CAPITULO VII
RECUPERACION Y READAPTACION
Recuperación y reajuste de los casos curados mentalmente.
Un principio general que no ha de olvidar el psiquiatra militar es que, aun cuando pueda ser tolerante y hasta generoso al examinar reclutas (propendiendo a escuchar sus alegatos y rechazando para el servicio hasta los casos en que pueda caber duda) una vez que un hombre ha sido ya declarado soldado y entrenado como tal, hay que hacer todos los esfuerzos posibles para mantenerlo en el Ejército, aun cuando sea herido o enfermo. En otras palabras: incluso si hay exceso de reclutas, es siempre preferible restaurar a un veterano que sustituirlo por un novicio.
Algunas de las razones de esta norma son: a) el ahorro de tiempo y energía requeridos durante el período de entrenamiento; b) la disminución de la carga de pensiones de guerra (Francia se vio obligada a crear todo un Ministerio para ellas, después de la primera guerra mundial; c) la prevención de sentimientos depresivos, que pueden engendrarse en el sujeto cuando se considera inútil; d) la evitación de las influencias desmoralizadoras que involuntariamente tales casos ejercen al retornar como inválidos a la vida civil.
Un segundo principio a observar es el de procurar que el soldado recuperado vuelva a servir en la misma unidad de la que procede y donde tiene sus camaradas. Un reajuste a un medio enteramente diferente puede ser nocivo, no sólo porque el sujeto dé informes sino por que establezca comparaciones y haga comentarios que casi nunca son oportunos.
Un tercer principio es que tan pronto como se halle curado hay que analizar la causa de su baja y procurar extraer la lección de la experiencia, para evitar, si es posible, su reincidencia, por error o descuido. Por ello, a veces es preciso cambiarle de tarea dentro de la unidad a que pertenece; otras veces, es el ambiente inmediato de su grupo el que conviene modificar; incluso, en ciertos casos, hay que proceder a cambiar la actitud de los jefes respecto a él o a la técnica de combate.
También son muchos los casos en los que la neurosis o la alteración mental se deben a una falta de información y entrenamiento militar, o a un defecto en el cumplimiento de las instrucciones y deberes del servicio (tendencia a aislarse excesivamente durante la batalla, falta de "camouflage", insuficiente orientación, etc.).
Existe la posibilidad de que la unidad haya sufrido tan graves pérdidas que sea desaconsejable mandar de retorno a ella a los pocos supervivientes recuperados, ya que éstos recordarían siempre a sus antiguos camaradas desaparecidos y no conectarían bien con los sustitutos. Por ello, la transferencia del servicio psiquiátrico al frente conviene que sea hecha por intermedio de un servicio apropiado, en el que se compruebe su eficiencia actual como combatiente y se le reajuste, corrigiendo, si es necesario, los defectos de su técnica militar: Tal centro (de recuperación y readiestramiento) debería hallarse situado inmediatamente detrás de la línea de fuego, de suerte que su disciplina fuese tan elevada como lo es en ésta pero pueda ser graduada de acuerdo con el consejo emitido por el psiquiatra, en cada caso.
Centros de recuperación y readiestramiento en el ejército español republicano.
Los soldados dados de alta de nuestras clínicas de psiquiatría militar eran transferidos a esos centros (denominados CRIM : centro de recuperación e instrucción militar). Aquí se preguntaba su opinión acerca de: a) las causas y motivos de su baja; b) su autojuicio acerca de su capacidad -física y mental- actual; c) su deseo, indiferencia o temor respecto al retorno a la misma actividad militar que estaba realizando antes (explicando el porqué deseaba cambiarla si así lo manifestaba). Una vez obtenida así la visión de los planes, opiniones y deseos del interesado, se reunían el oficial de clasificación y el médico, para decidir si estaba o no en condiciones de reemprender el servicio (para lo que se tomaba también en consideración el dictamen psiquiátrico). Claro es que el reajuste, empero, había de atender asimismo las exigencias del momento militar que se estuviese viviendo. Tan pronto como se había tomado una decisión, se le sometía al entrenamiento correspondiente y sus maestros daban un informe semanal de sus progresos.
Una atención particular se dedicaba en tales centros al desarrollo de juegos y deportes de competición y lucha, durante las horas de recreo. Observar la conducta de tales hombres durante un partido de balompié o una película era más revelador de su estado que la observación realizada durante el cumplimiento de los ejercicios de readiestramiento; de aquí que se prodigasen tales ocasiones de aparente esparcimiento. Dos veces por semana se hacía un llamamiento para voluntarios, con el fin de que tomasen a su cargo algún servicio suplementario dentro del propio Centro. Esto permitía contactar con tales hombres de un modo más informal y obtener datos fidedignos, respecto a la moral del grupo, en general. Los ejercicios físicos eran de tipo cooperativo, es decir, que requerían el trabajo en equipo (carreras de relevos, lucha a cuerda, etc.) con el fin de desarrollar el sentimiento de comunidad. También se permitían y estimulaban discusiones acerca de problemas de moral y marcha de la guerra, bajo la inspección y guía de los psiquiatras visitantes o el comisario político (morale officer) correspondiente.
Porcentajes de incidencia y recuperación de bajas mentales en el ejército y población civil de España republicana durante su reciente guerra.
Para evaluar mejor el trabajo que acabamos de delinear, será conveniente dar cifras de la incidencia, absoluta y relativa, de bajas mentales durante la guerra española, comparando las del ejército republicano y la población civil y observando, asimismo, los porcentajes de casos recuperados. Para empezar, citaremos los datos que nos han sido proporcionados por el Profesor Dr. José Puche, Inspector General de Sanidad Militar en nuestro ejército; ellos hacen referencia a los totales de bajas en dos frentes de lucha: el de Madrid, que era un frente estable durante 1938 (guerra de posiciones) y el del Ebro, que era un frente abierto en esa misma época (guerra de maniobras). En el frente de Madrid tuvimos 600.000 bajas en dicho año, descomponibles así:
52,36 % de heridos
40,35 % enfermos
1,05 % sin diagnóstico
6,24 % muertos.
Entre los enfermos tuvimos 12,63 % de infecciones y parasitosis y, ¡solamente, 0,43 % de casos mentales!
En el frente del Ebro, durante 3 meses de fiero batallar, tuvimos 120.000 bajas, clasificadas así:
68,4 % heridos
24,1 % muertos
7,5 % enfermos.
Y entre este porcentaje de enfermos los casos mentales constituyeron, también ¡solamente, el 0,25 % del total!
Los casos recuperados, que fueron transferidos a las clínicas quirúrgicas de los hospitales de campaña, llegaron al 88 %; un 6 % fueron dados por inútiles; otro 6 % murió.
En cuanto a las bajas mentales, solamente puedo transcribir el último informe de la Clínica de Psiquiatría Militar de la tercera Región, dado en diciembre de 1938, cuando la guerra estaba casi terminada y nuestra moral se hallaba en franco descenso:
Sumario de servicios de la Clínica Psiquiátrica de Vilaboi (Tercera Región Militar) durante diciembre de 1938.
Camas ocupadas en 1º de diciembre 114
Admisiones en diciembre 122
Altas durante diciembre 126
Camas ocupadas en 19 de enero 110
Las 126 altas se distribuían del siguiente modo:
Recuperados:
Reincorporados a la unidad 46
Enviados al Tribunal Neuropsiquiátrico y juzgados como útiles totales 03
Como útiles para servicios auxiliares 38
Enviados al Tribunal naval 04
Enviados al Tribunal sanitario internacional (B. L) 02
No recuperados:
Considerados como inútiles totales por el Tribunal neuropsiquiátrico 11
Evadidos 04
Transferidos a otros hospitales 18
Porcentaje total de recuperados 86,11 %
Para valorar estos datos correctamente conviene recordar que nuestra Clínica no recibía hombres directamente del frente, o sea, que el porcentaje de recuperados de los centros que los atendían allí (los denominados C. P. de prefrente) era aún mayor y alcanzaba el 93,6 %. Nuestros casos consistían en soldados y oficiales evacuados, precisamente, de tales centros y de los procedentes de las zonas de retaguardia de ejército, en donde se hallaba nuestro servicio (v. Cap. V).
De un modo general podemos afirmar que el número de bajas mentales del ejército español republicano fué extraordinariamente bajo y que su recuperación fué levemente mayor - en porcentaje - que que la observada en los casos de traumatismo, a excepción, claro es, de las muertes inmediatas. El porcentaje de muerte entre las bajas mentales, incluyendo los suicidios, no pasó del 0,18 % del total de casos hospitalizados.
Si ahora dirigimos nuestra atención al campo civil, para comparar datos, nos sorprenderá el hecho de que, durante los primeros meses de guerra, hubo un notable aumento en la cifra de admisiones en las Clínicas de Observación (públicas) de Madrid y Barcelona. Este hecho puede ser explicado por los factores siguientes: a) el colapso económico subsiguiente al derrumbe del Estado, que ocasionó la afluencia a los servicios oficiales de un contingente de pacientes que, en época normal, habrían sido atendidos en sus casas o en sanatorios particulares; b) las especiales condiciones de agitación social, que durante los primeros meses, favorecían la puesta en marcha de reacciones depresivas (o persecutorias) más o menos exageradas o simuladas, por las personas quintacolumnistas, es decir, simpatizantes con el enemigo pero habitantes en nuestra zona. Si eliminamos, sin embargo, los casos de simulación y nos limitamos a los reales enfermos mentales, destacaremos dos hechos: a) el aumento relativo de las reacciones esquizofrénicas (delirios de persecución o de reforma social), b) el aumento de las reacciones parafrénicas o, mejor, la alta incidencia de delirios sensoriales y paranoides en los estados depresivos.
En mi opinión ambos hechos pueden ser explicados. El primero es debido a la imposibilidad en que muchos sujetos se hallan para seguir viviendo en condiciones hostiles y amenazadoras de un ambiente ante el que han de ocultar sus sentimientos, por temor a ser denunciados. El segundo es comprensible, teniendo en cuenta la falta de apoyo social y de asistencia que los enfermos deprimidos tenían en la situación bélica. Mientras en condiciones de paz su familia, amigos, enfermeras y médicos podían atenderles cuidadosamente, hablar largo tiempo con ellos y darles seguridades acerca del futuro, dominando sus sentimientos de miedo o de culpa, ahora todos estos elementos estaban ocupados con sus propios problemas y cumplían apenas con sus tareas supercargadas, de suerte que no podían perder tiempo en mimos y atenciones. De aquí que los enfermos se sintiesen más aislados y se sumergiesen más en sus pensamientos de autorreproche y fantasía autística.
Naturalmente, estas situaciones no se dan en los países que conducen la guerra fuera de sus fronteras geográficas, pero ocurren en aquellos que tienen sus zonas ocupadas por el enemigo, cual pasa ahora en gran parte de Europa. Como una compensación por el aumento de casos hospitalizados se notó una disminución en el número de visitas a los servicios ambulatorios, durante la guerra española. Lo mismo ha sido observado en Londres durante la guerra actual, de acuerdo a mis informes.
Así pues, la comparación entre las zonas militares y, civiles nos lleva a las siguientes conclusiones: a) las neurosis y psiconeurosis se aumentan en el ejército y disminuyen en la población civil; b) los síndromes paranoides (esquizofrénicos y parafrénicos) se acrecientan más en los civiles que en los militares; c) las condiciones para el restablecimiento de las bajas mentales, sean estas neuróticas o psicóticas, son mejores en el ejército, por la ausencia de interferencias familiares, el sentimiento más exaltado de disciplina y deber y por la concentración de recursos terapéuticos, así como por la mayor autoridad de los psiquiatras.
Delincuentes, remisos, lisiados e inválidos.
