EL MUNDO
Miércoles, 12 de enero de 2000
LOS PLACERES Y LOS DIAS
FRANCISCO UMBRAL
El bucardo
Como un rey visigodo, como una reina adúltera, como una idolatría, vi al bucardo a veces en Ordesa, viajando por aquel planeta de abismos, por aquel día de cumbres, que no es el día de aquí abajo. Parque Nacional de Ordesa, cabra impar que ya entonces huía hacia la intrepidez del cielo. El otro día han asesinado al último bucardo, una hembra.
Me temo que les estoy dando a ustedes una semana ecologista: galgos, obispos, reyes, bucardos, etarras, bebés, generales y yogurinas. Pero es que los tiempos vienen así. La áspera España llegó a reunir las más distintas y prelaticias especies del cielo y de la tierra con los más rojos depredadores de la raza humana, y así es como, sobre la geografía abisal de nuestro país, hemos herborizado la muerte del feto y del etarra, del lince y del águila leonada. Caín era así como de Badajoz y la ministra de la cosa, mi amiga Isabel Tocino, no es capaz de parar la Historia Natural ni se lo propone, pues luego ella misma se adorna con piel de zorro o de obispo tramontano. Que la quiten. Que la quiten porque, en lugar de eso, ha construido un aparcamiento en Ordesa, ha promocionado la caza y siguen los desastres. Nuestro Gobierno lleva mal la política de los pobres, pero peor la de los altivos y angélicos animales. Nuestros políticos quieren sobrevivir a tan corales y solitarias especies.
Los políticos, primero, tendrán que sobrevivir a las elecciones generales, que ya han quitado a Anguita, quien algo tenía de bucarda allá en su escaño alto y solo. Cuando el ganador esté abandonado en el planeta, volverá a suicidarse con una quijada de burro, que fue lo que realmente hizo Abel. Y es que el español milenario no se soporta su propia mala leche.
Ordesa es el Machu-Pichu de España, el más alto vértigo de esta mala raza que pasa asesinando por los campos. Hasta los obispos se han vuelto contra España y los etarras contra su imaginario. Unas elecciones, aquí, siempre tienen algo de montería. Cazamos el zorro y el político todo el año. Yo estaba esperando a que los políticos se despiezasen unos a otros para quedarme solo con las dulces y samaritanas bestias, y hacer sólo columnas ecologistas, pero el Machu-Pichu de unas generales nos vuelve a todos depredadores y furtivos. El mejor signo de que un país está bien gobernado es el cielo que miramos, con la bucarda y el rebeco en su azul agreste, con el águila leonada en su garita de viento, con el lince fosforescente en su casa de velocidad. Un país con el cielo poblado y en paz es el mejor espejo de lo bien que va la tierra. Ni los socialistas ni los conservadores ni los nacionalistas han hecho nada por ese tapiz privilegiado de España, que hoy es un desgarrón de cabras muertas, cadáveres milenarios y cormoranes de petróleo. Para conocer un país, ya digo, hay que mirar más al cielo que al suelo.
Al funcionario Aznar, al precario Almunia, a los tamtanes periféricos yo no les preguntaría por sus votantes y sus programas. Les preguntaría por su cielo y su agua viva para saber que también ellos han arruinado la triste España, han asolado los muros de la patria mía.
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