Cap.2. Un antiguo curso de Sociología

Pensando Sociologicamente
2da. parte




"-Entonces debes decir lo que piensas -prosiguió la Liebre de Marzo.
-Lo hago -replicó Alicia apresuradamente-; al menos... al menos pienso lo que digo... que es lo mismo.
-¡Ni mucho menos! -dijo el Sombrerero-. iVamos, es como si dijeses que "veo lo que como" es lo mismo que "como lo que veo"!
-¡Es como si dijeses! -añadió la Liebre de Marzo- ¡que "me gusta lo que tengo" es lo mismo que "tengo lo que me gusta"!
-¡Es como si dijeses! -añadió el Lirón, que pareció hablar en sueños- ique "respiro cuando duermo" es lo mismo que "duermo cuando respiro"!
-Será lo mismo para ti -dijo el Sombrerero; y aquí cesó la conversación, y el grupo se quedó en silencio durante un minuto, mientras Alicia repasaba todo lo que recordaba sobre cuervos y escritorios, lo cual no era mucho."
(Lewis Carroll. Alicia en el País de las Maravillas)

 

Retomemos el hilo de la clase... pero os puedo asegurar que el Reverendo Dogson, más conocido por Lewis Carroll escribió cosas muy sugerentes para un sociólogo. Lástima que siempre se lo haya visto como literatura infantil (cosa de la cual él tambien tiene su parte de responsabilidad).

En la clase anterior transcribimos un msg del Paraguay que no se presentaba precisamente como un cuento para infantes. En él se invita a formar una cadena para distribuir una lista de recomendaciones destinadas a provocar el mejoramiento individual y de paso el nacional. El texto decía literalmente:

"La diferencia radica en la actitud de las personas"

Dicho así la afirmación puede tomar la apariencia de una invocación algo mística, tipo "new age". Y quizá resulte incomprendido el sociólogo que responda con mal humor (como si careciera de sensibilidad frente a los problemas humanos inmediatos). Sin embargo no es oro todo lo que reluce; el sociólogo ha detectado un brusco salto de "nivel", un paso ilegítimo desde lo individual a lo colectivo. Algo que puede parecer razonable, pero sólo por su forma; en realidad a un entendido le suena tan estúpido como afirmar que si todos lo cuadrados fueran redondos, el mundo tendría una cosa menos de que preocuparse.

Y ello es porque las "actitudes" no pueden provocar cambios en la sociedad global... simplemente el concepto *no ha sido construido El concepto de "actitud" es una buena herramienta para el análisis individual y mantiene su eficacia en el análisis de pequeños grupos; pero a medida que aumenta el número de interacciones los fenómenos emergentes empiezan a ser endemoniadamente intratables. Es, como un bisturí, apto para una operación quirúrgica, pero absolutamente ineficaz como cuchillo de carnicero.

Sin embargo los "out" en sociología no advierten el salto, así como los que no tienen "oído" no perciben cuando alguien cantando, desafina.

Es perfectamente posible, y así sucede, que en perspectiva "macro", (el que abarca todo un país), se siga hablando de "actitudes". Pero en todo caso se pensará a éstas como el resultado de un estado de cosas, no lo que provoca ese estado, su causa. Las "actitudes" son, así, un indicador de una situación; una variable dependiente.

Una persona inexperta en fenómenos sociales (aunque sea un experto en otras materias) se inclina por pensar los hechos sociales conforme al modelo del dominó: Si una ficha cae, arrastra en su caída a cualquier otra que se encuentra en su trayectoria. Y se puede empujar la fila de fichas por cualquier extremo, todas caerán igual aunque la dirección sea inversa. 

Con el dominó se pueden crear bonitos juegos. Miles de fichas desplomándose lentamente y al hacerlo van creando insólitas figuras sobre un plano. Pero una sociedad humana no funciona igual .

Cualquiera que disfrute con la historia puede seguir los sinuosos senderos que van desde que se crea una fuerza política hasta que ella, en algunos casos, conquista el poder. Y lo que pasa después puede ser muy variado, pero casi nunca tiene relación con los objetivos iniciales. Los cambios sociales son producidos por personas, pero ellos resultan de la suma geométrica de millones de interacciones; de acciones y reacciones tan complejas que cualquier previsión es simplemente eso: una previsión. Y las previsiones suelen tener cierto prestigio... *porque no se lleva cuenta de las que han fallado. Si así fuera, diríamos como aquel político "cuando yo digo siempre... me refiero a lo que sostendré esta semana".

Lo que debe quedar claro, para evitar los errores típicos del razonamiento no adiestrado, es que resulta imposible prever un cambio social, pero si resulta posible saber lo que no provocará un cambio social de envergadura. Hay aquí una asimetría que parece ilógica; pero piensese que no sabemos como provocar cambios metereológicos de envergadura, en cambio *no se puede producir un cambio de tiempo de tiempo abriendo el paraguas. 

Es verdad que no conocemos realmente el proceso; pero también es cierto que algo de conocimiento se ha venido acumulando en estos últimos siglos de estudios sociológicos. Suficientes conocimientos como para advertir una secuencia, un proceso, que no resulta arbitrario aunque sí sea imprevisible en su desarrollo.

Para la teoría sociológica el mensaje contenido en la exhortación paraguaya es una triste caricatura de los esfuerzos que lleva la ciencia social desde hace muchas décadas para entender el porque del retraso de algunas sociedades (el "subdesarrollo") y que se puede hacer para ayudarlas.

Quizá ha llegado el momento de tratar un tema peliagudo: ¿que estudia la sociología? ¿A que se dedican los sociólogos? ¿sólo a hacer encuestas? Con este asunto acostumbran a llenar las páginas del primer capítulo los manuales introductorios y yo me limitaría a resolver el trámite con una definición más (copiada de algún manual), si no fuera que éstas ni son realistas, ni son metodológicamente interesantes. Sólo tienen a su favor que las entiende todo el mundo.

Un manual dirá que la sociología estudia a los fenómenos sociales; o los grupos humanos y el comportamiento individual en situaciones de interacción; o los patrones de comportamiento que explican el comportamiento social; o las fuerzas sociales; o los hechos sociales...

Pero no es esto lo que investiga el sociólogo. Mejor dicho es todo esto... y mucho más.

La sociología no estudia una clase de objetos (como los arriba mencionados), sino que estudia todos los objetos que se ponga a tiro (entendiendo como "objetos": temas o cuestiones que merezcan ser investigadas). El sociólogo estudia todo lo que pasa por delante de sus narices, suponiendo, claro, que tenga ganas de hacerlo y recursos económicos para intentarlo.

Como sociólogo uno puede estudiar un teorema matemático, una letra de cambio, un tumor canceroso, el comportamiento de Dios (tal como lo registran los libros sagrados), o el liderazgo.

Pero no se fijará en las mismas cosas que un matemático (es más probable que le interese que hace el matemático con ese conocimiento -por ej., situarse mejor en su departamento universitario-). También el tumor tendrá una lectura diferente que para el médico, porque su vista se orientará inconscientemente hacia las consecuencias que provoca en el enfermo y su entorno; como cambian las relaciones familiares cuando el fenómeno se descubre y como se introducen nuevos miembros significativos (el médico) en ese grupo primario donde el enfermo participa. 

En el caso de Dios (el Dios de los texto sagrados) observará cómo reacciona frente a su grey; si se comunica y en que circunstancias; que deberes impone y como responde frente a los usuales errores humanos. En realidad Dios pasará a ser un personaje importante, pero no será el mismo Dios que estudia el teólogo. Se parecerá a un jefe supremo de una tribu problemática, no al hacedor del Universo. 

Y lo mismo en cualquier otro caso que se os ocurra.

Un sociólogo se fijará en cualquier cosa que esté a su alcance, si realmente es un sociólogo de vocación y no ha elegido la carrera simplemente porque el autobús pasaba cerca de su casa y daba la casualidad que también por la facultad de marras.

