó de la casa inmediatamente, permitiéndole empacar una pocas maletas y ordenó a sus empleados que no permitieran que Magda volviera a entrar en la casa. De esa manera, después de nueve años de matrimonio con Günther Quandt, Magda salió de su casa con solamente unos pocos maletines. Tomó un taxi y fue a la casa de su madre, la cual desde hacía mucho tiempo esperaba que algo así ocurriese. Auguste no le reprochó nada a su hija, ni le expresó pesar ni compasión." 

Hasta aquí la muy detallada descripción de Meissner sobre el romance, de Magda, entiendo que el relato del biógrafo es parcial y muy crítico con Günther Quandt. 

La madre de Magda muchos años después confesó que el amante llamado “Ernest”, en realidad era un abogado recién recibido que se llamaba Fritz Gerber, hijo de un importante jurista judío alemán. 
Rüdiger Jungbluth autor de “Los Quandts”, Los empresarios más exitosos de Alemania, editado por Campus Verlag en 2015 confirma en la página 84 que el amante de Magda Quandt era Fritz Gerber.
El estudio “Gerber&Consultores” era justamente el asesor legal de varias empresas de Quandt, fue suficiente un encuentro entre Gerber y Quandt para que el joven Fritz fuera enviado de inmediato a una gran Universidad extranjera para doctorarse, es decir, lo sacaron de Berlín y lo mandaron bien lejos.

Como resultado de los informes Quandt decidió divorciarse de Magda en ese mismo año de 1929, se estima que las pruebas de la prolongada relación que Magda mantuvo con Victor Arlosoroff fue lo que más lo indignó, llevaban menos de dos años de casados cuando eso ocurrió. 

Después de unos días duros, ante la rogatoria de Auguste Behrendt, sumada a la necesidad de Quandt por lograr tranquilidad y paz para los negocios, le otorgó a Magda un muy generoso acuerdo de divorcio: La libertad, más una espléndida casa en el privilegiado barrio de Reichskanzlerplatz  con personal de servicio y una enorme pensión mensual, que se duplicaba cuando Harald estaba con ella. Él se quedaría con la custodia compartida de Harald hasta los 15 años e inauguraron una relación fría pero sin rencores. Magda podía mirar hacia el futuro sin preocupaciones dinerarias de ningún tipo. 

Cuando Hoover ya era el 31° presidente de EEUU, su sobrino y Magda se reencontraron, no está claro si fue en América del norte o en Alemania con el objetivo aparente de reanudar la relación para llegar al casamiento, fue un episodio que terminó mal, hubo un accidente de automóvil en el que Magda y su pretendiente resultaron heridos con alguna seriedad y todo terminó.
Magda y los nazis.

Joven, atractiva, culta e independiente, sin necesidad de trabajar, Magda se sentía abandonada, inútil y profundamente aburrida, extrañaba los encuentros de té con masas vienesas, las fiestas con la alta sociedad y la ausencia de los empresarios que la admiraban.  

No mucho después del divorcio, comenzó a frecuentar el “Club Nórdico” una institución fundada en 1909 que defendía la superioridad de los nórdicos y que simpatizaba evidentemente con la ideología nazi. Fue allí que durante la campaña electoral de 1930, siguió el consejo de un amigo que la invitó a una reunión del Partido Nacional Socialista de los Trabajadores del Pueblo Alemán en el Palacio de los Deportes de Berlín, frente la Plaza de los Países Bajos. El orador principal del acto era un tal Joseph Paul Goebbels, un dramaturgo fracasado de aspecto enjuto, de poca estatura, con cabello oscuro y ojos castaños que arrastraba su pierna izquierda. 

Algunos de sus biógrafos dicen que Magda quedó impresionada por el discurso del Gauleiter nazi de Berlín a quién ella desconocía en absoluto. Otros biógrafos, quizás la mayoría, no comparten esta opinión.

Comenta Klabunde: "Ella se sentó entre miles de personas cuyo lenguaje era ordinario o de escasa educación, la mayoría eran hombres uniformados que olían a sudor y saltaban con sus botas frenéticamente cuando pasó el orador vistiendo una chaqueta de cuero y en su caminar cojeaba ligeramente de un pie. La belleza había visto a la bestia, formando ella parte de una escenografía infernal”.

Magda quedó sobrecogida por la parafernalia del acto, brutal y al mismo tiempo mística, con una violencia apenas contenida y la emotividad de la gente a flor de piel.  En su discurso, Goebbels demostró conocer el escenario teatral y el arte de manejar los silencios, tuvo palabras de gran elogio para Adolf Hitler, el líder, desprecio y burla para los enemigos de su partido político y odio hacia los parásitos judíos.

Hasta ese momento Magda no tenía posición política alguna, pero uno o dos días más tarde, compró el libro de Hitler, Mein Kampf (Mi lucha), lo leyó con una actitud casi religiosa y corrió a afiliarse al partido, al NSDAP. 

El hastío de repente desapareció; había descubierto al nazismo, al pensamiento del Jefe y a su titiritero el Dr. Goebbels. Simultáneamente decidió que sus recuerdos respecto de tener un padrastro y ex novios judíos debían ser enterrados en el quinto foso de su conciencia y si fuera posible olvidarlos como si nunca hubieran existido.

Comenzó a realizar algún trabajo voluntario de propaganda para los nazis en las calles de Berlín, lo hacía sin fervor alguno, repartir volantes era una tarea que no le agradaba y no era para ella. En la modesta casa del partido, en pocas jornadas, gracias a su buena formación y a las habilidades que había desarrollado en los mejores salones, supo ascender desde la sede local hasta las oficinas del cuartel general nazi. Allí conoció a Hitler, un acontecimiento que la marcaría de manera indisoluble para el resto de su vida.

Durante un breve tiempo fue la secretaria de Hans Meinshausen, y  rápidamente pasó al servicio del orador que escuchó en el Palacio de los Deportes, el Dr.Goebbels, una persona tan influyente como libidinosa.  "Una hermosa mujer llamada Quandt está haciéndome un nuevo archivo privado", escribía Goebbels en su diario en aquel otoño de 1930. El jefe del partido de Berlín, le daba una extraordinaria importancia a la prensa y a toda información gráfica y visual. Mantenía un archivo detallado de lo que sobre él y sobre el partido nazi se decía en Alemania y en el extranjero, Magda que hablaba idiomas  pronto se hizo imprescindible… en todo.

Adolf Hitler estaba gratamente impresionado por la belleza, el trabajo por la causa y por la cautivante simpatía que irradiaba Magda, ella siempre llamaba a Hitler “mi Führer” y no perdía oportunidad de demostrarle su devoción. Hitler le dijo a Goebbels “esta mujer es muy valiosa para el partido, no hay que perderla”.

La joven Magda Quandt era un dechado de buenas virtudes. Guapa, elegante y cosmopolita. Hablaba inglés y francés con fluidez, su educación era esmerada y sentía como propio al ideario nazi. Tantas bondades fueron apreciadas muy pronto por un hombre ambicioso como Joseph Goebbels, y no dejó pasar la oportunidad de relacionarse con ella.                                                                                      


Magda despertó en Goebbels un deseo enloquecido por conquistarla.

El cortejo de Goebbels fue corto pero intenso. Con la precisión de un tesorero, tomaba nota de todos sus encuentros amorosos. Magda, astuta y conocedora del frágil material con que habría de trabajar, dejó que el locuaz gerifalte nazi se obsesionase, hasta asegurarse de que sólo pensara en ella. Lo consumió por agotamiento. "Voy a dejar las historias con mujeres y dedicarme por entero a una", apuntaba Goebbels en su diario dos meses después de haberla conocido. 

Palabras que el tiempo demostraría que volaban como hojas al viento, pues estuvo a punto de fugarse con una actriz; no se trata de Imperio Argentina, con la que también tuvo un "affaire" cuando ésta fue a Berlín a rodar la historia en la que se basa la película "La niña de tus ojos".

La bella berlinesa estaba consiguiendo su objetivo. Hasta dejó que Goebbels sospechase que, tras ella, se escondía un agitado pasado sentimental. Esto espoleaba los celos del jerarca, acostumbrado a despachar sus urgencias íntimas con núbiles actrices y militantes del partido, sobre las que ejercía una suerte de poder incontestable y feudal.

Información delicada de un extracto del diario de Goebbels: Su relación pronto se consumó, y Goebbels anotó en el diario un pequeño (1), que representaba la primera vez que hizo el amor, luego escribió Magda se quedó durante mucho tiempo. La cifra creció con entradas posteriores, tales como Ella va a su casa tarde (2) y (3), y luego, simplemente, Magda conmigo (6), (7) ", hasta llegar al número total de veces que habían dormido juntos.

La relación con Magda tuvo sus momentos tormentosos. Pero lo más preocupante para Goebbels era comprobar que Magda también estaba encaprichada con Hitler. Y peor aún, percibía que los sentimientos eran mutuos. 

En las ocasiones que  Goebbels estaba ausente Hitler siempre visitaba a Magda en su casa de Reichskanzlerplatz y hasta cuando Goebbels estaba presente, podía observar que el Führer flirteaba con ella de manera evidente. 

Escandalizado Goebbels escribió en su diario “Magda se está dejando a sí misma un poco rebajada con el jefe”. En otra ocasión Goebbels confió a su diario. "Me hace sufrir mucho. Ella no es del todo una dama. Me temo que no puedo estar completamente seguro de su fidelidad “.