Naturalmente, ni los delincuentes ni los remisos (conscientious objectors) ni los inválidos ni lisiados son predominantemente objeto de preocupación psiquiátrica, pero algo tiene que ver con ellos, de todos modos, el psiquiatra militar. Respecto a los primeros, es sabido que la Justicia Militar es la más severa de todas y cualquier ofensa o trasgresión legal que, en tiempos de paz, apenas si tendría consecuencias desagradables para su autor, tiene en el Código Militar una calificación y un castigo muy severo. Debido a esto, precisa tratar de reconciliar el punto de vista de los Jefes militares, que exigen el mantenimiento de la más estricta disciplina en el ejército, y los, criterios de los especialistas que saben con .cuanta facilidad un hombre aparentemente normal puede ser llevado a comportarse de un modo inconveniente, cuando vive en situaciones de emergencia.
Naturalmente, sería deseable realizar un cuidadoso examen psicológico y psiquiátrico de cada delincuente en el ejército, pero no es posible pedir demasiadas garantías del mismo cuando se está en un campo de batalla, sobre todo si el ejército está en retirada. En el capítulo V enumeré algunas de las más frecuentes transgresiones cometidas por los psicópatas enrolados y señalé las medidas psicoterápicas convenientes para atajarlas. Ahora me atrevo a afirmar que logramos excelentes resultados transfiriendo a una mayoría de tales delincuentes a las "brigadas disciplinarias" y "brigadas de trabajo", en las que habían de realizar pesadas labores, tales como trabajos de fortificación, de transporte a mano, etc., o proveer voluntarios para tareas peligrosas. Creemos ese medio muy superior a las cárceles y campos de concentración, que habrían de desaparecer; la pena de muerte, para casos de alta traición, ha de ser, por desgracia, mantenida en condiciones de guerra, pero ha de ser eliminada como sanción para otros delitos.
Aun cuando en el ejército español no teníamos lugar para los denominados "conscientious objectors" (sujetos cuya conciencia no les permite ir a matar y son, por tanto, remisos para el servicio militar) se nos presentó el problema prácticamente, al reclutar los seminaristas (estudiantes religiosos) o, incluso, el personal clerical. Se resolvió disponiendo que sirvieran para dar auxilios espirituales a los heridos (curas castrenses) y, cuando había exceso, se dedicasen a labores sanitarias (enfermería) y a servicios antiaéreos. Es curioso que las autoridades angloamericanas admitan oficialmente esa categoría de conscientious objectors y, no obstante, se nieguen a discutir las objeciones conscientes de quienes no han osado calificarse así. Yo preferiría que siguieran un criterio opuesto: no admitir el problema a priori y tratarlo, en cambio, con toda su extensión, en privado.
Otro problema, de mayor envergadura, es la readaptación de los lisiados e inválidos. Estos hombres creen que han dado más de lo que se les podía pedir para la causa y, consiguientemente, piden ser dados de baja y recibir una pensión vitalicia. Nosotros nos mostramos partidarios de que tales hombres conservasen su uniforme, porque no queríamos perder su enorme influencia moral. Algo había que hacer para honrarlos y, al propio tiempo, aprovecharlos. El Jefe del Gobierno Republicano y Ministro de Defensa resolvió el problema mediante un decreto, por el cual se les retenía en servicio, durante la guerra, pero otorgándoles cargos de inspección, control, enseñanza, administración, etc., que eran compatibles con sus diversas invalideces y habían de ejercer en instituciones militares de la retaguardia. De esta suerte, se hallaban sometidos, de una parte, al cuidado médico y, de otra, al readiestramiento, orientación profesional y readaptación, en tanto seguían teniendo la noción de su valor.
He de mencionar que los rebeldes siguieron el mismo criterio creando la orden de los llamados "caballeros mutilados", a los que confiaron tareas selectivas en la retaguardia. Quizá la razón de esta coincidencia fuese que los servicios de readaptación de inválidos habían alcanzado un alto nivel en la época de preguerra, gracias a los esfuerzos del Instituto de Reeducación de Inválidos de Madrid, en donde se verificó un Congreso internacional, acerca de este problema, bajo la presidencia del Dr. Oller.
Quiero destacar que todos los inválidos requieren una asistencia psiquiátrica para reajustar su personalidad a sus nuevas condiciones de existencia. De nada sirve gastar dinero en aparatos ortopédicos y ejercicios de reeducación si antes no se ha conseguido que la mente se adapte al nuevo modo de existir y se decida a seguir siendo útil, en la guerra como en la paz.
El Dr. D'Harcourt, Jefe de los Servicios Quirúrgicos que se ocupó especialmente de este asunto, insistió en que el conocimiento previo de la personalidad del inválido era indispensable para trazar el plan de su .readaptación. Cómo había afectado a su ánimo la mutilación, cuál era su actitud y su ambición actual, cómo pensaba seguir viviendo, eran datos esenciales para el planeamiento de la asistencia técnica, económica, médica y social del inválido. Un cierto número de psiquiatras militares habría de especializarse en esta rama, para cooperar con los restantes técnicos en la asistencia ulterior de estas personas, que constituyen el más doloroso y permanente lastre de las guerras.
Sumario
Indice
CAPITULO VIII
Moral
Concepción experimental de la conducta moral.
En junio de 1933, presenté al Congreso de la Asociación Americana para el progreso de las Ciencias, que se reunió en Chicago, una comunicación cuyo título era el mismo que el subtítulo de este capítulo. En ella presenté los resultados de varios años de trabajo experimental sobre el tema. (El texto completo de dicho trabajo apareció más tarde, en febrero de 1934, en el "Journal of Criminology and Criminal Law" ) .
La conclusión general de este trabajo era que toda la conducta humana se halla dirigida por tres actitudes fundamentales de reacción, cada una de las cuales corresponde a una de las emociones básicas: defensa-miedo; ataque-cólera; creación-amor. El objeto o estímulo desencadenante de tales reacciones puede hallarse en el interior del organismo o en el mundo externo.
La conducta humana, considerada desde un punto de vista biológico o natural, no es moral ni inmoral. El valor moral se le atribuye a posteriori, siempre que es considerada desde un punto de vista psicosocial. Esto quiere decir que el valor ético de una acción no depende solamente de su resultado, motivos y finalidad, sino, predominantemente, del marco social y de la concepción del mundo que escojamos para juzgarla: por ejemplo, las acciones de Hitler son simultáneamente elogiadas y condenadas por millones de personas educadas.
No obstante, hay un criterio genérico para la evaluación de la conducta social, independientemente del marco histórico en que es observada. En este aspecto me aventuro a decir que la conducta humana basada en el miedo representa la forma más baja y antigua de la moral. Cuando un individuo realiza algo o deja de realizarlo, porque está atemorizado de las consecuencias de proceder de otro modo, no podemos esperar que aproveche al máximo sus recursos mentales, ya que tal conducta no obedece a una motivación primaria y espontánea, puesto que el sujeto está más preocupado por evitar el castigo o el peligro que por obtener un éxito real en su quehacer. Por esto, la educación clásica pudo tener éxito en la consecución de un cierto número de hábitos sociales, pero fracasó rotundamente en la obtención de la felicidad humana.
Cuando la conducta es impulsada por la cólera, el sujeto puede utilizar plenamente sus poderes, pero éstos se hallan dirigidos hacia una finalidad destructiva; la felicidad solamente se consigue mediante el sufrimiento de algo o alguien ajeno a su autor. Ese alguien puede ser, a su vez, estimulado por la venganza y tarde o temprano ocasionar un perjuicio, pues ya sabemos que no hay enemigo pequeño.
Solamente cuando el sujeto actúa bajo la influencia del amor, es capaz de crear algo que no presuponga ninguna pérdida o desvalor ajeno. Entonces, en vez de lucha y rivalidad, se despiertan paz y espíritu de cooperación. El amor lleva a la efusión, el miedo a la infusión y la cólera a la confusión. Incluso cuando un sujeto practica el amor a sí mismo (narcisismo o autoerotismo, que es, naturalmente, la peor forma del amor) es más aprovechable para la humanidad que cuando se odia a sí mismo.
Como ya dijimos en el primer capítulo, la vida humana es tan complicada, que frente a cualquier objeto o situación se producen mezclas de las tres actitudes reaccionales primarias y por ello resulta, a veces, tan difícil interpretar la conducta humana desde el punto de vista ético.
Otra conclusión general del trabajo que comentamos, era la de que no existe una oposición radical entre las formas extremas de la conducta moral. En una misma persona podemos observar pésimas y óptimas acciones. Todo lo que podemos afirmar es que las consecuencias sociales de la conducta individual - y esto implica asimismo la medida de su responsabilidad - dependen predominantemente de: a) la fuerza de sus impulsos; b) el grado de su inteligencia; c) su influencia personal sobre el grupo social y el poder de este grupo. Consiguientemente, hay personas que no pueden ser dañinas ni benéficas aun cuando se lo propongan; pero otras lo son siempre, aun cuando no quieran serlo.
Si esto es así, y creo que lo es, hemos de esperar hallar grandes cambios en los valores morales cuando la vida de la población pasa de la paz a la guerra. Y aun hemos de esperar mayores cambios si la guerra se transforma en revolución.
Estas transformaciones no pueden ser objeto de una calificación general, toda vez que algunos hábitos y rasgos sociales se cambian para bien y otros para mal. Con estos calificativos (bien y mal) deseo significar ahora, la aromación o la disminución de los valores sociales, tales como: amistad, solidaridad, simpatía, honestidad, generosidad, tolerancia, cordialidad, sinceridad, etc. Si consideramos al individuo en vez de al grupo, nos sorprenderemos de ver que tal sujeto que era amable y gentil en su escritorio o taller, se nos muestra ahora resentido, celoso, desconfiado o sarcástico en la trinchera de combate. Por el contrario, el "punto negro" del pueblo - pendenciero, procaz, grosero - ahora se muestra como otra persona, cuando viste el uniforme:
Quizás es por esta razón que en la prueba de la donación de sangre hallé el máximo número de donantes entre los criminales y el mínimo entre los estudiantes de Derecho. Por esto, la única forma de evitar confusiones es identificar la moral de guerra con la determinación de conseguir la victoria militar sobre el enemigo nacional, dentro o fuera del territorio de la Patria. Desde este punto de vista, todo lo que acelere o asegure la victoria es bueno y todo lo que la retrase o dificulte es malo.
Fines de la moral de guerra.
Voy a tratar de este tema repitiendo lo que escribí en colaboración con el Profesor Douglas Fryer para su próximo libro de Psicología Militar.
La filosofía de las naciones democráticas, incluye normas legales, éticas y religiosas, de pacifismo o no-agresión, en individuos y grupos. En cambio, la filosofía de los estados totalitarios, justifica la guerra en lucha con otras naciones. Una democracia se aferra a sus hábitos de paz, adquiridos en su infancia, incluso cuando le parece justificada la necesidad de cambiar su conducta y hacerla agresiva. El estado autoritario es agresivo en la paz y la guerra, para él, no es más que un episodio de su agresividad nacional.
De aquí, que sea necesario cambiar la actitud pacifista, de los pueblos democráticos, para adaptarlos a la guerra. Precisa establecer una reversión de sus convicciones, de suerte que la supervivencia individual y del grupo, se liguen al resultado de su participación en la guerra.
Un tal cambio se conseguirá explicando con detalle los fines de la guerra y proporcionando al individuo y al grupo democrático el entrenamiento necesario para conseguirlo. Puntos básicos para esta moral de guerra democrática son:
1) Es mayor el peligro y el daño para soldados y civiles que enfrentan un enemigo totalitario, tanto si tratan de eludirlo como si luchan contra él.
2) Es mejor obedecer las órdenes y leyes oficiales que tratar de burlarlas, aun en los casos en que puedan parecer erróneas.
3 ) El enemigo no solamente es malo sino débil; será derrotado cualesquiera que sea el curso aparentemente adverso de los acontecimientos.
