¿Cómo lo ha descubierto, Holmes?
1. Arte, filosofía e investigación.
Existe algo que se ignora... y que quiere conocer. Eso es "investigar". Una actividad tan cotidiana que resulta trivial, repetida. Siempre estamos preguntando (por qué hay algo que no sabemos); siempre estamos respondiendo preguntas que nos hacen por la misma razón.
¿Siempre? En cierta forma, la pregunta es antipática, porque puede contradecir un optimismo fácil. Es verdad que cuando un aparato (de los muchos que utilizamos) no funciona bien... "investigamos". Tenemos un problema, Houston, y hay que solucionarlo. Esta conducta es universal. Pero hay grandes diferencias si subdividimos el todo por edades. Un niño no pregunta para "solucionar" problemas, sino por el placer de hacerlo, por curiosidad, por el sentimiento de maravilla que le produce lo novedoso. Sin embargo a medida que pasan los años, la curva de investigación "natural" va decreciendo. Lo útil reemplaza otros valores, y la "utilidad" se valora por resultados previsibles. Empieza a resultar extraño "aprender por aprender".
Este fenómeno (la reducción paulatina, escalonada, de los intereses vitales) en parte puede favorecer la concentración y la creatividad personal; pero se dilapida el tiempo y la energía sobrante en actividades de entretenimiento. El homo sapiens se ha convertido en homo videns (1). Y su participación, cuando existe, es de "comparsa". Creo que el símbolo de nuestra época podría estar en un lugar muy habitual e invisible, a fuerza de verlo: el público que es admitido en un programa de televisión. Según tengo noticias se pueden formar largas colas para tener el honor de participar como simple espectador en el programa que preparan otros. A veces el ojo de la cámara se detiene en algún espectador ocasional... y uno se pregunta que demonios hace allí ese ser "racional" aplaudiendo, riéndose o poniendo cara de adoración ¿no hay una manera más ingeniosa de gastar la única vida que tenemos?
Si el conocimiento provee de una sensación de poder según afirman algunos pedagogos y filósofos ¿por qué apenas se lo busca a partir de cierta edad?
Hay algo profundamente perverso en la escuela actual que no es fácil de detectar, a menos que se observen con ojo crítico los resultados. La estructura educativa funciona razonablemente bien para alimentar la máquina productiva con mano de obra cualificada. Sin embargo fracasa silenciosamente en su intento declarado de generar una clase de humano "creativo" y amante de lo mejor de nuestra cultura. De la misma manera que, a fines de nuestro siglo, nadie espera seriamente que los políticos cumplan "a fondo" sus promesas electorales, pareciera que nadie espera un cambio radical (para mejor) de la especie humana como resultado de la educación. Los discursos triunfalistas de los gestores educativos no son escuchados, pasan tan desapercibidos como la aparición de una nueva estrella en el confín del universo. Quizá sea mejor así; de una realidad tan deprimente ya que no se puede cambiarla, mejor es ignorarla.
Pero no nos pongamos negativos. Si bien el desarrollo económico y tecnológico parece más resultado de fuerzas ciegas que de una actividad inteligente, siempre cabe la posibilidad de hacer más creativa la historia personal. Cualquier humano pinta poco en la sociedad, pero es rey y señor de su modesto universo. Si los políticos nos aburren (o nos irritan) siempre cabe la posibilidad de borrarlos drásticamente de nuestro mundo, para sustituirlos por figuras más estimulantes. Y de esto quiero hablar (o escribir).
Toda persona que conserva un resto de energía y rebeldía debería saber que usar el cerebro puede ser una experiencia tan fascinante como revolucionaria. Tenemos un magnifico órgano que apenas usamos. Un objeto que es muy deficientemente conocido y cuya potencia deja boquiabiertos a los estudiosos que intentan conocer sus entresijos.
Un órgano de tal calibre que representa el premio mayor que a una especie inteligente podría tocarle. Nos hemos sacado la lotería cuando la naturaleza nos otorgó esta preciosidad, y el usarlo intensivamente no agota sus posibilidades sino que las incrementa geométricamente. El único caso conocido donde la función no hace al órgano, sino que éste es previo a cualquier función imaginable. Un regalo que no nos merecemos ya que la especie humana apenas lo usa (2). Como si, al nacer, se nos regalara un gran palacio con vastos jardines... y toda la vida la pasáramos utilizando únicamente las habitaciones y los espacios marginales dedicados a los servidores.