Todos los objetos son libremente visitables, observables y pensables por cualquier científico. No existen "corrales virtuales" donde pacen tranquilamente los objetos específicos de una ciencia. Todo está abierto a todos, pero cada uno se lleva de la realidad estudiada, lo que sus teorías y métodos le permiten... Aquí está la diferencia, las ciencias se construyen con hilos invisibles (los conceptos) que forman una telaraña maravillosa (las teorías). Allí se quedan enganchados los fenómenos reales. A veces son tan grandes y extraños... que rompen la tela tan trabajosamente urdida.

Sí se me permite la metáfora, un investigador que tenga una mochila rectangular se llevará sólo objetos cuadrados y rectangulares. En cambio el que tenga una mochila elástica, se llevará todo lo que pueda, no importando su forma... aunque sí su peso. Un modelo de análisis que recoja muchos fenómenos heterogéneos se asemeja a esa mochila elástica. Pero su debilidad está en lo poco que puede decir de cada objeto observado.

Vamos a dar carpetazo al asunto (provisionalmente, se entiende) resumiendo lo anterior en pocas palabras: *un científico puede estudiar, y de hecho así lo hace, cualquier fenómeno, cualquier objeto de la realidad pero atendiendo a las cuestiones que sus "teorías" le permiten ver como importantes.

Las teorías centrales de cada ciencia son lo que hace la diferencia, las que filtran las nuevas herramientas, y las que crean las dificultades de relación con las interpretaciones que surgen de otras disciplinas. *Las teorías unen y por ello también separan.

Si no tenemos una teoría, o un modelo (que sería un nivel más bajo, menos abstracto) que trate el cambio social, el concepto de "actitud" actúa puramente como un descriptor. Describe una pauta, algo que se observa, pero sin asignarle un papel causal; en otras palabras, es una consecuencia del estado de cosas registrado.

Es difícil que un psicólogo, un sociólogo, un economista y un antropólogo se entiendan... porque hablan idiomas diferentes; idiomas que están perfectamente diseñados para "hablar" de sus teorías... pero que no casan bien. Es como un ordenador que habla en windows y el otro, más beneficiado por la suerte, sólo entiende el linux. No hay forma de entenderse a menos que...

Tengo la esperanza que alguno de los que van siguiendo estas reflexiones se les haya ocurrido lo mismo. ¡Sí...! hasta... que se posea una teoría unificada de lo humano (para seguir con la metáfora de los ordenadores sería un lenguaje tipo "html" que permita a cualquier ordenador leer, independientemente del ordenador orígen).

Una teoría que genere modelos donde se pueda ver lo que funciona desde cualquier ángulo, y que todos resulten coherentes, ofreciendo una visión polifacética, pero unificada.

La parte triste de la historia es que no se ha encontrado todavía. No ha llegado ese feliz día. Así que no queda más remedio que establecer puentes, puentes frágiles que interconecten lo que las teorías separan. Esta clase de puentes existen, son las que abarcan una gran variedad de fenómenos explicándolos a partir de principios comunes. 

Un ejemplo de ello podría ser la "teoría del caos", o el "materialismo histórico" (la visión marxista de la sociedad), aunque ésta última esté muy desacreditada por razones políticas notorias. Hoy por hoy no existe una teoría de teorías que alcance aceptación plena en la comunidad científica.

Personalmente considero que la teoría del caos es muy fructífera, pero sus aplicaciones en el campo de la sociología están aun en pañales.

Volvamos al mensaje paraguayo; al que hemos usado "de entrenamiento" para agilizar las neuronas hurgando en un clásico esquema de sociología "de café". 

Ya comenté que implica un salto ilegal entre la descripción de algunos hechos y la receta que ofrece. Afirma cosas que si bien tienen realidad no son representativas de una sociedad puntera (ni de una sociedad subdesarrollada), y a partir de esos elementos reales pero poco representativos, se proponen, ilegitimamente (desde una perspectiva coherente), conductas destinadas a provocar cambios sociales de envergadura. 

Suena a mixtificación, a engañifa. Algo así como recomendar que, dado que las personas en las sociedades ricas suelen ir bien vestidas, la mejor manera de alcanzar un desarrollo similar en un país, es que todo el mundo salga a la calle... "bien vestido".

Sin embargo el msg tiene, también, su interés sociológico (para un sociólogo los "errores" científicos tienen un gran interés, sobre todo cuando hay gente que se los cree).

Muestra como una visión superficial de los fenómenos sociales puede dar "el pego". Muestra como se puede influir en las personas a partir de esquemas sencillos de razonamiento. Muestra como el modelo del "dominó", si bien falso, puede ser movilizador porque simplifica la realidad y permite verla como un proceso lineal de "acción-reacción". Muestra como la demagogia política para ser eficaz tiene que apoyarse en razonamientos del mismo tipo: nuestros males son provocados por x, luego eliminemos x, y todo funcionará de maravillas.

Muestra todo eso... si tenemos elementos conceptuales para verlo; si no, no muestra nada más allá de su texto literal

Aquí hagamos una aparte, una reflexión de tipo más general: Las ideas falsas, aunque falsas pueden ser un efectivo motor de cambio social, si se sintonizan con los anhelos de mucha gente. Lo típico de las grandes revoluciones es que las ideas que se agitan toman formas tan sencillas... que hasta un niño de cinco años puede entenderlas. Por supuesto que luego pasa lo que pasa; pero sólo los historiadores son los que advierten las contradicciones. La gente que vive un proceso tan convulso como una revolución, apenas tiene energías para mantenerse sobre el tablero ¡como se le va a pedir que reflexionen sobre el curso general del proceso!

Volviendo al tema principal: la inteligencia es la capacidad de ver lo invisible; las ciencias hacen a las personas más inteligentes. Lástima que sólo en un campo, sólo en la banda estrecha que esa ciencia puede dominar. Más allá de la barca, está el hondo mar.

Como dice el neurofisiólogo William H. Calvin: 

"La inteligencia implica una capacidad para escapar a las servidumbres del instinto y producir nuevas soluciones a los problemas planteados"

(v. "Más allá de las cisuras y los surcos". Mundo Científico, feb. 2000, pag. 45).

El poder de cada ciencia se encuentra en la potencia de sus teorías centrales. En su capacidad de predicción sobre los fenómenos que estudia. Su debilidad estaría, del mismo modo, en usarla para cosas que no fue diseñada. Intentar curar una neurosis aplicando teorías sociológicas sería un caso de flagrante error. También, lo inverso, aplicar una teoría de la neurosis a un fenómeno social. Cuanta más envergadura tenga este fenómeno... más ridícula y absurda puede llegar a ser la interpretación.

Demos, ahora, metafóricamente un salto y vamos a lo publicado en el ABC (de Madrid) del martes 11 de enero de este año:

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EL SALTO DE LA CABRA
Por Alfonso Ussía

La suben entre los quintos al campanario de la iglesia. En la plaza, la muchedumbre se reúne para asistir al denigrante espectáculo. La cabra no entiende de qué va la cosa, pero intuye que nada bueno le va a suceder y mira hacia abajo con tristeza. Se defiende con terror y ello provoca las primeras y sonoras carcajadas. El gentío saca a relucir sus hermosas encías. Cuando lo consideran oportuno, desde lo alto de la iglesia, empujan a la cabra. Y la cabra se precipita, y cae como una piedra, o como una cabra, y se estrella contra el suelo de Manganeses de la Polvorosa. En alguna ocasión ha sobrevivido, y entonces se comenta durante semanas lo duras y fuertes que son las puñeteras cabras. Lo normal es que mueran despanzurradas. En los últimos años, la celebración se había suavizado, y a la cabra le esperaba una lona para amortiguar el golpe. Pero ya no divertía tanto. Este año, ni con lona. Han prohibido el salto de la cabra. La España negra y terrible está de luto.

