HOMO VIDENS. La sociedad teledirigida.
Giovanni Sartori.
Taurus. Pensamiento.
Madrid. 1998
Edic.Orig. Roma, 1997
Pags. 159
[Fragmentos]
[Pág. 30] (...) periódico, el telégrafo, el teléfono y la radio (dejo en suspenso el caso de la televisión) la mayoría les dio la bienvenida como «progresos» favorables para la difusión de información, ideas y cultura (6).
En este contexto, las objeciones y los temores no han atacado a los instrumentos, sino a su contenido. El caso emblemático de esta resistencia -repito, no contra la comunicación sino contra lo que se comunicaba- fue el caso de la Gran Enciclopedia.
La Encyclopédie de Diderot (cuyo primer tomo apareció en 1751) fue prohibida e incluida en el índice en 1759, con el argumento de que escondía una conspiración para destruir la religión y debilitar la autoridad del Estado. El papa Clemente XII llegó a decretar que todos los católicos que poseyeran ejemplares debían dárselos a un sacerdote para que los quemaran, so pena de excomunión. Pero a pesar de esta excomunión y del gran tamaño y el coste de la obra (28 volúmenes infólio, realizados aún a mano), se imprimieron, entre 1751 y 1789, cerca de 24.000 copias de la Encyclopédie, un número realmente colosal para la época. El progreso de los ilustrados fue incontenible. Y si no debemos confundir nunca el instrumento con sus mensajes, los medios de comunicación con los contenidos que comunican, el nexo es éste: sin el instrumento de la imprenta nos hubiéramos quedado sin Encyp1opédie y, por tanto, sin Ilustración.
Volvamos a la instrumentalización. Incluso cuando un progreso tecnológico no suscita temores importantes, todo invento da lugar a previsiones sobre sus efectos, sobre las consecuencias que producirá. No es cierto que la tecnología de las comunicaciones haya suscitado previsiones catastróficas (más bien ha sucedido lo contrario); pero es verdad que con frecuencia, nuestras previsiones no han sido muy acertadas en este sentido: pues lo que ha sucedido no estaba previsto. Tomemos el caso de la invención del telégrafo. El problema que nadie advirtió a tiempo era que el telégrafo atribuía un formidable monopolio sobre las informaciones a quien instalaba primero los cables. De hecho, en Estados Unidos, la Western Union (monopolio del servicio telegráfico) y la Associated Press (la primera agencia de noticias) se convirtieron enseguida en aliados naturales; y esta alianza prefabricaba, por así decirlo, los periódicos, porque era la Associated Press la que establecía cuáles eran las noticias que había que dar, y era la Western Union la que hacía llegar el noticiario a una velocidad increíble. De modo diligente e inesperado este problema se resolvió eo ipso por el teléfono: un cable más que, sin embargo, permitía a cada usuario comunicar lo que quería.
También la radio ha tenido efectos secundarios no previstos: por ejemplo, la «musicalización» de nuestra vida cotidiana (además del gran lanzamiento de deportes que podían ser «narrados», como el fútbol). ¿Y la televisión? Hemos llegado al punto importante.