No dudo que quien lea hasta aquí pensará que me dejo llevar por un romanticismo de tipo biológico. Pero no tengo tiempo (ni paciencia) para mostrarlo en detalle. En todo caso lo único que puedo decir es que estoy persuadido que nuestro cerebro es una preciada posesión y que apenas lo usamos en la vida cotidiana o profesional. Y el que no lo crea ¡allá él! quizá se merezca, entonces, vivir una vida no más creativa que su perro (animal al que admiro... aunque lo veo de horizontes bastante limitados).
¿Cómo puede usarse mejor el cerebro?
La primera condición es darse cuenta (¡puede ser un gran descubrimiento!) que apenas lo usamos. Es conocido que una persona puede padecer Alzheimer y en su etapa inicial pasar desapercibido para ella y su entorno. No se requiere usar mucho cerebro para subsistir perfectamente en la sociedad.(3) La mayoría de las actividades están tan reglamentadas y son tan habituales que se pueden seguir mecánicamente. Y los errores que se derivan de ello... no son penalizados. Sólo cuando el daño cerebral incide directamente en aquellas funciones que impiden la repetición y el ajustarse a reglas conocidas... es cuando el propio sujeto (y sus familiares) empieza a pensar que algo "no funciona bien". Recuerdo la sugerencia de un importante médico respecto de los temores sobre tener Alzheimer: "empiece a preocuparse cuando guarde los zapatos en su nevera" (4).
Resulta extraño, lo reconozco, afirmar que usamos poco el cerebro en un mundo tan complicado. Pero la complejidad si bien es real... no preocupa ni poco ni mucho al personal. Las ideas hechas, los tópicos, los prejuicios, las reglas, la "experiencia", es suficiente para "entender" nuestro mundo. Por supuesto que no es suficiente... pero para darse cuenta de ello, hay que empezar a usar el cerebro un poco más de lo habitual.
El paso siguiente (en un hipotético programa de "puesta a punto" cerebral) es empezar a usarlo sistemáticamente, encarando una actividad nueva... que es donde el desconocimiento inicial pone a prueba nuestro cerebro infrautilizado. Entre esas actividades hay tres grandes clases que recomiendo. Pero no las "tres" simultáneamente (por un problema de tiempo y recursos disponibles), sino una de ellas según las inclinaciones personales: el arte, la filosofía... o la investigación.
Para la primera se requieren algunas condiciones que no son fáciles de especificar. En principio todo ser humano puede (y debe) cultivar alguna actividad artística: música, dibujo, teatro... en fin, aquello por lo que nos inclinemos según nuestro modo de ser. Quede sentado que cualquiera de ellas obligará a utilizar zonas inexploradas de nuestro maravilloso cerebro (5). Y el proceso, si no se interrumpe, seguirá en cascada tan lejos como la persona que trabaja pueda llegar.
En cuanto a la "filosofía"... puedo asegurar que el intento serio de leer autores y pensar en algunas de las cuestiones típicamente filosóficas, pone en actividad parcelas cerebrales que son "intocadas" en el mundo de todos-los-dias. Esto, por si sólo (independientemente de otros "efectos") ya justificaría que se la tuviera en cuenta como una de las actividades de "interés cerebral".
¿Y la tercera posibilidad? Aquí voy a proponer un esfuerzo de reflexión. Algo que pondría funcionar como un test para medir nuestro interés por este tema (si Ud. se duerme... ¡hágame caso! abandone este artículo. Ya lo ha intentado y por hoy es bastante)
Veamos ¿Es la "investigación" una actividad con identidad propia... o sólo el resultado temporal de cultivar otros intereses?
Nadie dudaría de considerarla una actividad y una profesión en ciertos casos... pero sólo en éstos.
Las universidades, la industria, los laboratorios investigan. También oficinas gubernamentales, y organizaciones privadas... sin embargo este esfuerzo está orientado a obtener resultados que, en última instancia, son "externos" a la actividad investigadora.
