Población
"En fin, cada uno nace donde puede."
(J.L.Borges)
Los manuales dicen que la *demografía es el estudio de la manera como los nacimientos, muertes y las migraciones afectan el tamaño, la composición y la distribución de la población. Los manuales no se equivocan, pero estos problemas, hoy en día, trascienden la curiosidad de los demógrafos para incluir a todos los interesados en ciencias humanas.
Sólo unos pocos conceptos básicos previos. Una población fluctúa según las relaciones entre tres variables demográficas:
los nacimientos,
las muertes, y la
migración neta.
La tasa de crecimiento de una población, luego, dependerá del hecho que los nacimientos y la inmigración superen a las muertes y la emigración.
Esta tasa es variable y en los países desarrollados baja, muy baja. En éstos las poblaciones crecen lentamente y el aporte migratorio cada vez ocupa mayor importancia.
A medida que el trabajo femenino se ha extendido, la familia se ha encogido y la sociedad se ha laicizado... la natalidad también ha descendido.
Existe la tentación de asociar estos fenómenos y considerarlos causantes del poco crecimiento vegetativo en los países avanzados. En realidad tienen su peso, pero no sabemos cuanto. Hay otros factores que intervienen, por ejemplo el mejoramiento general del nivel económico, una aspiración de mejor calidad de vida para los hijos, y el desarrollo de la alfabetización que coloca a la mujer en mejores condiciones para elegir cuestiones que la afectan muy de cerca.
Este falta de crecimiento natural ha sido compensado con las grandes corrientes migratorias hacia los países mejor situados. Según un texto de sociología, editado en 1989, Estados Unidos tenía ¡el 50% de los inmigrantes del mundo! (D.Light y otros. Sociología. McGraw Hill. Colombia, 1991). Carezco de cifras actualizadas, pero luego de un poco más de una década es posible que el porcentaje haya variado poco.
Esta cifra tiene su valor simbólico. El país que en este momento es puntero en casi todo tiene además una altísima tasa de inmigración. No son, en consecuencia, los inmigrantes los que quitan la riqueza (por la sencilla operación de restar fuentes de trabajo a los nativos) a un país, sino otras situaciones que, en el peor de los casos, los inmigrantes vienen a agravar.
Tenemos dos clases de movimientos de poblaciones con interés sociológico preferente: las emigraciones internas (en un país dado), con la consecuencia del despoblamiento de las zonas rurales en beneficio de las grandes ciudades; y las emigraciones internacionales, donde también son las ciudades las principales receptoras de estas corrientes, sólo que se hallan en los países economicamente favorecidos.
Es casi un lugar común en la literatura socioeconómica afirmar el relativo empeoramiento de las condiciones de vida del antes llamado "tercer mundo" (ahora que ha desaparecido el "segundo", los países comunistas, el hueco no ha sido llenado). Y la verdad es que todas las cifras apuntan en esa dirección. Se observa el clásico círculo vicioso donde la pobreza llama a la pobreza. Si se piensa que del total de nacimientos calculados para todo el año 1986, sólo el 14% ocurrían en países con aceptable desarrollo económico, se tiene una idea del desequilibrio de crecimiento poblacional con que se enfrenta nuestra especie.
No es, entonces, absurdo que los emigrantes africanos asalten al continente europeo por cualquier medio de transporte. Lo extraordinario es que la emigración no sea masiva y el horizonte se cubra de barcos de toda clase como sucedió en 1944 frente a la costa de Normadía. No se trata de una invasión armada sino de la búsqueda desesperada de condiciones de supervivencia.
El problema es serio y los antecedentes sirven de poco, porque lo que funcionaron como soluciones hace 50 años, ahora se está demostrando que no funcionan.
Las migraciones internas suelen ser mucho más asimilables por las zonas receptoras. Los que vienen tienen la misma cultura básica, comparten el mismo origen nacional, idéntica religión y lengua. Las diferencias son importantes pero no impiden a muchos integrarse aunque ello siempre represente un acontecimiento socialmente traumático.