4) La victoria traerá todo lo bueno, la derrota todo lo malo; la victoria sólo se conseguirá sacrificando el presente individual y colectivo en aras del futuro, tras ella vendrán no sólo la paz sino la prosperidad y la felicidad - la realización de ideales y una vida utópica.
El primero de los puntos citados, requiere proporcionar a los civiles y a los soldados la demostración práctica de que van a sufrir más peligro de ser muertos, heridos o maltratados si se entregan que si tratan de destruir al enemigo. Cada soldado debe combatir hasta lo último, tanto si se halla con sus camaradas como solo, delante o detrás de las líneas enemigas. El civil debe permanecer en su comunidad y realizar todo lo pedido por las autoridades, así como cuanto se le ocurra de provecho para perjudicar al contrario, incluso la completa, destrucción de su propiedad individual cuando vaya a ser ocupada por el enemigo.
Para lograr el segundo objetivo, de aceptación de la autoridad, la prensa, la radio y todas las organizaciones sociales han de ser movilizadas con el fin de mostrar el valor que tiene, en tales condiciones de emergencia, la obtención de un temple nacional homogéneo y controlado. El convencimiento se crea por la celebración y conmemoración de efemérides nacionales, desfiles y discursos patrióticos; la participación se asegura mediante la formación de juntas y comités civiles de defensa.
Todos estos objetivos se resumen en el lema que imperó en la República Española durante la guerra: Un pacifista es hoy un desertor; mañana puede ser un enemigo. Debe, pues, ser tratado como tal.
El tercer objetivo (superioridad sobre el enemigo) se establece en soldados y civiles mediante el desarrollo y mantenimiento de actitudes y sentimientos patrióticos de fe y de orgullo por las gestas nacionales. .Contribuyen a ello la exhibición de "films" en que se reproduzcan los mejores éxitos bélicos nacionales, ceremonias en honor de héroes, condecoraciones y premios por el esfuerzo de guerra, profusión de banderas, presentación del poderío militar nacional y radiación de programas bélicos.
El cuarto objetivo - una utopía posbélica - es más difícil de establecer, ya que los individuos demuestran su recelo en aceptar hipotéticos beneficios futuros, en pago de sacrificios presentes. Las opiniones y los criterios políticos pueden ser tan diversos en los ciudadanos de una nación que resulte casi imposible hallar un programa completo de posguerra, capaz de satisfacer a la mayoría. Cuando existe una alianza de varios Estados, un tal programa resulta todavía más difícil.
Para obviar tales diferencias se hace necesario un reajuste gubernamental, es decir, la creación de un gobierno de unión nacional, a semejanza de lo hecho en Inglaterra, Francia y la República Española. De esta suerte todos los grupos sociales de la nación se creen que sus ideas o fórmulas de organización social tendrán una consideración prevalente en el futuro. Deben promoverse, asimismo, reuniones de las sociedades científicas y de los clubes sociales, destinadas a discutir el problema de la reconstrucción. Pero por el momento, y debido a la emergencia, todo el mundo ha de olvidar sus propios deseos y aprestarse a aumentar sus obligaciones hacia la sociedad: "El sacrificio es inevitable para conquistar la victoria y la felicidad futuras", "Lo que ahora aparece malo será, a fin de cuentas, lo mejor"; tales son los lemas que mejor sirven para esta finalidad. Una declaración de fines de guerra aceptable por la mayoría es el aglutinante utópico preferible; ejemplos de este tipo los hallamos en lose famosos puntos de Wilson (1918), Negrín (1938), Roosevelt y Churchill (1941).
Si los individuos y los grupos pueden o no conseguir sus deseos, es cuestión secundaria en la emergencia nacional. Aquellos que sean inteligentes y con buen temple lo comprenderán y desearán el buen fin de la guerra, aun cuando se convenzan de que tras de él no se podrá vivir tan bien como antes. Una vez que la situación de guerra ha sido reconocida como inevitable, ha de aceptarse también la necesidad de la victoria.
Cómo integrar la moral
A pesar de que las guerras de hoy son globales o totales, existen diferencias en el temple moral de las zonas militares de combate y las zonas civiles de retaguardia. Puede afirmarse, a priori, que es más elevada la moral en las primeras por: a) la selección de los combatientes, ya que sólo son aceptados los hombres física y mentalmente aptos; b) la acumulación del poder militar -cañones, tanques, aeroplanos, etc. - que comunica confianza en la invencibilidad; c) la existencia de un sentimiento de camaradería y cooperación que hacen al sujeto sentirse protegido y animado por su grupo.
En la retaguardia, por el contrario, se congregan los débiles y los enfermos; los cobardes también consiguen frecuentemente permanecer en ella, más o menos camuflados; existe una mayor heterogeneidad de opinión y relajación de lazos sociales, de suerte que la propaganda enemiga puede difundirse más fácilmente.
Hay muchos ejemplos concretos para demostrar que la retaguardia constituye, al final, el punto por el cual se resquebraja la moral de los combatientes. Esto ocurrió en Alemania en 1918 y en la República Española en 1939. Muchos soldados resisten mejor sus propios sufrimientos que la idea de prolongar los de aquellos a quienes aman, si continúan combatiendo. Si carecen de noticias piensan en lo peor; si las que reciben son demasiado lacónicas, se enojan con el. censor; y si vienen sin censura, se dan cuenta que sus familias desean tenerlos de regreso. Esta fuerza de .absorción del combatiente por la retaguardia puede minar más la moral del ejército que la propia presión del enemigo.
Inversamente, los que están en la retaguardia se preocupan más por lo que sucede a sus queridos combatientes (hijos, hermanos, maridos, padres, novios, etc.) que por los peligros de invasión o de esclavitud. Debido a que una mayoría de ciudadanos no puede llegar a imaginarse con precisión lo que sería el futuro nacional en el caso de una derrota, vive con la única preocupación de: "¿ Dónde está?", "¿ Está vivo o muerto?"
El problema es, pues, cómo integrar la moral de modo que cada zona refuerce a la otra. Previamente adelanté la idea de conceder una atención .especial a la franja intermedia entre las dos, ya que ésta (llamada retaguardia del ejército) es un puente en el cual se mezclan las noticias y las actitudes, a pesar de todos los medios de prevención que puedan emplearse. En el caso de los Estados Unidos, ese puente está representado por las zonas costeras de ambos océanos.
La más importante organización para el mantenimiento de la moral de guerra debe, por tanto, localizarse en esa zona y, toda vez que la mezcla es inevitable, tratar de controlarla convenientemente. El primer cuidado ha de ser el de vigilar estrechamente al elemento femenino de la misma, ya que éste es el que mejor moviliza las noticias inconvenientes de uno y otro lado. Una segunda medida es la de distribuir un número de agentes detectores en tales zonas, para aislar a quienes hablan demasiado o dicen cosas perjudiciales. La lucha contra los rumores es tan importante como la lucha contra el enemigo, aun cuando a veces, por razones de táctica, militar, será conveniente difundir falsos rumores (contrarumores) para desorientar a los espías enemigos.
Una tercera e importantísima medida es el control de la correspondencia. Como la censura ha de estar localizada en esta zona intermedia, es aconsejable tener instrucciones impresas que serán dadas privada y verbalmente a los que la crucen en una u otra dirección. Tales instrucciones contendrán especialmente los siguientes puntos: c) Evite toda información que pueda ser usada por el enemigo si leyera la carta; b) no intranquilice a quienes le quieren con relatos desagradables; por el contrario, trate de darles la impresión más favorable de su estado de ánimo; c) avance tres o cuatro días la fecha de su carta para que les parezca más reciente cuando la reciban; d) envíeles fotos sonrientes y no descuide de incluirles algún buen chiste, si es posible.
Respecto a la transferencia de personas de la retaguardia a la zona de ejército para distraer las tropas y, viceversa, enviar a la retaguardia un héroe del frente, es siempre deseable hacerlo, a condición de que se haga con acierto la selección de tales personas. En la guerra española, no obstante, resultó preferible organizar emisiones radiales desde el frente y para el frente (en la retaguardia), que transferir artistas de una a otra zona.
La condición más importante, sin embargo, para elevar la moral de toda la nación, es la de darle una información clara y concreta de lo que se juega en la guerra y de lo que arriesga en el caso de ser derrotada. Tal información no puede basarse en frases brillantes ni en afirmaciones abstractas, sino en hechos sólidos. Cada ciudadano, civil o soldado, debe saber cómo sería el curso de su vida si el enemigo ganase. Esa información no debe serle dada por políticos histriónicos o por empleados pagados por el Ministerio de Propaganda, sino, a ser posible, por personalidades de relieve científico. Casi todos los profesores universitarios de la España Republicana se prestaron voluntariamente a tal tarea y ésa es una de las razones por las que ahora están en el exilio. Nunca en la historia se pusieron tan en contacto los mejores cerebros de la nación con su pueblo y con el ejército, como en la reciente guerra española. Así consiguieron explicar hasta a los soldados y civiles más torpes, lo que ocurría en el mundo y por qué estaban combatiendo. Incluso consiguieron convencer al pueblo que una muerte inmediata era preferible a otra lenta y futura, más una eterna ignominia. Porque los ciudadanos tienen un gran respeto para los hombres de ciencia y saben que no les mentirán, éstos poseen un enorme crédito y valor psicológico, por lo que deben ser usados no solamente de acuerdo con sus capacidades estrictamente técnicas, sino, también, de acuerdo con sus poderes humanos de persuasión.
Persuasión, sugestión y coerción.
Ya he dicho que siempre que el pueblo teme las consecuencias de la derrota, odia a los líderes enemigos, responsables de la guerra, y ama las consecuencias de la victoria, su moral es óptima.
Hay tres medios de dirigir la conducta humana: Apelara la razón (persuasión), apelar al sentimiento (sugestión) y apelar al deber (compulsión). El primero ha de ser usado en su máxima extensión por los hombres más eminentes de la nación y, en primer término, como ya hemos indicado, por los universitarios e investigadores más solventes. El segundo deberá ser empleado por los artistas (especialmente escritores) y por los sacerdotes. El tercero estará en las manos del gobierno oficial y será regulado por la ley y la policía.
Los psicoterapeutas afirman que ni la pura persuasión ni la sugestión ni la compulsión o la prohibición son suficientemente efectivas para hacer que un hombre resista el poder de sus impulsos y fuerzas subconscientes. Tres escuelas psicoanalíticas rivales han intentado utilizar una de estas armas para reajustar a los sujetos psicopáticos: los freudianos, que dan al paciente, de un modo frío y neutral, la mayor cantidad posible de información; los junguianos, que crean en él el convencimiento de que posee nuevas e ilimitadas energías (y por tanto trabajan .predominantemente en el campo de la sugestión mítica); y los adlerianos, que enfrentan severamente al paciente y le recuerdan sus deberes sociales, advirtiéndole que nunca logrará la paz y la satisfacción si no se comporta correctamente. Cada una de estas escuelas tiene sus adherentes y consigue éxitos y fracasos, según el tipo de personalidad sobre el que actúan. El buen psicoterapeuta sabe cómo combinar en cada caso la dosis apropiada de información (persuasión), inspiración (sugestión) y exhortación (compulsión o coacción), para conseguir los mejores resultados.
El entusiasmo para la lucha no es suficiente, porque aun cuando es deseable puede ser perdido bruscamente. El convencimiento es necesario para producir la fría determinación de proseguir la guerra cuando el entusiasmo ya pasó. El sometimiento a una disciplina estricta es, asimismo, requerido y deriva de la aceptación del concepto del Deber.