Progresamos. Al menos, en lo que se refiere a la cabra de Manganeses de la Polvorosa, el año dos mil nos ha traído una buena noticia. Pero llevamos demasiado tiempo empujando cabras desde los campanarios y tendrán que transcurrir algunos años para que nos acostumbremos al feliz aburrimiento de la cordura. Un día le alcanzará la amnistía al novillo fogueado, torturado por la masa festiva y patronal de nuestros pueblos. Persisten muchas costumbres bárbaras porque aún restan en España personas capaces de sustituir al novillo por el alcalde, al toro por el concejal de festejos y al pato decapitado por el delegado gubernativo. Buenas fiestas serán las del rico vino, el baile sin descanso, la pasión abierta y la enagua alzada. En España todo lo bueno ha sido siempre pecado mortal, y de ahí el desahogo con las cabras. Lo dice la coplilla popular. «No te juntes con tu moza / que Dios te castigará. / Que el amor siempre es pecado / antes de matrimoniar». Y claro, lo pagaba la cabra.

Porque de toda la barbaridad del salto de la cabra, el matiz más chocante es precisamente que el punto de lanzamiento del pobre bicho haya sido el campanario de la iglesia. Para acceder a él hay que entrar en la iglesia con la cabra, subirla por las escaleras del recinto sagrado y contar con el permiso del párroco y la autorización del obispado. Los campanarios suelen tener puerta y llave, para impedir bromas y toques a destiempo. Las campanas anunciaban a los lugareños las llamadas, las alegrías y las penas. Marcaban las horas, fijaban las jornadas de trabajo en las eras y mantenían a los pastores unidos a la vida desde la lejanía. Las campanas hacían de pregoneras del alma, y repicando de gozo o doblando de dolor, formaban parte del hábito de los pueblos y las aldeas, siempre bajo el dominio del señor cura, que autorizaba sus ritmos y tonos de acuerdo con la necesidad del momento. De ahí que sorprenda que el más alto lugar de la casa de Dios fuera el elegido para protagonizar la salvajada contra la pobre cabra.

Creo que bajo la brutalidad de muchas de nuestras costumbres vive la represión obsesiva de una moral deformada por la amenaza del pecado. En España, por los siglos de los siglos, el Pecado se escribe con mayúscula. Lo natural, lo sencillo, lo humano, era siempre pecado. Por eso encontramos la forma de divertirnos sin asomarnos al fuego eterno.

Claro, que la cabra no se ha salvado. Sí la de Manganeses de la Polvorosa, que es una cabra específica y nunca reincidente. En la figuración, somos nosotros las cabras que volamos día tras día para terminar despanzurradas en el suelo. Recientemente, el señor obispo de San Sebastián se subió a su campanario particular, y sin encomendarse a Dios ni al Diablo -al segundo no está del todo descartado-, dejó caer a la pobre cabra desde lo alto para que el sector más salvaje de su feligresía lo celebrara con regocijo. El trompazo fue espantoso, pero la cabra sobrevivió. Lo prueba el que esta cabra siga escribiendo, y usted, también cabra lanzada desde el campanario, me haya podido leer.

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¡Un buen ejemplo de estilo periodístico! ameno, fácil de leer y que muestra los hechos tal como ocurren (en la mente del escritor). El hecho es cruel y el estilo panfletario; muy del tipo que agrada en nuestras latitudes. ¿Por qué será que los periodistas en España no pueden escribir nada de tipo sociológico sin indignarse? 

Nada de reflexión escalonada, al estilo germano. Pareciera que las columnas de opinión tienen que competir con la televisión. Si no ponen sus granito picante, el lector hará zapping. Por otro lado es una forma de adular al lector casual. Si se queda y comparte la opinión del articulista... "¡que sensible que soy! Alma virtuosa arrojada a un infierno inmerecido". 

¡Que diferente sería un informe sociológico sobre la misma situación! ¡y que aburrido! Por supuesto que el científico social tiene sus valores, y quiero creer que están del lado de la cabra; pero una cosa es sentir rechazo y otra, muy diferente, es convertir ese rechazo en un obstáculo para la comprensión. Aquí tenemos una costumbre centenaria, un conjunto de personas que ni están locos ni son psicópatas. Es verdad que tienen unos rituales horribles para celebrar un acontecimiento festivo... pero algo así sucede en diversas partes del mundo. Es menester comprender antes de censurar. Una "inquisición ilustrada", es una inquisición con margaritas en las orejas.

Estamos en un buen momento para recuperar algunos términos técnicos de la clase anterior. Por ejemplo "cultura", pero no en su significado vulgar de "refinamiento" sino en el puramente técnico de creación humana. Una fiesta es un acto social, y una fiesta que se repite año tras año tiene mucha miga. Estas fiestas no están inscriptas en el código genético, han surgido en algún momento, han gustado... y se han repetido. Nadie se ha opuesto a ellas (nadie con poder, por supuesto). 

Nunca se la ha percibido atacando valores esenciales de la comunidad; no parecen que afecta a la unidad de España (materia delicada que siempre parece cuestionable), ni a la religión católica ni, ya en tiempos más actuales, a la democracia y a la soberanía popular.

Una fiesta que se repite desde hace mucho tiempo forma parte de la tradición, forma parte de la cultura en lo que tiene de dimensión histórica. Se aprende como el alfabeto y se practica como recitando las tablas de multiplicar. Requiere un esfuerzo de socialización por parte de la comunidad.

Pero como es una costumbre local, que ¡a Dios gracias! no está extendida por toda España, bien puede ser considerada una "subcultura". Una subcultura localizada geográficamente, no por la edad de sus participantes o por su clase social.

Fijaos bien, es una "subcultura" pero no es una "contracultura". Nada hay en estas fiestas de revolucionario o contestatario. Más aún, son fiestas de "integración" donde los poderes locales participan, aunque más no sea que como benévolos espectadores.

Si yo me fuera a vivir a un pueblo donde se practica este salvaje rito tendría serios problemas para convivir con la gente del lugar (por lo menos en épocas de fiesta). No estaría "asimilado" a esta subcultura, y ello me produciría inmediatos problemas de marginación. 

Si llevara mi disgusto a un despliegue de mayor militancia (por ejemplo, colocándome con una pancarta delante de la iglesia denunciado la crueldad), entraría en colisión con el "etnocentrismo" de esa comunidad; que me tildarían (seguro) de extraño desagradecido, marica de ciudad y otras lindezas que os podéis imaginar. Naturalmente a mí estos insultos no me harían mucha mella porque mi grupo de referencia no está constituido por ese pueblo, sino otra gente que está en otros lados. 

En cualquier caso tendré un conflicto y en la medida que mi poder sea algo mayor de lo habitual en un individuo aislado (pongamos que tengo amigos periodistas y los incito a venir al pueblo para presenciar ese macabro salto) el conflicto dejará de ser entre el-pueblo-y-uno para pasar a ser entre el pueblo y la comunidad mayor a la que pertenece. De alguna forma les he puesto la fiesta difícil.

Pero si mi visita a la comarca fuera la de un investigador, no habría armado ningún ruido y la cabra habría saltado sin mayores trabas. Un estudio sociológico de esta clase tomaría en cuenta todos los aspectos que antes he señalado más muchos otros que pueden ser muy pertinentes. Y trataría de hacerlo con objetividad, entendida ésta *no como la ausencia de sentimientos o valoraciones (en este caso muy negativas) sino como el necesario distanciamiento para describir todos los sentimientos, valores y relaciones en juego, y no centrarse únicamente en la pobre cabra, en su último vuelo y en sus tristes ensoñaciones antes de encontrarse con su creador.

Si pusiéramos en un extremo de una línea el análisis de un sociólogo... en el extremo opuesto, estaría el del predicador. Sea un predicador religioso o laico.

Un estudio sociológico también tomaría en cuenta, para incluirlo en su análisis los cambios que se presentan cuando ciertos hechos se divulgan. En el caso que comento los diarios informan que este año no se celebró el ritual (esto es real. Según parece la "celebración" ha sido suspendida). Una cabra salvada y un pueblo que no sabemos por qué ha cedido a la presión exterior; cuanto ha habido de comprensión de valores comunes y cuanto de "evitarse problemas". Los diarios no informan porque una vez que la cabra se salva... todo lo demás ya no es noticia. Sin embargo lo que deja de ser información periodística sigue teniendo un alto valor sociológico. El problema es que para seguir informándonos necesitamos la maquinaria de una investigación, recursos económicos, etc. El sociólogo maldice cuando los asuntos se solucionan porque muchas veces no se solucionan simplemente pasan "a la clandestinidad".


