miércoles, 23 de abril de 2008

Cerebro de hombre y mujer

Hugo Liaño Cerebro de hombre, cerebro de mujer. Ediciones B
Barcelona, marzo 1998. pgs. 290

[Pág. 45] HACER MACHOS: UNA DISTORSIÓN DE LO
NORMAL O FEMENINO.
El corolario que se desprende del proceso de diferenciación sexual que acabamos de resumir es curioso, porque uno saca la impresión de que la primera intención que tiene la naturaleza es la de crear hembras, de tal forma que parece ser necesario un esfuerzo adicional para que el producto consiga alcanzar el fenotipo masculino. El fenotipo es el aspecto y otras características observables de un organismo, mientras que a su constitución genética la denominamos el genotipo. Esta simple consideración lleva a tomar en cuenta que es más compleja esta tarea añadida de hacer hombres y, como suele suceder cuando la maquinaria de un organismo difiere de la que la naturaleza tiende a ofrecer de la forma más espontánea, hay en ella menos seguridad y equilibrio y, por tanto, las posibilidades de que se establezcan anomalías o defectos en su desarrollo son mayores para los machos que para las hembras (Gualtieri y Hicks, 1985). Alfred Jost escribió en 1972 unas frases que se me antojan geniales. En su lengua original eran así: «Becomig a male is a prolonged, uneasy and risky venture. lt's a kind of struggle against inherent trends toward femaleness.»

[Pág. 46] EL ROL SOCIAL DE LOS SEXOS. El establecimiento de un dimorfismo sexual desde el nacimiento, tanto de los genitales como del cerebro, hace que niños y niñas encuentren unas respuestas distintas del entorno en que viven y, a su vez, también perciben con matices diferentes los estímulos ambientales. De modo que estas relaciones, diferenciadas según el sexo, entre el niño y su ambiente contribuyen al moldeado de la futura conducta sexual juvenil. La pubertad representa el segundo periodo en el que existe un impacto de las hormonas sexuales. En esta etapa de la vida tiene lugar el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios en coincidencia con la liberación a la circulación de niveles adultos de hormonas.

A partir de la pubertad, el entorno social ejerce presión para que los adolescentes de un sexo y del otro jueguen el papel sexual diferenciado y para que adquieran las conductas sociales identificadas como masculinas o femeninas. Al final de todo este entramado resulta que, en la edad adulta, la gama variada y diferenciada de percepciones, las distintas posibilidades de adquirir ciertas herramientas cognoscitivas, el temperamento y la personalidad han recibido una gran influencia de las hormonas prenatales, pero éstas no han sido tan definitivamente determinantes como pudiera parecer a primera vista.

[Pág. 53] EL ESCULTOR CREA CON MENOS ESFUERZO A LA MUJER. De manera parecida a lo sucedido en la diferenciación de los genitales internos, cuando el sexo genético es femenino y hay ovarios, la falta de presencia estimulante de la hormona DHT basta para que, sin más, las estructuras genitales primarias bipotenciales evolucionen hacia genitales externos femeninos.

Llama poderosamente la atención, en estos procesos de diferenciación fetal de los órganos genitales internos o exter-nos, que la auténtica diferenciación proviene únicamente de la existencia de testes o de las substancias que ellos producen, cualquiera que sea el sexo genético del individuo. Tanto si el sexo genético es femenino y hay por tanto ovarios, como si el sexo genético es masculino, pero se eliminan los testes, el desarrollo es hacia la formación de genitales femeninos.

Todo hace pensar que la condición básica del fenotipo sexual es femenina y que a ella tiende de forma natural y espontánea el nuevo ser. Ha de haber un esfuerzo, una participación activa de la biología, para que esta tendencia se quiebre y se dirija a la masculinización. Lo mismo vimos que sucedía en cierto modo en la determinación del sexo genético, donde la existencia de cromosomas sexuales X no dirigen tanto a la formación de gónadas femeninas, como la presencia de un cromosoma Y obliga a la aparición de gónadas masculinas.

Es pues más sencilla, más substancial con la naturaleza de los animales mamíferos, la condición sexual femenina. En la especie humana esto supondría algo así como si fuera cierto que el primer ser que los antropólogos cifran en esa Eva primigenia precediese a los Adanes, y que la frase bíblica del Génesis tuviera más bien que decir no es bueno que la muJer esté sola y creó al hombre.

Admitida esa naturaleza basal, no necesitada de diferenciación, de la condición sexual femenina, y añadida la mayor calidad y necesidad del individuo femenino en la función reproductora, uno no puede por menos de preguntarse acerca del porqué del esfuerzo biológico que supone la creación de un número de seres masculinos casi igual al de hembras.