Debido a la gran difusión de las ideologías políticas en el mundo, apenas si existe una persona que no tenga su propia filosofía política y, por tanto, que no merezca ser informada y convencida de las razones de la lucha. No hablar de estas cosas es tan tontamente ingenuo como no hablar de los problemas sexuales a los adolescentes: éstos los descubrirán a pesar de la censura de los padres. Por ello el pueblo formará su opinión, aun cuando los líderes políticos permanezcan en silencio y rehúsen discutir las cuestiones fundamentales. .
El mejor modo de vehicular la sugestión es racionalizarla. Los alemanes son, indudablemente, maestros en este arte: usan con aparente minuciosidad principios lógicos en los cuales envuelven su propaganda gracias al truco consistente en partir de premisas falsas o soslayar otras verdaderas. Este procedimiento es semejante al que actúa en los cerebros paranoicos y todo el mundo sabe cuán difícil resulta, a veces, demostrar lo erróneo de sus aseveraciones.
Esta clase de propaganda sugestiva debe ser presentada en forma impresa y con ilustraciones. La gente cree más fácilmente lo que ve escrito que lo que oye, y acepta como fidedignos los datos estadísticos y las gráficas, aun cuando todos sabemos lo fácil que es deformarlas.
Los carteles y anuncios bien dibujados pueden tener también un tremendo efecto sugestivo. El tono cómico es superior al trágico. Así, por ejemplo, el enemigo no debe ser pintado como un monstruo o como un animal feroz, ya que tal imagen es más apta para asustar que para animar al promedio de los ciudadanos. Por el contrario, ha de ser ridiculizado y menospreciado. Un lema muy breve, a ser posible en verso, aumenta su efecto. Rusos y españoles han usado esta forma de propaganda sugestiva con gran habilidad; por ello no es de extrañar que el primer premio de un concurso internacional para elegir el mejor cartel a favor de la victoria de las Naciones Unidas, haya sido ganado por un artista español, Renau, antiguo director de Bellas Artes en Madrid, hoy exilado en México.
Un buen ejemplo de este tipo de propaganda nos lo proporciona el efecto estimulante dé un cartel titulado "Franco nunca será Franco". El Führer español aparecía en él tras de una pared, sosteniéndose sobre una plataforma, apenas mantenida por soldados alemanes, italianos, portugueses y moros; sus piernas temblaban y su mano agarraba convulsamente la plataforma mientras su cabeza aparecía por encima de la pared, gritando: "¡Arriba España!". España estaba representada por un toro agonizante, en la parte inferior del cartel, aplastado por todo el embeleco anterior. En cuanto a la pared, estaba compuesta por un conjunto de obispos, generales y banqueros. La sangre del toro, derramándose entre el amarillo del trigo y el púrpura del cielo formaba la bandera republicana, que era, finalmente, flameada por los vientos de la libertad y la democracia. Esta composición poseía los caracteres de simbolismo, humor y realismo, que los alemanes sintetizan con el calificativo de: "Anforderungscharakter", o sea, valor "incitante". En efecto, quienquiera que lo mirase se sentía animado para la lucha y satisfecho por su visión.
Una palabra ha de ser dicha respecto al tercer factor, la coacción o coerción. No intento negar su eficacia, pero deseo hacer constar que es menor que la de los otros dos, a pesar de que aparentemente pueda creerse lo contrario. Si se hace imprescindible aplicar este último recurso - por leyes u órdenes sancionadas con muy severas penas - resulta preferible, al menos, aplicarlo abiertamente en vez de usarlo de un modo clandestino o secreto. Así, por ejemplo, los alemanes no ocultan el fusilamiento de sus rehenes y gracias a ello consiguen gobernar centenares de millones de europeos que los odian. El Gobierno no ha de actuar secretamente ni tiene por qué disfrazar sus intenciones, como hacen los bandidos profesionales.
Hay un solo medio de evitar el uso de los frenos coactivos: asegurar a los ciudadanos la comprensión y la aprobación de las razones de los sacrificios que se les piden. Esto, a su vez, se obtiene cuando quienes piden tales sacrificios son los primeros en realizarlos. Así, por ejemplo, las privaciones, tales como el racionamiento, han de ser compartidas no solamente por el pueblo, sino por las autoridades; las únicas excepciones serán determinadas no por la jerarquía oficial o social, sino por el tipo e intensidad del esfuerzo que cada cual es llamado a realizar. Así, durante la guerra española, cualquier muchacha que trabajaba en una fábrica de municiones recibía más comida que yo, puesto que necesitaba una ración extra para sus esfuerzos musculares y yo no.
La igualdad y la justicia en la exposición al peligro y al sufrimiento son quizá los factores más importantes para mantener elevada la moral del pueblo durante las más duras condiciones de la guerra. Este hecho ha sido comprendido por los mejores guerreros y líderes de la Historia. Hemos de admitir que Hitler también lo conoce y extrae de él el máximo de ventajas.
Evaluación de la moral combativa en soldados y civiles.
Nadie es vencido hasta que cree estarlo. Mientras se mantenga el propósito de combatir existe siempre una posibilidad, incluso en las peores condiciones materiales, de continuar la lucha y obtener la victoria. Por lo tanto, la evaluación periódica de la voluntad combativa, o moral bélica, nacional, es tan importante como la consecución de una alta producción bélica. La Historia nos da abundantes ejemplos para demostrar que el decaimiento de la moral puede ser relativamente independiente del estado de fatiga física y de la posición estratégica del ejército en un momento dado.
Dos medios distintos podemos usar para explorar la moral colectiva: la observación y la experimentación. El primero puede ser directo o indirecto. El segundo puede consistir en técnicas verbales o motoras. Mi experiencia es favorable al uso de la observación indirecta y de las pruebas motrices colectivas.
Los métodos de exploración de la opinión pública. durante la paz no sirven ahora, puesto que las leyes de defensa nacional impiden la manifestación de los sentimientos opuestos a los deseados oficialmente. Por ello las entrevistas, cuestionarios y discusiones, así como las pruebas verbales, pueden darnos alguna información acerca del estado intelectual o emocional, mas no podrán asegurarnos una visión exacta de la determinación colectiva de proseguir la guerra.
Para compensar tales deficiencias durante la última guerra española, ensayé varios medios de observación directa de la moral colectiva en la población civil-militar. Siguiendo la línea de previas investigaciones (véase: "New Directions in Testing Affectivity", Proceedings of the Ninth International Congress of Psychology, Yale University), primero usé los datos estadísticos como índice; tales eran, por ejemplo, el número de bebidas vendidas, el número de concurrentes a los espectáculos públicos, el porcentaje de voluntarios en los diversos servicios, las cantidades recaudadas en campañas petitorias, conducidas en áreas urbanas experimentalmente seleccionadas, etc.
Pronto empecé a organizar la investigación experimental y uno de mis primeros intentos consistió en la pérdida deliberada de varias tarjetas de racionamiento en las que los nombres de los propietarios podían ser fácilmente substituidos. Anuncios en los periódicos pedían su retorno; el número de las no devueltas se suponía que estaría en razón directa del decrecimiento de la moral. El experimento falló por falta de cooperación de los empleados que controlaban la comisaría de alimentación.
Un segundo intento en la misma dirección fue la publicación en dos periódicos del siguiente anuncio: "Joven persona, de buenos modales, se necesita para asistir a vieja señora y acompañarla, eventualmente, al extranjero. Se ruega escribir a la casilla 1276". Todos los aspirantes eran requeridos para mandar sus datos personales; se suponía que el número de respuestas aumentaría en razón directa del deseo de escapar de las penalidades de la guerra. Cuando el experimento estaba en su apogeo me informé de que era mucho más fácil obtener los mismos datos investigando el porcentaje de desertores del ejército, de solicitantes de permiso por enfermedad o de ayuda social. Todos estos datos se hallaban en manos distintas y me habían parecido imposibles de reunir, mas no fue así y resultaron excelentes indicadores de las variaciones de la moral colectiva en cada momento.
Índices de moral.
Cuando la guerra estaba ya en su tercer año, me di cuenta que había descuidado otro medio de averiguar la moral del pueblo y del ejército: el análisis de los tópicos espontáneos de conversación y de las reacciones de los oyentes a los llamados "chistes exploradores" difundidos por la radio. También, la velocidad con que rumores, favorables y adversos, experimentalmente fabricados, se difundían en las ciudades, era un buen índice. Resumiendo toda la experiencia de la guerra y del exilio, creo conveniente citar los principales signos de la buena y la mala moral de guerra, juzgada por la conducta ante los acontecimientos.
La buena moral de guerra se evidencia en: a) el alto porcentaje de alistamientos voluntarios para los. puestos de peligro combativo; b) el intenso y espontáneo aporte de dinero en las campañas de colecta popular; c) lluvia de cartas, proyectos, sugestiones e inventos voluntariamente ofrecidos a las instituciones oficiales, para aumentar la eficiencia del ejército nacional en su lucha; d) exhibición de toda clase de insignias, banderas, retratos y emblemas militares en la retaguardia; e) gran venta de músicas, cantos, novelas, discos y recuerdos patrióticos; f) vítores y aplausos a los representantes de las fuerzas armadas o del Estado, bien sea en su presentación personal, bien sea en su efigie; g) chistes optimistas e historietas despreciativas para el enemigo; h) ausencia de rumores; i) completo crédito y confianza en las noticias oficiales y en las consignas de los directores nacionales ; j) planes y proyectos para la reconstrucción en la posguerra.
El descenso o la mediocridad de la moral de guerra pueden deducirse de los siguientes signos: a) aumento de las alegaciones y solicitudes legales para eludir los riesgos y obligaciones de la guerra; b) aumento de la tendencia especulativa, para asegurar la riqueza individual mediante negocios aún legales (monopolios, cambios de billetes, acaparamiento, etcétera) ; c) aumento de las discusiones referentes a fines de guerra y a estrategia, con críticas para la política gubernamental; d) aumento de las organizaciones de ayuda y socorro y de las agencias operantes con la superstición y las creencias mágicas individuales; e) indiferencia progresiva para la literatura de guerra; f) falta de asistencia a las reuniones, revistas y desfiles de las fuerzas armadas; g) chistes acerca, de los propios defectos de la organización nacional; h) resistencia a la aceptación de las noticias oficiales y fácil difusión de rumores respecto a pérdidas bélicas, o desavenencias entre los jefes militares y políticos, etc.; i) tolerancia frente a la aparentemente cándida afirmación de que la guerra es absurda y no puede ser ganada, puesto que todos pierden en ella (ésta es la primera fase del ataque de los pacifistas y negociadores) ; j) aparición de las neurosis de guerra, como problema, en las fuerzas combativas.
Suponiendo que el descenso de la moral nacional se acentúe todavía más, aparecen nuevos y alarmantes signos, como heraldos de la derrota. Tales signos, casi siempre, se observan primero en la retaguardia y de allí se infiltran lentamente en la zona militar, promoviendo el colapso de los combatientes. Podemos resumirlos así: a) continuo decrecimiento de la curva de producción, a pesar de la progresiva severidad de las medidas adoptadas para aumentarla; b) injustificado aumento de los precios de alimentos y objetos, debido a que los comerciantes no quieren cambiarlos por monedas y prefieren almacenarlos; c) desaparición total de las iniciativas privadas tendientes a ganar la guerra; d) completo desinterés por los discursos, arengas y ceremonias de propaganda bélica; e) desconfianza y pasividad o resistencia a cumplir las últimas disposiciones oficiales, referentes a los diversos aspectos de la vida nacional; f) aparición de folletos pacifistas, letreros escritos a mano (basta de guerra - queremos la paz, etc.) ; g) aumento de las dimisiones y renuncias espontáneas de quienes ocupan puestos directivos, dando lugar a una mayor desorganización y paralización de las actividades burocráticas; h) aumento de suicidios y delincuencia; i) aumento del número de las neurosis de guerra en la retaguardia y de las bajas mentales entre oficiales y jefes; j) aumento injustificado del número de prisioneros perdidos por las unidades militares; k) aparición, en las tropas, de la añoranza aguda por el hogar. Ésta es una especial aflicción que puede hacer desertar a los combatientes para volver a ver a sus familiares y esconderse en la retaguardia, en espera del fin de la guerra. Más que una deserción esta fuga viene a ser una reinserción del sujeto en el núcleo familiar,. al cual retorna por su regresión al nivel infantil, buscando protección, en vez de darla.