Nota complementaria:

Existen otros pueblos contemporáneos que también utilizan animales en sus juegos, y la cabra, sin ir más lejos, reaparece en un popular deporte entre los mongoles.

Dos equipos se reúnen, y alguien trae una cabra viva; la degüellan y le cortan la cabeza junto con el extremo de las patas. La cabra se asemeja, ahora, a un pellejo hinchado. Con ella, con sus restos, jugaran una especie de fútbol a caballo, muy violento, donde cada jinete tratará de quedarse con la cabra mientras los contrarios le dan latigazos para que la suelte. Todo esto corriendo a galope tendido.

Durante el poder soviético este deporte fue prohibido en Kirguizia pero se lo siguió practicando clandestinamente. Ya caído el poder rojo ahora se juega al descubierto y se lo considera una de las tradiciones que simbolizan el valor y la fiereza del pueblo mongol. Hace pocos días tuve oportunidad de verlo en televisión y me sorprendió no encontrar ningún comentario a posteriori en los diarios. ¡Claro! estas cosas no son noticia, suceden muy lejos y para colmo es un pueblo que ha recuperado sus tradiciones que el poder soviético había intentado liquidar.

Los fenómenos sociales no son tan sencillos como parecen, ni aquí ni en ningún lugar. Con simplemente prohibir no se evitan muchas conductas que nos hieren o nos desagradan moralmente. Lo único que se logra, muchas veces, es una celebración oculta y su conversión en "cultura reprimida", lo que augura, a mediano o largo plazo, una gloria futura. 

Fenómenos paradójicos, sin duda, pero que el sociólogo bregado está acostumbrado a ver. En este campo, como en todos, la teoría siendo importante no es suficiente; se necesita acumular experiencia personal en la observación social. Un buen sociólogo no se improvisa ni surge de cinco años de facultad. Aparte de la vocación (condición necesaria pero no suficiente) se requiere años de observación de la realidad social. Y así todo las equivocaciones representan el 99% de las predicciones.

En cualquier caso una observación que ofrezca ciertas garantías de objetividad debe ser observación no participante... aunque durante una época estuvo muy de moda el profesional que además militaba. En general se puede decir que es una pésima política jugar el partido y al mismo tiempo comentarlo. Mal para los que escuchan, porque cuesta mucho advertir donde se separa el interés científico y el militante. Y mal para el que juega con la doble profesión, porque termina creyéndose una especie de profeta que reúne simultáneamente el valor del conocimiento y la capacidad de tomar decisiones acertadas.

El estilo periodístico, en cambio, suele reunir los dos defectos extremos en que puede caer el sociólogo: demasiado distante y simultáneamente demasiado cercano. El uso de términos y giros intentan provocar una respuesta emocional (de indignación y rechazo); es una argumentación viva, colorista... y profundamente partidista: 

"La cabra no entiende de qué va la cosa, pero intuye que nada bueno le va a suceder y mira hacia abajo con tristeza...". 

Se dota al animal que va a ser sacrificado de las mismas emociones y sensaciones que un ser humano. Es posible que las cabras tengan tristeza, pero aquí no se refiere a un descubrimiento comprobado sino a una metáfora dramática. Al final del artículo vemos a un obispo lanzar una cabra por arriba del campanario, mientras más abajo golfos sedientos de sangre lo jalean. Resulta obvio que por este camino se pueden provocar emociones fuertes (uno siente ganas de trasladarse a ese miserable pueblo y darles el mismo tratamiento, uno por uno, a sus habitantes), pero nunca incitar a reflexionar sociológicamente.

Veamos, (para terminar), algunos términos más que desarrollarán nuestra imaginación sociológica:

Actitud:
Predisposición aprendida. Respuesta estereotipada. Una actitud, en el uso técnico, indica una disposición mental a responder de cierta manera en presencia de los mismos estímulos. Los moros nos dan recelo, y descubrimos en su mirada, siempre aviesa, el intento por burlarnos de alguna manera. Naturalmente que hay árabes que pueden encajar con el estereotipo, pero seguro que muchos no lo hacen así; aunque así suelen verlos los predispuestos en contra. Cuando las actitudes son negativas toman el nombre de prejuicios.

Las actitudes no siempre tienen porque ser negativas, pueden ser positivas, favorables; como cuando se espera de los ingleses que tengan siempre un comportamiento caballeresco, y luego nos quedamos de piedra al ver a los remeros de Oxford arrasando un pueblo de la costa catalana, por haber tomado unas copas de más..

Las actitudes explican las respuestas globales que ayudan a la distancia social; a que los miembros de diferentes grupos o comunidades se miren con recelo. Y un hecho comprobable en la vida social es que el recelo: *siempre está justificado. No tanto porque sea una buena previsión sino porque es la profecía que se autocumple; en la medida que la creemos, aunque sea falsa en sus comienzos será verdadera en su final.

Es un término propio de la "psicología social", una rama de la sociología. Como tal funciona muy bien en la explicación de los fenómenos grupales... y cuanto más se amplía el número de personas implicadas menos funciona. Igual que los alimentos y los medicamentos traen fecha de caducidad, los conceptos deberían tener alguna información sobre sus límites de aplicación, sobre sus fronteras. Un buen concepto usado en tierra ajena, se desvaloriza.

Socialización:
Modelación de la conducta humana en los planos mental y físico que sucede en situaciones sociales duraderas. Este proceso, muy importante para la transmisión de la cultura y las subculturas, es la manera como un individuo llega a formar parte de una comunidad; como llega a ser considerado uno del grupo. La primera socialización se realiza en el seno de la familia, cuando el niño crece. Esta es la "socialización primaria" porque sucede al principio de la vida. Es la más formativa ya que aquí se sientan las bases de la futura personalidad. Luego tenemos las socializaciones "secundarias", aquellas que resultan de la inserción del individuo en grupos sociales estables, durante el transcurso de su vida.

Estatus:
Posición que se ocupa dentro de un sistema social, y que determina derechos y deberes. En un sentido más coloquial es el lugar en la jerarquía grupal donde se encuentra el individuo. Todo grupo, inclusive los más informales, presenta una jerarquía: hay miembros centrales (sin los cuales el grupo se disuelve o queda seriamente afectado) y miembros marginales (aquellos que vienen yPensando Sociologicamente

2da. parte




"-Entonces debes decir lo que piensas -prosiguió la Liebre de Marzo.
-Lo hago -replicó Alicia apresuradamente-; al menos... al menos pienso lo que digo... que es lo mismo.
-¡Ni mucho menos! -dijo el Sombrerero-. iVamos, es como si dijeses que "veo lo que como" es lo mismo que "como lo que veo"!
-¡Es como si dijeses! -añadió la Liebre de Marzo- ¡que "me gusta lo que tengo" es lo mismo que "tengo lo que me gusta"!
-¡Es como si dijeses! -añadió el Lirón, que pareció hablar en sueños- ique "respiro cuando duermo" es lo mismo que "duermo cuando respiro"!
-Será lo mismo para ti -dijo el Sombrerero; y aquí cesó la conversación, y el grupo se quedó en silencio durante un minuto, mientras Alicia repasaba todo lo que recordaba sobre cuervos y escritorios, lo cual no era mucho."
(Lewis Carroll. Alicia en el País de las Maravillas)

 

Retomemos el hilo de la clase... pero os puedo asegurar que el Reverendo Dogson, más conocido por Lewis Carroll escribió cosas muy sugerentes para un sociólogo. Lástima que siempre se lo haya visto como literatura infantil (cosa de la cual él tambien tiene su parte de responsabilidad).