Hasta la llegada de la televisión a mediados de nuestro siglo, la acción de "ver" del hombre se había desarrollado en dos direcciones: sabíamos engrandecer lo más pequeño (con el microscopio), y sabíamos ver a lo lejos (con el binóculo y aún más con el telescopio). Pero la televisión nos permite verlo todo sin tener que movernos: lo visible nos llega a casa, prácticamente gratis, desde cualquier lugar. Sin embargo no era suficiente. En pocas décadas el progreso tecnológico nos ha sumergido en la edad cibernética (7), desbancando -según dicen- a la televisión. En efecto hemos pasado, o estamos pasando, a una edad "multimedia" en la cual, como su nombre indica, los medios de comunicación son numerosos y la televisión ha dejado de ser la reina de esta multimedialidad (8). El nuevo soberano es ahora el ordenador. Porque el ordenador (y con él la digitalización de todos los medios) no sólo unifica la palabra, el sonido y las imágenes, sino que además introduce en los «visibles» realidades simuladas, realidades virtuales. Pero no acumulemos demasiadas cosas. La diferencia en la que debemos detenernos es que los medios visibles en cuestión son dos, y que son muy diferentes. La televisión nos muestra imágenes de cosas reales. Es fotografía y cinematografía de lo que existe. Por el contrario, el el ordenador cibernético (para condensar la idea en dos palabras) nos enseña imágenes imaginarias. La llamada realidad virtual es una irrealidad que se ha creado con la imagen y que es realidad sólo en la pantalla. Lo virtual, las simulaciones amplían desmesuradamente las posibilidades de lo real; pero no son realidades.
[Pág. 38] Los jóvenes caminan en el mundo adulto de la escuela, del Estado [ ... ] de la profesión como clandestinos. En la escuela 1 escuchan perezosamente lecciones que enseguida olvidan. No leen periódicos . Se parapetan en su habitación con carteles de sus héroes, ven sus propios espectáculos, caminan por la calle inmersos en su música. Despiertan sólo cuando se encuentran en la discoteca por la noche, que es el momento en el que, por fin, saborean la ebriedad de apiñarse unos con otros, la fortuna de existir como un único cuerpo colectivo danzante (12).
No podría describir mejor al vídeo-niño, es decir, el niño que ha crecido ante un televisor. ¿Este niño se convierte algún día en adulto? Naturalmente que sí, a la fuerza. Pero se trata siempre de un adulto sordo de por vida a los estímulos de la lectura y del saber transmitidos por la cultura escrita. Los estímulos ante los cuales responde cuando es adulto son casi exclusivamente audiovisuales. Por tanto, el vídeo-niño no crece mucho más. A los treinta años es un adulto empobrecido, educado por el mensaje: "la cultura, qué rollazo" de Ambra Angiolini (l'enfant prodige que animaba las vacaciones televisivas), es, pues, un adulto marcado durante toda su vida por una atrofia cultural.
El término cultura posee dos significados. En su acepción antropológica y sociológica quiere decir que todo ser humano vive en la esfera de su cultura. Si el hombre es, como es, un animal simbólico, de ello deriva eo ipso que vive en un contexto coordinado de valores, creencias, conceptos y, en definitiva, de simbolizaciones que constituyen la cultura. Así pues, en esta acepción genérica también el hombre primitivo o el analfabeto poseen cultura. Yes en este sentido en el que hoy hablamos, por ejemplo, de una cultura del ocio, una cultura de la imagen y una cultura juvenil. Pero cultura es además sinónimo de «saber»: una persona culta es una persona que sabe, que ha hecho buenas lecturas o que, en todo caso, está bien informado. En esta acepción restringida y aprecitavia, la cultura es de los "cultos", no de los ignorantes. Y éste es el sentido que nos permite hablar (sin contradicciones) de una "cultura de la incultura" y asimismo de atrofia y pobreza cultura.
(...)
El mensaje con el cual la nueva cultura se recomienda y se auto-elogia es que la cultura del libro es de unos pocos -es elitista-, mientra que la cultura audio-visual es de la mayoría. Pero el número de beneficiarios -sean minoría o mayoría- no altera la naturaleza ni el valor de una cultura. Y si el coste de una cultura de todos es el desclasamiento en una subcultura que es además -cualitativamente- «incultura» (ignorancia cultural), entonces la operación representa solamente una pérdida. ¿Es tal vez mejor que todos seamos incultos a que haya unos pocos cultos? ¿Queremos una cultura en la que nadie sepa nada? En definitiva, si el maestro sabe más que el alumno, tenemos que matar al maestro; y el que no razona de este modo es un elitista. Esta es la lógica de quien carece de lógica.
(..)