Evaluación de la capacidad combativa individual.
Cuando hay una voluntad, no siempre hay un camino. Más de un ciudadano desearía ser héroe nacional, pero fracasa en su ambición por falta de oportunidad, inteligencia o valor. Lo que realmente importa en la situación bélica no es tanto lo que el sujeto desea hacer como lo que realmente hace; por ello es deseable la posesión de un índice objetivo de la eficiencia combativa individual en un momento dado. Hasta qué punto tal eficiencia sea debida a rasgos constitucionales, al amor propio, al sentido del deber, a la acción de un excitante, etc., nos tiene sin cuidado ahora, con tal de que exista.
Siempre me había llamado la atención la importancia que los jefes militares asignan a la apariencia marcial de sus soldados. Insisten una y otra vez en que éstos se muevan saluden y marchen conjuntamente de un modo uniforme y casi con precisión mecánica, como si fuesen autómatas. El general Moltke incluso dijo: "Déjenme ver cómo marchan por la carretera dos ejércitos y les diré cuál de ellos será el vencedor". Para conseguir este control muscular, todos los ejércitos dedican considerable tiempo y energía al entrenamiento físico de los reclutas, enseñándoles especialmente a "cuadrarse" y "plantarse" como. verdaderos soldados. Me atrevería a decir que la diferencia en el modo de andar y de pararse es la más importante de las que existen entre los civiles y los militares.
Estudiando la teoría motriz de la conciencia y pensando desde el punto de vista de la psicología dinámica (o "topología", como Kurt Lewin la llama), me convencí de que no solamente existe un arte de la expresión, sino que puede haber una ciencia de la expresión y que un estudio cuidadoso de las posturas y los gestos de cualquier sujeto, puede ser efectivo para descubrirnos sus actitudes más íntimas, incluso si tiene la intención de simularlas o disimularlas. Las intenciones individuales son, efectivamente, in-tensiones, o sean tensiones internas que se graban en la esfera muscular; por ello se comprende que los jefes militares intenten obtener la distribución más perfecta de tensiones musculares en los cuerpos de sus soldados.
Naturalmente, todos los trabajos hechos en el dominio de la fisiognomía, la quirología y la grafología, así como los hechos por pintores y productores de "films" cinematográficos (especialmente mudos) se justifican con este criterio; y lo mismo ocurre con la teoría de James-Lange. Incluso ahora podemos comprender el beneficio de la terapéutica ocupacional en psiquiatría: la realización de nuevos movimientos deshace los distorsionados moldes de reacción muscular que se habían fijado y estratificado en el sujeto, creando así la posibilidad de un cambio favorable en sus actitudes y criterios.
Pensando así, en 1935, decidí crear algún medio de explorar el esqueleto caracterológico mediante el análisis de las tensiones musculares involuntarias en el sujeto. A la sazón trabajaba con el método de la expresión motriz de Luria, para controlar la sinceridad del testimonio y usando un especial monotómetro, como detector de mentiras (descrito en mi libro: Psicología Jurídica. Ed. Salvat, 1932) , me sorprendió el hecho de que la longitud de los movimientos tendía a decrecer en los sujetos inhibidos y a aumentar en los excitados, cualesquiera fueran las preguntas y las respuestas observadas en la experiencia.
Infortunadamente sobrevino la guerra española en julio de 1936 y hube de interrumpir mis trabajos sobre este punto, hasta que, en junio de 1937, para seleccionar los aspirantes al cuerpo de aviación militar, construí en Barcelona un aparato al que llamé "axistereómetro", destinado a medir la precisión de la percepción kinestésica del espacio. Trabajando con él obtuve resultados sorprendentes, que renovaron mi antigua preocupación y me llevaron a descubrir lo que denomino el principio general de la psicomiokinesis. Antes de enunciarlo voy, sin embargo, a describir el aparato y a resumir los resultados iniciales que me proporcionó su empleo en los aspirantes de aviación.
El axistereómetro.
Este instrumento consiste en un tallo cilíndrico, de metal, de unos 60 centímetros de longitud por 2 centímetros de diámetro, calibrado en milímetros. Dos anillos, uno móvil y otro fijable, discurren a lo largo de dicho tallo; el inferior sirve para medir la distancia limitada por el superior y permanece a la altura en que el sujeto lo deja, cualquiera que sea la posición del instrumento (fig. 1) . Este puede ser rotado y fijado en posición cada 45° en los cinco planos básicos: horizontal, sagital, vertical, oblicuo derecho y oblicuo izquierdo, permitiendo así cuarenta medidas.
Para conseguir esta movilidad el talle metálico se inserta por su extremidad central en un doble cuerpo múltiple. El primitivo modelo de este cuerpo ha sido objeto de una notable mejora por el profesor Calcagno, de la Universidad de la Plata (a quien hemos de agradecer su generosa donación del aparato de la figura 1), pero sus detalles de construcción no son esenciales para comprender los hechos que ahora nos interesa destacar.
El sujeto se sienta en un taburete giratorio o se pone de pie frente al instrumento, cuya altura se gradúa de modo que la extremidad central del tallo axímetro corresponda al nivel del apéndice xifoide. Se empieza por obtener las medidas del plano vertical, usando la mano dominante del sujeto y dándole estas instrucciones: "vamos a ver con qué precisión puede usted medir una distancia en este tallo sin la ayuda de la vista. Por favor, tome esta anilla (inferior) entre sus dedos y muévala lentamente, de arriba abajo, tres veces entre los dos topes, para ganar una impresión de la distancia que los separa". El examinador enseña lo que le pide y sigue: "Ahora voy a interponer una pantalla, a desplazar la anilla superior y le rogaré que mueva la inferior; tomándola entre su pulgar y el dedo medio, de suerte que la vuelva a colocar al nivel en que estaba la anilla superior, o sea, a la misma distancia. Esta operación la repetirá tres veces y así obtendremos el promedio de sus errores".
El experimentador se asegurará que el sujeto se mantiene en correcta posición durante la experiencia, anotará los resultados en la gráfica (fig. 2) y dirá: "Ahora el tallo será puesto en diversas posiciones y en cada una de ellas usted seguirá haciendo lo mismo, o sea, medir la distancia de la base a la anilla superior, dejando la anilla móvil en el lugar de ésta".
Antes de obtener las medidas de otro plano o con otra mano, se permite al sujeto renovar visualmente la impresión de la distancia modelo. Tras el plano vertical se mide en el sagital, luego en el horizontal y finalmente en los oblicuos; en éstos las medidas serán tomadas con la mano correspondiente a su hemisferio; en cambio, cuando el tallo rota sobre el plano sagital las medidas se tomarán sucesivamente con ambas manos.
Imagen del Axistereómetro
Gráficos estreométricos (esfereogramas).
Para evitar la fatiga atentiva se introduce una pausa de cinco minutos en mitad de la investigación. Si el sujeto da muestras de nerviosidad, distracción o cansancio, es preferible realizar la prueba en dos sesiones. Lo más importante a recordar es que debe evitarse el desplazamiento del cuerpo durante las experiencias.
Resultados con los aviadores.
Al empezar a usar, en el Instituto Psicotécnico de Barcelona, el axistereómetro en los aspirantes a la aviación militar, mi intención era correlacionar los resultados de esta prueba con los del examen laberíntico. Esperaba que el coeficiente obtenido fuese alto y suponía, asimismo, que la curva de frecuencia de los errores en el axistereómetro correspondería a la clásica de Gauss ; pero ninguna de estas dos espectaciones resultó ser fundada. Cada sujeto posee un perfil estereoquinético peculiar y los examinandos tenían diámetros en los que cometían errores muy distantes del promedio. La figura 2 muestra uno de tales perfiles en los cinco planos (la línea de puntos corresponde a la mano izquierda) y es fácil observar cuán específicamente irregulares, pero constantes, son las configuraciones en los diámetros horizontal y oblicuo izquierdo y derecho. Pensando que tales diferencias en la estimación kinética podía estar en relación con un factor caracterológico, empecé a comparar las gráficas de los candidatos que tenían el mismo tipo de personalidad (según las pruebas de Rorschach, Bernreuter y Jung-Rosanoff) cotejándolas, luego, con las de otros sujetos de personalidad idéntica, pero anormalmente exagerada. Así pude ver que algunos rasgos fundamentales de carácter, expresables en el predominio de una actitud fundamental de reacción, llevaban a los sujetos a realizar con singular facilidad los movimientos que aseguraban la satisfacción de los propósitos implícitos en dicha actitud, dificultando, en cambio, los opuestos.
También me di cuenta de la mayor constancia de los resultados obtenidos con la mano menos dominada por el sujeto. El Dr. Werner Wolff estaba trabajando entonces en, mi instituto y ello me permitió relacionar este hecho con su propio descubrimiento, de que toda la mitad izquierda del cuerpo (excepto en los zurdos) expresa mejor la vida inconsciente, en tanto la derecha, está más en relación con la vida consciente y por ello es más variable. Cuando traté de explicar el significado de las formas anormales en los estereogramas con tal criterio, obtuve una correlación casi completa entre dicha interpretación y la historia clínica psicológica de los sujetos.
No es, pues, de extrañar que al terminar la guerra española quisiera proseguir esta línea de investigación, y lo hiciese en el Hospital Maudsley de Londres, aprovechando la ayuda de la "Society for Protection of Science and Learning" y la gentileza de los profesores Charles Myers, Mapother y Aubrey Lewis. Como resultado de estos trabajos presenté, en octubre de 1939, una comunicación preliminar a la "Royal Society of Medicine" titulada A New Method of Exploring the Conative Trends of Personality: Myokinetic Psyehodiagnosis. (Esta comunicación fue publicada en los Proceedings of the Society, sección de Psiquiatría., febrero de 1940; pág. 172-94). Desgraciadamente, no pude corregir las pruebas, pues en el intervalo me ausenté para la, Argentina y por ello las cifras y gráficos estadísticos contienen algunos errores de máquina.
Una vez instalado en la Argentina proseguí la investigación, con la valiosa ayuda de los doctores. R. Melgar, C. Coronel y Ortiz González (este último ha publicado, en 1942, su tesis doctoral en la Universidad de Chile sobre: El Psicodiagnóstico Mioquinético de Mira y López). Experimentando con más de mil sujetos normales y anormales (delincuentes, psicópatas, etc.) creo hallarme en posesión de un nuevo principio y técnica de investigación de la eficiencia y el equilibrio mental, que resultan ser especialmente útiles para los psiquiatras que han de explorar gran número de enfermos en condiciones de emergencia, cual sucede en la guerra.
El principio de la psicomioquinesis.
Como hemos indicado en las páginas anteriores, este principio se hallaba implícito en los trabajos de Gall, Darwin, Chevreuil, Mosso y en los más recientes conceptos de Crepieux, Klages, W. Stern, Lewin, Downey, Wolff, Aliport, Vernon y E. Strauss. Estos y muchos otros autores han insistido sobre la importancia de los movimientos expresivos, para conocer las peculiaridades del temperamento y el carácter individuales (véase, por ejemplo, el libro de Allport y Vernon publicado en 1933, Studies in Expressive Movement). Storch propuso el término miopsique para designar el sector funcional del sujeto que provee la integración de las energías destinadas a la ejecución de sus propósitos fundamentales; de otra parte, según Watson, hasta el más sencillo pensamiento no puede ser realizado sin la colaboración de la esfera muscular. En su libro: Sinn der Sinne, E. Strauss escribe lo siguiente:
¿Podemos decir seriamente que el movimiento está en el músculo? Claro que no; tampoco lo está en los nervios, en las células ganglionares, circunvoluciones cerebrales, en el haz piramidal o en ningún otro sitio del sistema palidal o cerebeloso. Ni menos lo hallaremos en las partes pasivamente movidas. ¿Qué significan, pues, en realidad, expresiones como las de: un movimiento, el movimiento o los movimientos? ¿Con qué derecho vamos a considerar los movimientos como algo meramente mecánico? La contracción muscular es un proceso intraorgánico, pero el movimiento es una función de las relaciones entre el individuo y su mundo.
