domingo, 6 de abril de 2008

Religiosidad argentina

Ofrendas al costado del camino
Valeria Perasso
BBC Mundo


La devoción por los santos populares crece a los costados de los caminos de Argentina. Banderas que flamean al costado de la ruta, botellas de agua apiladas en grutas perdidas en planicies interminables, canciones que se repiten como un mantra y suenan a profecía en los oídos y los corazones de los iniciados.

La religiosidad popular en Argentina está allí, a la vuelta de la esquina, adueñándose de un espacio paralelo al de los cultos tradicionales de las iglesias establecidas.

Cuando decidí comenzar a investigar, lo que conocía de este fenómeno se basaba en impresiones recogidas por viajes al interior del país, a la calma de las provincias y a los racimos de tradiciones populares que se van acumulando por el camino.

Al llegar a Argentina, sin embargo, encontré una forma de devoción que, en la última década, cobró una dimensión inesperada: la religiosidad popular había viajado miles de kilómetros por las rutas del país, se había extendido en sus expresiones a lugares remotos, y ya no era sólo una curiosidad alimentada por los localismos y las marginalidades.

Los lugares de culto dedicados a los llamados santos populares se habían multiplicado. Así, el patrono de la región del noreste, por caso, tenía su ermita en la Patagonia, otra en el borde de una autopista de los suburbios, y otra más en una esquina del coqueto barrio porteño de Palermo.

Mientras que algunos católicos condenan estas prácticas como una superstición alejada de la ortodoxia, otros - entre ellos, varios sacerdotes - promueven su integración con el culto católico más habitual


Hijos de la crisis

¿A qué se debe esta expansión de una forma de espiritualidad alternativa? La crisis socio-económica, que tuvo su epicentro en diciembre de 2001, y sus consecuencias - desde el crecimiento del desempleo hasta la inseguridad - sin duda jugaron un papel de peso.

El análisis, sin embargo, es bastante más complejo. Porque no se trata de una nueva forma de creencia, sino de una serie de manifestaciones que estaba allí, en el seno de la sociedad argentina, desde hace más de un siglo. Y además, porque la denominación "popular", que históricamente adjudica este modo de espiritualidad a las clases pobres y menos educadas, también demostró ser una categoría engañosa.

Para el antropólogo Pablo Semán, especializado en el estudio de las religiones, la crisis dio visibilidad a un fenómeno que ya existía, y las migraciones desde las provincias hacia el cinturón urbanizado que rodea a la capital colaboraron en su dispersión.


El del Gaucho Gil, nacido en la zona del Litoral argentino, es un culto en ascenso.

Luego, la desesperación jugó su parte: cuando la vida diaria tiene tan poco para ofrecer, en términos de bienestar, recurrir a las fuerzas superiores es una muy transitada salida de emergencia.

Asimismo, los devotos de los llamados "santos populares" no son sólo parte de los sectores menos favorecidos. Para las clases medias empobrecidas, y para aquellos más educados y adinerados, el culto de estos personajes ofrece una alternativa a las religiones tradicionales, que resultan, en teoría, más rígidas y exigentes.

Santos por leyenda

Pero, ¿quiénes están en el centro de esta fe en ascenso? Los "santos populares" basan su sacralidad en tradiciones orales, en leyendas y folklore cultivados a través de décadas, que se repiten y se adornan para colaborar a alimentar el mito.

Son personajes presuntamente "reales", que habitaron este territorio y comparten historia y costumbres con los argentinos de hoy. Hombres y mujeres de vida sufrida y muerte trágica a los que, por fuerza de la palabra transmitida por generaciones, se les adjudican poderes sobrenaturales.

La Difunta Correa, el Gaucho Gil y Gilda son tres de ellos, pero hay muchos más -algunos nacidos en todos los rincones del territorio, y otros compartidos con otros países de América Latina. Todos ellos, "canonizados" por la gente más allá de la autoridad de la Iglesia católica.

Alrededor de estos santos no oficiales, se delinea una forma de culto colorida, musical, basada en pedidos y promesas, sacrificios y peregrinaciones.


Son personajes presuntamente "reales"... Hombres y mujeres de vida sufrida y muerte trágica a los que, por fuerza de la palabra transmitida por generaciones, se les adjudican poderes sobrenaturales


Con el crecimiento del número de devotos, florecieron también los altares. Los hay personales, en el ámbito doméstico, y también barriales, como lugar de encuentro del creyente con su comunidad más cercana.