[Pág. 41]
Pero atención: aquí no estamos hablando del progreso de la televisión (de su crecimiento), sino de una televisión que produce progreso. Y una segunda advertencia: una mejora que sea sólo cuantitativa no es por sí misma una mejora; es solamente una extensión, un mayor tamaño o penetración. El progreso de una epidemia y, por tanto, su difusión, no es -progreso que ayuda al progreso. La advertencia es, pues que un aumento cuantitativo no mejora nada si no está acompañado de un progreso sustancial. Lo que equivale a decir que un aumento cuantitativo no es un progreso cualitativo y, por tanto, un progreso en sentido positivo y apreciativo del término. Y mientras que un progreso cualitativo puede prescindir del aumento cuantitativo (es decir, quedar en el ámbito de lo poco numeroso), lo contrario no es cierto: la difusión en extensión de algo se considera progreso sólo si el contenido de esa difusión es positivo, o al menos no da pérdidas, si no está ya en pérdidas.
Una vez aclarada esta premisa, la pregunta es: ¿en qué sentido la televisión es «progresiva», en cuanto que mejora un estado de cosas ya preexistentes? Es una pregunta a la que debemos responder haciendo una distinción. La televisión beneficia y perjudica, ayuda y hace daño. No debe ser exaltada en bloque, pero tampoco puede ser condenada indiscriminadamente.
En líneas generales (lo iremos viendo detalladamente) es cierto que la televisión entretiene y divierte: el homo ludens, el hombre como animal que goza, que le encanta jugar, nunca ha estado tan satisfecho y gratificado en toda su historia. Pero este dato positivo concierne a la «televisión espectáculo». No obstante, si la televisión transforma todo en espectáculo, entonces la valoración cambia.
Una segunda generalización: es verdad que la televisión «estimula». En parte ya lo ha hecho la radio; pero el efecto estimulante de la televisión es dinámico y diferente. Despertar con la palabra (la radio) es algo insignificante respecto a un despertar producido por la visión de todo el mundo, lo que, en potencia, podemos ver en cualquier casa. Hasta el siglo XX, las tres cuartas partes de los seres vivos estaban aislados y adormecidos en sus pueblos (como máximo en pequeñas ciudades). Ahora a todos nosotros, casi seis mil millones de personas, nos despiertan o nos pueden despertar. Es un movimiento colosal, del cual aún no podemos sopesar el impresionante impacto. De momento, en cualquier caso, es seguro que un despertar es apertura hacia el progreso en la acepción ilustrada del término. Pero por el contrario, es tambien seguro que frente a estos progresos hay una regresión fundamental: el empobrecimiento de la capacidad de entender.
5. EL EMPOBRECIMIENTO DE LA CAPACIDAD DE ENTENDER.
(...)
De otro modo, casi todo nuestro vocabulario cognoscitivo y teórico consiste en palabras abstractas que no tiene ningún correlato en cosas visibles, y cuyo significado no se puede trasladar ni traducir en imagenes. Ciudad es todavía algo que podemos «ver»; pero no nos es posible ver nación, Estado, soberanía, democracia, representación, burocracia, etcétera; son conceptos abstractos elaborados por procesos mentales de abstracción que están construidos por nuestra mente como entidades. Los conceptos de justicia, legitimidad, legalidad, libertad, igualdad, derecho (y derechos) son asimismo abstracciones "no visibles". Y aún hay más, palabras como paro, inteligencia, felicidad son también palabras abstractas. Y toda nuestra capacidad de administrar la realidad política, social y económica en la que vivimos, y a la que se somete la naturaleza del hombre, se fundamenta exclusivamente en un pensamiento conceptual que representa -para el ojo desnudo entidades invisibles e inexistentes. Los llamados primitivos son tales porque -fábulas aparte- en su lenguaje destacan palabras concretas: lo cual garantiza la comunicación, pero escasa capacidad científico-cognoscitiva. Y de hecho, durante milenios los primitivos no se movieron de sus pequeñas aldeas y organizaciones tribales. Por el contrario, los pueblos se consideran avanzados porque han adquirido un lenguaje abstracto -que es además un lenguaje construido en la lógica-que permite el conocimiento analítico-cien tífico.