Así, el principio general de la psicomioquinesis, del cual deriva mi psicodiagnóstico mioquinético, se hace comprensible y puede ser formulado del siguiente modo:
El espacio psíquico no es neutral; todos los movimientos ejecutados -voluntaria o involuntariamente- por el hombre, adquieren una peculiar significación, de acuerdo con la dirección en la que son realizados. (Por ejemplo, en nuestra cultura occidental, el movimiento de izquierda a derecha tiene un significado progresivo, en tanto el de derecha a izquierda parece regresivo).
Toda la actividad mental puede ser consideradas como una sucesión de cambios posturales; si el equilibrio mental se altera, su distorsión ha de ser evidenciable en los movimientos individuales, tanto más cuanto mejor consigamos eliminar los intentos voluntarios de compensarla momentáneamente.
Consiguientemente, si pedimos a un sujeto que realice pequeños movimientos oscilatorios en los planos fundamentales del espacio, sin control visual, los desplazamientos que se observen nos indicarán el predominio relativo de sus tensiones musculares y, por ende, nos darán idea de sus actitudes predominantes de reacción. (Véase en el apéndice la técnica del "test" para la aplicación de este principio).
Sumario
Indice
CAPITULO IX
HIGIENE MENTAL
Higiene mental en época de guerra.
No hay duda de que el trabajo de higiene mental ha de ser acrecentado en condiciones de guerra. Incluso en tiempos de paz, los problemas de higiene mental no son suficientemente atendidos por los organismos oficiales. El Dr. A. Watters ha escrito recientemente que "alrededor de una cuarta parte de las poblaciones de más de 100.000 habitantes y casi las dos terceras partes de las de cincuenta a cien mil carecen de institutos psiquiátricos para niños o adultos"; claro, esto supone que tampoco tienen organización de higiene mental. En el mismo trabajo -referido a los Estados Unidos- Watters afirma que en este país sufren de alguna alteración mental hasta dos millones de personas; podemos imaginar cuán peores son las condiciones en otros países menos prósperos.
La nación que está en guerra no sólo enfrenta el peligro de un aumento de los desequilibrados psíquicos individuales sino el de la aparición de psicosis colectivas. Prevenir ambos peligros es la tarea de los psiquiatras que trabajen como higienistas mentales, en colaboración con los organismos rectores de la vida pública, civil y militar. Precisa diferenciar la labor de crear un buen temple de guerra y la de promover la higiene mental, pues aun cuando aquélla facilita ésta, la segunda es más extensa y complicada. Así, por ejemplo, hemos observado a menudo la aparición de psicosis en combatientes poseídos de un alto temple bélico y de un intenso deseo de derrotar al enemigo. Los problemas de la higiene mental bélica no pueden, pues, ser resueltos por la Sección de moral del Estado Mayor, aun cuando su colaboración es indispensable a los prominentes psiquiatras que dirijan los servicios respectivos en el ejército. Estos han de cooperar, asimismo, con los otros servicios de higiene militar, ya que ahora resulta imposible separar del todo las medidas de higiene somática y de higiene mental.
El criterio psicosomático.
La teoría del "doble aspecto" de la vida humana ha de ser aceptada por los médicos y, como dice Sandor Rado en un reciente artículo, sobre las neurosis traumáticas (Psychosomatic Medicine, NQ 4, 1942), las diferencias entre los trastornos psíquicos y los somáticos dependen más del método de examen que de la naturaleza del proceso subyacente: por inspección obtenemos una serie de signos de anormalidad física; por introspección (o, mejor, heterospección) obtenemos una serie de vivencias anormales; aquéllos sirven para establecer la existencia de una alteración somática, y éstas para evidenciar la de una alteración psíquica en el mismo sujeto. Yo estoy tanto más convencido de la validez del criterio psicosomático cuanto que veo a los diversos trastornos mentales manifestarse en términos de distancias físicas mensurables en el P.M.K.
Si el estudio de la alimentación propia de una unidad militar de campaña en un nuevo territorio es importante para la prevención no sólo de las alteraciones físicas sino de las mentales de sus integrantes, lo mismo puede afirmarse de la distribución de las distracciones, recreos, y tareas dentro de cada grupo militar. Por eso hice cuanto pude para dar nociones básicas de higiene mental a todos los médicos militares y traté de convencerles que mientras el jefe de la unidad ha de tomar el papel del padre primitivo en la mente del recluta, ellos deberían tratar de sustituir el de la madre primitiva, con la ventaja de conocer los fundamentos del psicoanálisis y complementar así, en vez de obstaculizar, la influencia paterna.
Hay otra razón por la cual los médicos de regimiento deberían constituir la vanguardia del trabajo de higiene mental en las unidades militares y es su conocimiento de la base bioconstitucional de los soldados a su cuidado. Solamente teniendo en cuenta este factor pueden ahorrarse tiempo y errores en el trato con tales hombres.
Desde este punto de vista creo que sería sumamente útil la difusión de la tipología de Sheldon y Stevens ya que ésta permite predecir con bastante aproximación la resistencia del sujeto ante una determinada tarea o situación. Trabajando, empero, en condiciones de emergencia, recomendaría a mis discípulos que seleccionasen para tareas de responsabilidad a aquellos hombres cuya mano "constitucional" (izquierda en los diestros y viceversa) se desviara levemente hacia arriba en el líneograma vertical del P.M.K. y cuya mano "dominante" o "cortical" (derecha en los diestros, izquierda en los zurdos) se hallase bien controlada en las horizontales y verticales y avanzase levemente en el plano sagital.
Tales personas se hallan, a priori, mejor preparadas para resistir la acción de influencias adversas, ya que, de acuerdo con los datos del P.M.K. poseen excelente vitalidad, buena agresividad y perfecto control voluntario. Entre ellas habrían de escogerse los jefes de grupo y los voluntarios para tareas difíciles.
Siento no poder citar aquí los datos concretos de las correlaciones entre los resultados del P.M.K. y la vida práctica, debido a haber perdido mi material por actuar en la guerra española y a no estar autorizado para publicar el recogido, más recientemente, en la Argentina, correspondiente a cirujanos, aviadores, profesores y estudiantes universitarios. No obstante, la técnica de realización de la primera parte del P.M.K. (v. el Apéndice) es tan fácil, que cualquier médico puede experimentarla en su círculo de amistades y convencerse de cuán íntimamente se hallan relacionadas las imágenes miokinéticas (geométricas, psíquicas y somáticas) de un sujeto y sus actos en la vida; con lo que, sin duda reforzará el criterio psicosomático para tratar los problemas de este campo.
Colaboración del psiquiatra con las autoridades civiles y militares.
Tal como ya ha sido indicado antes, la guerra significa. más o menos, la .disolución de los derechos individuales y la interferencia del Estado en todas las actividades personales, que son entonces supeditadas al máximo objetivo de la defensa nacional. Los sujetos se ven reagrupados en unidades especiales de trabajo, bien sea en fábricas u oficinas de la retaguardia, o en barcos y en cuarteles en los frentes. Esto supone para ellos la adopción de nuevos planes y programas de vida que, obligadamente, habrán de ser más o menos uniformes a pesar de las diferencias psicobiológicas de quienes deben seguirlos.
Por ello será misión de los psiquiatras, conseguir el mayor número posible de matizaciones que los ajusten a las peculiaridades individuales. Alberto Einstein ha escrito que el secreto de la felicidad humana radica en una perfecta distribución de los períodos de trabajo, distracción y reposo. La guerra impone demasiado trabajo a expensas de reducir el reposo y la distracción; por ello debemos procurar aprovechar al máximo las pausas en el combate y en el trabajo, organizando a los hombres en grupos de acuerdo con su nivel cultural y sus intereses, de suerte que se beneficien del mayor número posible de distracciones sin cansarse ni excitarse demasiado. Desde este punto de vista es útil la promoción de deportes y competiciones; la organización de buenos programas artísticos, de conferencias y emisiones radiales, etc., así como localizar debidamente la distribución de tales actividades para que no perturben las más importantes, de trabajo y de combate.
Especial atención debe tenerse con los bares, cabarets, lugares de juego y demás centros que ofrecen una felicidad artificial, a precios altos. Las gentes se hallan demasiado aficionadas a ellos para suprimirlos y por esto es preferible controlarlos colocando observadores especiales en tales locales, que informen acerca de los posibles excesos, tanto por parte de los clientes como de los patrones. Es evidente que gran parte de tales distracciones es buscada tan sólo cuando faltan las satisfacciones naturales, y por ello será preferible procurar el contacto periódico de los combatientes con los seres que mejor puedan darles la felicidad; tales contactos, no obstante, sólo podrán ser establecidos por correspondencia, fotos y radio. Durante la guerra española recomendamos la organización de transmisiones de onda corta, desde puntos nodales del país, en las que gentes conocidas de la retaguardia enviasen "noticias concretas" á los hombres del frente; todas ellas. habían sido supervisadas y solamente eran transmitidas por seres muy populares y bien conocidos en las localidades respectivas. Resultó sorprendente el interés que dichas emisiones despertaron en los soldados, los que renunciaban a otras distracciones nocturnas para escucharlas y tener la oportunidad de oír alguna voz querida.
Los psiquiatras deben cooperar también en la selección del material de lectura (periódicos, folletos y libros) y en la supresión de la literatura degradante y pornográfica en el ejército. Este es un problema delicado y complejo, que requiere todo el tacto para poder ser resuelto. Es asimismo importante la selección de soldados y clases que posean habilidades especiales, capaces de distraer a sus compañeros en los ratos de ocio. En tanto ello sea posible deberán organizarse también conferencias y discusiones libres acerca de tópicos de interés colectivo, en los que el oficial de moral o el psiquiatra actúen más bien de observadores que de actores. Tales discusiones, en efecto, proporcionan una excelente ocasión de ver el estado de la moral del grupo, así como de corregir sus defectos. Y lo que es más importante, sirven para crear un buen compañerismo entre los distintos rangos militares y los hombres de diversos cuerpos y unidades del ejército,: contribuyendo así a la realización de uno de los objetivos fundamentales de la higiene mental: que cada soldado se encuentre espiritualmente "soldado" a todos sus camaradas, sin distinción. .
Importancia de un buen compañerismo en el ejército.
Como acabamos de expresar, la obtención de un buen sentimiento de camaradería es quizás el más importante objetivo de todo el trabajo de higiene mental y militar. Los psiquiatras han de luchar contra la tendencia al enquistamiento y al aislamiento de los sujetos en los grupos y de los grupos entre sí. El ejército no es una serie de unidades yuxtapuestas o superimpuestas, sino una superpersona viviente, dotada de la fuerza de todos sus elementos y respaldada en la del resto de los habitantes de la Nación, a quienes tiene la noble misión de representar y defender en un determinado momento histórico.