Movimientos de población ha habido siempre. América recibió el aporte constante de millones de europeos, que se mezclaron con la población nativa cuando no la desalojaron limpiamente del tablero. Australia era un continente despoblado y ahora, aunque no sobra gente, la situación ha cambiado radicalmente. En Asia ha habido grandes desplazamientos de población y en el siglo XX las revoluciones y el surgimiento de nuevos Estados contribuyó aún más a estos movimientos. La sociología estudia el fenómeno, pero no debe olvidarse la historia. La cuestión fundamental radica en que el mundo está cambiando y se vuelve más pequeño en la misma medida en que está más comunicado.
Los temas demográficos están íntimamente relacionados con el desarrollo de la medicina y las medidas de higiene pública, pero también, y no debe olvidarse, con las nuevas tecnologías y la política.
Son las nuevas tecnologías las que empiezan a hacer posible algo que hasta el momento resultaba de ciencia ficción: que una persona viva en el campo, o en un suburbio y trabaje sin desplazarse de su entorno. La manera como grandes empresas han deslocalizado parte de sus servicios centrales para llevarlo a países "tercermundistas" desde donde pueden realizar las mismas tareas con un coste económico muy inferior... muestra como el proceso no es de la periferia al centro sino en ambas direcciones.
Existe en este momento la posibilidad de instalar y reinstalar servicios importantes, económicamente importantes, en países poco desarrollados. Cuando surgen los obstáculos ellos no son ni económicos ni tecnológicos, sino políticos.
Afirmar la naturaleza "política" de tales problemas es referirse a cuestiones tales como: la estabilidad de los gobiernos, la presencia de una corrupción generalizada, la capacitación de la población (lo cual supone que funciona el sistema de enseñanza pública), la ausencia de grupos terroristas o guerrilleros, y, en suma la presencia de un sistema representativo que funcione.
Pero, lamentablemente, estos aspectos no son fáciles de conseguir. Y aquí vuelve a aparecer el círculo vicioso de la pobreza-violencia-más pobreza. Este fenómeno se ve con claridad en América Latina, y en Africa (en éste continente tenemos, además, las luchas tribales como factor esencial de inestabilidad política).
Demos un salto, hacia el costado, y en vez de ver la Tierra desde muy arriba, veamos una situación cada vez más típica en Europa, el siguiente artículo salió publicado en el diario "El Mundo" de Madrid (a propósito de la explosión xenófoba de El Ejido, en Andalucía):
EL MUNDO
Lunes, 7 de febrero de 2000
JOSE ANTONIO GOMEZ MARIN
La primera rebelión del milenio
No hace demasiado tiempo, el alcalde de El Ejido llamó a Protagonistas para rebatir un comentario que yo mismo había hecho a propósito de no recuerdo ya qué incidente de los muchos habidos en la zona.
Sostenía el alcalde, básicamente, que ese tipo de informaciones deformaban la realidad de un pueblo, el suyo, que era una balsa de aceite y en el que vivían en paz y concordia nativos y forasteros, sin sombra de hostilidad ni riesgo de choques.
Bueno, a la vista estaba y está. El milagro de El Ejido, como el de otras zonas andaluzas, ha sido fulgurante. No se cuentan ya con los dedos los milmillonarios sobrevenidos que han hecho su fortuna, entre otras cosas, aprovechando la mano de obra barata que ofrece la inmigración, la legal y la ilegal, las dos. Pero, eso sí, esa contribución al desarrollo no ha bastado en ningún momento para que los parias de esa inmigración sean mejor considerados. Su alojamiento es costoso y lamentable en inifinidad de casos, cuando no resulta claramente explotatorio.
Su discriminación se pone de manifiesto con frecuencia igual en la barra del bar que a la entrada de la discoteca. Moros y negros -sobre todo moros- no son bien vistos, lo reconozca o niegue ese buen alcalde. Y eso, como comprenderán, es una bomba de relojería. Es más, ni siquiera la imagen de los empresarios agrícolas haciendo cola para obtener cupos de trabajadores basta para hacer comprender a quienes se obstinan en el rechazo que la inmigración, además de un elemental derecho humano, puede contribuir al bienestar de todos.
Nunca se ha producido ni una mediana integración entre los parias africanos y los dueños del lugar. Una olla a presión, eso es todo. Y lo sabe todo el mundo, aunque todo el mundo mire para otro lado.