Ésta es una de tantas preguntas sin respuesta, pero al menos es obvio que un esfuerzo como el que acabamos de mencionar pone en evidencia un plan de convivencia cooperativa y complementarla entre los sexos en el que la reproducción es un objetivo superado. No obstante, puede ser también que lo que llamamos nosotros un «esfuerzo biológico» por masculinizar seres no sea tal sino lo contrario. Hay una constante en muchos procesos de funcionamiento neural que consiste en crear un programa basal «excesivo» en un sistema de fabricación que, para entendernos, llamaríamos «en serie». En una segunda fase, resulta muy rápido corregirlo, suprimiendo o borrando algunos de sus datos.

Este sistema de trabajo resulta más eficaz que crear desde el principio programas diferentes, lo más precisos y aproximados posibles. Así trabaja, por ejemplo, el cerebro en los programas de actuaciones motoras; la corteza motora emite (...)


[Pág. 85] ¿SON MÁS VULNERABLES LOS HOMBRES QUE LAS MUJERES? Es un hecho bien conocido desde hace muchos años que, en términos generales, los machos humanos son más frágiles que las hembras. Cuando yo estudiaba medicina, los profe-sores de pediatría nos enseñaban que había más probabilida-des de que saliese adelante una niña que un niño prematuro; no sé cómo estarán ahora las cosas, cuando tanto desarrollo ha habido en la salud humana.

Ya hemos comentado en varias ocasiones que la condición femenina es la que aparece como natural y espontánea en la creación del ser humano y que la naturaleza masculina es fru-to de un trabajo de corrección de la estructura básica femeni-na. No sería raro, por tanto, que un organismo que la biología elabora por modificación de otro pueda tener menos resisten-cia a los avatares y al desgaste de la vida. En todos los estudios estadísticos seguimos viendo que la edad media de supervi-vencia es algo superior en las mujeres que en los hombres.

Entre los seres humanos masculinos se originan más re-trasos intelectuales, trastornos del aprendizaje, anomalías en la codificación cerebral verbal y espacial con más dislexias, tartamudeos, retrasos en el desarrollo del lenguaje y zurdería, que entre las hembras (Vandenberg, 1987).

También se ha podido saber que los machos humanos son más vulnerables que las hembras a todo este asunto de la exposición prenatal a drogas y hormonas. Un ejemplo de ello fue el estudio que se efectuó a 18 niños y a 20 niñas que nacieron tras haber estado expuestos a barbitúricos en la gestación de su madre. Los barbitúricos son drogas utilizadas principalmente para el control de las crisis epilépticas y tienen una fuerte capacidad de inducción de las enzimas del metabolismo del hígado, de modo que habitualmente aceleran los procesos metabólicos, entre ellos los de las hormonas esteroideas. Se vio en estos niños que, en comparación con una población normal, había un exceso de masculinismo y de desviaciones en su conducta social, y que estas anomalías, aunque presentes en los dos sexos, eran de una dimensión considerablemente superior en los niños que en las niñas.


[Pág. 86] DIFERENCIAS SEXUALES IGUAL A DIFERENCIAS CEREBRALES. Al principio de este ensayo decíamos, con otras palabras, que las conductas biológicas tienen su PrÍMUM Movens en el cerebro. Este órgano animal, auténtica central organizadora de un complejo sistema nervioso que se extiende por todo el organismo, recibe y procesa las señales e informaciones procedentes de dentro y de fuera del ser vivo, evalúa y almacena lo que sus instintos, afectos o razón deciden, regula de forma automática las variaciones del medio interno en relación con el externo, controla de manera semiautomática los instintos y los desplazamientos en el espacio, y además en los humanos está capacitado para abstraer, elaborar pensamientos, tomar decisiones y diseñar estrategias para ejecutarlas, y después de todo ello para comunicarse con otros seres mediante el lenguaje. (...)

[Pág. 119] INTELIGENCIA Y CEREBRO. Los neurólogos estamos acostumbrados a emplear un conjunto de términos que, por la deformación profesional, se nos antojan conocidos por cualquier profano. Como esto no es así, conviene que hagamos una mínima explicación de las principales zonas del cerebro que tienen que ver con la inteligencia. Después ya comentaremos qué es lo que vamos a entender por inteligencia.

En el extremo superior del tubo nervioso, durante el desarrollo embrionario, se forman dos vesículas, a las que por encontrarse en la parte más alejada del sistema nervioso central se denomina telencefiálicas, pues la palabra griega tele quiere decir lejos. Sobre estas vesículas se organiza un tejido nervioso que constituye el telencéfalo y a estas masas que representan más tarde las mayores estructuras del encéfalo humano se las llama hemisferios cerebrales, derecho o izquierdo, según se mira en el sentido del portador del cerebro.