Dicho con otras palabras: la sociedad (o sus partes) no "investigan por investigar" sino por obtener algo más allá de la propia tarea: un nuevo medicamento, un adelante tecnológico, una información útil, o, incluso, un conocimiento "no útil" (en su sentido "tecnológico) pero que se considera importante para la propia sociedad (como el histórico).
Bien, este es el pensamiento dominante. Si alguien se preocupa en España por la falta de investigación, seguramente está pensando en esta clase de problemas... no en que sus habitantes amplíen el uso del cerebro más allá de la vida cotidiana.
Por suerte existen posibilidades que no encajan claramente en un programa utilitario. Sin ir más lejos pensemos en la observación astronómica realizada por aficionados. Si bien poco habitual, entra dentro de lo "normal". Sabemos (aunque más no sea por la lectura de los diarios) que hay gente que gasta una parte considerable de su patrimonio en comprar y mantener aparatos que permiten patrullar el cielo comprobando que los objetos que allí se encuentran siguen en su lugar. E incluso es conocido que a veces esta clase de investigadores pueden localizar y registrar nuevos cuerpos celestes, que han pasado desapercibidos al escrutinio de los astrónomos profesionales.
En nuestra península hay pocos aficionados al cultivo no académico de la ciencia. Y el propósito de este artículo es batallar en esa dirección: investigar "por investigar", de la misma forma que se baila "por bailar", se pinta "por pintar", o se filosofa "por filosofar".
Por supuesto que cuando una persona cultiva un arte, o cualquier otra cosa, no hace solamente lo que parece. Siempre se persiguen muchos objetivos en las actividades complejas (no excluimos, luego, que se busque alcanzar cierta notoriedad o algún imprevisible beneficio económico). Pero nadie se asombra si alguien saca fotos "por placer" o canta "por cantar". Existen esas mismas actividades con una etiqueta profesional, es decir, como trabajo; y también existen por si mismas, sin otro valor que el placer que otorga su ejercicio.
La propuesta, entonces, debe ser claramente expuesta: investigar es usar el cerebro de otra manera . Similar a una actividad artística. De la misma naturaleza, aunque los resultados sean diferentes. Lo extraordinario del cerebro es que su actividad siendo la misma produce cosas enormemente diferentes: cañones, sinfonías, teoremas, mantequilla y... aunque parezca inverosímil, los discursos de nuestros políticos más conocidos.
La diferencia, está en la complejidad de la información puesta en movimiento. Una obra de Bach es música, un canción que triunfa en "los 40 principales" es, también música (6).. Sin embargo, pertenecer a la misma familia no supone identidad. Para investigar donde está la diferencia se necesita algo más que repetir experiencias diarias o aplicar un reglamento.
Como ya hay bastante material escrito que incentive en la curiosidad por cultivar algún arte y existe también, aunque en menor cantidad, excelentes escritos que impulsen a nuestro cerebro a "filosofar", no estaría nada mal que desde las páginas de nuestra publicación arrimemos un ascua a la sardina de la "investigación".
Se trata de impulsarnos a cultivar la "investigación" como una actividad por derecho propio, individual, lúdica. Con interés social o carente de ello (de la misma manera que nadie se obliga a componer música para "mejorar" al género humano).
El problema, el obstáculo más importante con que me encuentro para discurrir sobre estas cuestiones... es que no existe reconocimiento social de la actividad que propongo. No me refiero, insisto nuevamente, a la actividad institucionalizada, colectiva, de las grandes organizaciones, sino a una forma de actividad lúdica, creativa, perfectamente individual y cuyos alcances no tengan (aunque en algún momento sí pueden lograrlo) importancia social.
Imaginemos, por un momento, una sociedad donde no existe la "música". La gente no es sorda, escucha toda clase de ruidos e incluso puede producirlos por placer (cuando se baña, por ejemplo); pero no existe el concepto de "música" ni, por supuesto, ninguna actividad sistemática encaminada a producir sonidos (nadie "compone" música).
En una sociedad de esta clase construir un discurso sobre la importancia de producir música para aprovechar mejor las potencialidades cerebrales... resultaría muy extravagante ¿a quien se le ocurre que algo tan poco conspicuo como un ruido puede servir para objetivos tan importantes?