En la clase anterior transcribimos un msg del Paraguay que no se presentaba precisamente como un cuento para infantes. En él se invita a formar una cadena para distribuir una lista de recomendaciones destinadas a provocar el mejoramiento individual y de paso el nacional. El texto decía literalmente:

"La diferencia radica en la actitud de las personas"

Dicho así la afirmación puede tomar la apariencia de una invocación algo mística, tipo "new age". Y quizá resulte incomprendido el sociólogo que responda con mal humor (como si careciera de sensibilidad frente a los problemas humanos inmediatos). Sin embargo no es oro todo lo que reluce; el sociólogo ha detectado un brusco salto de "nivel", un paso ilegítimo desde lo individual a lo colectivo. Algo que puede parecer razonable, pero sólo por su forma; en realidad a un entendido le suena tan estúpido como afirmar que si todos lo cuadrados fueran redondos, el mundo tendría una cosa menos de que preocuparse.

Y ello es porque las "actitudes" no pueden provocar cambios en la sociedad global... simplemente el concepto *no ha sido construido El concepto de "actitud" es una buena herramienta para el análisis individual y mantiene su eficacia en el análisis de pequeños grupos; pero a medida que aumenta el número de interacciones los fenómenos emergentes empiezan a ser endemoniadamente intratables. Es, como un bisturí, apto para una operación quirúrgica, pero absolutamente ineficaz como cuchillo de carnicero.

Sin embargo los "out" en sociología no advierten el salto, así como los que no tienen "oído" no perciben cuando alguien cantando, desafina.

Es perfectamente posible, y así sucede, que en perspectiva "macro", (el que abarca todo un país), se siga hablando de "actitudes". Pero en todo caso se pensará a éstas como el resultado de un estado de cosas, no lo que provoca ese estado, su causa. Las "actitudes" son, así, un indicador de una situación; una variable dependiente.

Una persona inexperta en fenómenos sociales (aunque sea un experto en otras materias) se inclina por pensar los hechos sociales conforme al modelo del dominó: Si una ficha cae, arrastra en su caída a cualquier otra que se encuentra en su trayectoria. Y se puede empujar la fila de fichas por cualquier extremo, todas caerán igual aunque la dirección sea inversa. 

Con el dominó se pueden crear bonitos juegos. Miles de fichas desplomándose lentamente y al hacerlo van creando insólitas figuras sobre un plano. Pero una sociedad humana no funciona igual .

Cualquiera que disfrute con la historia puede seguir los sinuosos senderos que van desde que se crea una fuerza política hasta que ella, en algunos casos, conquista el poder. Y lo que pasa después puede ser muy variado, pero casi nunca tiene relación con los objetivos iniciales. Los cambios sociales son producidos por personas, pero ellos resultan de la suma geométrica de millones de interacciones; de acciones y reacciones tan complejas que cualquier previsión es simplemente eso: una previsión. Y las previsiones suelen tener cierto prestigio... *porque no se lleva cuenta de las que han fallado. Si así fuera, diríamos como aquel político "cuando yo digo siempre... me refiero a lo que sostendré esta semana".

Lo que debe quedar claro, para evitar los errores típicos del razonamiento no adiestrado, es que resulta imposible prever un cambio social, pero si resulta posible saber lo que no provocará un cambio social de envergadura. Hay aquí una asimetría que parece ilógica; pero piensese que no sabemos como provocar cambios metereológicos de envergadura, en cambio *no se puede producir un cambio de tiempo de tiempo abriendo el paraguas. 

Es verdad que no conocemos realmente el proceso; pero también es cierto que algo de conocimiento se ha venido acumulando en estos últimos siglos de estudios sociológicos. Suficientes conocimientos como para advertir una secuencia, un proceso, que no resulta arbitrario aunque sí sea imprevisible en su desarrollo.

Para la teoría sociológica el mensaje contenido en la exhortación paraguaya es una triste caricatura de los esfuerzos que lleva la ciencia social desde hace muchas décadas para entender el porque del retraso de algunas sociedades (el "subdesarrollo") y que se puede hacer para ayudarlas.

Quizá ha llegado el momento de tratar un tema peliagudo: ¿que estudia la sociología? ¿A que se dedican los sociólogos? ¿sólo a hacer encuestas? Con este asunto acostumbran a llenar las páginas del primer capítulo los manuales introductorios y yo me limitaría a resolver el trámite con una definición más (copiada de algún manual), si no fuera que éstas ni son realistas, ni son metodológicamente interesantes. Sólo tienen a su favor que las entiende todo el mundo.

Un manual dirá que la sociología estudia a los fenómenos sociales; o los grupos humanos y el comportamiento individual en situaciones de interacción; o los patrones de comportamiento que explican el comportamiento social; o las fuerzas sociales; o los hechos sociales...

Pero no es esto lo que investiga el sociólogo. Mejor dicho es todo esto... y mucho más.

La sociología no estudia una clase de objetos (como los arriba mencionados), sino que estudia todos los objetos que se ponga a tiro (entendiendo como "objetos": temas o cuestiones que merezcan ser investigadas). El sociólogo estudia todo lo que pasa por delante de sus narices, suponiendo, claro, que tenga ganas de hacerlo y recursos económicos para intentarlo.

Como sociólogo uno puede estudiar un teorema matemático, una letra de cambio, un tumor canceroso, el comportamiento de Dios (tal como lo registran los libros sagrados), o el liderazgo.

Pero no se fijará en las mismas cosas que un matemático (es más probable que le interese que hace el matemático con ese conocimiento -por ej., situarse mejor en su departamento universitario-). También el tumor tendrá una lectura diferente que para el médico, porque su vista se orientará inconscientemente hacia las consecuencias que provoca en el enfermo y su entorno; como cambian las relaciones familiares cuando el fenómeno se descubre y como se introducen nuevos miembros significativos (el médico) en ese grupo primario donde el enfermo participa. 

En el caso de Dios (el Dios de los texto sagrados) observará cómo reacciona frente a su grey; si se comunica y en que circunstancias; que deberes impone y como responde frente a los usuales errores humanos. En realidad Dios pasará a ser un personaje importante, pero no será el mismo Dios que estudia el teólogo. Se parecerá a un jefe supremo de una tribu problemática, no al hacedor del Universo. 

Y lo mismo en cualquier otro caso que se os ocurra.

Un sociólogo se fijará en cualquier cosa que esté a su alcance, si realmente es un sociólogo de vocación y no ha elegido la carrera simplemente porque el autobús pasaba cerca de su casa y daba la casualidad que también por la facultad de marras.

Todos los objetos son libremente visitables, observables y pensables por cualquier científico. No existen "corrales virtuales" donde pacen tranquilamente los objetos específicos de una ciencia. Todo está abierto a todos, pero cada uno se lleva de la realidad estudiada, lo que sus teorías y métodos le permiten... Aquí está la diferencia, las ciencias se construyen con hilos invisibles (los conceptos) que forman una telaraña maravillosa (las teorías). Allí se quedan enganchados los fenómenos reales. A veces son tan grandes y extraños... que rompen la tela tan trabajosamente urdida.

Sí se me permite la metáfora, un investigador que tenga una mochila rectangular se llevará sólo objetos cuadrados y rectangulares. En cambio el que tenga una mochila elástica, se llevará todo lo que pueda, no importando su forma... aunque sí su peso. Un modelo de análisis que recoja muchos fenómenos heterogéneos se asemeja a esa mochila elástica. Pero su debilidad está en lo poco que puede decir de cada objeto observado.

Vamos a dar carpetazo al asunto (provisionalmente, se entiende) resumiendo lo anterior en pocas palabras: *un científico puede estudiar, y de hecho así lo hace, cualquier fenómeno, cualquier objeto de la realidad pero atendiendo a las cuestiones que sus "teorías" le permiten ver como importantes.

Las teorías centrales de cada ciencia son lo que hace la diferencia, las que filtran las nuevas herramientas, y las que crean las dificultades de relación con las interpretaciones que surgen de otras disciplinas. *Las teorías unen y por ello también separan.

Si no tenemos una teoría, o un modelo (que sería un nivel más bajo, menos abstracto) que trate el cambio social, el concepto de "actitud" actúa puramente como un descriptor. Describe una pauta, algo que se observa, pero sin asignarle un papel causal; en otras palabras, es una consecuencia del estado de cosas registrado.

