miércoles, 30 de abril de 2008

G. Zaid "Los demasiados libros"

Gabriel Zaid
"Los Demasiados Libros"
Anagrama. Colección Argumentos
Bcn, 1996
(Fragmentos. nº inicial nº de página)

11. Toda biblioteca personal es un proyecto de lectura. Jos‚ Gaos

16. El progreso ha logrado que todo ciudadano, no sóo los profetas elegidos, pueda darse el lujo de hablar en el desierto.

19. ¿Qué demonios importa si uno es culto, está al día o ha leído todos los libros? Lo que importa es cómo se anda, cómo se ve, cómo se actúa después de leer. Si la calle y las nubes y la existencia de los otros tienen algo que decirnos. Si leer nos hace, físicamente, más reales.

25. Que todo el mundo participe en una sola conversación no la enriquece: la reduce.

26. Pero la cultura es una conversación cuyo centro no está en ninguna parte. La verdadera cultura universal no es la utópica Aldea Global, en torno a un micrófono; es la babélica multitud de aldeas, todas centros del mundo.

27. Gracias a los libros, sabemos que Sócrates desconfiaba de los libros.

28( ...) los músicos nos reprochan que pongamos música de fondo mientras hacemos otra cosa. Lo verdaderamente musical, lo socrático, sería reunirse con amigos a tocar, improvisar un diálogo de jazz que dependiera de los participantes, el humor, la inspiración...

28. Pero ¿quien se puede quejar de que, en el centenario de Mozart, nos ofrezcan todas sus obras en una colección de discos compactos?

29. Hoy resulta más fácil adquirir tesoros que dedicarles el tiempo que se merecen.

29. La productividad moderna reduce el costo de la reproducción mecánica y aumenta el costo de la reproducción socrática. Una conversación inteligente, cómo la de Sócrates y Fedro, que se encuentran en la calle se ponen a hablar de un escrito ingenioso de Lisias sobre el amor y se van caminando hasta las afueras de Atenas para discutirlo, sólo es posible en un mundo subdesarrollado, de baja productividad y tiempo ocioso.

29. Ante la disyuntiva de tener tiempo o cosas, hemos optado por tener cosas. Hoy, es un lujo leer a Sócrates, no por el costo de los libros, sino del tiempo escaso.

30. Hoy... Sócrates quedería en los niveles bajos. Su baja escolaridad, su falta de títulos académicos, de idiomas, de currículo, de obras publicadas, no le permitirían concursar para un puesto importante en la burocracia cultural. Lo cual confirmaría su crítica de la letra: los simulacros y creedenciales del saber han llegado a pesar más que el saber.

31. La letra muerta no es un mal de la letra sino de la vida. Hay mucha letra muerta en la conversación, en la cátedra, en los sermones, en los discursos, en las palabras y en los actos de la vida cotidiana. Recordemos, simplemente, la escena medieval que se prolonga hasta nuestros días: en el salón de clase, el maestro lee sus apuntes y los alumnos toman notas.

31. La cultura es conversación. Pero escribir, leer, editar, imprimir, distribuir, catalogar, reseñar, pueden ser leña al fuego de esa conversación, formas de animarla.

32. El aburrimiento es la negación de la cultura.

34. El apetito por seguir una conversación que no se entiende es un síntoma de salud, no de falta de preparación. La disciplina es buena al servicio del apetito, no en lugar del apetito. Sin apetito, no hay cultura viva.

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