Algunas palabras abstractas -algunas, no todas son en cierto modo traducibles en imágenes, pero se trata siempre de traducciones que son sólo un sucedáneo infiel y empobrecido del concepto que intentan «visibilizar». Por ejemplo, el desempleo se traduce en la imagen del desempleado; la felicidad en la fotografía de un rostro que expresa alegría; la libertad nos remite a una persona que sale de la cárcel. Incluso podemos ilustrar la palabra igualdad mostrando dos pelotas de billar y diciendo: «he aquí objetos iguales», o bien representar la palabra inteligencia mediante la imagen de un cerebro. Sin embargo, todo ello son sólo distorsiones de esos conceptos en cuestión; y las posibles traducciones que he sugerido no traducen prácticamente nada. La imagen de un hombre sin trabajo no nos lleva a comprender en modo alguno la causa del desempleo y cómo resolverlo. De igual manera, el hecho de mostrar a un detenido que abandona la cárcel no nos explica la libertad, al igual que la figura de un pobre no nos explica la pobreza, ni la imagen de un enfermo nos hace entender qué es la enfermedad. Así pues, en síntesis, todo el saber del homo sapiens se desarrolla en la esfera de un mundus intelligibilis (de conceptos y de concepciones mentales) que no es en modo alguno el mundus sensibilis, el mundo percibido por nuestros sentidos. Y la cuestión es ésta: la televisión invierte la evolución de lo sensible en inteligible y lo convierte en el ictu oculi, en un regreso al puro y simple acto de ver. La televisión produce imágenes y anula los conceptos, y de este modo atrofia nuestra capacidad de abstracción y con ella toda nuestra capacidad de entender (15 ).
Para el sensismo (una doctrina epistemológica abandonada por todo el mundo, desde hace tiempo) las ideas son calcos derivados de las experiencias sensibles. Pero es al revés. La idea, escribía Kant, es «un concepto necesario de la razón al cual no puede ser dado en los sentidos ningún objeto adecuado (kongruirender Gegenstand) » (16) .
Por tanto, lo que nosotros vemos o percibimos concretamente no produce «ideas», pero se insiere en ideas (o conceptos) que lo encuadran y lo «significan» (17). Y éste es el proceso que se atrofia cuando el homo sapiens es suplantado por el homo videns. En este último, el lenguaje conceptual (abstracto) es sustituido por el lenguaje perceptivo (concreto) que es infinitamente más pobre: más pobre no sólo en cuanto a palabras (al número de palabras), sino sobre todo en cuanto a la riqueza de significado, es decir, de capacidad connotativa.
[Pág. 53] 7. INTERNET Y "CIBERNAVEGACIÓN".
(...) Entonces, ¿está superada la televisión? Si la comparación se establece entre máquinas, entonces la máquina superior es, sin duda alguna, el ordenador. Además, el ordenador es una es una máquina mediante la cual pensamos, y que modifica nuestro modo de pensar, lo que no significa que el hombre común se abalanzará sobre el ordenador personal abandonando el tele-ver. Así como la radio no ha sido anulada por el televisor, no hay razón para suponer que la televisión será anulada por Internet. Ya que estos instrumentos ofrecen productos diferentes, está claro que pueden estar al lado el uno del otro. No se trata, pues, de superación, sino de protagonismo.
