* Fuente:
http://www.lavanguardia.es/web/20051025/51196123892.html
El mundo según Lawrence de Arabia
RAFAEL RAMOS - 25/10/2005 - 19.30 horas
Idealista y espía, revolucionario y diplomático, guerrero y escritor, caballero inglés y cruzado medieval, catalizador de masas y solitario al mismo tiempo, Lawrence de Arabia es uno de los personajes más enigmáticos del último siglo. Y también un visionario que, si las grandes potencias le hubieran hecho caso, habría dibujado un mapa totalmente distinto del Oriente Medio, con más atención a la historia y la geografía, y menos a los intereses coloniales de las superpotencias.
El Museo Imperial de la Guerra dedica una gran exposición a Thomas Edward (TE) Lawrence en el setenta aniversario de su muerte, la segunda en Londres en dieciseis años (grandes figuras del mundo del arte todavía esperan la primera). Pero anque la singular colección de más de trescientos objetos -pinturas esculturas, máquinas de escribir, incluso la moto en que sufrió el accidente mortal en 1935- es fascinante, lo más importante es un mapa hasta ahora inédito que propuso al Foreign Office para dibujar las fronteras del Oriente Medio tras la primera guerra mundial.
A la vista de los resultados que ha tenido el reparto francobritánico del pastel tras la caída del Imperio Otomano, el mapa de Lawrence de Arabia debería haber merecido un mejor destino que ser archivado donde nadie -hasta hoy- pudiera encontrarlo. El icónico personaje, inmortalizado por Peter O'Toole en el cine, propuso combatir los sentimientos antioccidentales del nacionalismo árabe librando a Siria y Jordania de la opresión colonial, buscando un rincón para los armenios y creando un estado kurdo entre Turquía e Irak. La especulación es fácil, pero tal vez se habrían evitado alguna que otra guerra y algún que otro genocidio, por no hablar del fenómeno terrorista.
Pocos occidentales han conocido el mundo árabe tan bien como TE Lawrence, que comparó el papel militar de Occidente con el vano intento de comer sopa con un cuchillo. 'Es una operación lenta y sucia (como Blair y Bush han comprobado casi un siglo después de su profecía), vale más la pena dejar que los propios interesados hagan la guerra de manera tolerable, que no hacerla en su nombre de modo perfecto. No se trata de ganar en su nombre, sino de ayudarles a ganarla'. El homenaje del Museo Imperial de la Guerra rebosa actualidad, si se tiene en cuenta que el objetivo oficial de la invasión de Irak sigue siendo la 'democratización' del Oriente Medio y la 'liberación' de los pueblos oprimidos.
La fascinante exposición, que permanecerá hasta Abril, muestra la bandera de la rendición de Jersulalén en 1917, fragmentos de la vía del ferrocarril de Hediaz dstruído por las guerrillas de Lawrence de Arabia, el rifle con el que mató a un oficial turco, cartas, documentos, ropajes, un centenar de fotografías sacadas por él mismo con una cá,ara Kodak y ediciones inéditas de 'Los Siete Pilares de la Sabiduría'. Citas que adornan las paredes muestran a la vez su cara fantástica y realista, pero no resuelven los problemas sobre su vulnerabilidad y naturaleza depresiva, su sexualidad ambigua o los problemas de identidad por el hecho de ser -igual que sus cuatro hermanos- hijo ilegítimo (su padre abandonó a su mujer para fugarse con la institutriz), de actuar como espía a las ordenas del imperio británico y defender el autogobierno de los pueblos árabes. Nadie ha conseguido tampoco descubrir la identidad del misterioso -o misteriosa- SA a quien dedica su más renombrada obra literaria.
TE Lawrence presentó su mapa del Oriente Medio en 1918 y fue escuchado con cortesía por el gobierno de Londres, pero ignorado olímpicamente. Ya entonces, con su conocimiento de la 'realpolitik' de la zona y una notable visión de futuro, porpuso que en Mesopotamia (hoy Iraq) conviviesen sunis y shiíes. Las fronteras se dibujaron en cambio de acuerdo a los intereses coloniales de Gran Bretaña y Francia, con Palestina, Basora y Bagdad bajo influencia de los primeros, y Líbano y Siria de los segundos. Y la bendición de los Estados Unidos.
'Lawrence de Arabia, el mito y la leyenda' -así se titula la exposición- ilumina la política del Oriente Medio, y lo distinto que sería el mundo si el Imperio Otomano no se hubiera aliado con Alemania en la primera guerra mundial, y las potencias ganadoras no se hubieran repartido sus pedazos como un pastel de cumpleaños. Pero el protagonista sigue siendo un misterio tan enrevesado como el más rebuscado sudoku: ¿es cierto que fue violado por un turco?; ¿es verdad que era un masoquista sexual y pagaba por recibir latigazos?; ¿sus relatos son esencialmente verídicos, o fruto de una imaginación desbordada?; ¿defendió genuinamente los intereses de sus aliados árabes, o utilizó a las guerrillas como espía británico?; ¿predominó su lado idealista o diplomático?. El 'enigma Lawrence' sigue presente setenta años después de su muerte, cuando los iraquíes se pelean por la constitución, Líbano es un polvorín, y Occidente es más odiado que nunca en el Oriente Medio. En un mundo de teorías de la conspiración, es apropiado que incluso se discuta si TE Lawrence murió efectivamente en un accidente de moto tratando de esquivar a un par de ciclistas, o si fue empujado a la cuneta por un misterioso coche negro al que se refirieron algunos testigos. Hay cosas que no se sabrán nunca.
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