Si algún novelista imaginativo inventara la figura de un compositor... es probable que gustara en una sociedad así (sí la novela estuviera, además, bien escrita). Pero, a pesar de ello, a nadie sensato se le ocurriría seguir por ese camino.
Bien, dejemos este supuesto. Creo que toda sociedad es "ciega" para reconocer la importancia de algunas actividades. Y me temo que la española contemporánea... está en la misma situación del caso anterior; pero no respecto de la música (lo cual es una suerte) sino de la investigación. Las escuelas no la promueven, y la universidad tampoco (es vista como una actividad posterior, de "post grado"). El periodismo de investigación languidece porque es un consumo de minorías (lo cual significa que la mayoría prefiere la "actualidad" enlatada que la información que se origina luego de un largo proceso de descubrimiento) y se pueden imaginar muchas maneras de organizar una fiesta mayor, o una verbena de "solidaridad", pero nadie imagina como podemos incitar a nuestros conciudadanos a entregarse a los placeres perversos de la investigación.
Hay personas que se sienten inclinadas por un arte. Me parece excelente. Muchas menos se sienten inclinadas a filosofar (que es algo muy diferente a "pontificar"). Me alegra cuando advierto que en algún caso sucede. Quisiera inducir a pensar que también existe una tercera alternativa, que nuestra sociedad no imagina, pero que de todas maneras es tan real y posible como las otras dos mencionadas.
Voy a mostrar un caso real de que esta inclinación existe. Y si un ser humano hace algo (o algo le apasiona) podemos estar seguros que hay otros, en algún lugar del mundo, que se le parecen.
"... En la última página llevaba la necrológica de un folklorista griego menor elevado a lugar destacado por el cambio político de su país. Al parecer, había muerto en la prisión insular donde el régimen albergaba a aquellos que no eran de su agrado. El investigador en cuestión había publicado unos datos sobre el argot homosexual de la Atenas moderna. Claramente, aquello era lo que había hecho que las autoridades se fijaran en él. Había sido advertido. Aferrándose a sus convicciones sobre la libertad académica, había continuado la investigación y había publicado el todavía más escandaloso "Argot homosexual en la prostitución masculina". Condenado a la carcel por haber desacreditado la masculinidad griega, no se acobardó. Póstumamente, publicó un estudio sobre el argot homosexual en las prisiones griegas.
Aquél era un ejemplo de un hombre que convertía cualquier desgracia en tema de investigación." (7)
Sherlock Holmes no ha muerto.
Imaginemos que existe una clase de personas simbolizado por este personaje literario. Personas que sienten un impulso marcado hacia la observación y el conocimiento. Individuos que gozan con elaborar hipótesis sobre sucesos variados y que se preocupan de recoger suficiente información para ponerlas a prueba.
La figura de Holmes tiene, como toda creación literaria, muchos significados. Puede ser visto como un adelantado de la "policía científica", como un extravagante inglés representante de su cultura fin de siglo XIX... o, también, como un aficionado a la investigación que encuentra en ella un placer sin igual. Alguien que selecciona un campo de trabajo y que puede ser mejor que un "profesional" porque no lo hace para sobrevivir sino sólo porque le agrada (recordemos que en la saga de Conan Doyle, S. Holmes es en diversas veces menospreciado por el inspector Lestrade el cual representa la profesionalidad de Scotland Yard).
Supongo que existen esta clase de personas. ¡En algún lugar del mundo deben existir! No es posible que nuestro siglo las haya eliminado de raíz. No puedo creer que nuestro sistema educacional las haya extirpado de España. Sería realmente interesante conocer las inquietudes de algunas personas que descubran que pueden "investigar" y que quieren hacerlo; pero no se atreven porque no se sienten suficientemente cualificadas.
En una época donde hasta para dar un consejo sobre "como respirar" se necesita un título universitario ¡qué necesidad acuciante tenemos de gente que quiera hacer cosas aunque no pueda asistir a las aulas formales!