La situación actual es, en todo caso, muy explicable. Es fácil hablar de racismo, acusar de xenofobia a un pueblo que se rebela y exige por las bravas la expulsión de los moros a los que considera una amenaza real para su modo de vida. Un agricultor degollado hace poco tiempo, una muchacha salvajemente acuchillada en pleno mercado..., constituyen una crónica demasiado insuperable para cualquier comunidad. Toda inmigración masiva implica riesgos y aporta una dosis de anomia, por la razón sencilla de que los contingentes migratorios no se reclutan precisamente entre las capas mejor educadas, sino todo lo contrario.
Los conflictos son inevitables con los moros de El Ejido tanto como con los chicanos de Texas o los latinos del West Side. La pregunta es quién se ha preocupado, a nivel estatal y en serio, ante esa realidad, qué discreta estrategia de control se ha aplicado, en qué medida se ha reforzado la seguridad en una zona inevitable (y frecuentemente) alterada por incidentes con individuos de esas minorías.
Cierto que la Ley de Extranjería ha sido una buena ocasión para afrontar esos problemas sin rodeos, y no desde el sesgo del partidismo irreductible, que ha hecho a un PP reventar su propio proyecto de ley (y le ha costado desmochar el Ministerio, hay que recordarlo), y al PSOE precipitarse en una maniobra para aislar parlamentariamente al Gobierno a pesar de que la mala ley final era, en todo caso, bastante mejor que la suya. En ese contexto, ¿a quién pedir cuentas por lo que está ocurriendo en El Ejido?
Las migraciones masivas van a ser, son ya, un fenómeno imparable, quizá el más característico de entre siglos. ¿Alguien ha afrontado esa realidad con el vigor y la hondura que exigen las circunstancias? Francamente, yo creo que no.
(...)
Mientras tanto, no creo que haya soluciones a corto plazo en El Ejido. Como no las habrá en el tercio de mundo que, con un ritmo creciente, tendrá que soportar e intentar ir integrando uno de los mayores reajustes poblacionales registrados en la Historia.
El artículo muestra un periodismo muy diferente al puramente verbalista y superficial que comenta las noticias del dia sin dar información complementaria, y necesaria.
Como se ve las crisis provocadas por los cambios de población menudearán en el futuro. Y no se ve ni a los partidos políticos ni a la sociedad en general preparados para el desafío.
Un aspecto importante es que la zona de El Ejido es, según informan los diarios, está muy bien situada econonómicamente dentro del panorama económico de Andalucía. Ello significa que el estallido xenófobo no se da en una zona deprimida sino en una donde los inmigrantes han contribuído poderosamente a la riqueza de un sector de la población. El desarrollo económico por si sólo no trae ni paz ni convivencia armónica; justamente puede provocar lo contrario, como se demuestra históricamente hasta el hartazgo, por los grandes desequilibrios dentro de la población. Estos desequilibrios económicos son causa de distancia social, si a ello se le agrega las culturas diferentes (los inmigrantes son marroquies, de religión islámica) ya puede suponerse que habrá muy poca comunicación y muchos recelos. Basta una chispa, como ser tres asesinatos en 15 dias, protagonizados por inmigrantes, para que la población estalle.
En cierta forma Europa está, ahora, en condiciones que recuerdan la América, la Norteamérica de la primera mitad del siglo XX. Por razones económicas y políticas una gran masa proveniente sobre todo de Africa y secundariamente de otras zonas del planeta desea venir al viejo mundo. Pero la mayoría de los países europeos carecen del dinamismo y las potencialidades económicas de la Norteamerica citada. Ni existen grandes extensiones de tierra por colonizar ni existe un mercado salvaje (todo lo contrario, "ultrarregulado") donde hacerse un hueco a fuerza de trabajo, audacia y suerte. Los emigrantes no tienen otra alternativa (me refiero en los grandes números, no en casos particulares) que ocupar los estratos más bajos de la población y desde allí hacer presión hacia arriba. Como dos continentes que se encuentra y uno se monta sobre el otro.
Es un proceso caótico donde se adivinan grandes líneas de tensión, más allá de las circunstancias anecdóticas. La reacción defensiva (tal como ahora, en estos meses, se puede ver en Austria) adopta la nostalgia de autorismos defenestrados, pero nunca totalmente liquidados.
