He dedicado cinco años de mi vida profesional -un doctorado- a la investigación de la noción de verdad en la primera dialéctica de Platón -esto desde luego no me exime de decir tonterías al respecto-, pero, créanme, el concepto platónico de verdad no es tan simple como se le suele exponer. Sí diré que la versión escolar del platonismo -neoplatónica, cristianizada, "para masas", como dijo Nietzsche- deja mucho que desear si se lee al maestro sin prejuicios y en su idioma. Platón fue más bien gradualista que dualista, su noción de verdad va desde la doctrina mística de la anámnesis, pasando por el consenso, la opinión verdadera (la opinión capaz de dar y recibir razón de sí), hasta la afinidad como reconocimiento de la congenialidad entre la mente humana y la del mundo, la visión de conjunto (dialéctica) o "sistémica"... Recuerdo que, para el divino ateniense, la verdad no es el universal máximo ni el principio incondicionado (anhipotético) del orden ideal), sino un trascendental dialógico subordinado a la idea de lo perfecto, que es un principio metarreal o hiperreal que no sólo incluye lo que hay, sino tbn lo que puede o debe haber. La idea del bien es un potencial creador abstracto al que Platón ni personaliza ni diviniza del todo, aunque lo considere lo más dichoso, lo inmortal...
Lo más fácil para sentirse importante descalificando a un gran autor, Platón o Wittgenstein, es hacer como aquel cura de Ortega que simplificaba las posiciones del oponente dialéctico para atacarle mejor. Es lo que suelen hacer los diletantes filosóficos. Confío en que todos ansiaremos un poco más de profundidad.
Ciertamente ya suelen hacer preguntas profundas: "Si a la verdad le quitamos la utilidad, ¿qué resta?".
Arriesgaré una respuesta provisional: La posibilidad del orden, la voluntad de armonía.
ciberabrazos José Biedma
Brigantinus-Quora
Hace 7 años
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