En los hemisferios cerebrales la capa externa o corteza cerebral configura la substancia gris, que está constituida por la agrupación de los cuerpos de las células. El tejido profundo recibe el nombre de substancia blanca, formada por las fibras de las células.

Por tanto, la substancia gris y sus redes reciben información, elaboran mensajes y almacenan datos; la substancia blanca es el conjunto de vías que propagan o transmiten información, centrípeta si es sensorial o sensitiva, centrífuga si es motora. Las uniones entre unas células nerviosas y otras se llaman sinapsís.

Las distintas áreas corticales del cerebro tienen funciones más o menos específicas. Las zonas del cerebro que las contienen o lóbulos cerebrales reciben los nombres de frontales, paríetales, temporales y occipitales (véase lámina 3).

Dentro de ellos están situadas áreas con cometidos dis-tintos. Así, la parte más anterior del lóbulo frontal o área prefrontal está relacionada con la conducta social y la memoria a corto plazo; la más inferior u orbitofrontal, con el sistema límbico y con los instintos por tanto, y la porción más posterior contiene el área precentral motora y el área de Broca de la expresión del lenguaje.

En el lóbulo parietal, la porción más anterior o área postcentral es sensitiva, y la posterior interviene en los procesos cognoscitivos del tratamiento de los datos espaciales, verbales y del conocimiento del propio cuerpo. En el lóbulo temporal se encuentran las cortezas de las áreas de la audición y de la percepción y elaboración del lenguaje (área de Wernicke) y en su parte más inferior y medial, el área hipocámpíca, que es parte del sistema límbico y una estructura crítica en los circuitos de la memoria. Los lóbulos occipitales contienen áreas visuales.

Como veremos repetidamente, las funciones de las áreas cerebrales tienen contenidos o matices distintos según se trate del hemisferio cerebral derecho, a menudo llamado no-dominante, o del izquierdo o dominante.

Los hemisferios cerebrales son la parte más compleja de un ordenador increíblemente potente. En ellos se encuentra la base de datos que contiene y almacena incesantemente todo lo que nos interesa de cuanto conocemos.

El ser humano, desde que tiene vida, recibe constantemente informaciones que percibe por los órganos de los sentidos y de las que hace un análisis somero para decidir a qué debe dar respuesta inmediata, qué es lo que desestima y finalmente qué le interesa conservar.

Esto último se acoge tras el paso por estructuras nerviosas vinculadas a los afectos y a la emoción y ha de pasar a los almacenes de la memoria remota; por eso, es bien conocido que «se aprende lo que interesa» y que representa un esfuerzo baldío intentar que permanezca lo que no conmueve ni importa.

Los almacenes de la memoria remota se encuentran en las agrupaciones neuronales de los hemisferios cerebrales o corteza cerebral. Así pues, la información «interesante» se procesa nuevamente, se compara con los datos previos, se elabora analizando sus componentes auditivos, táctiles y cromáticos, sus dimensiones, su situación en el espacio, etc. y, con un sistema de codificación interno, se distribuye por las diferentes áreas de la corteza cerebral, cada una de las cuales se encuentra más especializada en la conservación de una u otra información en forma de memoria remota.

No se puede hablar de la memoria como de una capacidad única ni es posible, por tanto, buscar su localización en un sólo departamento del cerebro. Memoria es algo que interviene en casi cualquier proceso intelectual, ya que tiene diversos tipos, contenidos, niveles y consideraciones en el tiempo. La memoria puede ser condicionada o procesual, episódica o semántica, rememorativa o asociativa, a corto, medio y largo plazo. Finalmente, cada aspecto de esta última función tiene una consideración molecular y es uno de los temas de mayor interés en las investigaciones actuales en el campo de la neurología.

Las áreas de un mismo hemisferio del cerebro tienen conexiones entre sí, de forma inmediata, con un recorrido en U, o con fibras directas pero de larga distancia cuando las áreas están alejadas. Las áreas similares de hemisferios opues tos también se conectan entre sí para enriquecer la informa ción recibida en un hemisferio con los datos que provienen del otro hemisferio, que tiene algunas propiedades distintas de especialización, como luego veremos.

Estas conexiones reciben el nombre de fibras de asociación cuando establecen puentes entre distintas áreas del mismo hemisferio y el de fibras comisurales si constituyen la conexión entre los dos hemisferios cerebrales, derecho e izquierdo. Las comisuras que hay en nuestro cerebro son: las comisuras blancas (anterior y posterior) y una gruesa estructura central que prende apretadamente los hemisferios y recibe el nombre de cuerpo calloso.

De la dimensión de la información guardada, de la capaci dad para extraerla de la memoria almacenada, de la habilidad para compararla con nuevos datos y elaborar mensajes nue-vos, ideas o pensamientos, de la rapidez para programar y ejecutar acciones, y en definitiva, del rendimiento obtenido de ellos, indefectiblemente ligado al convencionalismo de lo establecido en una cultura, depende la inteligencia de cada ser humano.

