,,,,,,,y Japón yace en ruinas. Un joven, de veinticinco años de edad, acaba de ser dado de baja por parte de la derrotada Fuerza Aérea de Japón, dejando tras de sí la base aérea rural de Kyushu donde permanecía estacionado. ¿Qué seguiría?, ¿a dónde iría? Nacido y criado en Manchuria, jamás había vivido en Japón. A pesar de ser japonés, era un extraño en una tierra extraña. Sus padres habían muerto, no tenía parientes a quienes conociera, ningún hogar al cual regresar y nadie a quien le importara. Varios años atrás le había ayudado a su tío en un estudio de fotografía y como piloto había hecho algo de fotografía durante la guerra. Tal vez pudiera hallar un trabajo como fotógrafo en Tokio...
Habiendo llegado por fin a la gran ciudad, encuentra a esta totalmente devastada; una gran planicie de cenizas y construcciones en ruinas. Consigue alojamiento con un antiguo camarada del ejército y comienza a buscar trabajo. La fotografía no es un oficio que se requiera en este escenario de desolación.
Primavera, 1946. A través de otro amigo que aún portaba el uniforme de la guerra, escucha hablar de una convocatoria para elegir camarógrafo en un estudio de cine. El joven presenta su solicitud sin mucha esperanza; hay cientos de postulantes.
Un mes más tarde, es llamado al estudio. Poniéndolo en un enorme cuarto frente a un panel de jueces le piden que ría. "¿Reír? , ¿De que se trata esto? Yo vine por un trabajo". "Si desea la audición, tiene que reír", le dicen en tono severo. De alguna manera su solicitud llegó a otro departamento y en realidad se encontraba audicionando para el programa de "caza de nuevos talentos" del estudio, en el cual estaban inscritos más de cuatro mil postulantes. "No puedo reír", contesta ásperamente, comenzando a ponerse furioso. Están haciendo que pierda su tiempo y, peor aún, lo están tratando como a un tonto. Los entrevistadores, impacientes con su necedad y su actitud testaruda, le piden que abandone el salón. Pero uno de ellos, un caballero de pelo gris y bigote, persuade a los jueces para que lo vuelvan a llamar; alguien que sepa proyectar una furia creciente es lo que deberían estar buscando. A continuación le piden que interprete a un borracho. Otro personaje hace su aparición en el salón, alto y más joven que los demás, lleva puesto un elegante sombrero; quiere ver la audición.
El joven que está frente a los jueces se siente torpe. Él no desea convertirse en actor; está allí para conseguir un trabajo de verdad. Pero "borracho" es algo que conoce. Últimamente no había mucho que hacer excepto beber... Conoce lo que se siente estar borracho, trastrabillándose de aquí para allá, entonces, ¿por qué no hacerlo? Todavía está furioso con esos tipos por hacerlo quedar en ridículo así que, puesto que debe actuar como un borracho, entonces aprovecha para darles su merecido. Comienza a gritar, a golpear y desarrolla una poderosa andanada de energía y furia. Después de un rato, sintiéndose un tanto avergonzado se detiene, dejándose caer pesadamente sobre una silla al tiempo que dirige una mirada amenazante sobre los jueces. Estos comienzan a discutir en voz baja por unos instantes. De pronto se ponen de pie y junto con una sonrisa le dicen: "Estuvo excelente, queda contratado". Se ha convertido en uno de los dieciséis actores masculinos contratados en una extenuante caza de talentos en la que se revisó a más de cuatro mil aspirantes. Poco después le dan un estelar en su primera película y, dos películas más tarde, ya es una estrella.
Semejante historia serviría de argumento para una película, ¿no es así? Bien, pues sucede que se trata de un hecho real y el joven actor a quien nos referimos era no otro que el legendario Toshiro Mifune
Extracto del artículo de Alonso Rosado Franco, continúa con más datos interesantes en:
http://www.katana.com.mx/mifune.htm
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