Pero, sobre todo, los lugares de devoción se multiplicaron a los costados de las rutas que cruzan Argentina de sur a norte.

Los santuarios principales, ubicados en el lugar donde estos personajes perdieron la vida, son una suerte de Meca a la que los creyentes se acercan con una profusión de exvotos. Algunos, una vez al año; otros, cada vez que una intervención significativa del santo en cuestión se produce en sus vidas.

Convivir con la mayoría

La postura de la Iglesia católica, a la que oficialmente pertenece el 90% de la población de Argentina, respecto de las devociones no oficiales ha variado con el tiempo, y refleja de algún modo las distintas líneas de pensamiento y acción dentro de la misma institución eclesial.

Mientras que algunos católicos condenan estas prácticas como una superstición alejada de la ortodoxia, otros - entre ellos, varios sacerdotes que trabajan en diócesis cercanas a los lugares de nacimiento de las figuras santificadas - promueven su integración con el culto católico más habitual.

Es que, en su forma y contenido, la devoción en torno de estos personajes no difiere mucho de las llamadas expresiones populares del catolicismo, como las que tienen por centro a la Virgen u otros santos oficialmente canonizados.


Trofeos, fotos, joyas: son las ofrendas de devotos agradecidos por algún milagro concedido.
Además, los devotos de la Difunta, el Gaucho Gil o Gilda se consideran a sí mismos católicos hechos y derechos, y combinan los rezos a santos de la Iglesia con otras prácticas centradas en personajes de leyenda.

¿Cuáles son los límites? ¿Hasta donde es posible expandir el santoral personal sin torcer la doctrina católica, a la que estos devotos adscriben?

¿Quiénes son, en definitiva, los millones de seguidores de estos cultos en expansión? ¿Y cuáles los milagros concedidos?

Para buscar respuestas a estos interrogantes, y para conocer de cerca los mitos que alimentan la santidad de estas figuras folklóricas, los invito a acompañarme en el viaje.

Los "Rituales en la ruta" que se intentan mostrar en este especial de BBC Mundo definen, de algún modo, un mapa religioso de la Argentina de hoy.






Ofrendas al costado del camino


Valeria Perasso
BBC Mundo




La devoción por los santos populares crece a los costados de los caminos de Argentina.
Banderas que flamean al costado de la ruta, botellas de agua apiladas en grutas perdidas en planicies interminables, canciones que se repiten como un mantra y suenan a profecía en los oídos y los corazones de los iniciados.

La religiosidad popular en Argentina está allí, a la vuelta de la esquina, adueñándose de un espacio paralelo al de los cultos tradicionales de las iglesias establecidas.

Cuando decidí comenzar a investigar, lo que conocía de este fenómeno se basaba en impresiones recogidas por viajes al interior del país, a la calma de las provincias y a los racimos de tradiciones populares que se van acumulando por el camino.

Al llegar a Argentina, sin embargo, encontré una forma de devoción que, en la última década, cobró una dimensión inesperada: la religiosidad popular había viajado miles de kilómetros por las rutas del país, se había extendido en sus expresiones a lugares remotos, y ya no era sólo una curiosidad alimentada por los localismos y las marginalidades.

Los lugares de culto dedicados a los llamados santos populares se habían multiplicado. Así, el patrono de la región del noreste, por caso, tenía su ermita en la Patagonia, otra en el borde de una autopista de los suburbios, y otra más en una esquina del coqueto barrio porteño de Palermo.

Mientras que algunos católicos condenan estas prácticas como una superstición alejada de la ortodoxia, otros - entre ellos, varios sacerdotes - promueven su integración con el culto católico más habitual


Hijos de la crisis

¿A qué se debe esta expansión de una forma de espiritualidad alternativa? La crisis socio-económica, que tuvo su epicentro en diciembre de 2001, y sus consecuencias - desde el crecimiento del desempleo hasta la inseguridad - sin duda jugaron un papel de peso.

El análisis, sin embargo, es bastante más complejo. Porque no se trata de una nueva forma de creencia, sino de una serie de manifestaciones que estaba allí, en el seno de la sociedad argentina, desde hace más de un siglo. Y además, porque la denominación "popular", que históricamente adjudica este modo de espiritualidad a las clases pobres y menos educadas, también demostró ser una categoría engañosa.