Es difícil que un psicólogo, un sociólogo, un economista y un antropólogo se entiendan... porque hablan idiomas diferentes; idiomas que están perfectamente diseñados para "hablar" de sus teorías... pero que no casan bien. Es como un ordenador que habla en windows y el otro, más beneficiado por la suerte, sólo entiende el linux. No hay forma de entenderse a menos que...

Tengo la esperanza que alguno de los que van siguiendo estas reflexiones se les haya ocurrido lo mismo. ¡Sí...! hasta... que se posea una teoría unificada de lo humano (para seguir con la metáfora de los ordenadores sería un lenguaje tipo "html" que permita a cualquier ordenador leer, independientemente del ordenador orígen).

Una teoría que genere modelos donde se pueda ver lo que funciona desde cualquier ángulo, y que todos resulten coherentes, ofreciendo una visión polifacética, pero unificada.

La parte triste de la historia es que no se ha encontrado todavía. No ha llegado ese feliz día. Así que no queda más remedio que establecer puentes, puentes frágiles que interconecten lo que las teorías separan. Esta clase de puentes existen, son las que abarcan una gran variedad de fenómenos explicándolos a partir de principios comunes. 

Un ejemplo de ello podría ser la "teoría del caos", o el "materialismo histórico" (la visión marxista de la sociedad), aunque ésta última esté muy desacreditada por razones políticas notorias. Hoy por hoy no existe una teoría de teorías que alcance aceptación plena en la comunidad científica.

Personalmente considero que la teoría del caos es muy fructífera, pero sus aplicaciones en el campo de la sociología están aun en pañales.

Volvamos al mensaje paraguayo; al que hemos usado "de entrenamiento" para agilizar las neuronas hurgando en un clásico esquema de sociología "de café". 

Ya comenté que implica un salto ilegal entre la descripción de algunos hechos y la receta que ofrece. Afirma cosas que si bien tienen realidad no son representativas de una sociedad puntera (ni de una sociedad subdesarrollada), y a partir de esos elementos reales pero poco representativos, se proponen, ilegitimamente (desde una perspectiva coherente), conductas destinadas a provocar cambios sociales de envergadura. 

Suena a mixtificación, a engañifa. Algo así como recomendar que, dado que las personas en las sociedades ricas suelen ir bien vestidas, la mejor manera de alcanzar un desarrollo similar en un país, es que todo el mundo salga a la calle... "bien vestido".

Sin embargo el msg tiene, también, su interés sociológico (para un sociólogo los "errores" científicos tienen un gran interés, sobre todo cuando hay gente que se los cree).

Muestra como una visión superficial de los fenómenos sociales puede dar "el pego". Muestra como se puede influir en las personas a partir de esquemas sencillos de razonamiento. Muestra como el modelo del "dominó", si bien falso, puede ser movilizador porque simplifica la realidad y permite verla como un proceso lineal de "acción-reacción". Muestra como la demagogia política para ser eficaz tiene que apoyarse en razonamientos del mismo tipo: nuestros males son provocados por x, luego eliminemos x, y todo funcionará de maravillas.

Muestra todo eso... si tenemos elementos conceptuales para verlo; si no, no muestra nada más allá de su texto literal

Aquí hagamos una aparte, una reflexión de tipo más general: Las ideas falsas, aunque falsas pueden ser un efectivo motor de cambio social, si se sintonizan con los anhelos de mucha gente. Lo típico de las grandes revoluciones es que las ideas que se agitan toman formas tan sencillas... que hasta un niño de cinco años puede entenderlas. Por supuesto que luego pasa lo que pasa; pero sólo los historiadores son los que advierten las contradicciones. La gente que vive un proceso tan convulso como una revolución, apenas tiene energías para mantenerse sobre el tablero ¡como se le va a pedir que reflexionen sobre el curso general del proceso!

Volviendo al tema principal: la inteligencia es la capacidad de ver lo invisible; las ciencias hacen a las personas más inteligentes. Lástima que sólo en un campo, sólo en la banda estrecha que esa ciencia puede dominar. Más allá de la barca, está el hondo mar.

Como dice el neurofisiólogo William H. Calvin: 

"La inteligencia implica una capacidad para escapar a las servidumbres del instinto y producir nuevas soluciones a los problemas planteados"

(v. "Más allá de las cisuras y los surcos". Mundo Científico, feb. 2000, pag. 45).

El poder de cada ciencia se encuentra en la potencia de sus teorías centrales. En su capacidad de predicción sobre los fenómenos que estudia. Su debilidad estaría, del mismo modo, en usarla para cosas que no fue diseñada. Intentar curar una neurosis aplicando teorías sociológicas sería un caso de flagrante error. También, lo inverso, aplicar una teoría de la neurosis a un fenómeno social. Cuanta más envergadura tenga este fenómeno... más ridícula y absurda puede llegar a ser la interpretación.

Demos, ahora, metafóricamente un salto y vamos a lo publicado en el ABC (de Madrid) del martes 11 de enero de este año:

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EL SALTO DE LA CABRA
Por Alfonso Ussía

La suben entre los quintos al campanario de la iglesia. En la plaza, la muchedumbre se reúne para asistir al denigrante espectáculo. La cabra no entiende de qué va la cosa, pero intuye que nada bueno le va a suceder y mira hacia abajo con tristeza. Se defiende con terror y ello provoca las primeras y sonoras carcajadas. El gentío saca a relucir sus hermosas encías. Cuando lo consideran oportuno, desde lo alto de la iglesia, empujan a la cabra. Y la cabra se precipita, y cae como una piedra, o como una cabra, y se estrella contra el suelo de Manganeses de la Polvorosa. En alguna ocasión ha sobrevivido, y entonces se comenta durante semanas lo duras y fuertes que son las puñeteras cabras. Lo normal es que mueran despanzurradas. En los últimos años, la celebración se había suavizado, y a la cabra le esperaba una lona para amortiguar el golpe. Pero ya no divertía tanto. Este año, ni con lona. Han prohibido el salto de la cabra. La España negra y terrible está de luto.

Progresamos. Al menos, en lo que se refiere a la cabra de Manganeses de la Polvorosa, el año dos mil nos ha traído una buena noticia. Pero llevamos demasiado tiempo empujando cabras desde los campanarios y tendrán que transcurrir algunos años para que nos acostumbremos al feliz aburrimiento de la cordura. Un día le alcanzará la amnistía al novillo fogueado, torturado por la masa festiva y patronal de nuestros pueblos. Persisten muchas costumbres bárbaras porque aún restan en España personas capaces de sustituir al novillo por el alcalde, al toro por el concejal de festejos y al pato decapitado por el delegado gubernativo. Buenas fiestas serán las del rico vino, el baile sin descanso, la pasión abierta y la enagua alzada. En España todo lo bueno ha sido siempre pecado mortal, y de ahí el desahogo con las cabras. Lo dice la coplilla popular. «No te juntes con tu moza / que Dios te castigará. / Que el amor siempre es pecado / antes de matrimoniar». Y claro, lo pagaba la cabra.

Porque de toda la barbaridad del salto de la cabra, el matiz más chocante es precisamente que el punto de lanzamiento del pobre bicho haya sido el campanario de la iglesia. Para acceder a él hay que entrar en la iglesia con la cabra, subirla por las escaleras del recinto sagrado y contar con el permiso del párroco y la autorización del obispado. Los campanarios suelen tener puerta y llave, para impedir bromas y toques a destiempo. Las campanas anunciaban a los lugareños las llamadas, las alegrías y las penas. Marcaban las horas, fijaban las jornadas de trabajo en las eras y mantenían a los pastores unidos a la vida desde la lejanía. Las campanas hacían de pregoneras del alma, y repicando de gozo o doblando de dolor, formaban parte del hábito de los pueblos y las aldeas, siempre bajo el dominio del señor cura, que autorizaba sus ritmos y tonos de acuerdo con la necesidad del momento. De ahí que sorprenda que el más alto lugar de la casa de Dios fuera el elegido para protagonizar la salvajada contra la pobre cabra.