Internet, la "red de las redes" es un prodigioso instrumento multitarea: transmite imágenes, pero también texto escrito; abre al diálogo entre los usuarios que se buscan entre ellos e interactúan; y permite una profundización prácticamente ilimitada en cualquier curiosidad (es como una biblioteca universal, conectada por diferentes mecanismos). Para orientarse entre tanta abundancia, distingamos tres posibilidades de empleo: 1) una utilización estrictamente práctica, 2) una utilización para el entretenimiento, y 3) una utilización educativo-cultural. Sobre el uso de Internet para administrar nuestros asuntos y servicios, la previsión es indudable: los chicos y chicas de hoy serán todos en el futuro «cibernautas prácticos». Las dudas aparecen en cuanto a los restantes usos.
Si Internet es entretenimiento y se utiliza como entretenimiento, entonces ya no es tan seguro que venza a la televisión. El punto débil de la televisión que conocemos es que «generaliza», en el sentido de que no proporciona productos suficientemente diferenciados "vía éter". La televisión debe ofrecer productos de masa, productos que lleguen a un público muy numeroso (y al que presenten numerosos anuncios publicitarios). Por el contrario, Internet proporciona productos a medida de diferentes intereses. Pero también la televisión se está fragmentando -por cable o vía satélite- en centenares de canales dirigidos a audiencias concretas. Al especializarse de este modo, la televisión cubrirá también nichos que resultarán competitivos con los nichos de los cibernautas .
Esta es la transformación del broadcastiing, un casting «amplio», en el narrowcasting, un casting «estrecho>~. Inicialmente, fue la radio la
Por tanto, en la medida en que Internet es una diversión, un entretenimiento, la televisión resultará vencedora entre los «perezosos» o las personas cansadas que prefieran el acto de mirar, mientras que Internet triunfará entre los «activos», los que quieran dialogar y buscar. Sin embargo, el hecho de que la cantidad de amantes de la televisión sea superior o inferior al número de red-dependientes, me induce sólo a observar que cada uno se entretiene a su modo.
El problema es si Internet producirá o no un crecimiento cultural. En teoría debería ser así, pues el que busca conocimiento en Internet, lo encuentra. La cuestión es qué número de personas utilizarán Internet como instrumento de conocimiento. El obstáculo, durante este largo camino, es que el niño de tres o cuatro años se inicia con la televisión. Por tanto, cuando llega a Internet su interés cognoscitivo no está sensibilizado para la abstracción. Y ya que sin capacidad de abstracción no se alcanza el mundus intelligibilis, es muy probable que el saber almacenado en la red permanezca inutilizado durante un largo tiempo. Decía que, en teoría, Internet debería estimular el crecimiento cultural. Pero en la práctica puede suceder lo contrario, desde el momento en que el homo videns ya está formado cuando se enfrenta a la red. Sin duda, Internet nos puede ayudar a salir del aislamiento del mundus sensibilis, pero ¿cuántos lograrán esto?
En líneas generales, estoy de acuerdo con Sergio Lepri, que afirma que «Internet es un gran mar donde navegar es apasionante [...] pero un mar que, después de una pequeña travesía de algunos días, preferimos con templarlo sin movernos del puerto» (1996, pág. 22). Como instrumento práctico, como un paseo a un mercadillo callejero o como un recorrido por nuestros más variados hobbies, Internet tiene un porvenir revolucionario (20). Como instrumento cultural, de crecimiento de nuestra cultura, preveo que tiene un futuro modesto. Los verdaderos estudiosos seguirán leyendo libros (21) sirviéndose de Internet para completar datos, para las bibliografías y la información que anteriormente encontraban en los diccionarios; pero dudo que se enamoren de la red.
Observa Furio Colombo: «El Edén de la red está al otro lado de una cancela que se está abriendo [ ... ] solamente para unos pocos [ ... 1. Diferentes jerarquías de cerebros manejarán los ordenadores, jugarán y experimentarán con ellos. Para los excluidos queda el juego interactivo [...] para llenar un inmenso tiempo libre» (1995, pág. 16). Y aquí debemos llamar la atención: los «Pocos» de Furio Colombo no son hombres de cultura; son más bien adictos a su trabajo, los nuevos señores de los medios de comunicación y de la nueva nomenclatura del mundo de los ordenadores. Para el hombre de cultura, la salvación no consiste en traspasar la cancela que lleva al Edén de la red, sino más bien la cancela que lo protege de la avalancha de mensajes. Porque el individuo se puede asfixiar en Internet y por Internet. Disponer de demasiada oferta hace estallar la oferta; y si estamos inundados de mensajes, podemos llegar a ahogarnos en ellos.