Todos los militares han de recordar que son de igual importancia para la Nación, aun cuando por la diversa naturaleza de sus trabajos se vean investidos de diversos grados y tipos de poder. Lo que es importante para valorar a un hombre, no es lo que hace si no cómo lo hace; de aquí que un buen soldado sea mejor que un mal cabo y que, hasta el comandante en jefe, no pueda sentirse superior al más humilde de los reclutas si éste cumple bien todas sus obligaciones. Aquí radica, claro está, la parte más difícil del programa: cómo asegurarse la obediencia ciega a órdenes superiores y sin embargo hacer brotar en todos los grados del ejército un sentimiento de compañerismo e igualdad. En la medida en que se venza esta dificultad las diversas armas del ejército adquirirán un alma y vivirán más allá de su mero poder mecánico.
Mucho puede ser ganado en esta dirección si el psiquiatra consigue convencer a los jefes militares de que sus títulos y grados les dan solamente poder para actuar, es decir, actoridad, pero que el prestigio, o sea la autoridad, deben ganarlo en el contacto diario con los hombres bajo su mando. No hay duda que las órdenes son mejor obedecidas si provienen de jefes que han sabido ganar su autoridad por su tacto y eficiencia; esto es algo que no es dado por decreto ni emana de los galones o las estrellas del uniforme. Cualquiera puede ser un actor, pero sólo quien posee inteligencia e inspiración puede ser autor. En la medida en que falla la creación de un valor, se trata de imitarlo o representarlo, compensando así la falta, de autoridad por un exceso de actoridad.
Los maestros clásicos, desprovistos del conocimiento de la psicología infantil, necesitaban continuos castigos para asegurar el orden aparente en sus escuelas; con ello arrancaban solamente un escaso rendimiento de los discípulos. Los maestros modernos, mejor preparados en Psicología educativa hacen que sus discípulos se sientan libres en la clase y no los obligan a trabajar bajo el temor del castigo; a pesar de tal aparente relajación de la disciplina escolar, son queridos por los alumnos y consiguen crear en ellos un orden interno que prevalecerá en sus vidas aun en ausencia de sus autores.
Un cambio tan enorme como el operado en la escuela, ha sido aplicado a los dominios de la Psiquiatría y la Criminología para tratar con locos y delincuentes. ¿Por qué no ha de aplicarse también para tratar con el adulto normal?
Los modernos psicólogos militares han aceptado estos puntos de vista para asegurar una nueva disciplina y eficiencia y más adelante veremos sus efectos en el ejército español republicano y en los ejércitos germanos y soviéticos. Antes de entrar en materia será bueno, empero, decir algo acerca de la técnica usada para conseguir desarrollar la camaradería y la confianza mutua en el ejército republicano español, así como para instruir a sus hombres en los principios generales de la higiene mental.
Vademécum de higiene mental del ejército español republicano.
El folleto que vamos a presentar se hizo para ser dado a todos los soldados letrados de nuestro ejército. En cada unidad militar debía ser discutido en varias sesiones. Todos los hombres, cualesquiera que fuera su situación, eran estimulados por los oficiales de moral (comisarios políticos) médicos militares y psiquiatras, a hacer su comentario acerca de él y a decir algo de su propia cosecha. No nos asustaba que tales discusiones invadieran los campos de la filosofía, la política, la religión, la ética. o la sociología. Siempre he creído que cada hombre, por estúpido que parezca ser, tiene sus propias ideas acerca de estos tópicos y que toda su conducta, en paz o en guerra, se ajusta a ellas. De donde el no hablar de tales cuestiones es tan inefectivo como querer ignorar el problema sexual al tratar con adolescentes; todos sabrán encontrar el modo de discutirlas a espaldas de aquellos cuya obligación era guiarlos. Desgraciadamente, a pesar de todos los esfuerzos, tales discusiones no pudieron ser mantenidas en muchos sectores del frente; pero en aquellos en que fueron posibles, resultó fácil comprobar sus beneficios: se obtuvieron valiosas sugestiones para mejorar la eficiencia y el bienestar del ejército, se elevó su temple moral y se registró una disminución de las reacciones mentales anormales.
Naturalmente, no pretendo que el texto del folleto que voy a transcribir, pueda ser generalizado y aplicado a cualquier ejército. Cada nación ha de enfrentar sus peculiares problemas de Higiene Mental y, de otra parte, tiene sus propios rasgos psicológicos y sus necesidades, que justifican la redacción de un texto exclusivo para ella. Creo, no obstante, que a través de tales diferencias se debe seguir una línea general y por ello mi folleto puede, cuando menos, servir para inspirar otros textos, más o meros semejantes. Tres secciones lo componen: en la primera se centra la atención en la importancia de la higiene mental; en la segunda se discuten algunos de los problemas más importantes de la vida militar; en la tercera se intenta dar a cada hombre una sólida base ética de conducta, aplicable no sólo a las condiciones de guerra sino de paz, cualesquiera sea su posición económica y cultural.
Como ya indicamos, el folleto era leído a los combatientes y luego, en reuniones especiales era discutido, por grupos de 20 a 30 hombres. Estos comentaban con el higienista párrafo por párrafo y si no se atrevían a hacer las objeciones verbalmente podían presentarlas por escrito, incluso en forma anónima, para ser discutidas.
El texto del folleto era el siguiente:
Miliciano: como soldado del Ejército Popular que te aprestas a verter tu sangre y a dar, si hace falta, tu vida en defensa de los más puros valores espirituales; como camarada, cuyo trabajo y esfuerzo, contribuirán a formar un mundo mejor, más libre y generoso: ¡Escucha!
Descansa por un momento de la batalla y atiende, en estas páginas, a las voces de quienes, incapaces por su edad de luchar a tu lado con el fusil, intentan ayudarte a conseguir la victoria dándote algunos consejos, destilados del odre de su experiencia científica y personal. Algunas de esas máximas son eternas y pueden servirte no sólo para ahora, sino siempre, como guía. Por tu propio bien y por el de todos, no las olvides!
¿De qué sirve tener un cuerpo sano y todas las riquezas imaginables si su poseedor es incapaz de usar aquél y éstas más allá de la satisfacción de sus más primitivos instintos animales, por tener una mente débil, enfermiza o deformada? ¿De qué sirve soñar con bellos horizontes e ideales si falta el ánimo o la técnica para conquistarlos? Solamente la salud mental nos permite orientarnos y conseguir la realización de nuestro sino en la vida. Una mente sana se caracteriza por su serenidad y equilibrio, incluso ante las más difíciles situaciones, por su lealtad, comprensión y simpatía hacia aquellos con quienes convive en comunidad de ideales.
Del propio modo como hemos de seguir las reglas de la higiene física para conseguir la salud corporal, así también debemos seguir las de la higiene mental para obtener y conservar nuestra salud espiritual.
La más sencilla máquina, por bien construida que esté, puede estropearse si no es usada correctamente. Análogamente, nuestro espíritu puede agotarse si no observamos las reglas de la higiene mental que lo preservarán de los efectos desastrosos de la insatisfacción, la duda o el remordimiento. Tristezas, decepciones, resentimientos y pasiones mal reprimidas, pueden afectar más la vida individual que una neumonía o una tifoidea, e incluso pueden llevar su víctima al suicidio.
La primera regla a observar en el frente de batalla es la de aislar y denunciar a quien, por mala voluntad o natural pesimismo, trate de desmoralizar, difundiendo noticias deprimentes o desagradables. Tales noticias, ciertas o falsas, se transmiten en el frente con más rapidez que una infección y son también de peores efectos. Quienes están en peligro de muerte, viven en gran tensión emotiva y por ello, tienen aumentada la sugestibilidad. Entonces, es fácil que acepten la falsa fórmula de que han de conservar su vida para luchar mejor y por ello deben huir del peligro; o bien, se dicen que "el sacrificio individual sería estéril, pues no evitaría la derrota", etc. El mecanismo subyacente a este tipo de pensamiento está impulsado por el instinto de conservación, el cual sugiere a la conciencia: "¡Escapa!". Esta responde: "Debo permanecer en mi puesto". La imaginación se alza con el miedo y sugiere: "Los demás ya empiezan a huir" y, finalmente la conciencia, ya vencida, pero tratando de autojustificarse, murmura, mientras permite la huida : "Sería absurdo resistir si mis compañeros me dejan". Esta última afirmación es, evidentemente, siempre falsa, pues incluso si parece cierta, la . verdad es que la propia vida se defiende mejor dando la cara que la espalda al enemigo: las estadísticas demuestran que mueren 5 veces más quienes huyen que quienes se defienden. Además, la huída es un pésimo ejemplo, mientras que el sacrificio heroico, incluso cuando parece ignorado y estéril, llega siempre a tener un altísimo valor inspirador. Miles de casos podrían mencionarse en los que uno de tales sacrificios, aparentemente ignorado, cambió por completo el curso de una importante acción militar. Por ello el soldado derrotista es más peligroso que las balas enemigas y debe ser denunciado y aislado públicamente.
La segunda regla esencial es la de mantenerse intensamente "soldado" al grupo militar correspondiente y obedecer las órdenes, aun cuando no se comprendan o justifiquen. Desde el momento de su incorporación, el soldado debe comprender que la iniciativa individual, la desobediencia y la falta de disciplina, comprometen la eficiencia de las fuerzas colectivas cuya suerte, en definitiva, es la suya. Además, pues, de exponerse a un castigo, el miliciano que desobedece o descuida el cumplimiento de una orden, es tan dañino como quien deserta de la línea de combate; al separarse espiritualmente de su cuerpo de ejército, se expone a morir, igual que un dedo amputado.
Si deseas superar las dificultades de la lucha y cumplir tu misión en la misma, recuerda que no solamente luchamos para defender un régimen político o ciertas ventajas sociales sino para el futuro de toda la humanidad. De nuestras victorias o derrotas depende un nuevo mundo basado en la Justicia, la Libertad y el Amor, en el que todos tengan las mismas oportunidades de triunfo y de goce. Eres, pues, más que un gigante, eres un pequeño creador y de tus manos puede emerger una parte de esa fecunda victoria. Sé consciente de la importancia de tu esfuerzo. Concéntrate en él y dedícale toda su energía. ¡No luches ahora para vivir si no vive para luchar!
Dentro de poco, gracias a ti y a tus camaradas, habrán desaparecido de la Historia, las guerras de invasión y los habitantes del mundo se organizarán de suerte que asegurarán la paz en la tierra, de un modo definitivo, para todos los hombres. Por eso es necesario que combatas ahora con toda tu energía; cuanto más desees y anheles una vida reposada y feliz, tanto más enérgicamente has de luchar ahora para conquistarla. Cada hora que se prolonga la guerra ocasiona nuevas víctimas entre los tuyos; tú puedes ahorrarlas indirectamente si aumentas tu valor combativo. Para ello no te prodigues en diversiones excitantes ni en abusos nocturnos, alcohólicos o sexuales. Trata de descansar cuanto puedas en tus horas de recreo.
Si te sientes exhausto, deprimido o vacilante; si envidias a tus camaradas porque sufren menos las durezas de la lucha o las soportan mejor, recuerda que el deber de cada: cual no es compararse con los demás sino consigo mismo! Trata de valer cada día más que el anterior, lucha contra tu egoísmo, supera tu miedo, procura ser mejor hoy que ayer y mañana que hoy; ése es tu deber. En la medida que sepas cumplirlo podrás sentirte feliz, aun en medio de las mayores calamidades.
Cuando no puedas controlar tus emociones o pasiones, si no puedes resolver solo tus conflictos o si te crees incapaz de cumplir bien con tus deberes, consulta sin vacilar al médico de tu batallón y exponle tus cuitas. El te ayudará y si lo cree necesario te enviará a un especialista. No te avergüences de confesarle tus temores o tus bajezas; confiésale tu intimidad y muéstrale el fondo de tus pensamientos con igual tranquilidad que le enseñarías un grano. Recuerda-que por su honor ha jurado guardar secreto de tus confidencias. Ante todo, no trates de darte ánimo bebiendo en exceso o tomando tóxicos (café, tabaco). Si lo haces así, aunque al principio te parezca mejorar, irás de mal en peor.
