Los Fantasmas de la Red
El mundo de Internet, el ciberespacio, posee una seducción que no ha de pasar desapercibida. Como todo avance técnico, como todo conocimiento, su expansión se somete a las reglas de la moda. Como producto de mercado se expande por su seducción, ella le precede. La fantasía que impulsa a su deseo no es distinta de la que impulsa a cualquier consumidor por cualquier producto. De la misma forma que nos enamoramos por la fantasía que nos produce la otra persona, que deseamos determinado vestido porque su corte simboliza una imagen de nosotros mismos con la que nos sentimos a gusto.
Pero si fuera sólo una moda, nada haría hacernos buscar tras ella. Su seducción posee mucha fantasía, y hasta ahí nada debe sorprendernos a estas alturas, pero debemos buscarle los rostros a la red.
No es cualquier fantasía la que encierra internet, es la fantasía que revolucionó la historia, la idea de progreso, la idea de la libertad. Es el rostro liberal, postmoderno si se quiere, es la metáfora del pensamiento único neoliberal. Seductora como la televisión, con la que comienza a fundirse, posee en la imagen su arma perfecta. Pero no es la televisión, porque la televisión es tonta, y la red es lista. La tele es pasiva y la red es activa. La tele es el pasado y la red es el futuro. A todo quiere llegar la red y todo parece convenirse con ella para el futuro. No es de extrañar que la mayor parte de los internautas pertenezca a la población joven. Porque la red es del futuro, porque su seducción juega con la imposición no sólo de la distinción, sino por la necesidad de un mercado feroz; autojustificándose a sí misma, autocumpliendo su profecía seductora. El futuro pasa por la red y en ella y con ella se construye, por lo que hay que estar en la red para no descolgarse. Las empresas multinacionales la han invadido, pero las medianas y pequeñas empresas las emulan en masa y se precipitan en ella, necesitan un espacio web. Ya se puede comprar prácticamente de todo por la red, el impalpable mercado se ha metido en la telaraña porque es su forma natural. Allí donde están las empresas están los trabajadores, donde está el trabajo, proliferan los cursos ha empresas y a particulares, porque hay que ponerse al día, sino el mercado hará su selección natural. Las empresas lo exigen, los trabajadores lo necesitan, sujetos a la inestabilidad laboral, a la promesa de movilidad como sustituta del empleo fijo, su capital intelectual es su única baza, y a ella se la juega. Saber desenvolverse por la red se vuelve urgente por el doble convencimiento de que si no se está en ella no se está en condiciones de competir en el mercado, y no se participará de un futuro que el tiempo entregará a los jóvenes de hoy.
Esto sólo tiene una lectura, que se asume la forma del futuro guste o no, se asume el pensamiento único. Este es el rostro de la red, la sublimación de una forma determinada de sociedad. Suficientemente compleja como para no percibirla, tan enmarañada, pero a la vez universal y libre, sin barreras, donde todo es posible, como en el libre mercado.
Pero su perversión no es ésta, o sí es ésta, dependiendo del prisma ideológico. Su perversión subyace bajo la promesa de libertad, porque allí por donde un navegante de internet pasa queda registrado, sus búsquedas, sus gustos, sus gastos pueden ser utilizados para perfilar su personalidad. En un mundo completamente informatizado una sola tarjeta y un código de identificación podrá servir para llamar al ascensor, abrir la puerta de casa, comprar desde casa, llamar por teléfono, navegar por la red o seleccionar programas de televisión a la carta. Posible es, si existirán o no manos ocultas tras la red que controlen los pasos de los demás, es otro fantasma, o no, de la red.
Rafael Ordoñez Valverde
Sociólogo
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