Para el antropólogo Pablo Semán, especializado en el estudio de las religiones, la crisis dio visibilidad a un fenómeno que ya existía, y las migraciones desde las provincias hacia el cinturón urbanizado que rodea a la capital colaboraron en su dispersión.


El del Gaucho Gil, nacido en la zona del Litoral argentino, es un culto en ascenso.

Luego, la desesperación jugó su parte: cuando la vida diaria tiene tan poco para ofrecer, en términos de bienestar, recurrir a las fuerzas superiores es una muy transitada salida de emergencia.

Asimismo, los devotos de los llamados "santos populares" no son sólo parte de los sectores menos favorecidos. Para las clases medias empobrecidas, y para aquellos más educados y adinerados, el culto de estos personajes ofrece una alternativa a las religiones tradicionales, que resultan, en teoría, más rígidas y exigentes.

Santos por leyenda

Pero, ¿quiénes están en el centro de esta fe en ascenso? Los "santos populares" basan su sacralidad en tradiciones orales, en leyendas y folklore cultivados a través de décadas, que se repiten y se adornan para colaborar a alimentar el mito.

Son personajes presuntamente "reales", que habitaron este territorio y comparten historia y costumbres con los argentinos de hoy. Hombres y mujeres de vida sufrida y muerte trágica a los que, por fuerza de la palabra transmitida por generaciones, se les adjudican poderes sobrenaturales.

La Difunta Correa, el Gaucho Gil y Gilda son tres de ellos, pero hay muchos más -algunos nacidos en todos los rincones del territorio, y otros compartidos con otros países de América Latina. Todos ellos, "canonizados" por la gente más allá de la autoridad de la Iglesia católica.

Alrededor de estos santos no oficiales, se delinea una forma de culto colorida, musical, basada en pedidos y promesas, sacrificios y peregrinaciones.


Son personajes presuntamente "reales"... Hombres y mujeres de vida sufrida y muerte trágica a los que, por fuerza de la palabra transmitida por generaciones, se les adjudican poderes sobrenaturales


Con el crecimiento del número de devotos, florecieron también los altares. Los hay personales, en el ámbito doméstico, y también barriales, como lugar de encuentro del creyente con su comunidad más cercana.

Pero, sobre todo, los lugares de devoción se multiplicaron a los costados de las rutas que cruzan Argentina de sur a norte.

Los santuarios principales, ubicados en el lugar donde estos personajes perdieron la vida, son una suerte de Meca a la que los creyentes se acercan con una profusión de exvotos. Algunos, una vez al año; otros, cada vez que una intervención significativa del santo en cuestión se produce en sus vidas.

Convivir con la mayoría

La postura de la Iglesia católica, a la que oficialmente pertenece el 90% de la población de Argentina, respecto de las devociones no oficiales ha variado con el tiempo, y refleja de algún modo las distintas líneas de pensamiento y acción dentro de la misma institución eclesial.

Mientras que algunos católicos condenan estas prácticas como una superstición alejada de la ortodoxia, otros - entre ellos, varios sacerdotes que trabajan en diócesis cercanas a los lugares de nacimiento de las figuras santificadas - promueven su integración con el culto católico más habitual.

Es que, en su forma y contenido, la devoción en torno de estos personajes no difiere mucho de las llamadas expresiones populares del catolicismo, como las que tienen por centro a la Virgen u otros santos oficialmente canonizados.


Trofeos, fotos, joyas: son las ofrendas de devotos agradecidos por algún milagro concedido.
Además, los devotos de la Difunta, el Gaucho Gil o Gilda se consideran a sí mismos católicos hechos y derechos, y combinan los rezos a santos de la Iglesia con otras prácticas centradas en personajes de leyenda.

¿Cuáles son los límites? ¿Hasta donde es posible expandir el santoral personal sin torcer la doctrina católica, a la que estos devotos adscriben?

¿Quiénes son, en definitiva, los millones de seguidores de estos cultos en expansión? ¿Y cuáles los milagros concedidos?

Para buscar respuestas a estos interrogantes, y para conocer de cerca los mitos que alimentan la santidad de estas figuras folklóricas, los invito a acompañarme en el viaje.

Los "Rituales en la ruta" que se intentan mostrar en este especial de BBC Mundo definen, de algún modo, un mapa religioso de la Argentina de hoy.


http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/specials/2006/rituales_de_la_ruta/newsid_4872000/4872222.stm

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