Nadie hizo tanto para dividir el país.-de Joaquín Morales Solá.
La crisis argentina sólo retrocedió un paso para    avanzar dos: Cristina Kirchner rompió relaciones de hecho ayer con la    dirigencia agropecuaria, un día después de haber accedido al pedido rural para    que el Congreso tratara las retenciones. El extenuante y destructivo    conflicto, que lleva ya cerca de 100 días, se agravó seriamente tras esas    palabras de furia presidencial en la Plaza de Mayo. Los “cuatro señores a los    que nadie votó”, como llamó a los dirigentes de las entidades rurales,    quedaron en la intimidad fulminados por la aflicción y el fastidio luego de    escuchar a la Presidenta en su discurso más agresivo y rupturista desde que    ocupa la Jefatura del Estado. Pocas horas después, esa cólera de los    ruralistas tomaba cuerpo con una ampliación del paro vigente hasta ayer y con    un llamado a un virtual estado de asamblea permanente de los campesinos.    "Pedimos que nos respeten", le devolvieron a la primera mandataria. La crisis    ha escalado, en definitiva, algunos peldaños más desde la áspera tarde de    ayer.
Los gobiernos se dedican, por lo general, a resolver problemas y    no a organizar actos. Sin embargo, el kirchnerismo gasta desde hace tres meses    más tiempo en preparar movilizaciones de adeptos que en solucionar las    conflictos. El acto de ayer se programó para confrontar con movilizaciones del    campo programadas para el mismo día que luego se suspendieron. Terminó siendo,    implícitamente, una respuesta a los masivos cacerolazos del lunes.   
¿Qué problemas se resolvieron ayer luego de que se llenara la Plaza de    Mayo con personas movilizadas por intendentes del conurbano y por los    sindicatos? Hubo muchas personas y muchos colectivos para trasladarlas.    Algunos asistentes mostraron de manera tan patética su falta de entusiasmo    político que abandonaron la histórica plaza antes de que la Presidenta    terminara su discurso. Los pocos y raleados aplausos que hubo para esa oración    presidencial indicaron también que muchos no sabían por qué estaban ahí.   
El problema más serio que está creando está conducción de la crisis es    una seria fragmentación de la sociedad. Ningún gobierno    desde la restauración democrática ha hecho tanto como el de los Kirchner para    dividir a la sociedad entre sectores medios y pobres. No puede -ni debe-    ocultarse la clara diferencia social que existe entre los que protagonizan las    marchas de ruralistas, o los cacerolazos en las ciudades, y las multitudes de    personas que moviliza el kirchnerismo desde las regiones más pobres.   
La Argentina es un país que se construyó sobre las bases de la    movilidad y la integración sociales. La división de la sociedad entre sectores    de distinta extracción económica tiene un nefasto precedente en la Venezuela    de Hugo Chávez.
La Presidenta fracciona la sociedad hasta cuando hace    su particular lectura de la historia. Creíamos,    hasta ayer, que los actuales problemas argentinos se originaron hace 50 años.    Cristina Kirchner lo corrigió en su discurso de la víspera: los conflictos del    presente empezaron con el Centenario; es decir, hace casi 100 años, cuando, en    verdad, se echaron los cimientos de la prosperidad argentina. Pero ¿qué tienen    que ver los gobernantes de hace un siglo con la carencia de combustibles de    hoy, con la inflación o con las retenciones de Martín Lousteau? Nada. Esa    referencia sirvió sólo para perder el tiempo.    
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Esa versión parcial y    descontextualizada de la historia la llevó también a vituperar sin sentido a    la década del 90. El gobierno de esa década fue frívolo, insensible y con    grandes dosis de corrupción pública, pero las retenciones se eliminaron por    otros motivos. Simplemente, los precios de las materias primas estaban    entonces al nivel del zócalo y las retenciones no tenían razón de ser.    
La única alusión al diálogo    con los ruralistas que hizo Cristina Kirchner fue para patearlo hasta el    Bicentenario; faltan todavía dos años para ese aniversario y las góndolas    están vacías aquí y ahora. Hizo una sola alusión a la clase media, para    pedirle implícitamente que no lea los diarios ni vea la televisión, pero es    evidente que los valores de esa plaza no son los valores clásicos de los    sectores medios. El Gobierno se aísla cada vez más en el reducido aparato del    peronismo, en lo que Néstor Kirchner llamaba despectivamente "el pejotismo".    
Definitivamente, el matrimonio    presidencial está convencido de que lo quieren echar del poder. La denuncia de    golpismo sobrevoló ayer casi todas las palabras de la Presidenta, como lo    había hecho el día antes en la particular conferencia de prensa de su marido.    Pero la pareja gobernante está segura, al mismo tiempo, de que la victoria da    derechos. De un lado está "el gobierno que ganó" y del otro "las    corporaciones". Es el poder lo que se juega, y en ese juego no existe, para    ellos, la política.    La democracia como un sistema de vida (del que forman parte    el diálogo, la negociación y el consenso con partidos opositores y con    sectores disconformes) es un concepto abstracto e inasible para los Kirchner.    
La Presidenta llegó a vincular la    protesta rural y los cacerolazos con los golpes de Estado y con la cultura que    creó la pasada dictadura, dijo. Esos movimientos sociales contestatarios de    ahora están poblados de jóvenes que nunca vivieron en dictadura. Cualquier    cultura se agota con el paso del tiempo y la Argentina vive en democracia    desde hace 25 años. Sólo la obsesiva mirada en el pasado puede provocar tanta    desorientación sobre las conflictivas cosas del presente. 
Podrá decirse que todos los políticos se van de boca en una    tribuna y que eso les pasó también a los dirigentes rurales en el acto de    Rosario el 25 de Mayo, manifestación cuya magnitud el Gobierno no ha podido    digerir aún. Pero la palabra de la Presidenta no puede compararse con los    resbalones verbales de Alfredo De Angeli. 
Si, en todo caso, se trataba de un discurso que se    calentaría con el fuego de la multitud, ¿para qué ordenó entonces que la    cadena nacional de radio y televisión transmitiera en directo su arenga de    rupturas y demonizaciones? La cadena nacional se ocupó en dos días seguidos de    Cristina Kirchner. Bill Clinton suele decir que los políticos hablan con la    poesía y gobiernan con la    prosa. Un problema insoluble y peligroso aparece cuando    hablan y gobiernan sólo con la poesía de los héroes.
 
 
 
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