No ha habido nunca forma convincente de definir lo que se entiende por inteligencia y siempre se ha establecido en estos intentos una relativa discusión entre capacidad y rendimiento. El vulgo también matiza esta diferencia y dice de una persona que es más «inteligente» que otra, pero que ésta es más «lista» que la anterior.

Sucede que, con ser fundamental el potencial de ideación y enjuiciamiento, si el sujeto carece de capacidad de atención y de concentración, si no tiene habilidad para comunicar sus pensamientos o si no acompaña de afectividad o interés su aprendizaje o la emisión de su mensaje, difícilmente obtendrá un rendimiento similar al de un intelecto mediocre pero voluntarioso. Por eso es un discurso estéril hablar de inteligencia en lo relativo al cerebro y los sexos. Será más provechoso comentar las competencias del cerebro en el proceso cognoscitivo.

Lo cognoscitivo es lo relativo al conocimiento; los instrumentos cerebrales empleados en su adquisición serán las habilidades cognoscitivas. De este modo será posible que sepamos de las competencias que en el proceso cognoscitivo tienen las diferentes estructuras del cerebro humano y de la posible existencia de diferencias en las mismas del cerebro femenino con las del masculino.


[Pág. 123] UN ANTICIPO RESUMIDO DE LAS DIFERENCIAS NEUROPSICOLÓGICAS HOMBRE-MUJER.

Ya hemos dicho que las diferencias en el rendimiento in-telectual entre el hombre y la mujer son bien reducidas, hasta el punto de que la predicción de los resultados de un determinado programa educacional no se vería modificada por introducir el factor género. Esto no quita para que sepamos que desde hace muchos años se han encontrado diferencias en la media de los resultados de una variedad de habilidades cog-noscitivas entre los hombres y las mujeres.

El resumen de tales diferencias es el siguiente:

Capacidades verbales: las mujeres dan mejor rendimiento que los hombres en las pruebas de fluencia verbal y tienen más habilidad para deletrear las palabras, más velocidad en la lectura y comprenden mejor lo leído.

Es bien conocido que el habla y la fluencia del lenguaje se desarrollan antes en las niñas que en los niños, los cuales pre-sentan hasta 4 y 5 veces más trastornos en el aprendizaje de la lectura que aquéllas.

Sin embargo, a pesar de que las mujeres en general poseen una capacidad superior a los hombres para los aspectos comunicativos del lenguaje, el cerebro masculino tiene más habilidad para la manipulación formal de los símbolos, ya que ello significa algo similar al razonamiento matemático, para el que están mejor preparados.

Los hombres, según acabamos de decir, hacen mejor las pruebas de razonamiento matemático que las mujeres. Bien entendido que una cosa es esto y otra el cálculo aritmético, que viene a significar los mismo que unir y asociar las letras en la palabra hablada o escrita.

La tendencia a una mayor capacidad masculina en el razonamiento matemático se observa entre chicos y chicas con entrenamiento e interés similares en matemáticas y entre muchachos de los dos sexos con talento matemático superior al término medio.

Capacidades no verbales: el procesamiento de elementos no verbales también arroja diferencias en general entre hombres y mujeres.

Los hombres comprenden mejor que las mujeres los elementos espaciales y también manejan con más habilidad las relaciones espaciales en las pruebas neuropsicológicas.

Suelen entender mejor que las mujeres las relaciones visuo -espaciales subyacentes en un contexto confuso. Por ejemplo, un test puede consistir en identificar una figura que se encuentra incluida en otra más compleja, otro en colocar en posición completamente vertical un bastón que está rodeado por un marco inclinado y otro en saber encontrar la línea horizontal del nivel del agua en una botella inclinada.

A esta habilidad se la denomina campo-dependencia y quienes dan mejores resultados son los que tienen más independencia de campo, es decir, aquellos que manejan con más seguridad los fragmentos o elementos espaciales con independencia del contexto global.

La independencia de campo tiene relación directa con otras habilidades espaciales e inversa con la capacidad social interactiva. De modo opuesto, los sujetos campo-dependientes están más interesados en las fuentes sociales de información, están más dispuestos para expresar pensamientos y sentimientos, son mas comunicativos y, por lo general, son más efectivos en las interacciones sociales ( Witkin y cols., 1979).

Los hombres suelen tener más independencia de campo. Las mujeres acostumbran a ser más campo-dependientes, y en este sentido son menos hábiles en el conjunto de las habilidades visuo-espaciales, pero se encuentran mejor dotadas para utilizar la información contextual, la que permite interpretar las expresiones gestuales de la cara y captar la información emocional de las mismas (Rosenthal y cols., 1979).

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