Lo que también deseo hacer notar es que si no fuera esas banderas (que están ahí, a mano de cualquiera) serían otras; pero el rechazo de una parte de la población seguiría existiendo. Esto es previsible porque un proceso de "invasión" paulatina y pacífica en algún momento va a ser contestado por los que se sientan afectados. La forma, las insignias, la ideología que adopten será circunstancial; el fondo de la cuestión es que no hay lugar para todos... tal como están las cosas, con la estructura sociopolítica actual.
Y aquí es donde la sociología puede aportar elementos racionales. Con análisis serios y rigurosos no con panfletos periodísticos: necesitamos una nueva sociedad que asuma los retos que ahora, resultan casi insolubles. Europa no puede asimilar millones de inmigrantes con las estructuras políticas, económicas y sociales actuales. Si nada cambia (en este plano) tendremos violentas explosiones de racismo, que no resultan de un redescubrimiento del nazismo sino de las contradicciones actuales. O mejor dicho, se "redescubre" cualquier ideología que contenga ideas, símbolos y emociones favorables a dinamizar el rechazo subyacente.
Las alternativas no son claras, o una desregulación que recuerde al capitalismo del siglo XIX o... una regulación ordenada que permita asimilar la nueva población permitiéndole ocupar un lugar conforme al valor de su trabajo y su esfuerzo de integración. Pero todo ello cuesta más dinero y más esfuerzos. ¿Se podrá prevenir? ¿Utilizaremos el dinero con inteligencia o lo gastaremos para reparar, luego, el paisaje desolado por la violencia racial?
Esta clase puede parecer extrañamente ideológica. Es decir, planteando cuestiones generales que van más allá de la ciencia social y cuyas respuestas son un acto de fe antes que una consecuencia de los estudios emprendidos.
En realidad gran parte de los últimos párrafos están indicando, como si fuera un ejercicio más, las dificultades con que se encuentra la sociología cuando pretende decir algo que sea más significativo que unas tasas demográficas. El problema del sociólogo es que no existe una teoría sociológica que no esté contaminada por un enfoque político. Mientras nos mantenemos en la observación, descripción y posible predicción de grupos pequeños, pueblos circunscriptos, fenómenos no masivos... la ciencia social se encuentra feliz. Es posible elaborar herramientas conceptuales *propias y realizar un análisis que reúna condiciones de objetividad aceptables.
Pero cuando se aborda fenómenos de magnitud internacional (o nacionales pero que involucran muchos millones de personas), ya no es posible mantener la misma distancia... porque no existe esa teoría que ilumine el camino y de la cual surjan los conceptos técnicos que faciliten la exploración.
Se puede decir, por ejemplo:
Tercer Mundo:
Término creado por el demógrafo frances Alfred Sauvy y que se ha convertido en un modo convencional de denominar a las sociedades menos desarrolladas (Giddens).
Pero este término no se inserta en una teoría o, por lo menos, en un *modelo de sociedad que nos permita decir a continuación: "Los países del Tercer Mundo son una etapa transitoria del desarrollo del capitalismo. Una vez que éste, el capitalismo, haya superado su "enfermedad infantil" (el comunismo soviético y su versión china) los países tercermundistas verán como la globalización de la economía y los efectos sociales de la revolución tecnológica solucionarán sus problemas básicos. En el transcurso de pocos decenios pasarán, también, a integrarse de pleno derecho en un mercado internacional floreciente".
¿Verdad que suena bonito? ¡Si parece hasta un cuento de hadas! La cuestión es que con el término Tercer Mundo no se puede construir ni una predicción ni siquiera una explicación de la realidad actual. Es un término puramente descriptivo y enano; dice lo que hay y lo dice en una forma tan breve que de ello no se puede deducir nada.
Quisiera llamar la atención, ya que poco más puedo hacer, el tema de esta clase. No habrá problema mas serio, presumo, que el que resulte de la asimilación de grandes contingentes de población que se desplazan poco a poco de sus lares nativos; sea en migraciones internas o, cuando las condiciones lo permitan, en trasvases internacionales.
Cómo nuestra "introducción a la sociología" ("nuestra" en la medida que, presumo, ha habido suficiente discusión de temas pasados en la lista pertinente) se ha metido en un barrizal. Un pantano donde todas las soluciones que se escuchan suenan como las exhortaciones a ser "mejores" de los púlpitos dominicales... creo que es mejor tomarnos un descanso antes de abordar el próximo tema.
Fin de la 9º clase.
Carlos Salinas
28-febrero-2000
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