Cualquiera puede inferir que Goebbels sospechaba que Hitler estaba teniendo una aventura con Magda. En una oportunidad, el Führer se invitó a cenar, lo que para Goebbels resultó muy desagradable, y escribió "pasé una noche terrible, agonizante por los celos."

Cuando Hitler llamaba por teléfono a Magda, era una situación que le causaba mucha angustia. "No puedo dormir y sigo pensando en tragedias, loco, salvaje” escribió.

Esta situación se calmó cuando Hitler le sugirió a Goebbels que era el tiempo adecuado para que Magda y él se unieran en matrimonio.

Menos de un año y medio después del mitin en el Palacio de los Deportes, Magda accedió a las súplicas de su amante y se casó con Goebbels, fue el 19 de diciembre de 1931, en ​​una propiedad de los Quandt en Mecklemburgo.

Casamiento de Magda y Joseph P. Goebbels en una casa de campo de Günther Quandt, acompañados por su hijo Harald, Hitler, Auguste, Allo y la mamá de Günther, seguidos por la plana mayor de los nazis. 


Mientras tanto, en 1931, Günther Quandt es parte del grupo pronazi industrial  que se reunió con Adolf Hitler en el Kaiserhof de Berlín para donarle al Partido Nazi (NSDAP)  25 millones de marcos alemanes para evitar un golpe de la izquierda. En ese mismo año, se unió a la "Sociedad para el Estudio del Fascismo", que era el vínculo entre los círculos conservadores industriales y el partido nazi.

Muchos opinan que a quién Magda perseguía no era a Goebbels, sino a Hitler, ella sentía por el Führer una admiración rayana en el delirio.

Durante los meses previos a la toma del poder, Hitler pasó largas temporadas en Berlín. Los anfitriones siempre eran los Goebbels, que le abrían de par en par las puertas de la casa de Reichskanzlerplatz.        

La otrora dama de la sociedad decadente y burguesa de Weimar se había convertido en la ama de casa perfecta de la cúpula nacionalsocialista. 

Magda preparaba diariamente el almuerzo para Hitler, y se lo hacía llevar en una tartera al hotel donde residió durante aquel año cuando aspiraba a ser el canciller de Alemania. 

Por las noches, lo más alto del partido nazi se reunía en la mansión de Magda. La galería de personajes que haría célebre al Tercer Reich pasó por aquella casa: el Führer, su gran amigo y secretario Rudolph Hess; el fanfarrón Hermann Goering; Ernst Röhm el jefe de los matones SA; el intrigante Heinrich Himmler Albert Speer, quién era otro gran amigo de Hitler;  Joachim Von Ribbentrop, Julius Streicher, George Neithardt, Heinrich Mohn, Arthur Rödl, Hans Frank, Heinrich Hoffmann y muchos otros desfilaron por el salón de Magda y disfrutaron de sus guisos, codillos de cerdo con chucrut, de variadas salchichas (schnizels y bratwrsts) con papas, de los postres típicos y mucha cerveza. Hitler no fumaba ni bebía, prefería platos muy sencillos de verduras cocidas y tomaba agua.

Magda cocinó para todos y a todos los atendió. Las veladas en aquella hospitalaria casa se prolongaban hasta primeras horas de la mañana. En la casa de los Goebbels los futuros dueños de Alemania hacían y deshacían planes anticipando el triste final de la República de Weimar.

Sus pronósticos se hicieron realidad mucho antes de lo previsto. El último día de enero de 1933 Hitler recibió el encargo de formar gobierno. Era la inauguración formal de la Alemania nazi.  El 1 de mayo de 1933 Günther Quandt  se unió a la fiesta con el número 2.636.406, desde ese día fue un miembro destacado del partido nazi muy importante para asuntos económicos, industriales y de producción de armas.

El matrimonio Goebbels estaba en primera línea para paladear las mieles del triunfo. Él era nazi desde los tiempos heroicos; ella, desde hacía sólo tres años pero que valían muchos más, ambos eran los amigos preferidos del Führer. Joseph soñaba con el ministerio de Educación y Cultura. Hitler no se lo concedió, le dio algo mejor, creado ad hoc para él, el Ministerio de Información y Propaganda.
El 20 de febrero de 1933, Günther Quandt  participó activamente en una reunión secreta entre Hitler y los industriales, durante la cual se comprometieron para dar una ayuda extraordinaria de 3.000.000 marcos alemanes para la preparación y propaganda de las elecciones parlamentarias de Alemania a realizar en marzo de 1933

Siendo ya Goebbels ministro del Reich se mudó con Magda a un hogar a la altura de su gloria personal, el palacio del Príncipe Leopoldo. Para el verano, las autoridades de Lanke, en el lago de Bogen, le regalaron a Goebbels un palacete de estilo prusiano. Magda pidió modernizar el lugar, Goebbels lo convirtió en un complejo de cinco edificios, uno de los cuales tenía 21 habitaciones. Las extravagancias de los Goebbels no reconocían límites, los ambientes estaban dotados de avances tales como aire acondicionado y persianas accionadas por un motor eléctrico, algo inaudito para aquella época. 

El ministro se hizo construir un castillo privado, en el que ni su esposa podía entrar. Lo utilizaba como despacho y para recibir a sus amantes ocasionales. Las paredes del recinto principal, el despacho, estaban tapizadas en tela sedosa de color rojo con la cruz gamada negra sobre un círculo blanco. 

Si Goebbels conocía, los hoy discutidos orígenes de su mujer, no lo sabemos con certeza. Pero en 1934 escribió en su diario que había descubierto "algo terrible" sobre Magda que les "separaba en su interior". Lo cierto es que por decisión del Führer no se separaron. 


Magda y el Führer.

Ella era ubicua en las fiestas y celebraciones que jalonaban el calendario nazi y a la vez, inició una incesante actividad paridora. Entre 1932 y 1940 tuvo seis hijos, casi uno por año: Helga, Hildegaard, Helmut, Holde, Hedwig y Heide, todos sus nombres empezaban con la letra “H”, en homenaje a Hitler. El Führer se lo supo recompensar otorgándole la Cruz Honorífica de la Madre Alemana.

En 1936, Hitler le otorga a Günther Quandt el título de  “Wehrwirtschaftsführer(campeón de la industria de la defensa).

Con ocasión de los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 Magda recibió a más de tres mil invitados, ante los que se exhibió como el rostro femenino del nazismo. Bella, rubia, distinguida, políglota, dedicada madre y esposa. Toda Alemania y buena parte del extranjero, sucumbió a sus encantos.

La relación privada entre Magda y Hitler es un misterio; hay quienes aseguran que llegaron a ser amantes formales. "… amo a mi esposo, pero mi amor por Hitler es más fuerte, por él estaría dispuesta a dejar este mundo", le confesó a Leni Riefenstahl, pero no hay pruebas que sustenten la existencia del amorío.

El asesor económico del partido nacionalsocialista Otto Wagener  afirmó que: “en realidad Magda se sintió impresionada y atraída por Adolfo Hitler y no por Goebbels”. 

Hace unos años, en el 2005, en un libro publicado en Alemania de Petra Fohrmann con el título “Los hijos del ministro del Reich”, logró que Käthe Hübner, la niñera de los Goebbels, rompiera su silencio y afirmara que el amor de Magda por Hitler era lo más importante de su vida y que Magda había estado enamorada de Hitler antes que de Goebbels, pero al no poder casarse con Hitler porqué él había decidido permanecer soltero, Magda aceptó el matrimonio con Goebbels como una forma de estar lo más cerca posible del Führer.



Magda en el año 1933.


Varios escritores sostienen que Magda siempre estuvo enamorada de Hitler y que tuvieron relaciones como amantes, algunos hasta afirmaron que el hijo varón, Helmut, atribuido a Goebbels, era en realidad de Hitler. Otto Wagener afirma que Magda se sintió atraída por Adolf Hitler, desde el día que lo conoció y que su matrimonio con Goebbels fue arreglado como una tapadera para el Führer.
El diario chileno “El Mercurio” el 28 de abril de 2005 publicó un artículo titulado “Amores Fatales” que dice:

“La indiscreción de una dama berlinesa dio cuenta en 1946 que Hitler había tenido un hijo con Magda Goebbels. El niño habría nacido en 1935 con el nombre de Helmut”.

No pudimos averiguar quién es la “dama berlinesa”, ni hemos encontrado indicios ciertos sobre este tema.

Meissner por el contrario, no hace ninguna sugerencia acerca de estos aspectos íntimos y privados, afirma que Hitler fue un amigo excepcionalmente estrecho de la pareja, reconoce que a menudo llegaba tarde a cenar y conversar con los Goebbels, y tomaba al bebé Helga en su regazo mientras hablaban en la noche. También afirma que, después de un intento fallido de envenenarlo en el Hotel Kaiserhof de Berlín en enero de 1933, Hitler le pidió a Magda que le preparara todas sus comidas.
Cuando Hitler llegó a la cancillería en febrero de 1933 tras ganar las elecciones, el entusiasmo de Magda por el Führer aumentó y se convirtió en completa y absoluta devoción. 

Magda estaba entregada en cuerpo y alma al nazismo. Dedicaba gran parte de su tiempo a las actividades del partido organizando reuniones con destacados miembros del nazismo y con militares que simpatizaban con el partido. El Führer recibía un informe completo de Magda sobre los temas tratados y las opiniones personales.

