From aromera@PALMERA.PNTIC.MEC.ES
Fri Nov 12 22:25:07 1999
Subject: [HISP] Los enigmáticos interfijos I
Siempre me han intrigado los interfijos. ¿Para qué narices sirven? ¿Por qué causa o razón hay que decir coche-c-it-o y no coch-it-o? ¿Por qué motivo no se cumple siempre la regla de que sólo los monosílabos forman el diminutivo con interfijo? ¿Verdaderamente son los infijos o intefijos los únicos afijos que no tienen significado? ¿Su función es solamente ayudar a construir la palabra?
La Gramática descriptiva viene a echar un poco de luz, aunque no demasiada, a este fascinante tema. El responsable de este capítulo del tomo III es José Portolés, de la Universidad Autónoma de Madrid, pp. 5043-5073.
La interfijación es "el proceso de la morfología derivativa por el que se añade una unidad morfológica, que se denomina 'interfijo', entre la base y un sufijo derivativo, o entre la base y la flexión verbal -se encuentre esta incrementada por un sufijo verbal o no-, de tal modo que, si se suprimiera el sufijo derivativo o la flexión verbal, el resultado de la combinación de la base y el interfijo sería una formación inexistente en español", p. 5043.
Así, "pic-aj-os-o" lleva el interfijo -aj- porque no existe *picajo, de la misma manera que "masurrón" -urr- porque no hay *mansurro. Ejemplos de verbos: lam-isc-ar, apret-uj-ar, bail -ot- e- ar, (con el incremento del sufijo verbal -ear).
¿Cómo se explica la formación, por ejemplo, de "polvareda"? Hay dos teorías. Una afirma que, suprimido el lexema y el sufijo colectivo -eda, el interfijo -ar- es el "resto de una primera etapa de sufijación". Una segunda teoría afirma que se trataría de una variante del sufijo.
Es cierto que tenemos palabras formadas de la segunda manera. "Ganadería" vendría primero de "ganado", luego de "ganad-er-o" y luego se le superpondría el sufijo -ía. Sería el mismo caso de "superficialidad". Existiría, pues, un paso intermedio. Portolés se inclina a pensar que estos segmentos son cadenas de sufijos ("cadenas sufijales", las denomina) y no verdaderos interfijos, por más que en ocasiones no se documente el paso intermedio: bobería, morería, gritería, infantería.
Pero esta hipótesis no explica "humareda" ni "polvareda". No se documentan *hum-ar ni *polv-ar, por lo que el segmento -ar- no se justifica como el resto de un sufijo. ¿Dónde está, por ejemplo, el *grand-ull-o de "grand-ull-ón", o el *dormilo de "dormilón"?
La primera teoría afirma que se trataría de dos variantes del mismo sufijo. Así, arbol-eda nos indica que existe el sufijo colectivo -eda, y hum-areda significaría lo mismo. No se trataría, entonces, de un interfijo, sino de un sufijo.
Pero entonces tendríamos realmente un número increíble de variantes de un solo sufijo, pues -ón, por ejemplo, alcanzaría nada menos que 41: -acón, -alón, -anchón, -arrón, -egón, -ellón, -erón, -icón, -ijón, -iscón, -ollón, -ucón, -ulón, -urrón, -agón, -allón, -antón, -atón, -ejón, -endón, -errón, -ichón, -ilón, -istón, -orrón, -ugón, -ullón, -uzgón, -ajón, -ancón, -arón, -azón, -elón, -entón, -etón, -igón, -illón, -olón, -otón, -ujón, -uñón.
"Despreciar el concepto de interfijo acarrearía que, en lugar de un único sufijo -ón, se deberían manejar al menos cuarenta sufijos distintos terminados en -ón. Por otro lado, un mismo interfijo se une a muy distintos sufijos: villan-c-ejo, limon-c-illo, mayor-z-ote, jamon-c-ete, salon-c-ito, cancion-z-ucha, melon-c-ico, joven-c-ísimo, landron-z-uelo...", p. 5045.
Así pues, el concepto de interfijo permite dar cuenta del uso coincidente de un sufijo como -ón independientemente del segmento derivativo que lo antecede y justifica de modo uniforme la aparición del segmento -c- en las diversas combinaciones en que se halla.
