"Fast-Study: de cómo intentar copiar sin ser descubierto"
Hace más de veinte años Umberto Eco, en su en su ya clásico "Como hacer una tesis" (1977) recomendaba dos cosas a quienes deseen hacer una tesis lo más rápido posible.
1) " Invertir una suma razonable para encargar la tesis a otra persona"
2) "Copiar una tesis ya hecha unos años antes en otra universidad . (., y además copiar una tesis supone una inteligente labor de investigación)" (p.22)
Lo que Eco no imaginaba cuando escribió este texto cargado de ironía es que años después una herramienta desarrollada en el ámbito de la investigación científica iba a servir para que miles de estudiantes de todo el mundo sigan su consejo, posiblemente sin haber leído nunca su libro.
Internet y otros medios digitales ofrecen un amplio surtido de posibilidades para seguir los consejos del autor italiano en todos los niveles de enseñanza. Las posibilidades de encontrar donde y que copiar son amplísimas
El "copy-paste" (copiar y pegar) es habitual entre los estudiantes con acceso a los medios electrónicos. Desde el chico de secundaria que presenta como trabajo especial un artículo sacado de una enciclopedia electrónica a quien la maestra además de ponerle un diez lo felicita por la prolijidad de la presentación, al profesor universitario que descubre que la aparentemente bien documentada tesis de grado que le dieron para evaluar está casi textualmente copiada de un trabajo que leyó no hace mucho tiempo en Internet, las variantes son múltiples. ¿Quien no oyó hablar de algún caso? No se trata de excepciones, sino que estas prácticas que se mueven entre la picardía y el fraude son mucho más habituales de lo que muchas veces imaginamos.
Un estudio realizado este año revela que el 18% de los adolescentes estadounidenses entre 12 y 17 años dice que conoce alguien que utilizó Internet para copiarse. La tendencia parece acentuarse en la universidad. Una prueba realizada hace tres años determinó que el 15% de una clase de la Universidad de Berkeley utilizó material plagiado en sus trabajos. Otra investigación más reciente realizada entre 708 estudiantes de la misma Universidad reveló que alrededor del 30% de las monografías contenían material no citado obtenido en la Red[1]. No es difícil imaginar que en Argentina, entre la población estudiantil con acceso a medios digitales, este tipo de prácticas alcanza proporciones similares.
Internet es una fuente casi inagotable de recursos útiles para la enseñanza y el aprendizaje. El maluso que a menudo se hace de ellos es una consecuencia inevitable de esta misma riqueza de contenidos. Los sitios webs que ofrecen contenidos educativos pueden verse como una versión renovada y ampliada de enciclopedias y otros materiales bibliográficos que también se plagian. Después de todo, quien de chico no utilizó el Billiken o la enciclopedia familiar para hacer trabajos especiales para el colegio. Sin embargo, con Internet, el problema adquiere una nueva dimensión. Entre otros motivos, por el enorme volumen de información disponible y la dificultad de detectar el plagio.
La proliferación y el éxito de sitios webs especializados en la oferta gratuita o pagada de material "académico" prefabricado, destinado a aliviar a los estudiantes del esfuerzo del estudio permiten vislumbrar el verdadero alcance de estas prácticas fraudulentas. El tema empieza a alcanzar tal dimensión que en Estados Unidos ya han surgido servicios pagos de detección electrónica del material plagiado. ¿Es esta la solución? No lo parece.
La naturaleza del problema, y su previsible expansión, pone en cuestión la validez del actual modelo de enseñanza. Los docentes se enfrentan a un dilema de difícil resolución. Intentar descubrir la copia, al margen de otras consideraciones, implica asumir el riesgo del error y las injusticias que de él se derivan. Por otro lado, no se puede cerrar los ojos ante estas prácticas fraudulentas, el precio sería muy alto.
Esta situación reclama un replanteamiento en las competencias que se pide a los alumnos. Recopilar información, establecer análisis eruditos, realizar investigaciones de campo para verificar, reafirmar o incluso refutar las conclusiones de estudios previos son labores fácilmente "prefabricables". Es el momento apropiado para ensayar alternativas imaginativas que incentiven la creatividad. Poseemos los instrumentos para hacerlo.
Internet es una formidable herramienta de investigación y de profundización del conocimiento, pero, como vimos, es también una enorme red de grasoso "fast-study". Es nuestra responsabilidad contribuir a que este indigesto y peligroso "saber enlatado" desaparezca del menú de nuestros estudiantes.
Diego Levis es doctor en Ciencias de la Comunicación y profesor en la Universidad de San Andrés
Dr.Diego Levis, 2001
en "EL ARTÍCULO DE LA SEMANA de QUADERNS DIGITAL"
Brigantinus-Quora
Hace 7 años
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