Con los oficiales de nobleza y tradición prusiana sintió las mismas sensaciones que padeció con la madre de Quandt, distancia, frialdad y desconfianza, Hitler también recibía esta información de Magda. 


En la práctica Magda era la primera dama del régimen. La compañera permanente de Hitler en los actos oficiales. No hay dudas que ella se mostraba feliz.  
  

En ese mismo año, 1933 el ex marido de Magda, Guenther Quandt, se unió al partido. Mantenía con Magda vínculos serios aunque cordiales, y jamás la utilizó para lograr negocios.

Las relaciones entre Quandt y Goebbels eran tensas, por los celos enfermizos  de Goebbels, pero las fábricas del empresario se convirtieron en suministradoras  clave de la maquinaria bélica nazi.

Quandt producía motores y torpedos para submarinos, lanzacohetes, baterías para tanques, municiones para aviones y misiles antiaéreos. "Daba lo mismo que le gustara o no a Goebbels, ello no influía en absoluto en la capacidad de Quandt para hacer dinero fabricando armas", comenta el historiador alemán Joachim Scholtyseck al diario israelí “Jerusalem Post”. Además, Goebbels sabía que Quandt tenía acceso directo a Hitler.

Otro antiguo amigo de Magda y del Führer, Ferdinand Hugo Boss que había sido modisto de Magda y había suministrado al partido nazi camisas pardas desde 1924. Se afilió al partido y después de 1933, era el mayor abastecedor de la Wehrmacht y las SS en uniformes, que él mismo diseñaba. 
Cuando Arlosoroff, en calidad de jefe del departamento político de la Agencia Judía, llegó a Berlín en mayo de 1933, fue recibido por su viejo amigo Robert Weltsch, el editor de “Jüdische Rundschau”. Arlosoroff  tenía instrucciones de Ben Gurion para celebrar un acuerdo con los nazis para facilitar la inmigración de jóvenes judíos con la transferencia de parte de sus bienes, más el envió de materiales alemanes de infraestructura a Palestina.  Este acuerdo se concretó y fue conocido como el Acuerdo Haavara.

De acuerdo con Klabunde,  en esos días, Victor habló con Magda y ella se comprometió a reunirse con él después de su regreso de Varsovia. Esta reunión nunca ocurrió. Sin embargo, Magda envió un mensaje a Lisa para advertirle a Arlosoroff del extremo peligro de cualquier reunión, y que él debía abandonar Alemania inmediatamente. Cuarenta años más tarde en Israel, Weltsch aún podría describir la estupefacción e incredulidad que sentía Victor cuando observó en una librería una foto de su viejo amor llevada del brazo por Goebbels.

Entre 1940 y 1945 en las fábricas de los Quandt trabajaron unos 50.000 empleados forzados, entre prisioneros de guerra y reclusos de los campos de concentración, según Scholtyseck. 


Magda parecía ser la musa del régimen y el modelo de mujer alemana. Acompañada por Goebbels, sus niños y a veces con Hitler fueron filmados, centenares de proyecciones. Aparecieron 54 veces en los noticieros de propaganda doméstica del Reich. Su familia recibió el premio al modelo ideal de familia aria nazi.

La realidad de su matrimonio no tenía mucho que ver con lo aparente. Goebbels, a pesar de su aspecto debilucho y tener dificultades con una pierna, era un mujeriego empedernido y un obseso sexual. Se le acercaban constantemente actrices, modelos y mujeres relacionadas con el mundo del cine y del teatro, fascinadas más que por su porte de conquistador, por su extremo poder para brindarles trabajo en el mundo del espectáculo. 

Joseph Goebbels tuvo muchos “asuntos” con otras mujeres durante su matrimonio con Magda. Uno de los más conocidos y dilatado fue con la popular actriz  Checa Lída Baarová, una mujer delgada y sensual que le dejó completamente fascinado.  Estaba tan enamorado de Baarová que incluso pensó en casarse con ella, dejar su ministerio y ser enviado como  embajador de Alemania en Japón. Magda lo supo porque su marido se lo confesó.

Durante el estreno de la película Die Reise nach Tilsit , que muestra a una virtuosa esposa alemana viendo con impotencia como una mujer extranjera seducía a su marido, Magda se levantó y ostentosamente abandonó el cine, debido a la flagrante analogía accidental de la película con su drama personal. 


Lída Baarová

Magda sintió que la unión con Goebbels se había roto, el romance de su marido con la Baarová se extendió desde septiembre de 1936 hasta agosto de 1938, Magda intentó hasta lo imposible para detener la situación infiel de su marido sin lograr nada. Entonces, recurrió a pedir permiso a Hitler para divorciarse de Goebbels, permiso que el Führer no le otorgó. 

La Baarová fue devuelta con brusquedad a Checoslovaquia, sus películas se prohibieron en el Reich, el marido de Lida un actor de reparto alemán, fue enviado al frente de guerra y Goebbels cayó en desgracia para el Führer durante un breve tiempo.  

Magda en venganza mantuvo una aventura durante más de tres meses con el segundo de Goebbels, el SS Brigadeführer Karl Hanke.  Según las memorias de Albert Speer, Ministro de Armamentos, quien era amigo y confidente de Magda, hubo fuertes disputas entre Hanke y Goebbels debido al amorío con su esposa.

El matrimonio del Ministro de Propaganda del Reich estuvo peligrando y a punto de disolverse porqué Magda tomó a sus hijos y se fue a vivir a la casa de Hanke, un hecho que trascendió desencadenando muchos comentarios, incluso en el extranjero, especialmente en la prensa inglesa. 

Nuevamente  Adolf Hitler tuvo que intervenir, no quería un divorcio en su círculo más interno y querido, ordenó a los Goebbels y a Hanke finalizar el triángulo amoroso definitivamente y en el futuro evitar escándalos ante la opinión pública. El Führer no podía permitir que se tirara al fango la imagen de la familia aria perfecta por simples conquistas pasionales, y les ordenó a ambos cónyuges y a Karl Hanke a terminar con estas tonterías.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la principal planta de Quandt, la AFA Hagen, sirvió como modelo para las nuevas plantas de AFA de Hannover ,Viena y Posen Algunas plantas producían las baterías para los submarinos  y también unos acumuladores  especiales para torpedos y muchos elementos electromecánicos para el "arma milagrosa", la V2 . También fabricaba baterías para vehículos blindados, radios, radares y equipos  de comunicación para el combate.

Se podía leer en el semanario Das Reich:  Produce el equipamiento para el ejército, baterías, pilas secas, armas de fuego, municiones, metales ligeros y motores para grandes aviones y buques, el que hace todo esto, bien merece el título de “Defensor de la industria de Alemania y ese gran productor se llama Günther Quandt” .
   
En 1941 elogiando a Günther Quandt, Hermann Josef Abs director del Deutsche Bank afirmó: “el rasgo de carácter más llamativo es su fe en el triunfo de Alemania y el Führer"Las fábricas AFA Quandt sigueron el avance de las tropas alemanas hacia el este y se establecieron sucesivamente en Cracovia , Riga y Lemberg , ampliando notablemente la producción.

La familia Goebbels fue filmada, fotografiada y promocionada durante el régimen como la familia ideal aria. Los niños incluso hacían el saludo nazi con la mano derecha en alto y llamaban al Führer “tío”.

Durante toda la Guerra Mundial, Magda estuvo siempre al lado de Hitler apoyando sus decisiones y demostrando su absoluta devoción por él. Trabajó para la Cruz Roja Alemana como enfermera, visitaba a los padres de soldados caídos para consolarlos, despedía en los campos de aviación a su hijo Harald y a sus camaradas cuando trepaban a los aviones de combate, recorría caminando sobre los escombros de los barrios bombardeados alentando a sus compatriotas a confiar en la victoria final que el Führer lograría, se presentaba en Telefunken y otras empresas viajando en autobuses y tranvías para favorecer el necesario trabajo femenino en las fábricas. 


El final de Magda, coincide con la caída del régimen nazi.

Cuando la guerra estaba perdida y el final se acercaba aceleradamente Hitler ofreció a Magda un avión para trasladarla junto a su familia a España y así salvarles. Él había decidido que se iba a suicidar junto a Eva Braun. 

Magda volvió a expresar su solidaridad con el Führer de una forma extrema. No solo no huyó, consiguió que la llevaran al Führerbúnker de la cancillería de Berlín con sus seis hijos que tenían entre 4 y 12 años de edad. El Führer, en reconocimiento por la inquebrantable lealtad que le brindaba, arrancó de su solapa la insignia de oro del partido, insignia que lo acompañó durante muchos años y la prendió en la blusa de Magda. Ese sería el punto culminante de su carrera y la antesala terminal del drama. Magda emocionada no pudo contener las lágrimas.

En esos días finales estando en el bunker a 16 metros de la superficie Albert Speer le ofreció a Magda disponer de una veloz lancha que la sacaría de Berlín a ella y los niños, Magda le respondió que estaba decidido que Goebbels, ella y sus hijos morirían junto con el Führer. 