Creo que bajo la brutalidad de muchas de nuestras costumbres vive la represión obsesiva de una moral deformada por la amenaza del pecado. En España, por los siglos de los siglos, el Pecado se escribe con mayúscula. Lo natural, lo sencillo, lo humano, era siempre pecado. Por eso encontramos la forma de divertirnos sin asomarnos al fuego eterno.

Claro, que la cabra no se ha salvado. Sí la de Manganeses de la Polvorosa, que es una cabra específica y nunca reincidente. En la figuración, somos nosotros las cabras que volamos día tras día para terminar despanzurradas en el suelo. Recientemente, el señor obispo de San Sebastián se subió a su campanario particular, y sin encomendarse a Dios ni al Diablo -al segundo no está del todo descartado-, dejó caer a la pobre cabra desde lo alto para que el sector más salvaje de su feligresía lo celebrara con regocijo. El trompazo fue espantoso, pero la cabra sobrevivió. Lo prueba el que esta cabra siga escribiendo, y usted, también cabra lanzada desde el campanario, me haya podido leer.

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¡Un buen ejemplo de estilo periodístico! ameno, fácil de leer y que muestra los hechos tal como ocurren (en la mente del escritor). El hecho es cruel y el estilo panfletario; muy del tipo que agrada en nuestras latitudes. ¿Por qué será que los periodistas en España no pueden escribir nada de tipo sociológico sin indignarse? 

Nada de reflexión escalonada, al estilo germano. Pareciera que las columnas de opinión tienen que competir con la televisión. Si no ponen sus granito picante, el lector hará zapping. Por otro lado es una forma de adular al lector casual. Si se queda y comparte la opinión del articulista... "¡que sensible que soy! Alma virtuosa arrojada a un infierno inmerecido". 

¡Que diferente sería un informe sociológico sobre la misma situación! ¡y que aburrido! Por supuesto que el científico social tiene sus valores, y quiero creer que están del lado de la cabra; pero una cosa es sentir rechazo y otra, muy diferente, es convertir ese rechazo en un obstáculo para la comprensión. Aquí tenemos una costumbre centenaria, un conjunto de personas que ni están locos ni son psicópatas. Es verdad que tienen unos rituales horribles para celebrar un acontecimiento festivo... pero algo así sucede en diversas partes del mundo. Es menester comprender antes de censurar. Una "inquisición ilustrada", es una inquisición con margaritas en las orejas.

Estamos en un buen momento para recuperar algunos términos técnicos de la clase anterior. Por ejemplo "cultura", pero no en su significado vulgar de "refinamiento" sino en el puramente técnico de creación humana. Una fiesta es un acto social, y una fiesta que se repite año tras año tiene mucha miga. Estas fiestas no están inscriptas en el código genético, han surgido en algún momento, han gustado... y se han repetido. Nadie se ha opuesto a ellas (nadie con poder, por supuesto). 

Nunca se la ha percibido atacando valores esenciales de la comunidad; no parecen que afecta a la unidad de España (materia delicada que siempre parece cuestionable), ni a la religión católica ni, ya en tiempos más actuales, a la democracia y a la soberanía popular.

Una fiesta que se repite desde hace mucho tiempo forma parte de la tradición, forma parte de la cultura en lo que tiene de dimensión histórica. Se aprende como el alfabeto y se practica como recitando las tablas de multiplicar. Requiere un esfuerzo de socialización por parte de la comunidad.

Pero como es una costumbre local, que ¡a Dios gracias! no está extendida por toda España, bien puede ser considerada una "subcultura". Una subcultura localizada geográficamente, no por la edad de sus participantes o por su clase social.

Fijaos bien, es una "subcultura" pero no es una "contracultura". Nada hay en estas fiestas de revolucionario o contestatario. Más aún, son fiestas de "integración" donde los poderes locales participan, aunque más no sea que como benévolos espectadores.

Si yo me fuera a vivir a un pueblo donde se practica este salvaje rito tendría serios problemas para convivir con la gente del lugar (por lo menos en épocas de fiesta). No estaría "asimilado" a esta subcultura, y ello me produciría inmediatos problemas de marginación. 

Si llevara mi disgusto a un despliegue de mayor militancia (por ejemplo, colocándome con una pancarta delante de la iglesia denunciado la crueldad), entraría en colisión con el "etnocentrismo" de esa comunidad; que me tildarían (seguro) de extraño desagradecido, marica de ciudad y otras lindezas que os podéis imaginar. Naturalmente a mí estos insultos no me harían mucha mella porque mi grupo de referencia no está constituido por ese pueblo, sino otra gente que está en otros lados. 

En cualquier caso tendré un conflicto y en la medida que mi poder sea algo mayor de lo habitual en un individuo aislado (pongamos que tengo amigos periodistas y los incito a venir al pueblo para presenciar ese macabro salto) el conflicto dejará de ser entre el-pueblo-y-uno para pasar a ser entre el pueblo y la comunidad mayor a la que pertenece. De alguna forma les he puesto la fiesta difícil.

Pero si mi visita a la comarca fuera la de un investigador, no habría armado ningún ruido y la cabra habría saltado sin mayores trabas. Un estudio sociológico de esta clase tomaría en cuenta todos los aspectos que antes he señalado más muchos otros que pueden ser muy pertinentes. Y trataría de hacerlo con objetividad, entendida ésta *no como la ausencia de sentimientos o valoraciones (en este caso muy negativas) sino como el necesario distanciamiento para describir todos los sentimientos, valores y relaciones en juego, y no centrarse únicamente en la pobre cabra, en su último vuelo y en sus tristes ensoñaciones antes de encontrarse con su creador.

Si pusiéramos en un extremo de una línea el análisis de un sociólogo... en el extremo opuesto, estaría el del predicador. Sea un predicador religioso o laico.

Un estudio sociológico también tomaría en cuenta, para incluirlo en su análisis los cambios que se presentan cuando ciertos hechos se divulgan. En el caso que comento los diarios informan que este año no se celebró el ritual (esto es real. Según parece la "celebración" ha sido suspendida). Una cabra salvada y un pueblo que no sabemos por qué ha cedido a la presión exterior; cuanto ha habido de comprensión de valores comunes y cuanto de "evitarse problemas". Los diarios no informan porque una vez que la cabra se salva... todo lo demás ya no es noticia. Sin embargo lo que deja de ser información periodística sigue teniendo un alto valor sociológico. El problema es que para seguir informándonos necesitamos la maquinaria de una investigación, recursos económicos, etc. El sociólogo maldice cuando los asuntos se solucionan porque muchas veces no se solucionan simplemente pasan "a la clandestinidad".


Nota complementaria:

Existen otros pueblos contemporáneos que también utilizan animales en sus juegos, y la cabra, sin ir más lejos, reaparece en un popular deporte entre los mongoles.

Dos equipos se reúnen, y alguien trae una cabra viva; la degüellan y le cortan la cabeza junto con el extremo de las patas. La cabra se asemeja, ahora, a un pellejo hinchado. Con ella, con sus restos, jugaran una especie de fútbol a caballo, muy violento, donde cada jinete tratará de quedarse con la cabra mientras los contrarios le dan latigazos para que la suelte. Todo esto corriendo a galope tendido.

Durante el poder soviético este deporte fue prohibido en Kirguizia pero se lo siguió practicando clandestinamente. Ya caído el poder rojo ahora se juega al descubierto y se lo considera una de las tradiciones que simbolizan el valor y la fiereza del pueblo mongol. Hace pocos días tuve oportunidad de verlo en televisión y me sorprendió no encontrar ningún comentario a posteriori en los diarios. ¡Claro! estas cosas no son noticia, suceden muy lejos y para colmo es un pueblo que ha recuperado sus tradiciones que el poder soviético había intentado liquidar.

Los fenómenos sociales no son tan sencillos como parecen, ni aquí ni en ningún lugar. Con simplemente prohibir no se evitan muchas conductas que nos hieren o nos desagradan moralmente. Lo único que se logra, muchas veces, es una celebración oculta y su conversión en "cultura reprimida", lo que augura, a mediano o largo plazo, una gloria futura. 