Afirmo de nuevo que las posibilidades de Internet son infinitas, para bien y para mal. Son y serán positivas cuando el usuario utilice el instrumento para adquirir información y conocimientos, es decir, cuando se mueva por genuinos intereses intelectuales, por el deseo de saber y de entender. Pero la mayoría de los usuarios de Internet no es, y preveo que no será, de esta clase. La paidéia del vídeo hará pasar a Internet a analfabetos culturales que rápidamente olvidarán lo poco que aprendieron en la escuela y, por tanto, analfabetos culturales que matarán su tiempo libre en Internet, en compañía de «almas gemelas» deportivas, eróticas, o de pequeños hobbies. Para este tipo de usuario, Internet es sobre todo un terryfic way to waste time, un espléndido modo de perder el tiempo, invirtiéndolo en futilidades (22). Se pensará que esto no tiene nada de malo. Es verdad, pero tampoco hay nada bueno. Y, por supuesto, no representa (23) progreso alguno, sino todo lo contrario
Pero el objetivo final no es Internet; es el «cibermundo» profetizado y promovido, más que por cualquier otro autor, por Nicholas Negroponte. En su libro El mundo digital (1995), el nuevo paso del progreso se resume así: en el mundo digital, el que recibe puede elaborar la información «reseteándola» como quiera, con lo que el control formal sobre el mensaje se individualiza, se hace. Suyo. Consigue, así, una "cibernavegación" -muy visual y visualizada- en las llamadas realidades virtuales, en una casi infinita descomposición y recomposición (ensamblaje) de imágenes, formas y figuras (24).
No niego que la navegación en lo virtual -que es como decir en las simulaciones- puede ser enormemente estimulante. Los que proyectan formas aerodinámicas, por ejemplo, "simulan" desde hace muchas décadas; y tal vez el evangelio de Negroponte roba la idea -difundiéndola a millones de personas- a los especialistas que han empleado técnicas de simulación desde que disponen de procesadores. Sea como fuere, para los comunes mortales la navegación cibernética es sólo una especie de vídeo-juego. Y si toman esta navegación demasiado en serio, los cibernautas «comunes» corren el riesgo de perder el sentido de la realidad, es decir, los límites entre lo verdadero y lo falso, entre lo existente y lo imaginario. Para ellos todo se convierte en trampa y manipulación y todo puede ser manipulado y falseado. Pero como las realidades virtuales son juegos que no tienen probabilidades de convertirse en realidades materiales, el negropontismo puede llegar a generar, en un extremo, un sentimiento de potencia alienado y frustrado, y en el extremo opuesto, un público de eternos niños soñadores que transcurren toda la vida en mundos imaginarios. La facilidad de la era digital representa la facilidad de la droga.
¿Terminaremos todos siendo «digigeneracionales» (25) y en el cibermundo? Espero que no. Negroponte es realmente el aprendiz de brujo del postpensamiento. En el mundo que él promueve y elogia, es la máquina la que lo hace todo. Él finge que no es así contándonos que el mundo multimedia-cibernético es un mundo gobernado por una «lógica circular» sin centro alguno (ya no es un mundo gobernado por una lógica lineal y de concatenación causal).
Suena bien, pero no significa nada. Porque «lógica circular» es sólo una metáfora, pero como lógica no existe. La lógica establece las reglas del pensamiento correcto (que si acaso son reglas de concatenación deductiva, no de concatenación causal); y la noción de centro pertenece a la lógica cuando las nociones de derecha e izquierda pertenecen a las matemáticas. Por tanto, la «circularidad» de Negroponte evoca sólo un cúmulo de disparates (26). En uno de sus comentarios al "Infierno» de Dante, T. S. Eliot lo describía como un lugar en el cual nada se conecta con nada. Con el mismo criterio la lógica circular es un infierno (lógico).