En una carta de despedida a Harald Quandt, su hijo del primer matrimonio, escrita el 28 de abril de 1945, Magda escribió: "Nuestra espléndida idea se hunde, y con ella todo lo que de hermoso, admirable, noble y bueno que he conocido en mi vida. El mundo que viene después del Führer y el nacionalsocialismo no merece la pena ser vivido, y por eso he traído a los niños, porque sería dolorosa la vida que llevarían después de nosotros. Un Dios misericordioso me comprenderá cuando yo misma les dé la salvación". En la misma carta relata Magda que la presencia de los seis niños en el búnker era "una bendición porqué consiguen de vez en cuando arrancar una sonrisa al Führer".

La siniestra decisión de dar muerte a sus hijos, algunos la han interpretado como un definitivo acto de amor hacia Hitler, la prueba máxima de su lealtad extrema. Los niños murieron el 1 de mayo de 1945, envenenados en el búnker al día siguiente del suicidio de Hitler y Eva Braun. Horas después, Magda y Goebbels pusieron fin a sus vidas.

Magda tenía solo 44 años. No hubiera sido juzgada por crímenes contra la humanidad y en el peor de los casos hubiera sido condenada a unos pocos años de prisión, sus hijos no hubieran tenido problema alguno porque dada su edad no se les podía acusar de nada. Su marido seguro hubiera sido ejecutado en el tribunal de Núremberg pero no parece que esa muerte le hubiera importado demasiado a Magda.

Dice Anja Klabunde en su libro “Magda Goebbels” editado por Little Brown: “En la actualidad se la conoce a Magda por la manera cruel en que murieron  envenenados sus pequeños niños”, pero no se comprende que “Magda fue una de los millones de personas arrastradas por las fuertes y violentas corrientes ideológicas que prevalecieron durante aquellos años y por las terribles consecuencias que causaba la segunda guerra mundial sobre los pueblos europeos. Al igual que la gran mayoría de los alemanes se identificó con el Reich de mil años y se sintió protegida por su decidida sumisión al hombre a quién ella idolatraba”.

La periodista  alemana  Bella Fromm describe a Goebbels como "una especie de combinación de Mephisto y Savonarola, un ser siniestro, fanático, intrigante y obsesionado."

“Fue esta combinación de magnetismo y repulsión la que en esencia, destruyó a Magda como un ser humano equilibrado. Goebbels, el mujeriego que llevó a cabo más de cuarenta infidelidades sufridas durante la primera parte de su matrimonio, era un sujeto que necesitaba compulsivamente a Magda para que fuera la madre de sus hijos y al mismo tiempo su más reservada e impotente confidente de sus engaños y falsedades. La vida marital de Magda con Goebbels fue una cadena de constantes tormentos y humillaciones”. 

Bien dice Fernando Díaz Villanueva:

                                                         “De todas las mujeres que rodearon a Hitler, la más sorprendente y cautivadora, la más fanática y entregada a la causa fue la esposa de su ministro de Propaganda. Vivió aceleradamente, superó en todo a su segundo marido: en belleza, en talento y en lealtad al Führer. Se casó dos veces, aunque su único amor verdadero y quizás platónico fue Adolf Hitler. Dio a luz a su primer hijo con sólo 20 años, y envenenó a los seis restantes con 44. El Tercer Reich no hubiera sido el mismo sin ella”.

Fue la única esposa de un alto líder nazi que eligió morir con su marido. La esposa de Goering, por ejemplo, vivió en la Alemania de Adenauer, lo mismo que Günther Quandt y Lina Mannínen, (ex de Heydrich). 

Punto y final. Magda Goebbels, nacida Behrendt, conocida como Friedländer y Rietschel, casada y divorciada como Quandt, el 2 de mayo de 1945 había dejado de existir. Sus restos semiquemados fueron encontrados por soldados soviéticos y enterrados en los jardines del cuartel general de la KGB en Magdeburgo. 

Un cuarto de siglo después, en 1970, el director de la KGB Yuri Andropov autorizó una operación secreta para destruir y hacer desaparecer los restos. El 4 de abril de ese año un equipo de la KGB  arrojó las cenizas al río Elba desde el Schweinebrücke (puente del cerdo), al oeste de Biederitz, sin el menor respeto humano. 


Ni en sus peores sueños Magda hubiera podido imaginar un final semejante.


Alec Mendoza
Buenos Aires
Argentina
octubre del 2016

lunes, 27 de junio de 2016

LAS FUERZAS DEL ESPIRITU

[Aviso de los traductores: Se ha intentado mantener el estilo del autor, así como su vocabulario: sencillo y directo. Por ello puede parecer al lector español que la traducción es deficiente; puede serlo, sin duda, pero por no haber encontrado una mejor manera de trasladar a otro idioma la manera simple, llana, en que se manifiestan los pensamientos de Valentín Biriúkov; desprovista de todo efecto literario que la haría más "normal" a los ojos y oídos de un lector habitual]
[entre paréntesis (...) la explicación de palabras no traducidas]

Las fuerzas del espíritu

Valentin Biriukov

Capítulo 1

1.1 ¡Perdonales, Señor!

Desde que tengo memoria siempre creí en Dios. Cuando era niño, veía admirado como mi gente era buena, bella, inteligente y respetuosa; en efecto, en la aldea dónde nací allá por el año 1922, vivían personas excelentes.

Mi padre, Yakov Fiodorovich, era maestro de primaria y además tenía las manos de oro. Ya no existen gente así. Era capaz de hacer unas valenki, curtir cualquier piel o construir una estufa rusa sin usar ladrillos, sólo con barro. Me encantaba nuestra iglesia,  que estaba consagrada a Santa María de Kazán donde fui bautizado en el día de Nuestra Señora. Sentía, como ya dije, un gran amor infantil hacia todos nuestros vecinos.

Más tarde los tiempos, fue a principios de la Cuaresma de 1930, cuando prendieron a mi padre por que rechazó ser presidente del soviet de la aldea con el cometido de organizar una comuna. El no quería destrozar la vida de su gente. Al ser un hombre creyente percibía con claridad adonde conduciría todo el proceso de colectivización.

Los que mandaban le amenazaron:

- ¡Te desterraremos!
Esto asunto vuestro, - les contestó.

Y así fue que mi padre terminó arrojado a una  nueva prisión, antes un monasterio hasta que echaron a todos los monjes, en la ciudad de Barnaul.

Después de aquello el resto de mi familia terminó desterrada. Por aquel entonces tenía unos siete años y ví como nos robaban el ganado; como nos echaron de nuestras casas, y como lloraban desconsoladamente las mujeres y los niños.  

Entonces algo se rompió en mi alma y cambié mi forma de pensar: ¿Por qué la gente es tan mala? ¿por qué todos se vuelven locos de repente?

Así fue que como futuros desterrados nos metieron en un cercado propiedad del soviet de la aldea, y pusieron a nuestros vecinos como vigilantes para que armados con fusiles -que también les entregaron- no nos perdieran de vista. 

Anna Sergeevna, mi madrina, al enterarse de que estábamos allí nos quiso traer unos empanadillas  pero un chaval al que le tocaba guardia alzó su fusil y la apuntó :

- ¡No te acerques, que disparo!
- Traigo empanadillas para mi ahijado.
- ¡Ni hablar! Son enemigos del pueblo.
- Pero que dices ¿dónde están los enemigos? ¡Es mi ahijado!

El chico, apuntándola, la frenó brutalmente empujándola con el cañón de su fusil. 
Ella, desconcertada, se puso a llorar:

- ¿Que te he hecho yo, Ivan?

Hasta ahora había sido nuestro vecino, un ruso igual que nosotros, pero no bien le entregaron un arma ya pasó a considerarme un enemigo del poder soviético.
Todos somos pecadores, los unos y los otros. ¡No podré olvidar nunca este episodio de mi infancia!

En este momento escapaba a mi comprensión todo aquello y por qué un chaval de 14 años, nuestro vecino Gurika, me golpeaba por querer acercarme a mi madrina.  Por eso lo intenté, pero él me golpeó en el cuello y en la espalda, y luego la emprendió a puntapiés contra mí, mientras me escupía duras palabras. 

Yo me puse a llorar; y no dejaba de pensar: ¿porque mis viejos conocidos se convirtieron de pronto en fieras salvajes?

Años después a Gurika lo mataron en el frente; luego una vez, allá por 1976, cuando ya era sacerdote, se me apareció en un sueño:  

Había un pozo enorme en la tierra y Gurika estaba agarrado del borde, a punto de caerse. Me vio y se puso a gritarme.

Me conoces! soy Gurika Pukin, ¡Sálvame!

Lo cogí de la mano y sacándole lo dejé sobre la tierra. Gurika se puso a llorar de alegría y apoyando su frente en el suelo me empezó a hablar:

-¡Que Dios te dé salud eterna!

De repente me desperté y pensaba: Señor ¡perdónale! ¡Perdónale Señor, sólo tenía 14 años entonces! Yo rezaba por él. A la noche siguiente volvió otra vez en otro sueño; yo estaba leyendo el Evangelio y Gurika caminaba detrás, a mi espalda. De nuevo apoyó su frente en el suelo y me dijo:

-¡Gracias! ¡Que Dios te dé salud eterna!


1.2 Felices sois los que se privaron de todo

Nadegda, una monja clarividente, previno a los aldeanos muchas cosas que sucedieron durante la deskularización (expropiación de los kulaks: todo propietario agrario, grande o pequeño). La historia de su vida es algo extraordinario. 