Fenómenos paradójicos, sin duda, pero que el sociólogo bregado está acostumbrado a ver. En este campo, como en todos, la teoría siendo importante no es suficiente; se necesita acumular experiencia personal en la observación social. Un buen sociólogo no se improvisa ni surge de cinco años de facultad. Aparte de la vocación (condición necesaria pero no suficiente) se requiere años de observación de la realidad social. Y así todo las equivocaciones representan el 99% de las predicciones.

En cualquier caso una observación que ofrezca ciertas garantías de objetividad debe ser observación no participante... aunque durante una época estuvo muy de moda el profesional que además militaba. En general se puede decir que es una pésima política jugar el partido y al mismo tiempo comentarlo. Mal para los que escuchan, porque cuesta mucho advertir donde se separa el interés científico y el militante. Y mal para el que juega con la doble profesión, porque termina creyéndose una especie de profeta que reúne simultáneamente el valor del conocimiento y la capacidad de tomar decisiones acertadas.

El estilo periodístico, en cambio, suele reunir los dos defectos extremos en que puede caer el sociólogo: demasiado distante y simultáneamente demasiado cercano. El uso de términos y giros intentan provocar una respuesta emocional (de indignación y rechazo); es una argumentación viva, colorista... y profundamente partidista: 

"La cabra no entiende de qué va la cosa, pero intuye que nada bueno le va a suceder y mira hacia abajo con tristeza...". 

Se dota al animal que va a ser sacrificado de las mismas emociones y sensaciones que un ser humano. Es posible que las cabras tengan tristeza, pero aquí no se refiere a un descubrimiento comprobado sino a una metáfora dramática. Al final del artículo vemos a un obispo lanzar una cabra por arriba del campanario, mientras más abajo golfos sedientos de sangre lo jalean. Resulta obvio que por este camino se pueden provocar emociones fuertes (uno siente ganas de trasladarse a ese miserable pueblo y darles el mismo tratamiento, uno por uno, a sus habitantes), pero nunca incitar a reflexionar sociológicamente.

Veamos, (para terminar), algunos términos más que desarrollarán nuestra imaginación sociológica:

Actitud:
Predisposición aprendida. Respuesta estereotipada. Una actitud, en el uso técnico, indica una disposición mental a responder de cierta manera en presencia de los mismos estímulos. Los moros nos dan recelo, y descubrimos en su mirada, siempre aviesa, el intento por burlarnos de alguna manera. Naturalmente que hay árabes que pueden encajar con el estereotipo, pero seguro que muchos no lo hacen así; aunque así suelen verlos los predispuestos en contra. Cuando las actitudes son negativas toman el nombre de prejuicios.

Las actitudes no siempre tienen porque ser negativas, pueden ser positivas, favorables; como cuando se espera de los ingleses que tengan siempre un comportamiento caballeresco, y luego nos quedamos de piedra al ver a los remeros de Oxford arrasando un pueblo de la costa catalana, por haber tomado unas copas de más..

Las actitudes explican las respuestas globales que ayudan a la distancia social; a que los miembros de diferentes grupos o comunidades se miren con recelo. Y un hecho comprobable en la vida social es que el recelo: *siempre está justificado. No tanto porque sea una buena previsión sino porque es la profecía que se autocumple; en la medida que la creemos, aunque sea falsa en sus comienzos será verdadera en su final.

Es un término propio de la "psicología social", una rama de la sociología. Como tal funciona muy bien en la explicación de los fenómenos grupales... y cuanto más se amplía el número de personas implicadas menos funciona. Igual que los alimentos y los medicamentos traen fecha de caducidad, los conceptos deberían tener alguna información sobre sus límites de aplicación, sobre sus fronteras. Un buen concepto usado en tierra ajena, se desvaloriza.

Socialización:
Modelación de la conducta humana en los planos mental y físico que sucede en situaciones sociales duraderas. Este proceso, muy importante para la transmisión de la cultura y las subculturas, es la manera como un individuo llega a formar parte de una comunidad; como llega a ser considerado uno del grupo. La primera socialización se realiza en el seno de la familia, cuando el niño crece. Esta es la "socialización primaria" porque sucede al principio de la vida. Es la más formativa ya que aquí se sientan las bases de la futura personalidad. Luego tenemos las socializaciones "secundarias", aquellas que resultan de la inserción del individuo en grupos sociales estables, durante el transcurso de su vida.

Estatus:
Posición que se ocupa dentro de un sistema social, y que determina derechos y deberes. En un sentido más coloquial es el lugar en la jerarquía grupal donde se encuentra el individuo. Todo grupo, inclusive los más informales, presenta una jerarquía: hay miembros centrales (sin los cuales el grupo se disuelve o queda seriamente afectado) y miembros marginales (aquellos que vienen y van, o cuya presencia no resulta determinante). 

El concepto de "estatus" no significa de "alto estatus", simplemente se refiere a las posiciones o niveles jerárquicos que se observan en un grupo. Para sociedades más grandes y complejas el término resulta francamente confuso. Es mejor usar otros que derivan de la teoría de la estratificación social (como, por ejemplo, "clase" o "estrato" social).

Rol:
La conducta que se espera de una posición social. Puede distinguirse entre conducta habitual y la propia de ese estatus (rol ideal). Aquí nos encontramos con otro término importante y que tiene estrecha relación con el anterior (estatus).

El término tiene, como suele suceder en sociología, varios usos que hacen su comprensión confusa: por un lado puede ser lo que se espera de un individuo que ocupa una posición social, un estatus, y por el otro lo que ese individuo hace efectivamente. 

Si me preguntaran mi opinión, yo sugiero reservar la palabra para lo que se "espera" que haga. En este sentido el término tiene su utilidad, el rol de un médico es diferente al de una enfermera, aunque sean complementarios. En cambio en la vida real las conductas suelen ser tan variadas que utilizar esta palabra no indicaría nada preciso.

En los procesos de socialización el individuo se hace persona. En la interacción con los miembros de su familia y luego en la escuela va experimentando sucesivamente los diferentes estatus que le permitirán comprender como funciona la sociedad. El niño asumirá determinado roles y captará las diferencias según el estatus de cada miembro de la comunidad. No será un curso teórico de sociologia, sino un curso práctico; que se asimila inconscientemente y cuyo éxito o fracaso determinará que el niño se convierta en un adulto productivo o en un verdadero incordio.


Fin, de la segunda clase.
Carlos Salinas
3-febrero 2000


* Volver a  Rincón Sociológicovan, o cuya presencia no resulta determinante). 

El concepto de "estatus" no significa de "alto estatus", simplemente se refiere a las posiciones o niveles jerárquicos que se observan en un grupo. Para sociedades más grandes y complejas el término resulta francamente confuso. Es mejor usar otros que derivan de la teoría de la estratificación social (como, por ejemplo, "clase" o "estrato" social).

Rol:
La conducta que se espera de una posición social. Puede distinguirse entre conducta habitual y la propia de ese estatus (rol ideal). Aquí nos encontramos con otro término importante y que tiene estrecha relación con el anterior (estatus).

El término tiene, como suele suceder en sociología, varios usos que hacen su comprensión confusa: por un lado puede ser lo que se espera de un individuo que ocupa una posición social, un estatus, y por el otro lo que ese individuo hace efectivamente. 

Si me preguntaran mi opinión, yo sugiero reservar la palabra para lo que se "espera" que haga. En este sentido el término tiene su utilidad, el rol de un médico es diferente al de una enfermera, aunque sean complementarios. En cambio en la vida real las conductas suelen ser tan variadas que utilizar esta palabra no indicaría nada preciso.

En los procesos de socialización el individuo se hace persona. En la interacción con los miembros de su familia y luego en la escuela va experimentando sucesivamente los diferentes estatus que le permitirán comprender como funciona la sociedad. El niño asumirá determinado roles y captará las diferencias según el estatus de cada miembro de la comunidad. No será un curso teórico de sociologia, sino un curso práctico; que se asimila inconscientemente y cuyo éxito o fracaso determinará que el niño se convierta en un adulto productivo o en un verdadero incordio.


Fin, de la segunda clase.
Carlos Salinas
3-febrero 2000


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