Esperanzas aparte, mi pronóstico es que la televisión seguirá siendo el centro -en detrimento de la cibernavegación y de sus sirenas- y esto se fundamenta, asimismo, en la consideración de que la televisión no tiene techo. En 1992 ya existían en el mundo un millón de millones de televisores. Si excluimos a los marginados y a los que realmente se mueren de hambre, la televisión cubre, adonde llega, casi el cien por cien de las casas. En cambio, para los demás inventos, hay un techo. Internet produce saturacion (27), y «ver pasiva mente» es más fácil y más cómodo que el acto de «ver activamente» de las navegaciones cibernéticas. Sin contar que, como ya he explicado, la televisión nos muestra una realidad que nos atañe de verdad, mientras que el cibermundo nos enseña imágenes imaginarias. Vivir en el ciberespacio es como vivir sólo de Star Trek y de películas de ciencia ficción. ¿Todo el día y todos los días? Qué aburrido.
Podría ser que mi previsión sobre el centralismo de la televisión resultara equivocada (28). Es posible, por ejemplo, que yo infravalore la importancia de una comunicación activa e interactiva (29). Incluso si es así, los problemas que he destacado siguen siendo los mismos. Por tanto, continúa siendo verdad que hacia finales del siglo xx, el homo sapiens ha entrado en crisis, una crisis de pérdida de conocimiento y de capacidad de saber.
[fin pag. 61]
NOTAS: [Pág.30] (6) Hubo algunas reservas sobre los periódicos. Y no sin razón, ya que a finales del siglo xviii y durante el xix numerosos periódicos eran realmente simples «papeluchos». Cuando Thomas Jefferson finalizó su experiencia como presidente de Estados Unidos, le escribió estas palabras a un amigo: «No podemos creer nada de lo que se lee en un periódico. La misma noción de verdad resulta sospechosa cuando está inmersa en ese transmisor de polución». También hoy los llamados tabloides no contienen información alguna digna de ese nombre.
[Pág. 32] (7) El término cibernética fue acuñado por Norbert Wiener para denominar el «control y la comunicación en el animal y en la máquina» (es el título de su libro de 1948). Esencialmente, la cibernética de Wiener trata de los «mensajes de órdenes» que el hombre da a la máquina, pero también los que la máquina da a la máquina y los que ésta le devuelve al hombre. El significado etimológico de cibernética es «arte del piloto»; pero los pilotos en cuestión son ahora los circuitos de órdenes y de control en las máquinas electrónicas.
(8) Por multimedialidad se entiende conceptualmente la unificación en un solo medio de la palabra escrita y hablada, además del sonido y la imagen
(12) El nexo entre culturajuvenil y música rock lo ha explicado con gran agudeza Allan Bloom (1987, págs. 68-81), que observa que «con el rock, el hecho de estar reunidos consiste en la ilusión de tener sensaciones comunes, el contacto fisico y las fórmulas emitidas a las que se les supone un significado que supera la palabra» (pág. 75).
15) Gad Lerner (1997) escribe que «reconocer la llegada de la imagen televisiva modifica la capacidad de abstracción, no implica que la bloquea».Tal vez no, pero me gustaría disponer de un ejemplo concreto. ¿Cuáles son las abstracciones alternativas del saber analítico-científico que funda la civilización occidental y su tecnología?
(16) Critica de la razón Pura, Dialéctica trascendental, libro 1, par. 2.
(17) Sobre esta premisa ha sido elaborada sucesivamente la «psicología de la forina» (Gestalt) de la cual hemos aprendido -experimentalmente- que nuestras percepciones no son nunca reflejos o calcos inmediatos de lo que observamos, sino reconstrucciones mentales «enmarcadas» de lo observado.