Por otra parte, la interfijación es un procedimiento activo de creación de nuevas palabras que precede a la morfología derivativa. No tienen el mismo significado chupón ('que chupa') que chupetón ('acción y efecto de chupar con fuerza'), ni comer y comiscar. No se trata de un proceso de flexión, ya que el interfijo no depende del contexto sintáctico en el que aparece la palabra que lo acepta.
La interfijación ocurre solamente en los sustantivos, adjetivos y verbos. En cuanto a los verbos no se trata de una derivación homogénea, pues para que esta exista no debe cambiar la categoría gramatical de la base (niña-niñita); si bien muchos interfijos verbales provienen de verbos (bailar-bailotear, besar-besuquear, etc...), no es extraño que deriven de sustantivos: ala-aletear, tijera-tijeretear, trompo-trompicar, etc...
Es preferible hablar de interfijos porque la gran mayoría de ellos se encuentran también entre los sustantivos. "En conclusión, defender la existencia de interfijos tanto en nombres como en verbos se acomoda mejor a la morfología del español que limitar la interfijación a un proceso de morfología nominal", p. 5047.
Aunque el interfijo es átono, a veces recibe en la conjugación el acento propio de la flexión verbal: de "despach-urr-ar", "despachurro".
"Los interfijos carecen de la fijación de los sufijos, ya que de ellos no depende la caracterización categorial de la palabra en la que aparecen. No ha de extrañar, pues, su labilidad, y la existencia de palabras con interfijos distintos y significado parejo: mach-ac-ar/mach-uc-ar; estirazar/estirajar; vejarón/vejarrón; pint-arr-aj-ear/pint-urr-uj-ear; cafecito/cafelito/cafetito; verderón/verdelón/verdigón; mozallón/mozarrón/mozancón...", p. 5047.
A causa de esta labilidad, pueden presentarse todo tipo de interfijos precediendo, por ejemplo, a los alomorfos -ar o -al de un mismo sufijo colectivo, con frecuencia por circunstancias diatópicas, exigencias fonéticas o motivos analógicos: lod-ach-ar, sec-ad-al, lam-ed-al, camp-iz-al, chap-at-al, torm-ag-al, lod-az-al, roll-et-al, mat-orr-al...
En ningún caso se puede explicar la interfijación como la "incrustación" de un morfema en una palabra ya constituida: sant-urr-ón no se forma por la introducción de -urr- en la palabra "santón". Esto se confirma al ser muy frecuente que la supresión del interfijo origine una palabra inexistente: hojarasca, *hojasca, pedigón, *pedón, oliscoso, *oloso, cagarruta, *caguta; ello es así tanto más en cuanto que los verbos de la 2.ª y 3.ª conjugación pasan a formar parte de la primera conjugación, por lo que no se podría mantener la inserción: dormir/adormilar, torcer/retortijar, morder/mordiscar...
Los interfijos suelen combinarse en cadenas, normalmente de dos: bob-al-ic-ón, chap-al-et-ear, casc-arr-in-ar, tap-ir-uj-arse, pint-arr-aj-ear etc, escag-urr-uz-arse, atont-ol-in-ar...
Existe una gran variedad de interfijación en todo el mundo hispánico: aguanoso en España, agu-ach-oso en Argentina y Paraguay; bocanada en España, boc-ar-ada en América; habl-ant-ín en Argentina, habl-anch-ín en Andalucía, zonzoreco en Costa Rica, zonzoneco en Honduras...
Pero hay diferencias más notables entre el español de América y el peninsular en el terreno de los interfijos: hay algunos que se emplean con más frecuencia allí que en la Península: vocal + l y el sufijo -ón; si en España sólo se encuentran "dormilón" y "comilón", en Hispanoamérica encontramos, por ejemplo, andalón, conversalón, guagualón, metelón, mordelón, huilón, escupilona, tropezalona, reilón, subilón, etc...
Otros interfijos frecuentes en América son vocal+z + sufijo -ón: brillazón, fregazón, llenazón, nubazón, palazón, matazón... y el interfijo -at-: bocatero, borratina, niguatero, leñatear, uñatear, viñatero, volatero, yerbatero etc...
Portolés separa también los interfijos de otras piezas morfológicas, como los postprefijos (en-s-anch-ar) o los incrementos dentro de la raíz (dele-z-nable) o en la unión de un compuesto (boq-i-rrubio), que algunos autores consideran también interfijos.
