Barret, Cyril Ética y creencia religiosa en Wittgentein Wittgenstein on Ethics and Religious Belief ing-esp Basil Blackwell, Oxford, 1991 Alianza Alianza Universidad, AU 787 Madrid, 1994 351 84-206-2787-9 LAVEL (Madrid)
Prefacio (p. 13 a 21).
El objeto de este libro, como su título indica, son las ideas de Wittgenstein sobre la ética y la creencia religiosa. Su estudio adoptará la forma de un detallado comentario y crítica. No pretendo proponer en este libro más ideas propias que las que puedan emerger de mis críticas.
De entrada hay que decir que si bien difiero de Wittgenstein en varios puntos importantes, comparto su enfoque básico tando de la ética como de la creencia religiosa. Con ello puede que esté en desacuerdo con algunas formas tradicionales de filosofía de la religión, por no decir nada de las "ortodoxias" religiosas. Es parte de mi tarea mostrar que en muchos casos son esas "ortodoxias", y no Wittgenstein, las que andan desencaminadas y que él tenía una comprensión mejor del objeto de la ética y de la creencia religiosa que muchos de los llamados "ortodoxos". Sí me gustaría decir ahora, sin embargo, que no se trata exclusivamente de "ortodoxias" religiosas o sectarias; hay "ortodoxias" ateas o agnósticas, lo mismo que "ortodoxias" religiosas. También me propongo mostrar que, por muy heterodoxa que puedan parecer las concepciones de Wittgenstein, están firmemente enraizadas en una teología y filosofía de la religión tradicionales.
Lo que considero mi tarea principal es mostrar que esas consideraciones, el interés de Wittgesntein por los valores, sean éticos, religiosos o estéticos, no fueron accesorias en su pensamiento, sino centrales. Inicialmente, W. fue visto, en concreto por Russell, el Círculo de Viena y jóvenes filósofos ingleses como Ayer, como lo que daría en llamarse un "positivista lógico", es decir, como un empirista o positivista que había dotado al empirismo y al positivismo de una articulación lógica de la que hasta entonces había carecido, o, por ser más precisos, de una articulación aparentemente más sólida, si es que esto no es un veredicto demasiado severo sobre Hume y Mill. Con su teoría del lenguaje, según se pensó, había clavado de una vez por todas la tapa del ataúd de la metafísica que Kant había construido con su método crítico. Buena parte de lo que W. decía en Tractatus Logico-Philosophicus confirmaba esa impresión, en especial las últimas entradas (TPL 6.53-4;7): "... y siempre que alguien quisiera decir algo de carácter metafísico, demostrarle que no ha dado significado a ciertos signos en sus proposiciones... De lo que no se puede hablar es mejor callarse". La corriente principal del libro parece llevar al positivismo lógico, a lo que A.J.Ayer llamaría después "la eliminación de la metafísica". La distinción de Wittgenstein -de nuevo en las últimas entradas del Tractatus- entre lo que se puede decir, que, desde un punto de vista filosófico corresponde a las proposiciones de la ciencia natural, que no tiene nada que que ver con la filosofía, y lo indecible, el sinsentido, aquello sobre lo que hay que callar, que incluye al propio Tractatus, se tomó como la eliminación definitiva de las afirmaciones metafísicas, éticas, estéticas y religiosas del dominio del conocimiento. Wittgenstein alentó esta interpretación al decir en su prefacio que consideraba la verdad de los pensamientos expuestos en el libro intocable y definitiva.
Russell, y eso le honra, se dio cuenta de que la cosa no era tan simple. Aún más, sospechó que ver el Tractatus como la definitiva eliminación de la metafísica, pese a las aparentemente abrumadoras pruebas en contra, podía ser malinterpretarlo e incluso malinterpretarlo completamente. Al final de su introducción critica la noción wittgensteiniana de lo inexpresable, que denomia "lo místico", que abarca la ética, la estética, la creencia religiosa, la metafísica y la filosofía que no sea filosofía natural o ciencia, incluida la filosofía de la lógica. También le ofrece a W. una descripción alternativa que W. rechazó decididamente. Esa descripción, en opinión de Russell, ayudaría a W. a responder a sus (de Russell) objeciones a la inexpresabilidad del lenguaje sobre el lenguaje. Pero no le sería de ayuda, como advirtió el propio Russell, con otras instancias de lo inexpresable, como la ética y la estética. Russell es muy humilde en todas estas cuestiones. No atribuye demasiado alcance a su hipótesis alternativa. No obstante, pensó que, si fuera defendible, daría el golpe definitivo a lo místico. Todo esto se discutirá más adelante. En lo que quiero insistir ahora es en que Russell creyó que su hipótesis alternativa no afectaría sino a aquello en lo que W. insistió más. "Aunque esta hipótesis tan difícil pudiera sostenerse, dejaría intacta una gran parte de la teoría de W. aunque posiblemente no aquella parte en la cual insiste más" (TLP 197).
Russell se dio cuenta, aunque no con toda claridad, a diferencia de Waismann, Ramsey, Neurath y Ayer, que las cuatro últimas páginas del Tractatus (TLP 6.7-7) constituían posiblemente el climax y la culminación del libro, y no un mero apéndice y aberración a ignorar o explicar de otro modo.
En su reciente libro sobre W., Ayer reconoce que junto con otros jóvenes filósofos ingleses, adoptó la interpretación del Tractatus del Círculo de Viena. Se dio cuenta de que era malinterpretar a W., pero siguió aferrándose a su idea de que las afirmaciones éticas, estéticas y religiosas no son fuentes de conocimiento. Son, bajo su punto de vista, combinaciones de enunciados de hechos y expresiones de emociones. Dice que la pulla de Ramsey, "Lo que no se puede decir no se puede decir ni silbar" no iba dirigida expresamente a W., pero fue sin duda aceptada como la glosa final de la ultima frase de W. Neurath fue más explícito. Su comentario de la última frase fue: "Aunque sin duda hay que callar, se puede hablar de cualquier cosa". Ayer aún está satisfecho con esta interpretación.
Los comentaristas ulteriores, con algunas excepciones, sobre todo Elizabeth Anscombe, han tendido a seguir la exhortación de los últimos párrafos, omitiendo las últimas páginas del Tractatus. O no las entienden o les incomodan. Es cierto que no interesan a todos los estudiantes pero los estudiantes son muy libres de elegir lo que quieran de un autor. De los comentaristas se espera algo más, sobre todo desde la publicación, en 1967, de una carta de Wittgenstein a Ludwig von Ficker (recogida en el apéndice del compilador a las cartas de Wittgenstein a Paul Engelmann) y de las memorias del propio Engelmann. Del Tractatus dice W.:
"El libro tiene un sentido ético. En una ocasión pensé en incluir en el prefacio una frase, que finalmente no añadí, pero que voy a transcribirte porque quizá sea una clave (del libro) para ti. Entonces quise escribir: mi trabajo consta de dos partes: la que aquí se somete a consideración y la formada por todo lo que no he escrito. Y es precisamente esa segunda parte la más importante... Te recomiendo leer el prefacio y la conclusión, puesto que constituyen la expresión más inmediata de su sentido".
Wittgenstein tambión advirtió que aunque el libro dice mucho de lo que el mismo Ficker quiere decir, éste podría no ver lo que en él se dice. Sea lo que sea lo que W. quería decir con que la parte más importante del libro es la no escrita y lo que no está escrito en el libro sin embargo está dicho en él, está claro lo que el Tractatus significaba para W.. Para él no es ante todo un trabajo de lógica y lengua, es un libro de ética.
Un reconocimiento creciente de que ese es el modo en que W. nos ofreció el Tractatus está llevando a otros comentaristas a centrarse en el aspecto ético de su obra. (...)
El programa, por tanto, es mostrar que (a) lo que W. tenía que decir sobre la ética y la creencia religiosa era para él de la mayor importancia, si no lo único importante; (b) sus puntos de vista sobre esas materias no experimentaron alteraciones radicales a lo largo de su vida, pese a las apariencias en contrario, y (c) lo que Wittgenstein dice de la ética está estrechamente interconectado con lo que dice sobre la creencia religiosa.
Brigantinus-Quora
Hace 7 años
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