No hay que enviar tropas españolas al sur del Líbano
Tomás Alcoverro | 19/08/2006 - 18:01 horas
http://www.lavanguardia.es/lv24h/20060819/51280219211.html
Si el envío del contingente español a Diwaniya, al sur de Iraq, fue un gravísimo error imperdonable, el proyectado destacamento que debe reforzar la FINUL en el sur del Líbano, es otra peligrosa decisión que habría, a toda costa y prudentemente, que revisar. No es que esta pequeña región meridional, de una superficie de ochocientos cincuenta kilómetros cuadrados, habitada sobre todo por una población chií, pueda compararse al extenso territorio del sur iraquí, también poblado de chiíes, ni que los ataques y hostigamientos que sufrió allí la guarnición española pudiesen repetirse en el Líbano.
Pero si que hay que impedir que estos soldados queden expuestos a las laberínticas trampas del sur del Líbano, llamado, durante muchos años, el pequeño Vietnam del ejército israelí. En la mediterránea ciudad de Tiro, donde según la leyenda Zeus metamorfoseado en toro raptó a la fenicia Europa, que dio nombre a nuestro continente, hay, cabe a la orilla del mar, una gran placa de mármol con todos los nombres de los soldados de la FINUL caídos en el campo del honor.
La FINUL fue el contingente militar de la ONU constituido a partir de la resolución del Consejo de Seguridad 425, tras aquella muy olvidada invasión israelí de 1978, para, como ahora, "asegurar la evacuación de las tropas israelíes, restablecer la paz y la seguridad internacionales y ayudar al gobierno del Líbano a restablecer su autoridad efectiva en la región del sur.
Como el Estado judío no consintió en aplicarla hasta la primavera del año 2000, este cuerpo militar, formado por contingentes de diferentes naciones, incluyendo en sus primeros años al Irán del Sha, ha tenido que pechar con su imposible misión durante estas décadas. Dotada de un mandato que no establecía que pudiese utilizar la fuerza coercitiva para evitar combates y operaciones militares en la zona fronteriza, quedó reducida a una triste fuerza de observadores que simplemente atestaban los hechos de armas, ya fuesen israelíes, palestinos o, a partir de 1982, hombres de la resistencia nacional, convertida mas tarde en islámica.
En aquel otro verano de 1982 no pudo cerrar el paso a los convoyes de tanques enviados por el jefe del gobierno del Estado judío Menahem Begin y por su ministro de Defensa, Ariel Sharon, a invadir el Líbano, ocupar Beirut y expulsar a los "fedayines". Entre los nombres de los caídos de la FINUL en cumplimiento de su misión, hay muchos franceses. Francia tiene fuertes vínculos históricos, culturales y políticos con el Líbano. El gobierno de París, en su apoyo constante a la soberanía e integridad nacional libanesas, no puede desentenderse de sus compromisos. ¿Pero que interés puede tener España, tan alejada de todos los asuntos del levante mediterráneo, en exponerse a sufrir las imprevisibles consecuencias de la aventurada decisión de enviar un destacamento militar a una zona muy insegura y de incierto futuro?
Durante cuatro décadas, el sur del Líbano ha sido y sigue siendo la palestra por antonomasia donde se dirimen con el fragor de las armas todos los conflictos entre israelíes, palestinos, sirios e iraníes, donde chocan los más poderosos intereses regionales. El débil y maltrecho Estado del Líbano ha sido incapaz, antes y ahora, de imponer su autoridad y ha permitido luchar a sus anchas a los combatientes de Hezbollah contra Israel, antes lo habían hecho los guerrilleros palestinos contra los mismos objetivos del Estado judío. Es una ingenuidad extrema creer que existen en este momento nuevas circunstancias para emprender la difícil "normalización" del sur del Líbano. Es un cálculo prematuro pensar que una renovada y ampliada FINUL podrá, reforzada por un mandato que le otorgue mayor libertad de maniobra, modificar, por arte de birlibirloque, las complejas condiciones geoestratégicas regionales del sur.
Los israelíes nunca han visto con buenos ojos a la FINUL. A menudo sus soldados internacionales han quedado atrapados entre dos fuegos. Para la población local, no obstante, ha cumplido y cumple unos servicios de útil asistencia e, incluso, de protección. El peligro de ahora es que con Hezbollah arraigado en el sur, a diferencia de los palestinos que fueron elementos extraños a esta tierra libanesa, con una incertidumbre de poder, con una radicalización tanto del Líbano como de los territorios palestinos y árabes tras esta guerra inacabada pero que a sus ojos les ha dado una victoria estratégica sobre Israel, el contingente de la ONU pueda ser percibido cada vez más, entre sus habitantes martirizados, como el brazo de la OTAN, una vanguardia militar que enmascara los intereses occidetalisraelíes.
La FINUL, que antes de esta guerra era una fuerza mortecina a punto de ser dislocada, necesitará, por lo menos, un año, según su comandante en jefe, el general francés Alain Pellegrini, para que sus efectivos alcancen los 15.000 soldados. Un año es mucho tiempo en el turbulento Líbano, en medio del ojo del huracán de Oriente Medio. No, al sur no hay que enviar soldados con una misión inalcanzable; al sur hay que enviar fuerzas civiles de paz, como ocurrió en aquel Iraq de antes de la guerra, en el que los "brigadistas " españoles fueron la mejor representación de nuestra libre sociedad civil. Y que en Madrid no olviden aquella premonitoria frase de un general estadounidense cuando, refiriéndose a la intervención en Somalia de su ejército, dijo: "Si llorasteis en Beirut, sufriréis en Mogadiscio". Si se equivocaron en Diwaniya, ahora podrían caer en la trampa del sur del Líbano.
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