martes, 13 de mayo de 2008

La curiosidad humana

Elogio de la curiosidad

Nuestros lectores, la mayoría, no suelen visitar todos los recovecos de Casi Nada; esto es normal ya que en este momento son más de 400 artículos y algunos de tamaño considerable (hasta buena parte de algún libro ha entrado en ellos). En consecuencia no es difícil que algunas de las intenciones más profundas que nos mueven en Casi Nada queden en la oscuridad, aunque no sea la primera vez que aludimos a ellas.

Dedicaremos, entonces, este editorial a rescatar uno, si no el principal, de nuestros deseos más queridos: se trata de fomentar la investigación. Pero no nos referimos a la académica, ya que allí cada departamento o institución tiene su propia política y no podemos ni queremos inmiscuirnos en estos asuntos. Se trata de fomentar la investigación entre los ciudadanos "de a pie"; aquellos que pueden tener o no tener estudios universitarios pero que gozan de la energía y un poco de tiempo disponible para enfrentarse con los desafíos del descubrimiento.

Nos parece que nosotros, los humanos, estamos dotados genéticamente para explorar. Que somos una especie expansiva que busca y averigua todo lo que puede. Y que, como sucede con cualquier función vital bien realizada, el hecho de conocer nos resulta altamente placentero y significativo. Véase, si se tiene alguna duda, como aprende el niño; como los adultos intercambian información y como los ancianos, que conservan su vitalidad, observan. Nadie está libre de la curiosidad de saber un poco más allá de los límites de su mundo y resulta tan natural y espontáneo que la ausencia de este impulso es signo de depresión, o de que existe un achaque importante del cuerpo y el espíritu. Este impulso, instinto nos atrevemos a decir, merece ser alimentado. En nuestra época se puede satisfacer (lo cual es una manera retórica de decir, ya que, por suerte, es el único impulso que sin ser satisfecho plenamente no ocasiona males ni disgusta a su portador) porque vivimos una explosión tecnológica orientada, básicamente, a los instrumentos de información y comunicación. El conocimiento se expande y al hacerlo genera una mayor necesidad de conocimiento. Cada incógnita que se resuelve lleva a otras nuevas y más asombrosas. Por eso nos parece que todos, absolutamente todos los seres humanos podemos participar como nunca ha sido posible. Para ello se requieren conocimientos, métodos y tecnología.

Por suerte, existen muchos frentes posibles y en su gran mayoría cualquiera puede participar. De la misma manera que no se requieren aparatos costosísimos para mirar al cielo (y prueba de ello es la actividad de miles de astrónomos aficionados) tampoco se requieren largos y trabajosos estudios para investigar lo que sucede en el presente e, incluso, en el pasado.

Los humanos generamos tal cantidad de datos que éstos rápidamente forman estructuras caóticas donde reaparece la necesidad de una labor inteligente de sistematización, cuando no del descubrimiento de tendencias o de creación de nuevos modelos que expliquen lo que sucede. Cuanto más información, más caos; cuanto más se sabe, más se ignora. Se mire donde se mire, las preguntas no disminuyen; se multiplican. Los diarios traen información de hechos que resultan llamativos, pero que desaparecen unos días después como si el cuento hubiera acabado. Y no es verdad, la historia sigue, sólo que sin cronista, sin luz ni taquígrafos... hasta que un nuevo hecho llamativo la vuelve a la plana de los diarios. La historia seguía entretanto, pero no aparecía en esa agenda que otros nos dan hecha sobre los puntos a los que hemos de dirigir nuestra atención. Los gobiernos se mueven y toman decisiones que afectan a millones de personas ¿pueden los medios de comunicación, por si solos, controlar lo que se hace, hacia dónde somos conducidos, y cuales son las consecuencias de las decisiones que ahora se toman?.

Sabemos más, pero no lo suficiente. Hay claves, pero necesitan ser revisadas; hay ideologías, pero no explican ni puede predecir lo que sucede. Hay cambios, pero ignoramos en qué medida están afectando nuestra vida. Nadie sabe dónde vamos, luego se necesita investigar.

Existe otra alternativa, que no compartimos. Uno puede refugiarse en las recetas y colectivamente buscar remedio en los grandes anestésicos intelectuales. Se puede imaginar que la única manera de acabar con las preguntas es dando una única respuesta. Pero esta solución (¡si así pudiera llamarsela!) es la habitual en la historia humana.

Ahora se trata de reaccionar de otra manera, no cerrando la incertidumbre sino estudiándola; no rechazando el conocimiento sino ampliandolo en la medida de nuestras fuerzas humanas. No sabemos si es una "verdadera" solución (si afirmáramos algo así, habríamos saltado del conocimiento a la creencia); pero si sabemos que es la primera vez en la historia que se puede aprovechar, colectivamente, la coyuntura. Buscamos, frente al caos, no caer de rodillas sino investigar, investigar hasta el caos mismo. No hace falta llevar la vista muy lejos para encontrarnos muros de silencio, y de incógnitas. Muchas veces no son deliberados; simplemente nadie se ocupa de ellos. Ser plenamente consciente de ello ya sería un gran paso. ¿Os dais cuenta? La investigación está ahí, fuera. Y sólo se necesita un poco de entusiasmo y método para empezar a conocer lo que "realmente" sucede. Por otro lado, nada ayuda tanto el crecimiento intelectual como el practicar los quehaceres de la investigación. Se trata de no sólo acumular datos sino de organizarlos; lo cual supone elaborar hipótesis y contrastarlas.

Esta tarea, con sus resultados inesperados y a veces frustrantes constituye una excelente escuela para el carácter. Frente al desánimo que produce lo incomprensible, se hace necesario repensar los hechos y construir nuevos modelos que expliquen lo que se nos escapa. ¡Qué tarea! Distintiva de la especie y lo que la alza por arriba de sus miserias y contradicciones. Queremos ayudar y que nos ayuden nuestros lectores en esa dirección; aportando ideas, métodos y sobre todo, creando un campo de encuentro y discusión. Pero necesitamos del auxilio de almas gemelas, de gente inquieta. Cada cual aportando lo que sabe para favorecer y estimular la ambición de descubrir y entender. Para ello este ruego, que empieza por comprometernos a nosotros: escribid, colaborad en Casi Nada. Cada cual en lo suyo y compartiendo ideas entre todos, movidos por el afán de descubrir y saber.


Carlos Salinas y Jesús Bermejo
Barcelona-Madrid.
Abril de 1998.
Editorial de "Casi Nada"

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