Cuando tenía 7 años dejó de comer carne y leche. Se alimentó sólo de vegetales. Se preparaba para ser monja. Su padre, durante toda su vida fue el responsable de nuestra Iglesia; la madre guisaba y limpiaba la iglesia. Cuando Nadegda tuvo edad suficiente para casarse, dos negociantes muy ricos, pidieron su mano, pero a ambos los rechazó.

- ¡Adiós! -les dijo- y sanseaacabó.

Una vez pasó que estuvo muerta durante tres días. Su alma moró en el cielo. Narró después que Nuestra Señora le mostró todos los sufrimientos; y cuando volvió a la vida repartió todo lo que tenía a los mendigos y se vistió con ropa de lino. 

Leía todos los días el Salterio y una parte del Evangelio. Después iba a su trabajo; llevaba los leños y el agua por si misma y también sembraba. Cuando la privaron de tierra ella recogió unas pocas espigas, las llevó al molino, era ya invierno, y se alimentaba sólo con eso. Nunca estuvo enferma. 

Nadejda era capaz de ver el futuro de muchas personas, hasta el día de hoy. Soy testigo que durante mucho tiempo antes de la perestroika ella dijo que la gente volvería a tener mucho dinero, pero con él no podrían comprar nada. Ella previó mi vida. Supo todos los que rechazaron entrar en la comuna. En el año 1928, antes de la expropiación, se acercaba a una casa, a la noche, y solía decir:

-Bien haréis en no entrar en la comuna. Pero os echarán de vuestra casa, os privarán de vuestra tierra, el ganado y todas vuestras posesiones y os desterrarán. 

¿Qué es una comuna? en aquél tiempo nadie lo sabía, solo nos enteramos después. A quienes avisó del destierro, así sucedió. Tal profecía de Dios.
Cuando llorábamos todos por el destierro nos consolaba:

- ¡No lloréis, porque sois felices!

¿Felicidad? ¡Que clase de felicidad es ésta! cuando te quitan la tierra, el ganado, la casa y todo lo que tienes! ¡Y a esto la monja Nadejda lo llamaba felicidad!

- Cuando llegue el Juicio Final, vuestra situación os dará una gran ventaja. Os absolverán sólo porque fuisteis desterrados por creer en el Señor, porque sufrísteis por vuestra fe, porque soportaísteis todo ello con humildad. 

Profetizó que adónde nos enviarán habrá de sobra para todos: caza, peces, bayas, setas... Los bosques y los campos son ricos. 

El principio fue verdaderamente duro. En el camino la gente sufrió mucho y pasó un mes hasta que llegamos a los bosques de la región de Tomsk, donde nos enviaron. De la poca comida que tuvimos ya no nos quedaba nada. No había jabón, ni sal, ni clavos, ni hachas, ni palas, ni sierras. Nada. Por no haber ni siquiera había una sola cerilla. 

Nos trasladaron a una taigá (la tundra) apartada, perdida, y los milicianos nos dijeron señalándola:

- ¡Esa es vuestra aldea!
- ¡Oh...! ¿Por qué?
- ¡Callaos! ¡Vosotros sois todos enemigos del poder soviético!

Y más cosas del mismo tenor nos dijeron. Nos llevaron allí para morir. Sólo nos quedaba la esperanza de estar en las manos de Dios. Y Dios nos daba la energía para sobrellevar la situación. 

Nos acostamos sobre la tierra. Nubes de mosquitos nos envolvían. Ya no recuerdo como logramos encender algunas hogueras. A la mañana llegaron unos alces a vernos ¿quienes sois nuestros nuevos vecinos? Había piñas de cedro esparcidas por el suelo; llegaron osos y vimos que las recogían y extraían las semillas. Ningun oso nos tocó. 

Después del primer impacto empezamos a mirar en derredor: ¡Vaya! ¡Qué bosques tan ricos! ¡Y todo gratis! El agua era límpida; nos reanimamos un poco.
Y así empezamos a trabajar. Construimos un barracón para cinco familias. El tío Misha Panin fue nuestro tutor, y nos ayudaba porque yo era pequeño. Allí en la taiga trabajamos todos, desde los niños a los ancianos. Los hombres desbrozaban los árboles y los pequeños, incluso hasta de dos años, echábamos los palillos al fuego de las hogueras. 

Como escaseaban las cerillas las hogueras las manteníamos siempre encendidas, y igual en invierno que en verano. Alrededor de nosotros no había nada en cientos de kilómetros a la redonda; sólo taigá. En esos bosques apareció nuestra nueva aldea, que se llamó Makarievka. La construimos desde cero. 

¿Es posible algo así? No teníamos dinero, nadie recibía alguna pensión, no había ni sal, ni jabón, ni una herramienta; nada de nada. Y construimos a pesar de todo. 

Nos alimentábamos de hierbas, también los niños y nadie enfermó. Aquella experiencia me sirvió décadas más tarde, cuando el bloqueo de Leningrado. Yo ya tenía suficiente entrenamiento; había aprobado un cursillo de dura supervivencia.

Como sobrevivimos en aquellas condiciones fue una evidente gracia de Dios. 

Teníamos que morirnos todos, a pesar de nuestros esfuerzos. En otros lugares los desterrados tuvieron un destino mucho más trágico. 

En el año 1983 se conoció el destino de los que habían trasladado a la isla desierta del río Ob, no lejos de la aldea Kolpashevo de la región de Tomsk, donde yo viví unos cuantos años después de la guerra. Los habitantes lo llamaban al lugar como "cárcel". En los años 30 llevaron allí, en barcazas, desterrados, a los creyentes. 

Al principio separaron a los sacerdotes:

- ¡Salid! coged estos palos y cavad una vremiánka (un refugio). 

Fueron divididos en dos grupos. Y a uno lo forzaron a cavar y al otro a serrar los árboles. Resultó que la gente no cavaba refugios sino que eran tumbas para ellos. Una vez terminados, los fusilaron. Les hacían sentar en una fila, al borde y les disparaban en la nuca. Después los que pertenecían al segundo grupo tenían que enterrarlos y al final también los fusilaban. 

Cuando en 1983 hubo una crecida el agua destrozó parte de la isla y muchas tumbas se abrieron donde yacían aquellos mártires. Sus restos salieron a flote y estaban muy limpios, blancos. Sólo sus ropas se redujeron a polvo. La gente decía que aquel lugar estaba bendito, ya que todos los cuerpos de los mártires se mantuvieron intactos, incorruptos.


1.3 Por fin estoy en casa

Mientras tanto mi padre pudo escaparse de la cárcel donde estaba recluido. De allí se vino marchando en la dirección que suponía estábamos; él no sabía si nos encontraría vivos o muertos.

Se salvó de morir de milagro. Lo amenazaron con fusilarlo; él se lo creyó y se preparó para morir. En aquella época había muchos procesos que tenían el único objetivo de liquidar a quién se opusiese al poder soviético.

Sus dos compañeros de cárcel, atados, los llevaron a fusilar. Uno, Iván Moiseev, sólo le quedó tiempo para exclamar:

- Transmite a los nuestros lo sucedido ¡todo está perdido!

Ahora era el turno de mi padre, pero llegó el jefe del pelotón y dijo:

- Estos cuatro no van hoy a trabajar. Los pasaremos por las armas. - entre ellos estaba mi padre.

Pero era una maniobra de distracción del jefe del pelotón que bien conocía de antes a mi padre. Mientras hablaba le hizo una señal para que se callase. Luego lo llevó a escondidas y le ayudó a escaparse de la prisión.

Otro de sus amigos, el tío Macar, corrió a la aldea vecina para enterarse a dónde nos habían enviado; dónde podíamos estar. Y así, con esta información, mi padre se puso a caminar desde la región de Altai hasta la de Tomsk. Marchó durante un mes y medio, unos 800 kilómetros. No tenía nada para comer ya que se cuidaba de entrar en las aldeas por temor a ser denunciado. Se alimentaba con setas crudas y bayas. Dormía a cielo abierto sobre la tierra y tuvo suerte porque era verano.

Logró encontrarnos en agosto de 1930. Sus botas estaban al límite, él se encontraba esquelético, barbudo, encorvado y muy sucio; parecía un anciano vagabundo. Cuando apareció estábamos nosotros, los niños, recogiendo del suelo todo lo que servía para alimentar a las hogueras.

Nosotros también estábamos sucios por que no teníamos jabón. El “vagabundo” se detuvo y gritó:

- ¿Dónde están los de Barnaul?

Alguien le dijo:

-Esta calle se llama Tórmskaya y aquella Barnaúlskaya.

Se fué en dirección a Barnaúlskaya; vio a mi madre que se encontraba matando piojos de la ropa de los niños. Él la reconoció, se persignó y se echó a llorar tumbándose en la tierra; сomenzó a temblar emocionado y gritó:

- ¡Por fin estoy en casa! ¡Por fin estoy en casa!

Madre pegó un salto porque no lo había reconocido; mi padre levantó la cabeza y con los ojos llenos de lágrimas le dijo:

- ¡Katia! ¿No me reconoces? ¡Soy yo!

Entonces cayó en la cuenta al escuchar su voz y nos gritó:

- ¡Niños! ¡Vamos, venid! ¡Vuestro padre a vuelto!

Me acerqué corriendo hacia él; me cogió de la mano, pero yo me eché atrás, llorando. Me asusté ¿Quién es este vagabundo que me llama hijito? Pero mi padre me cogió y me volvió a decir:

-¡Hijito! ¡Soy yo, tu padre! - y rompió a llorar de nuevo. Estaba apenado porque no lo reconocía.