(20) Actualmente, la megarred informática se utiliza en América durante 130 millones de horas a la semana, las mismas horas que se destinan a la televisión. Pero, precisamente, la mayor parte de este tráfico es comercial y para llevar a cabo pequeñas cuestiones de orden práctico.
(21) "No podremos prescindir de los libros», observa con gran sensatez Umberto Eco. «Si me conecto a Internet y voy al programa Gutenberg puedo hacerme con toda la obra de Shakespeare. ¿Pero por qué tendría que saturar el ordenador con una masa de bites [ ... 1 y luego esperar dos semanas para poder imprimirlo, cuando por 5 dólares puedo comprar la edición de Penguin?» (1996, pág. 17).
(22) La frase en inglés es de Clifford Stoll (1996), un astrónomo de Berkeley experto en seguridad de los ordenadores, que después de años de Internet-manía ahora declara que Internet no es otra cosa que «un tejido impalpable elaborado con nada» y un miserable sustituto de la vida fisica. Como es evidente, Stoll ha dejado de usar el teclado y el ratón. Esto le puede suceder a muchas personas.
(23) Arbasino (1995-1996, pág. 74) se pregunta: «¿Las inmensas autopistas tan celebradas en las exaltaciones de Internet, además de una gran masa de informaciones ventajosas, no transportan también una gran cantidad de necedades que no son divertidas ni útiles?". La pregunta es retórica. La inundación de estupideces es evidente, e Internet en sí misma las multiplica de un modo increíble.
(24) El término técnico es morphing. una técnica que permite transformar sin límite alguno las formas y dimensiones de cualquier objeto
(25) El término es de Luis Rossetto, otro gurú de la medialidad electrónica, y es una abreviación de digital generation, generación digital. Una generación (como escriben Calvo-Platero y Calamandrei, 19961 pág. 58) cuyo lenguaje «consiste en "hipertexto, compresion de datos, amplitud de banda y bites"» y que se encuentra muy a gusto «en el mundo virtual, en ese mundo tridimensional creado por un ordenador en el que te mueves llevando una máscara y guantes especiales >~.
(26) Ferrarotti (1997, pág. 193) explica el ciberespacio de este modo: «es un espacio que permite la máxima articulación de mensajes y de inteligencia [ ... 1 La inteligencia colectiva que se desarrolla en el ciberespacio es un proceso de crecimiento que logra ser al mismo tiempo colectivo y diferenciado, general y específico [...1 es una inteligencia distribuida por todo el mundo». La cuestión está en ese «permite». Es verdad que la cibernaútica permite el «crecimiento» de una inteligencia articulada y difundida. Pero también permite el crecimiento de una difundida estupidez instalada en un magma indiferenciado. Las posibilidades son numerosas. Entre permitir y actuar está de por medio el mar. Yel concepto de lo posible (de Negroponte) que seduce a Ferrarotti a mí me parece enormemente improbable.
(27) Bien entendido, la Internet que produce saturación es la del diálogo interactivo. Ya he dicho que como instrumento de trabajo, Internet es utilísima. En su utilización práctica, Internet no se traduce en saturación, sino, por el contrario, supone simplificación de los problemas de la vida cotidiana.
(28) Tengo que dejar claro que esta cuestión es válida también en cuanto a la radio. El hecho de que una televisión deficiente, o un exceso de televisión, pueda aportar grandes grupos de público a la radio (como está sucediendo en Italia) no deja sin efecto el problema de la huella que puede dejar en el proceso de formación del niño.
(29) Tal vez porque las interacciones en la red son sólo un pálido sustituto de las interacciones cara a cara, es decir, de las interacciones primarias. Intercambiarse mensajes mediante un ordenador nos deja siempre solos ante un teclado.
Brigantinus-Quora
Hace 7 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario