Sobre la crítica y la tradición
Qué es una tradición literaria? Difícil saberlo, pero intuyo que la crítica ocupa un lugar central en este asunto. Pero así como está lleno de malos escritores, también lo está de críticos mediocres
Por Damián Tabarovsky | 20.01.2008 | 04:15
Qué es una tradición literaria? Difícil saberlo, pero intuyo que la crítica ocupa un lugar central en este asunto. Pero así como está lleno de malos escritores, también lo está de críticos mediocres. No tengo nombres propios ni asuntos concretos que mencionar, así que para ejemplificar prefiero inventar un par de casos. Imaginemos el caso de un escritor que en una entrevista para una nota de tapa de un suplemento realiza una serie de declaraciones sobre lo que a él le interesa de una novela y también lo que no, qué tipo de literatura prefiere y cuál cuestiona. Al poco tiempo se publica una reseña donde se usan esas declaraciones para demoler su novela. Imaginemos ahora un segundo caso. El de otro escritor que habiendo publicado cinco o seis novelas, publica un libro de ensayos. Luego publica una nueva novela, y ésta es reseñada usando los conceptos de su ensayo aplicados torpemente a su novela. ¿Qué tienen en común ambos casos? Que el crítico no se tomó el trabajo de leer la novela que tenía frente a sus ojos. Al contrario, convertido en policía, aplicó la frase cotidiana de cualquier mala serie de televisión: "Todo lo que diga puede ser usado en su contra". En el colmo de la haraganería, nuestros reseñistas imaginarios recorrieron el camino inverso al de la verdadera actividad crítica. Se entregaron a las reglas de la metonimia, como en ese juego infantil en el que hay que dibujar una figura trazando líneas a partir de números: del uno al dos, del dos al tres, del tres al cuatro y así, hasta formar una figura prediseñada de antemano, reproduciendo el orden más obvio y previsible. Pero la crítica es otra cosa: consiste en sospechar del propio texto criticado, ponerlo en relación con textos impensados, encontrar nuevos sentidos.
Volviendo al tema de la tradición, a veces es el propio autor quien la pone de manifiesto, como ocurre con Gabriel Ferrater. Nacido en 1922 y muerto en 1972, Ferrater es un gran poeta y ensayista de lengua catalana. En el primer párrafo del primer poema de su primer libro, escribe:
"Al estallar la guerra, yo tenía/ catorce años y dos meses. Poco/ pensé en ella al principio. Andaba a vueltas con algo que me sigue pareciendo/ más importante. Había descubierto/ Les fleurs du mal, lo que es como decir/ La poesía, ciertamente".
De entrada el poeta se declara bajo la influencia de Baudelaire, del poeta de la experiencia de la soledad en la multitud, de la fealdad en la ciudad. En un poema llamado Confesión, Baudelaire escribe:
"Una vez, una sola, mujer dulce y amable/ en mi brazo el vuestro pulido/ se apoyó (sobre el denso fondo de mi alma/ ese recuerdo no ha palidecido)".
Y Ferrater, en un poema llamado Amistad del brazo, escribe:
"El metro iba lleno. Me agarraba/ al lado de la puerta, de un barrote/ niquelado. Tenía el brazo tenso/ y toleraba aquella persistencia/ de un peso tibio sobre el antebrazo./ Había poca gente cuando al fin me volví/ Era muy joven. Fea y pobre, descarnada/ como una enjuta cabra mogrebina,/ obstinada la frente, ojos cerrados/ abalanzada por toda carencia,/ un brazo aún sin dueño, libre y promiscuo,/ y no veía que alguien se movía/ y se aislaba ante ella. Yo también/ muy joven, demasiado, aún no sabía/ reconocerme, más que en la elección,/ en aceptar. Así, abandoné el brazo,/ como si ya no fuera mío, hasta/ la estación, cuando se rompió de pronto/ la última cuerda del violoncello".
Sin embargo, sería errado creer que en este poema hay sólo Baudelarie: entre muchas otras cosas, en el final abrupto se cuela cierta tradición norteamericana (W.C. Willams) y toda la idea de experiencia (ligada a la memoria antes que a la percepción) dialoga con la filosofía francesa de esos años (aquí se podría insinuar una tensión entre memoria y experiencia, entre poesía y práctica social). Es decir que el poema va mucho más allá de la influencia declarada.
La crítica no es un asunto de cortar y pegar, como en el Windows. Y si algo nos dice el poema de Ferrater es que la tradición queda en el futuro.
Volviendo al tema de la tradición, a veces es el propio autor quien la pone de manifiesto, como ocurre con Gabriel Ferrater. Nacido en 1922 y muerto en 1972, Ferrater es un gran poeta y ensayista de lengua catalana. En el primer párrafo del primer poema de su primer libro, escribe:
"Al estallar la guerra, yo tenía/ catorce años y dos meses. Poco/ pensé en ella al principio. Andaba a vueltas con algo que me sigue pareciendo/ más importante. Había descubierto/ Les fleurs du mal, lo que es como decir/ La poesía, ciertamente".
De entrada el poeta se declara bajo la influencia de Baudelaire, del poeta de la experiencia de la soledad en la multitud, de la fealdad en la ciudad. En un poema llamado Confesión, Baudelaire escribe:
"Una vez, una sola, mujer dulce y amable/ en mi brazo el vuestro pulido/ se apoyó (sobre el denso fondo de mi alma/ ese recuerdo no ha palidecido)".
Y Ferrater, en un poema llamado Amistad del brazo, escribe:
"El metro iba lleno. Me agarraba/ al lado de la puerta, de un barrote/ niquelado. Tenía el brazo tenso/ y toleraba aquella persistencia/ de un peso tibio sobre el antebrazo./ Había poca gente cuando al fin me volví/ Era muy joven. Fea y pobre, descarnada/ como una enjuta cabra mogrebina,/ obstinada la frente, ojos cerrados/ abalanzada por toda carencia,/ un brazo aún sin dueño, libre y promiscuo,/ y no veía que alguien se movía/ y se aislaba ante ella. Yo también/ muy joven, demasiado, aún no sabía/ reconocerme, más que en la elección,/ en aceptar. Así, abandoné el brazo,/ como si ya no fuera mío, hasta/ la estación, cuando se rompió de pronto/ la última cuerda del violoncello".
Sin embargo, sería errado creer que en este poema hay sólo Baudelarie: entre muchas otras cosas, en el final abrupto se cuela cierta tradición norteamericana (W.C. Willams) y toda la idea de experiencia (ligada a la memoria antes que a la percepción) dialoga con la filosofía francesa de esos años (aquí se podría insinuar una tensión entre memoria y experiencia, entre poesía y práctica social). Es decir que el poema va mucho más allá de la influencia declarada.
La crítica no es un asunto de cortar y pegar, como en el Windows. Y si algo nos dice el poema de Ferrater es que la tradición queda en el futuro.
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