Luego vinieron mi hermano menor de 5 años, Vasili, y mi hermanita, Claudia, de solo tres. Nuestro padre cogió el saco que llevaba a la espalda lo abrió y de él tomó una toalla sucia que envolvía su gorra de invierno; dentro de la gorra había otro saquito más pequeño. Lo desató y nos entregó tres pequeños panecillos secos, del tamaño de una yema de huevo. Los había guardado para nosotros durante todo el camino, a pesar del hambre. Nos los entregó emocionado:

-¡No tengo nada más para mis niños!

Para entonces, nos alimentábamos sólo de hierba cocida, nada más. Nuestro padre, muy debilitado, no podía levantarse. Unos hombres que estaban construyendo un barracón, oyeron lo que pasaba y de un salto aparecieron:

- ¡Yakov Fedorovich! ¿eres tú?
- ¡Yo....! apenas podía responder mi padre.

Lo abrazaron, todos lloraban. Pero no teníamos nada de comer; solo la hierba de San Antonio. Mi madre le dio un cuenco de hierba, y le devolvió sus panecillos:

- Cómelos. Estamos acostumbrados a alimentarnos de hierbas. 

Nuestro padre se hartó de ellas; el tío Misha Panin le trajo una taza de medio litro con kisél de bayas (zumo muy denso hecho de bayas cocinadas). La bebió y se tumbó otra vez sobre la tierra cerrando los ojos. Comprobamos que seguía vivo y lo cubrimos con algunos trapos. Mi padre se quedó durmiendo toda la noche sin moverse.

Al otro día se levantó, el sol ya estaba muy alto. Se puso de nuevo a llorar, y rezó:

- ¡Gracias a Dios! ¡Estoy en casa!

Otra vez le dimos la hierba que aún nos quedaba.

- ¡Dadme un hacha!

Se escupió las manos y se marchó a trabajar. 

Era un maestro artesano con sus manos. Hacía cualquier cosa. Construyó todas las casas de nuestra aldea; desde los cimientos hasta el techo. El barracón se levantó muy rápido; sólo por las noches hasta muy tarde acababan de trabajar porque no teníamos kerosene. Pero mi padre seguía trabajando por la noche, solo. Construyó nuestra casa en una semana, no dormía nada ¿Es posible construir una casa en sólo una semana? ¡Así trabajaban ellos entonces!

Comparo aquella gente con la de hoy ¡Vaya, que si somos vagos! Somos holgazanes comparándonos con nuestros padres ¡Que trabajadores eran! También los pequeños echábamos el bofe; cuando tenía siete años y medio ya manejaba el hacha. Mi padre me la entregó.

¿Cómo derribábamos los árboles? Cortábamos las raíces todo en derredor del árbol y dejábamos que el viento lo hiciera caer. Luego cortábamos las ramas que usábamos para las hogueras y los troncos los dejábamos para la construcción.


1.4 Lo dejo en la mano del Señor

Y así creció nuestra Makarievka. Mi padre, maestro de obras era respetado por todos; incluso por el comandante, debido a ser tan trabajador. Era a la vez arquitecto y carpintero. En la Makarievka construyó de todo: casas, la tienda y la escuela con una vivienda para los maestros. La escuela fue construída en un sólo verano en esa taigá perdida.

En la región de Altai, junto al rio Barnaulka mi padre y su cuñado tenían un molino del cual fueron desposeídos cuando mi padre fue encarcelado. En Makarievka también se construyó otro molino de agua ¡sin un solo rodamiento metálico! Él hizo el eje y los engranajes de madera de abedul. Todos quedaron asombrados por tanta maestría ¡Qué ayuda fue para los desterrados! De las tres aldeas venían la gente al molino. 

Sembramos trigos y tuvimos pan, pero las patatas tardaron bastante más. Nos íbamos a las lejanas aldeas para obtenerlas, uno o dos cubos de patatas; luego las cortábamos en las partes que tenía brote y las plantábamos. La tierra era fértil y además la espolvoreamos con ceniza de las hogueras. Al final recogimos unas grandes y hermosas patatas ¡La gente lloraba de alegría!  

Mi mamá tuvo la prudencia de llevar consigo al exilio algunas pocas y variadas semillas. Luego éstas nos salvaron. También ayudábamos a los demás, dándoles las semillas de zanahorias, remolachas y pepinos. 

Sembrábamos, además, amapolas. Nadie en aquellos tiempos tenía idea sobre drogadicciones. Nadie robaba tampoco. Luego mi padre se compró una yegua. Construyó con sus manos todo lo que era necesario: el carro, el yugo y los arreos, además de un trineo. Sembrábamos el cáñamo que teníamos. Trabajábamos el lino, torciendolo para hacer cuerdas. ¡Todo lo hacíamos a mano!  

Luego, más tarde, mi padre se puso a trabajar en una selpó (típica tienda soviética de aldea; en ella se vendía de todo y se compraba aquello que al Estado le interesaba, por ejemplo, pieles) en un poblado vecino. Allí se abasteció de pieles, de nueces de cedro, de setas, pescado y carne de caza. Conseguía sus pieles sin utilizar escopeta, ni trampas, ni palas, ni lazos ¿Cómo era posible algo así, eh? Aún ahora sigo asombrado. Excavaba pozos pequeños y con ellos lograba cazar. Así obtenía urogallos, liebres, ardillas y hasta zorros. ¡No faltaba nada! Todo lo necesario nos lo enviaba Dios.

Recogíamos las pieles y las enviábamos; así obtuvimos todo lo necesario para vivir. En la tienda donde nuestro padre trabajaba, había todo a cambio de las pieles. Así tuvimos cerillas y jabón, botas y pantalones, harina y majorka (tabaco de calidad inferior), y muchas más cosas. Pero la tienda ¡no tenía puertas! ni siquiera alguien que la cuidara ; no obstante nunca faltó nada.

Al principio mi padre estaba inquieto ¿Cómo puede ser que una tienda no tenga ni puertas ni vigilantes? Pero al final dijo:

- ¡Ah! -suspirando- ¡Lo dejo en la mano del Señor!

Mirando hacia la tienda hacía la señal de la cruz, y ya no se preocupaba. Por las mañanas comprobaba que todo estaba igual.

Una vez vino un hombre:

- ¡Tio Yasha! Ayer cogí una cajetilla de cigarrillos de 20 kopek. Tú no estabas en ese momento. Toma ahora el dinero, por favor.

Así era nuestra tienda: un ejemplo de honradez. ¡Qué buena gente! Eran especiales en el trabajo y en su honradez ¡Y nos llamaban enemigos del poder soviético!


1.5 Un castigo de Dios

En la Makarievka yo estudiaba en la escuela que construyó mi padre. Una vez, finalizando el tercer grado de primaria, estaba charlando en el recreo con mis amigos sobre la Pascua y Dios. La maestra oyó nuestra conversación e inmediatamente nos llevó a una clase vacía para darnos una fuerte reprimenda.

-¡Chicos! he oído una conversación vuestra sobre Dios. ¡No existe ningún Dios y no hay Pascua que valga! - gritó. 

Dio un puñetazo en la mesa con todas sus fuerzas para confirmar sus palabras. Nosotros, en silencio, agachamos la cabeza. 

Justo sonó la campanilla para la clase siguiente y nos fuimos los niños a nuestra aula. Luego entró la maestra pero no alcanzó su mesa: se encogió con una fuerte convulsión. Nunca había visto nada semejante. Ella se retorcía haciendo crujir sus articulaciones y simultáneamente gritaba con todas sus fuerzas.  

Tres maestros entraron y la sacaron de la clase para enviarla al hospital.
En casa conté a mi madre lo ocurrido. Ella guardó silencio durante un rato y luego me habló:

- ¡Ves! El Señor la castigó delante de vuestros ojos por su blasfemia.


1.6 ¿De nuevo al koljoz?

Si dejar de lado varias tentaciones poco a poco se arreglaba la vida en Makarievka. Nos abastecíamos de todo lo suficiente para vivir. Pasaron cuatro años de nuestro destierro y los “Órganos” (forma familiar de hablar de los servicios de seguridad estatal), que nos vigilaban, nos hablaron de un nuevo koljoz ¡les parecía que vivíamos demasiado bien!

Empezaron a presionar a los desterrados:

-Ha sido suficiente tres años para instalaros ¡Mirad! ya tenéis casas, gallinas y cerditos ¡hasta vaquitas tienen algunos!

Habíamos comprado una yegua que nos dió un potro. Una vez, cuando mi padre estaba en el trabajo, vinieron tres hombres y sin preguntar nada a nadie, pusieron una brida a nuestra yegua y luego el yugo. Mi madre que los veía se quedó de piedra:

¡Iván Vasilievich! ¿Qué significa todo ésto? ¿A dónde queréis llevar a nuestra yegua?
- Al koljoz, Romanovna, al koljoz.
- ¿Cómo al koljoz
- Así es. Hemos decidido llevar vuestra yegua al koljoz. 

Ella pensó que era solo temporal, para usarla durante un corto período, pero se la llevaron para siempre.

- ¿Y vosotros cuando entraréis en el koljoz? - contratacaron a mi madre.
- ¡No lo sé! - respondió ella-, nuestro padre ya trabaja en el selpó.
- ¡No, eso no vale! -respondieron-, de todos modos tenéis que entrar. 

