El legado de Bakunin es, como en todos los casos de los que se adelantaron a su tiempo, contradictorio. Es difícil acertar en las predicciones y si ellas implican cambios sociales me atrevería a escribir que es más cuestión de azar que de sabiduría. Por lo tanto no deberíamos buscar en las figuras del pasado profecías que se hayan cumplido, sino consejos y opiniones que se hayan mostrado, a la larga, sensatos y con sentido común.
Bakunin acertó en su predicción de la perversión del movimiento revolucionario en brazos del autoritarismo; pero ello no significa que su visión de la autogestión, de la vida comunitaria y de la búsqueda de la libertad por parte del proletariado haya tenido alguna posibilidad de éxito. La sociedad no avanza según nuestros deseos, sino según su propia dinámica que, a juicio del que esto escribe, es tan ciega como la de cualquier otro proceso natural. Sin embargo ello no implica que la consulta de los "clásicos" sea inútil. Bakunin dejó algunas ideas claves: sus escritos, él lo reconoció, sólo tenian un valor relativo (relativo a su época y sus circunstancias). No eran más que momentos en un proceso siempre cambiante. Por lo tanto no hay que intentar casar la teoría con la realidad sino buscar en la realidad los elementos teóricos que permitan pensarla mejor. El Bakuninismo resulta así la negación de todo "ismo" (incluyendo al propio Bakuninismo). Bakunin afirmó que "la doctrina mata la vida" y ello no significaba, ni antes ni ahora, que debemos abstenernos de teorizar, sino que debemos siempre privilegiar la realidad por arriba y por debajo de nuestras ilusiones ideológicas. Es una tarea difícil, quizá imposible, pero una cosa es interiorizar esta dificultad y otra, muy distinta, es convertir deliberadamente una teoría en el equivalente de una religión revelada.