Imaginemos, por un momento, que existe esta clase de humanos... y que les gustara intercambiar sus experiencias, aumentar sus conocimientos, y encontrar consuelo frente a sus frustraciones. Nuestra revista está dispuesta a prestar oídos a esos requerimientos, y, en nuestras posibilidades, ampliar aquellos conocimientos (o métodos) que fueran necesarios para mejorar la calidad de tan distinguida inclinación. Muchas de estas posibilidades se brindan (y uno así lo ha observado) en publicaciones en inglés... pero lamentablemente no se alcanzado este nivel en nuestro idioma. Bien, podríamos (también en esto) intentarlo.
Por ahora nada más... pero el tema queda abierto.
Carlos Salinas.
mayo 1998.
Notas:
(1) Giovanni Sartori. "Homo Videns. La sociedad teledirigida". Trad. De Ana Díaz Soler. Taurus. 160 pgs. Según este autor la televisión al ofrecer sólo imágenes, tiene el grave inconveniente de contribuir poco o nada a la capacidad de entender humana. La imagen debe tener una buena apoyatura constituida por una explicación documentada, sin embargo el proceso se invierte y es ésta (la imagen) la que domina la atención.
(2) "Es el único ejemplo en el que la evolución ha proporcionado a una especie un órgano que no sabe cómo utilizarlo; un órgano de lujo para el que pasarán miles de años hasta que s dueño llegue a usarlo adecuadamente, si es que lo aprende alguna vez" Arthur Koestler.
Citado en Anthony Smith."La Mente".Tomo I. Biblioteca Científica Salvat. Traducción Dra. Carmen Lopez. Barcelona. 1986.
(3) "La enfermedad empieza con dificultades en la memoria episódica, resultado de la incapacidad para registrar y fijar inofrmaciones nuevas de naturaleza autobiográfica. Tales trastornos pueden ser desconocidos o subestimados a causa de la tolerancia del entorno y de una compensación de las deficiencias por parte del paciente, quien, todavía consciente de sus dificultades, se ayuda anotando sus citas o las tareas que debe hacer. Aparece seguidamente la falta de algunas palabras, así como dificultades de atención y de memoria de trabajo, lo que prueba la extensión de las lesiones hacia la corteza asociativa, causantes de la disminución de las capacidades conceptuales y de juicio. El paciente se vuelve entonces más indiferente hacia sus trastornos y es incapaz de compensarlos. Es en esta fase cuando empieza a ser más dependiente de su entorno, el cual empieza a tomar consciencia del problema..."
de "Los extravíos progresivos de la memoria" Bruno Dubois y Bernad Deweer. Informe sobre Alzheimer publicado en Mundo Científico (La Recherche), nº 186, Enero 1998. Barcelona.
(4) "...el aporte de enzimas a los enfermos de Alzheimer...detiene el proceso de degeneración en los primeros estadios de la enfermedad. Pero el tratamiento farmacológico... debe ser paralelo a un diagnóstico precoz... tan pronto aparezcan los primeros síntomas de pérdida de memoria, cambio de personalidad o trastorno en los juicios. "Siempre antes de que se lleguen a poner los zapatos en la nevera".
"Empecé a estudiar ruso a los 65 años para tener el cerebro vivo", entrevista a Jordi Cervós, Director del Instituto Neuropatológico de la Universidad de Berlín, en "El País", 31-octubre de 1995.
(5) "El cerebro puede compararse a un telar mágico en el que millones de centelleantes lanzaderas entretejen una evanescente estructura, siempre significativa aunque nunca duradera; una cambiante armonía de subestructuras. Es como si la Vía Láctea emprendiera alguna danza cósmica". Sir Charles Sherrington.
En Robert Jastrow."El Telar Mágico". Biblioteca científica Salvat. Trad. Domingo Santos. Barcelona. 1988. Pag. VII.
(6) "Yo vuelvo cada cierto tiempo sobre esas obras maestras que son las sonatas de Beethoven. Una obra maestra tiene muchas caras y con el paso del tiempo el intérprete comprende cosas nuevas" Alfrend Brendel
en "Un intérprete debe dedicar el 80 por ciento de su vida a las grandes obras", entrevista a Alfrend Brender en "La Vanguardia", 28 de mayo de 1988.
(7) Nigel Barley."Una Plaga de Orugas".Anagrama.Crónicas. Barcelona. 2da.Edición 1995, pag.145
[Publicado originalmente en el web magazine "Casi Nada"]
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