Después que se fueron se arrojó sobre la cama y rompió a llorar. Cuando volví de la escuela la encontré anegada en lágrimas:

-¡Otra vez nos robaron! ¡Nos quieren quitar todo! ¡Oh, Dios mío!  

Me preguntó ¿donde nos meteremos? Mi padre construyó una gran casa para nosotros, de ocho por nueve metros. Era grande y los Órganos nos pusieron allí también una kontora (oficina general de administración de un koljoz). Además al koljoz lo llamaron “POR COLONIZAR EL NORTE” como si nos hubieran dado un gran premio.


1.7. ¿Donde está vuestro padre?

Llegó el séptimo año de la década de los 30, era un 3 de marzo a las tres de la noche; oímos, de pronto, golpes en la puerta. Nuestro padre no estaba en casa, había marchado a la taigá con seis compañeros a cazar y hacían noche en el bosque. 

Los golpes se hicieron más fuertes. Madre se alarmó:

- ¿Quién es?
-Tia Katia, soy yo, Nikolai Mazinski - el alcalde.

Ella abrió la puerta, pero detrás del alcalde se perfiló el comandante Kravchenko, un hombre muy alto, con grandes hombros y manos. El comandante apartó el alcalde y cruzó la puerta. A continuación se dedicó a revisar la casa en silencio. Nos despertamos cuando el comandante empezó a vociferar:

- ¿Dónde está el dueño? ¿Dónde está vuestro padre?
- En la taigá - contesto mami.
- ¿Por qué en la taigá? ¿Acaso se escapó? - rugió el comandante.
-No. Fue con sus compañeros a cazar, para conseguir pieles (se refiere a las pieles muy valiosas de animales de la taigá).

El alcalde se acercó a la pared dónde colgaban muchas de estas pieles y las señaló al comandante:

- ¡Mire! ¡Cuántas pieles!
-¡Oh, de verdad un cazador! ¡Bien hecho! - asintió Kravchenko tocando las pieles - ¡Está bien que cace zorros! ¡Las pieles son muy necesarias al Estado! ¡Tu marido es un hombre feliz; muy afortunado! Nos vamos ya, cierre la puerta señora - concluyó el comandante.

Antes de irse, preguntó al ver que se movía la manta; éramos nosotros que estábamos debajo muertos de miedo:

- Pero ¿Quién está ahí?
- Los niños - respondió mi madre.

El comandante se acercó levantando la manta:

-De verdad, son los niños ¡Cierre la puerta señora! ¡Tu marido es un hombre feliz! ¡Díselo!

Tres veces repitió que nuestro padre es un hombre afortunado y se fue.

Sucedió que apenas cerrada la puerta empezamos a oír alaridos en la calle. Sentíamos que los niños gritaban y las mujeres plañían. Mi madre se echó su abrigo de pieles sobre su cabeza y salió corriendo a la calle. Pronto volvió fuera de sí:

-¡Ay! -gimió- ¡Cogieron a nuestros vecinos!  

A la mañana nos enteramos que en nuestra calle Barnaúlskaya prendieron a once hombres, nuestro padre debería haber sido el duodécimo pero, por puro milagro, evitó la detención al marcharse a la taigá. Por eso repitió por tres veces el comandante: "¡Tu marido es un hombre feliz!". La fortuna de mi padre consistía en que no había sido devuelto a la cárcel; no hay palabras para describir aquel terror.

Y a los hombres que se llevaron, fueron desterrados otra vez; nadie sabía a donde. ¡Terrible! La gente trabajaba sin parar; todos tenían, igual que mi padre, las manos endurecidas por su trabajo. Siempre con el hacha y la pala; pero desde arriba llegó una orden y los trabajadores se convirtieron en "enemigos del pueblo". Quién no vivió aquello no es capaz de imaginarlo.

Enviaban a la cárcel, desterraban a cualquiera que sólo mencionara a Dios. Los llamaban enemigos del poder soviético a todos, sin diferenciar entre niños y adultos. Los padres eran fusilados, los niños iban a parar al asilo de huérfanos de Kolivan. 

El asilo estaba organizado en una casa de dos plantas que fue arrebatada a un sacerdote. En las pizarras escribieron: "¡Viva nuestra infancia feliz!", pero los chavales del asilo ya eran mayorcitos y no les daba miedo preguntar:

- ¿Qué es ésta "infancia feliz"? -nos decíamos- ¿Papi y mamí fusilados, y luego escriben para nosotros esta mierda de "infancia feliz"?

- ¡Callaos! - respondían a nuestros murmullos - vuestros padres eran enemigos del poder soviético ¿No estáis contentos? ¿Os vestimos y enseñamos y aún no estáis satisfechos?  

Pero a pesar de todo aquellos niños conservaron su creencia. Luego, cuando ya fueron mayores, cuando empezó la guerra, aquellos muchachos fueron enviados al frente; a luchar contra el fascismo defendiendo la patria igual que aquellos que tuvieron un hogar normal. A todos los enviaron a posiciones avanzadas. La gente creyente sabe por qué se necesita tanto a la patria, a la verdad y al amor, y esos adultos no tenían miedo de perder sus propias vidas, luchaban por su patria.


1.8. El pan de hierbas

A mí también me enviaron a la escuela militar de Omsk, cuando empezó La Gran Guerra Patria; luego a Leningrado. Me destinaron primero a la artillería, como apuntador, luego llegué a ser el jefe de escuadra de nuestra pieza de artillería.  

Las condiciones en el frente eran, como es sabido, muy duras: ni luz, ni agua corriente, ni combustible, poco de comida, sal o jabón; eso sí muchos piojos, pus, barro y hambre. Pero en la guerra nuestra plegaria es tan ardiente que sube hacia el cielo sin obstáculos: "¡Ayúdanos Señor!".  

Gracias a Dios sobreviví, aunque por tres veces fui herido gravemente. Cuando estaba en la mesa de operaciones en el hospital de Leningrado, acondicionada en una escuela, sólo tuve confianza en Dios; me sentía muy mal. El sacro estaba roto, la arteria general dañada, el tendón de la pierna derecha destrozado, la pierna era un trapo violáceo con aspecto muy feo. Me encontraba sobre la mesa desnudo, como un pollito, sólo llevaba un crucifijo y me santiguaba sin cesar. El cirujano, un viejo catedrático de pelo cano, Nikolai Nicolaievich Borisov, se inclinó hacia mí y me cuchicheó al oído:

-Reza hijito. Pídele a Dios que nos dará su ayuda. Ahora voy a intentar sacar este casquito. 

Llegó a retirar dos, pero el tercero no pudo sacarlo. Hasta el día de hoy está ese pedazo de hierro en mi columna vertebral.

A la mañana, después de la operación llegó a mí y me preguntó:

-¿Qué tal te sientes, hijito?

Varias veces se llegaba a mi cama. Examinaba mis heridas y me tomaba el pulso, aunque tarea no le faltaba con otros heridos. Algunas veces estaban ocupadas hasta ocho mesas quirúrgicas esperándolo; así me quería.

Los demás, que observaban su dedicación, me preguntaron:

- ¿Es pariente tuyo?
- Por supuesto -contestaba- es mi pariente.  

De modo asombroso se curaron mis heridas; quizá ayudó el ser tan joven, y curado regresé a mi batería.

Mi dura experiencia de sufrimiento en el destierro, la supervivencia en condiciones casi insoportables me ayudaron mucho durante el asedio de Leningrado y en Sestroresk, situado en las márgenes del lago Ladoga. Nos tocó cavar trincheras para los cañones y sus proyectiles, blindadas con cinco paredes hechas de  troncos y piedras. Apenas acabábamos con un blindaje ya teníamos que salir corriendo a otro lugar. Pero ¿de dónde salía tanta energía ? ¡Si no había nada para comer!

Ahora se ignoran las condiciones del sitio de Leningrado que eran terribles; había de todo para morir y nada para sobrevivir. Ni alimentos, ni ropa, nada de nada. 

Nos alimentábamos de hierbas. Cocinabámos pan con hierbas; por las noches segábamos las hierbas y luego las secábamos como si fuesen para el ganado. Encontramos un molino y de las hierbas secas obtuvimos algo parecido a la harina. De aquella sustancia cocinábamos el pan. Nos trajeron uno para siete u ocho soldados:

-¿Quién lo reparte? ¿Iván? ¡Vamos Iván, córtalo!  

De vez en cuando nos daban una sopa de patatas o zanahorias secas; como segundo plato algo poco reconocible, obtenido de las mismas hierbas. Si las vacas, las ovejas y los caballos son capaces de comer eso y se mantienen sanos y fuertes ¿por qué no nosotros también? Así era nuestra cocina. Imaginaos ¡un panecillo de hierbas al día para ocho personas! Más delicioso que el chocolate resultaba aquel pan para nosotros. 


1.9. El voto de los amigos

Durante la guerra vi muchas cosas terribles como las casas volaban por el aire tras un bombardeo. Éramos jóvenes y queríamos vivir, así que decidimos rezar todos los que componíamos mi escuadra. Todos estábamos bautizados y todos llevábamos nuestros crucifijos en el pecho:

- ¡Vamos a vivir, amigos, gracias al Señor!

Todos procedíamos de diferentes lugares. Yo de Siberia, Mijaíl Mijeev de Minsk, Leonti Lvov de Ucrania (de la ciudad Livov), Mijaíl Korolev y Konstantin Vostriakov de Ptrogrado, Kuzma Pershin de Mordovia. Nos pusimos de acuerdo para no decir tacos, ni mostrar irritabilidad, ni causar ninguna ofensa a los compañeros. En cualquier lugar aprovechábamos para rezar. Corríamos en dirección al cañón persignándonos.

- ¡Señor ayúdanos! ¡Perdónanos Señor! - aullábamos a pleno pulmón. 

Por todos lados volaban proyectiles incluyendo los cazas alemanes que siempre estaban sobre nosotros. Nosotros disparábamos, ellos volaban. Gracias a Dios no murió nadie de mi escuadra.  

Yo no tenía ningún temor en llevar el crucifijo. Decidí defender la patria con la cruz; nadie pudo hacerme un sólo reproche por ofenderla o por que haya hecho algo de malo.

Nadie de nosotros cometía pillerías; así nos comportábamos. Si alguien estaba enfermo o cogía un resfriado los demás le dábamos nuestras porciones de alcohol, cincuenta gramos que eran entregados por si hacía mucho frío; a menos de 28 grados bajo cero. El que era más débil recibía también más alcohol. Frecuentemente se las entregábamos a Lenka Koloskov, que llegó a nuestro equipo más tarde. Era el más flojo.

- ¡Bébelo Lenka!
- ¡Oh, gracias muchachos! - respondía.

Y fijaos que nadie se convirtió en un borracho pasada la guerra.


1.10. El Señor me habló:  ¡Retira tus soldados!

No teníamos iconos, pero como ya he dicho, llevábamos los crucifijos por debajo de las guerreras. Cada uno de nosotros rezaba con profunda emoción, y el Señor nos salvaba de las situaciones más horrorosas. Dos veces me habló el Señor como algo resonando en mi pecho:

-¡Aquí caerá un proyectil! ¡Retira a tus soldados, escapad!  

Así pasó cuando en 1943 nos trasladaron a Sestroresk; estábamos en Semana Santa. Nos saludamos unos a otros: "¡Jesús resucitó!" y luego empezamos a cavar una trinchera; pero en aquél oí en mi interior: 

- ¡Retiraos! ¡Poneos a cubierto, rápido, que va a estallar un proyectil!

Me puse a gritar a pleno pulmón ¡fuera! como si me hubiera vuelto loco; tiraba con fuerza del tío Kolya Vostryakov (el tenía 40 años mientras los demás sólo 20)

-¿Por qué me tiras? - gritó.
- ¡Vamos! ¡Fuera! - respondí - ¡Se nos viene un proyectil encima..!  

Después los soldados me dieron las gracias, aunque en realidad fue el Señor quién nos salvó. Si el Señor no me avisa, mis amigos y yo estaríamos bajo tierra. Así nos dimos cuenta que Dios nos guardaba.  

¡Cuántas veces el Señor nos salvó de la muerte!; Cuando nos casi  ahogamos en el agua, o estábamos a punto de quemarnos por efecto de las bombas. Recuerdo que por dos veces seguidas un camión casi nos aplasta; era invierno, en una noche oscura y tuvimos que atravesar el lago (se refiere al lago Oniesh que en invierno se congela) con los faros apagados. Estalló un obús; el camión volcó. El cañón que transportaba el camión, también. Nosotros quedamos debajo del camión; no podíamos salir ¡Gracias a Dios nuestras municiones no detonaron!

Cuando llegamos a Prusia Oriental ¡que carnicería! Había fuego por todas partes; volaba todo, los cajones, la gente huía ... estallaban bombas por doquier. Me caí de espaldas y entonces vi un caza de enemigo que descendía en picado directamente hacia mí. Sólo tuve tiempo de santiguarme y pensar:

- ¡Padre, madre, perdonadme! ¡Perdóname Señor!

Sabía que en segundos me convertiría en picadillo ¡No hallarán un cadáver sólo un montón de carne! Pero la bomba estalló detrás del cañón ¡y yo vivo! Apenas una piedra llegó a golpearme en la pierna derecha; al sentir el impacto creí que la había perdido. Pero eché un vistazo y estaba allí, la pierna ilesa; sobre el suelo quedaba una enorme piedra.

A pesar de todas las desgracias sobreviví. Sólo llevo un casco de metal en mi columna, hasta ahora.  


1.11. Tanta alegría no la sentí nunca más

La victoria nos encontró en Prusia Oriental, en la ciudad Gumbinnen, cerca de Königsberg. Aquella noche estábamos durmiendo en una casa grande ¡por primera vez durante toda la guerra! Calentamos la chimenea y luego todos se acostaron; nos sentíamos cómodos, con calor. Luego a alguién se le ocurrió cerrar el paso de la chimenea. Yo estaba acostado cerca de la puerta y luego tuve que controlar a los centinelas; cuando estaba fuera de pronto ví que se abrían la puertas y  que varios compañeros eran arrastrados al aire libre. Se habían desvanecido por la combustión de la estufa pero, gracias a Dios, no había muerto ninguno. 

Cuando nos llegó la noticia de nuestra victoria llorábamos de alegría ¡No os imagináis cuanta alegría! Luego nunca sentí algo igual. Nos arrodillábamos y rezábamos ¡dábamos gracias al Señor! Vertíamos torrentes de lágrimas, nos miramos uno al otro:

- ¡Leñka, estamos vivos!
- ¡Mishka, estamos vivos! ¡Oh!

Y nuevamente llorábamos de felicidad. Luego marchamos al río a descansar. Por allí había un pequeño río que se llamaba Pissa. Encontramos un monticulo de paja, nos acostamos sobre ella, y nos dedicamos a tomar el sol. Hacía demasiado frío para bañarnos, pero nos daba igual; queríamos quitarnos el barro de la guerra. Como no teníamos jabón, raspábamos de nuestra piel el barro y las moscas con los cuchillos.  

Luego nos abalanzamos sobre el papel para escribir cartas a nuestros parientes; sólo un par de palabras: ¡Mamá, estoy vivo! Y también escribí a mi padre.
En aquel entonces él trabajaba en Novosibirsk, en un cuerpo de la NKVD como maestro de obras, lo habían movilizado también. Estaba construyendo casas habitables, dio todo por lo patria a pesar de ser considerado "un enemigo del poder soviético".

Y ahora, cuando otro enemigo amenaza a nuestra patria, y nos quieren pisotear el alma ¿no estamos obligados a defender nuestra Rusia hasta morir?


1.12. Es la virgen rusa

Este acontecimiento asombroso lo recuerdan todos en Girovisi, donde esta el monasterio de Dormición en el cual mi hijo Piotr celebra la misa.

Cuando en la Gran Guerra Patria los alemanes estuvieron en este monasterio, en la iglesia almacenaron toda clase de armas, y explosivos. El jefe de ese almacén quedó estupefacto cuando vio aparecer a una mujer vestida de monja hablándole en alemán: “Iros de aquí, sinó acabaréis muy mal”

Quiso cogerla, pero no pudo. La monja entró en la iglesia y el jefe la siguió quedando perplejo cuando desapareció. La veía y oía, pero no estaba. Menudo susto se llevó. Informó a su comandante que le respondió:

- Eran guerrilleros; son muy hábiles. Si aparece otra vez ¡detenedla!  

Dejó dos soldados de guardia. Ellos esperaron un tiempo y la volvieron a ver. Igual que la vez anterior repitió al jefe del almacén: “Iros de aquí, sinó acabaréis muy mal ... “ 

Luego volvió a meterse en la iglesia. Cuando quisieron detenerla no podían moverse, estaban pegados al suelo. Desapareció en el templo y cuando pudieron caminar entraron, pero no la encontraron.

Otra vez fue informado el comandante que volvió a responder:

- Si aparece de nuevo disparadle a las piernas, sin matarla. Tenemos que interrogarla.  

¡Que drástico! A la tercera vez los soldados dispararon a las piernas de la monja; pero aunque las balas daban en el blanco no le hacían daño. ¡Ni una gota de sangre en el suelo! Nadie entendía lo que sucedía. Mas tarde los soldados, intimidados, le contaron a su comandante las novedades. Éste respondió laconicamente:

- ¡Es una virgen rusa!  

Así nombraron a nuestra Señora. Y respetando el mensaje que ella les dió procedieron a retirar de la iglesia sus instrumentos bélicos.  

Nuestra Señora tampoco permitió destruir su monasterio con las bombas. Cuando los aviones soviéticos bombardearon a los alemanes, dispersos por el monasterio, las bombas cayeron pero no estalló ninguna. Luego, cuando los fascistas fueron echados, llegaron soldados rusos y un piloto alemán intentó, por dos veces, bombardearlo también; pero solo explotaron las bombas que caían fuera de la muralla.

Después de la guerra ese piloto volvió al monasterio; quería volver a ver ese lugar bombardeado por él dos veces sin ningún efecto visible. Es un lugar bendito y tabién lo era en el pasado; por ello nuestra Señora no permitió su destrucción. 


Y si de verdad todos fuéramos creyentes, la gente de Rusia, Ucrania y Bielorrusia, ni las bombas ni los males del espíritu no nos harían ningún daño.

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[Fin del Capítulo. Traductor del ruso Aleksander Sedov. Colaborador en la versión española Carolus Brigantinus]


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