viernes, 28 de marzo de 2008

Celso Medina

Celso Medina: poética de la razón sensitiva
Un artículo de Rafael Rattia

Viéndolo bien, después de todo, no somos más que un trazo en la abigarrada y dilatada trayectoria de esa deriva cósmica que hemos dado en llamar nuestro itinerario existencial. Así como decimos: “lo dicho pasa, lo escrito permanece”; igualmente podemos afirmar que la vida efímera del autor es transitoria, en tanto que la obra artística o literaria, cuando está ampliamente respaldada por la densidad cualitativa, es inexorablemente trascendente; o mejor trascendental, tiene vocación de eternidad y soporta el rigor del paso de los siglos con la marmórea frescura del clasicismo perenne.

Celso Medina (1954) escribe desde que tiene –como solemos decir- “uso de razón”. Tal vez exagere un poco, pero lo hago adrede con la expresa intención de querer aproximarme al máximo a la realidad más real que signa la existencia del escritor. Por él hablan sus libros, sus magníficos libros de poesía y sus no menos brillantes libros ensayísticos que siendo numéricamente pocos son legión. Como decía Gracián: “lo bueno, si bueno breve; y si muy bueno, dos veces breve”. Medina ha venido edificando pacientemente un corpus literario de singular resonancia estética en el ámbito de la literatura venezolana del último cuarto de siglo que va de la pasada centuria a estos tiempos postmodernos y desconcertantes.
OLEAJE. Así, con la marinidad a cuestas, iniciase el primer poemario de este eximio escritor proveniente de una fantástica insularidad reconocida por cronistas e historiadores como la primogénita del continente. El poeta tensa un arco semántico-cronológico que se representa en el “polvo” y “las cenizas” como expresiones legítimas de la vida y la muerte que buscan afanosamente una maximización resolutiva en la ardentía del amor ardoroso o la pasión sin límites. Con un poderoso Haikú ancestralmente interior se inicia esa majestuosa aventura escritural que es el primer poemario del escritor. Sus temáticas adquieren una sorprendente relevancia inusitada cuando abordan los bordes de la erotia, de la sexualidad humana transustanciada en un lirismo inconmensurable pero enunciado con discreta parquedad. No hay derroche verboso en la poética de Medina; sus versos advienen a la superficie de la página con una contención paradójicamente expresiva. Leyendo atentamente los textos poéticos contenidos en OLEAJE advertimos sus lectores que mientras más economía sintáctica mayor capacidad dicente exhalan sus poemas. Unas veces perturban, otras confunden; empero las más de las veces asombran con pasmosa maravilla la sensibilidad artística del lector. Veamos:

“el reino de una gacela

construyó mi asilo

isla estrecha

desierta

conduce al camino de pastar

adoro mi extravío”. (Oleaje, p.10)

Observe (léase en sentido hermenéutico intuitivo) la rara virtud del poeta al exclamar su singular sentido tropológico de la expresión poética. La constante presencia de un reino difuso que nos habita desde siempre devuelve al lector a los orígenes fundantes de la esencialidad del ser. Qué duda cabe, ese reino del fulgor rutilante y de la oquedad abismal no es otro que el reino de la palabra poética.

Así como La Bruyére tenía el punto y aparte en el alma, del mismo modo como nuestro poeta Ramón Palomares instaura en su poética de la terredad un reino interior que registra un habla especialísima en el decir popular; igualmente el escritor Celso Medina postula, desde su primera obra poética publicada, un reino extraordinario signado por una especie de ontologización de la palabra, el verbo poético del bardo se erige en atalaya de sentido sugerente y guarda una prudente distancia entre el símbolo y lo real.

CELSO MEDINA: poética de la razón sensitiva

(Parte II)

Ya en un poema primigenio, diríase mejor fundacional, el escritor sienta las futuras bases de lo que posteriormente con el devenir inexorable de los años conoceríamos sus lectores: la extraña, por poco frecuente dentro del panorama literario, condición iluminista y visionaria del poeta. Veamos.

“siempre regreso en el mismo centauro

entro al huerto

animado por la exquisitez de los frutos

la mirra arde mis ojos

y espanta espíritus amigos

se teje una nueva lengua

insurge un nuevo culto

fuego.” (El subrayado es nuestro)

El programa poético de Celso Medina enarbola, enalteciendo hasta el fervoroso culto místico, “una nueva lengua” fundada en el habla de un esplendor extraordinario que irradia multiplicidad de cauces de sentido (léase polisemia iridiscente) pero donde la artisticidad de la expresión verbal rige toda la enunciación lírica del sujeto poético. No otra significación posee la disposición del poeta de “tejer una nueva lengua” y edificar “un nuevo culto” en el contexto de una nueva gramática de la belleza.

Si el prodigio precoz de la poesía universal del poeta Artur Rimbaud sostuvo la necesidad del “desarreglo de todos los sentidos”; el escritor Celso Medina nos dice:

“el reino de una gacela

construyó mi asilo (...)

adoro mi extravío”. (cfr. OLEAJE, p.10)

La poesía contenida en este magnífico poemario iniciático de Medina es una poesía celebratoria, crepuscular y magicista; en los textos de OLEAJE está vertida con todas sus letras una insularidad impregnada de erotismo blasonada de una mineralidad esencial en la que el ser deja divisar toda la dimensión de su exacto sentido humano y nos revela todas las posibilidades autotrascendentes de su singular condición universal.

El estatuto demiúrgico del creador se patentiza en el límpido y transparente poder sugerente de su capacidad metaforizadora. Por ejemplo, cuando el escritor nos habla de

...”un reino levantado a la orilla de un tormento”; o cuando se refiere a “un fantasma enredado en mi lengua”. A quién no subyuga esta hermosa expresión metaliteraria:

“barcos cargados de espumas

hálitos de sal

construyen

irradiaciones nuevas

y yo agigantado en la memoria

abro surcos

en mis orillas”. (OLEAJE. P.17).

En este libro se alcanzan cotas de auténtica magnificencia verbal, en él se abrevan lecciones de una sabiduría antropológica definitiva: las claves de una pasión primordial no admiten desperdicio de ninguna índole.

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publicado en el web-magazine "Tal Cual" circa 2003
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