Por otra parte se plantean numerosas cuestiones; por ejemplo, que existen cadenas sufijales que se vinculan directamente con su lexema sin documentarse los pasos intermedios con esa misma raíz: el ya mentado caso de bobería, morería, infantería, gritería. Por otra parte, las cadenas con elementos mediales coincidentes con sufijos, pero que dificilmente pueden explicarse como parte de una cadena sufijal. Cas-ero existe, pero cas-er-ón no es su aumentativo, sino el de "casa".
Razones etimológicas encuentran el origen remoto de los interfijos en los sufijos, de forma que los sufijos poco productivos van poco a poco incorporándose a la lista de los interfijos. Así, del sufijo -tione -sione latino, que el español tiene por anticuado en las palabras tragazón, hartazón, criazón, plumazón, tablazón, castrazón etc... es el origen remoto del hispanoamericano interfijo -az- y -ez-, creado este último a su semejanza, ambos para preceder a -ón.
"La interfijación es uno de los procesos morfológicos que, entre otras funciones, permite la unión de una base y de un sufijo que, por diversos motivos, ya sea morfológicos, ya sea fonéticos, estuviera imposibilitada. Los medios que proporciona la lengua para resolver este tipo de problemas son muy diversos. Por ejemplo, si se desea crear a partir del reciente verbo "formatear" (darle formato a un disquete de ordenador) un nombre que indique la cualidad de "poderse formatear", no se dirá *formateidad, sino formateabilidad. El sufijo -idad se une con dificultad a verbos, pero sin problemas a adjetivos, por lo que se crea el adjetivo intermedio "formateable" para lograr el sustantivo "formateabilidad", p. 5.051.
Otro tipo de problemas son los referidos a la división: santafereño, filmofobia, rousseauniano, gasómetro, Joselito etc... obligan a explicar la -r-, la -o-, la -n-, la -o-, la -l-... La aparición de estos sonidos tiene causa fonética. Es bien conocida la tendencia antihiática del español, que engendra parte de esos sonidos para evitar el choque de la vocal acentuada con la primera del sufijo. En los casos de -o-, la creación de este sonido permite crear sílabas libres, que son las preferidas por el español. Pero estos fenómenos no tienen nada que ver con los interfijos, cuya aparición no se deriva de causas fonéticas: son fenómenos distintos. Prueba de ello es que si se suprime el realmente es interfijo, aparecen con frecuencia palabras perfectamente viables fonéticamente.
Lázaro Carreter propone, sin embargo, una explicación diferente para la formación de palabras como Joselito o rousseauniano, a través del fenómeno que llama 'estereotipia': "Una formación analógica que consiste en la unión a una base de un segmento final idéntico al de otra palabra o grupo de palabras, de tal modo que en este segmento no se encuentre sólo un morfema o una secuencia de ellos, sino también parte del radical de la palabra de origen", p. 5052. Así, si bien la -l- de Joselito contribuye a evitar el hiato entre dos vocales acentuadas, también habría que tener en cuenta la inserción de una secuencia muy común en hipocorísticos como Miguelito, Manolito, Angelito, Rafaelito etc... No se trataría, en todo caso, de un interfijo. Rousseauniano, pues, tomaría -niano de calderoniano, moratiniano, rubeniano etc... y santafereño de otros gentilicios como como cacereño, alcocereño, etc... ; la -ó- de gasómetro se originaría a partir de la de manómetro. Y las palabras filmófono, filmomanía, filmofobia reciben la -o- a partir de filmografía, que se crea a su vez por estereotipia de "bibliografía", aunque también han debido de colaborar en su consolidación formas como rusófono, anglofobia o germanomanía.
Y así otros casos de falsa interfijación por estereotipia, como verborragia, verborrea etc... La estereotipia explica también el segmento -itar en las voces de animales como el gamitar del gamo o el churritar del verraco, por estereotipia de balitar, 'balar con frecuencia la oveja'.
Saludos cordiales.
Brigantinus-Quora
Hace 7 años
2 comentarios:
Muy interesante. Precisamente comentaba yo el otro día a mis alumnos que era extraño que a un segmento sin significado se le asignase el valor de morfema/monema. A partir de ahí me puse a buscar y llegué a su interesante reflexión. Gracias.
Ángeles Fernández.
No entendi iguallll
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