Ahora lee y medita las siguientes máximas. Ellas te servirán para obtener tu más valioso objetivo: Ser nada más ni nada menos que todo un Hombre, es decir, 'una persona libre, serena, razonable, honesta, activa y magnánima.
Es mejor morir de pie que vivir de rodillas.
Tu peor enemigo eres tú mismo. Obsérvate y analízate.
Nunca trates de justificarte aparentemente; apela al juicio severo de tu propia conciencia.
Recuerda que quien más grita acostumbra a ser quien menos vale.
Dime de qué presumes y te diré de qué careces.
El supremo bien es la justificada satisfacción de ti mismo.
No juzgues una acción sin conocer sus motivos.
El valor de un hombre se mide por el número de personas que comprende y respeta.
No encargues a los demás lo que puedas hacer tú mismo.
No intentes mandar si no sabes obedecer.
La palabra es plata; el silencio es oro.
No vivas en el pasado sino en el futuro, pues el hombre es lo que llega a ser.
Triunfar es bueno, perdonar es mejor.
Un buen libro vale más que un mediocre compañero.
Protege al débil y respeta todas las opiniones sinceras; lucha sin tregua contra la hipocresía y la mentira, incluso si te alaban.
Trata de hacer de cada una de tus acciones un modelo de conducta universal.
Sigue la máxima de uno para todos antes de la de todos para uno.
Además del precedente folleto, pieza esencial de la campaña, se elaboraron diferentes cuestionarios para ser llenados por los combatientes que hubiesen de ser retirados de la línea de fuego. Es sabido que todas las bajas de guerra desmoralizan o deprimen, puesto que demuestran los peligros del combate. Por ello es importante no exhibirlas demasiado, así como cuidar de su reanimación. Uno de tales cuestionarios hacía preguntas referentes a : a) cómo ocurrió el trauma; b) cuál fue su reacción personal; c) cuáles son sus preocupaciones actuales; d) qué piensa hacer en el futuro inmediato y mediato; e) cómo cree que se desarrollarán los sucesos; f) qué lecciones ha derivado de lo ocurrido y qué consejos podría dar a sus camaradas para evitarles igual suerte. No esperábamos sinceridad en las respuestas, pero sí queríamos obtener un medio de explorar impersonalmente a su autor.
Con el mismo fin se dispuso la colocación de buzones de reclamación en diversos lugares (hospitales, cuarteles, etc.); se pedía que las reclamaciones o quejas fuesen firmadas y tuviesen la identificación de su autor; el número de las anónimas podría ser considerado como un índice de moral, pero la práctica demostró que esta técnica, no era eficiente.
Atención especial se dedicó a los infractores del código militar, radicados en batallones disciplinarios. El examen psiquiátrico demostró que muchos de ellos eran retrasados mentales o psicópatas; consiguientemente se emprendió su reajuste, de acuerdo con las normas psicoterápicas, para evitar ulteriores inconvenientes.
Puntos de vista germanos y soviéticos.
A pesar de las radicales diferencias de ideología y de estructura política entre Alemania y la U.R.S.S., ambos países han efectuado cambios muy semejantes en sus ejércitos, desde la I guerra mundial. Como mi amigo, el profesor Douglas Fryer, señala en su próximo libro de Psicología Militar, ambos ejércitos han combinado los efectos de una severa disciplina con una estimulante preparación política. Los oficiales germanos y soviéticos viven mucho más en contacto íntimo con sus soldados que los de los ejércitos aliados. Fryer afirma, con datos fidedignos, -que "los soldados nazis oyen a diario de labios de sus jefes la explicación de los sucesos políticos y son invitados a participar en ellos". Lo mismo ocurre en el ejército soviético. Este contacto se extiende a otros campos de actividad tales como el deporte, las distracciones, etc. Los oficiales germanos y soviéticos comparten las mismas penalidades y los riesgos que sufren los hombres a su mando. Es este un rasgo de los llamados ejércitos revolucionarios que debería ser introducido en los ejércitos "tradicionales" para inyectarles el suero "anti-apático". En efecto, muchos jefes y psiquiatras de estos ejércitos clásicos se quejan de la apatía y la falta de cooperación de sus soldados; éstos no son ni cobardes ni rebeldes, pero se limitan al mínimo rendimiento compatible con la evitación de castigos, a excepción de un pequeño grupo de entusiastas y otro pequeño grupo de masoquistas, exhibicionistas o pendencieros.
La apatía es una resistencia pasiva y constituye una forma del resentimiento. El mejor medio de eliminarla es desarrollar la fe de esos hombres en quienes los mandan; éstos a su vez, la han de tener también en sus superiores, quienes han de serlo no sólo en actoridad sino también en autoridad.
Tal criterio requiere una gran movilidad de los mandos; relevando en seguida a los jefes que no sepan conquistar la admiración y el afecto de sus tropas. Claro es, que para ello, precisa destruir la clásica rigidez de la burocracia militar.
Unas palabras sobre el mundo de la posguerra.
Un amigo mío, muy inteligente, dijo una vez: "Hemos de temer más a la explosión de la paz que al final de la guerra". Creo que estaba en lo cierto y que la tarea de los psiquiatras militares no terminará con la firma del armisticio sino que, por el contrario, se hará aún más necesaria entonces. Las fuentes de inquietud mental y de trastorno mental colectivo no se hallan exclusivamente en la dificultad de las condiciones inmediatas. de vida. Las gentes se acostumbran a la falta de alimento, de distracciones e incluso de seguridad personal, a condición de que prevean una recompensa ulterior. Cada cual se consuela en una situación difícil diciéndose: "mañana será mejor". Pero si este "mañana" llega finalmente y no es mejor; si incluso es peor que el ayer, porque entonces existía todavía una fuente de esperanza que ahora ya no puede alimentarse, entonces, todos los sentimientos de disgusto, desesperación, desconfianza u odio que habían sido reprimidos, pueden liberarse bruscamente y dar lugar a una perturbación colectiva. Probablemente por esto casi todas las guerras son seguidas de períodos revolucionarios, no limitados a los pueblos vencidos...
En el planeamiento del mundo de la posguerra, he visto emerger muchos proyectos de las manos de políticos, sociólogos, educadores, etc. mas no he visto ninguno que salga de un Congreso de los hombres que están mejor preparados para comprender las causas de inquietud y sufrimiento individual y social: me refiero a los psiquiatras. Claro está que éstos no pueden por sí solos dar la solución que traiga una vida más tranquila y feliz a la Humanidad. Pero deberían, no obstante, sentarse en todas las mesas en que esta finalidad ambiciosa fuese discutida. Precisamente porque son llamados a tratar lo peor, deberían ser escuchados cuando se intenta eliminar las causas menos serias de alteración de conducta, sobre todo si son peritos en Psiquiatría social. Tengamos fe en el futuro de esta nueva rama de nuestra especialidad.
¡Ojalá las palabras pronunciadas por Samuel Hartwell, en su discurso inaugural de la reunión de la American Orthopsychiatric Association en 1940, lleguen a ser proféticas, de suerte que, los psiquiatras podamos estar orgullosos, en un próximo futuro, de contribuir a cambiar este "valle de lágrimas" en un "valle de paz y felicidad" dedicando tanta atención a las enfermedades de las personas colectivas como hemos tenido, hasta ahora, para las enfermedades de las personas individuales!
Sumario
Indice
APÉNDICE
TÉCNICA E INTERPRETACIÓN DEL PSICODIAGNÓSTICO MIOKINÉTICO
OBJETO DEL PSICODIAGNÓSTICO MIOKINÉTICO
Exploración de las tendencias de reacción predominantes en el carácter individual, hecha a base del estudio comparativo de las desviaciones observadas en movimientos de vaivén y en otros movimientos elementales realizados con ambas manos juntas o separadas, en diversos planos del espacio y sin el control visual.
TÉCNICA ACTUAL
a) Material.
Se requieren para realizar el P.M.K. (anagrama de nuestra técnica) los siguientes elementos:
1º) Una plancha o tablero de madera bien pulida, no menor de 30 por 40cm.
2º)El cuaderno-test que contiene las diversas pruebas del examen miokinético (y que describiremos seguidamente).
3º) Media docena de chinches de dibujo.
4º) Un par (por lo menos) de lápices Faber (N9 2) bien afilados.
5º) Una hoja de papel, de cartón o cualquier otro objeto liviano y no transparente, de forma rectangular y suficientemente grande para que al ser interpuesta entre los ojos del sujeto y el test le prive la posibilidad de verlo.
6º) Una regla graduada en milímetros.
7º) (Eventualmente) un cronógrafo.
b) Instrucciones previas
La prueba ha de realizarse hallándose el sujeto cómodamente sentado ante una mesa o mesilla que sea lo suficientemente baja como para que pueda levantar con facilidad los codos sobre ella (de un modo aproximado, su altura ha de ser tal que llegue a 5 o - todo lo más - a 10 cm. de la cicatriz umbilical del sujeto sentado) .La distancia del cuerpo del sujeto a dicha mesa será la habitual para la escritura, más no así su posición, pues ésta no puede ser torcida sino perfectamente paralela al eje longitudinal. Se fijará con las chinches, centrándola bien sobre el tablero, la primera página interior del cuaderno-test. El tablero, a su vez se centrará bien sobre la mesa y quedará colocado de tal suerte que su línea media coincida con el plano medio o sagital que divide exactamente al sujeto en una mitad izquierda y otra derecha igualmente, las líneas horizontales dibujadas en el centro de dicha: página habrán de quedar paralelas al eje longitudinal de la mesa y a la superficie corporal anterior del examinado. Una vez esto conseguido, se advierte al sujeto que se le van a hacer trazar "unas rayas y diversas líneas para comprobar la precisión seguridad de su pulso". Se le agrega a continuación que "deberá r trazarlas sin apoyar la mano ni el codo en ningún sitio, es decir, dibujar al aire y moviendo su brazo libremente". Finalmente, se le dice que " al principio hará esas líneas viendo el modelo, pero que luego se le interpondrá una pantalla y deberá seguir haciéndolas de memoria, esto es, sin ver; a pesar de lo cual no podrá interrumpir su trazado y tratará de seguirlo como si estuviese viendo lo que hacía".
c) Técnica propiamente dicha
El P. M. K. consta en realidad de cinco partes seriadas:
a) Kinetogramas lineales (fundamentales);
b) líneas en zigzag;
c) escalera círculos;
d) cadenas;
e) paralelas y U.
Puede decirse, sin gran exageración, que los datos esenciales se obtienen ya en su parte primera, siendo las restantes destinadas a comprobarlos, ampliarlos o rectificarlos. Por esto no siempre es necesario realizar la totalidad del "test pero siempre lo es, efectuar, cuando menos, su parte primera. Como todos los "tests", debe ser repetido al cabo de un determinado intervalo (no inferior a 24 horas y, de preferencia, a una semana) con el fin obtener una idea de la constancia o fidelidad de los datos obtenidos. En todo caso, ésta y otras - siempre deseables - repeticiones se guiarán por las mismas instrucciones que la ejecución original.
Obtención de los kinetogramas lineales.
Una vez colocado el sujeto en posición correcta se le indica la horizontal derecha de la primera página del P. M. K. y se le dice: "Haga el favor de tomar el lápiz con su mano derecha y repasar de uno a otro extremo esta línea. haciendo un movimiento de vaivén. sin levantar el lápiz, procurando no salirse de ella. Recuerde que no puede apoyarse en ningún sitio ni ha de pararse aun cuando yo le tape la vista. Ha de continuar siempre repasando la misma línea hasta que yo le diga "basta". Tratándose de personas poco comprensivas lo mejor es que el examinador acompañe las instrucciones con la acción y, sentándose en lugar del sujeto, le indique con su ejemplo lo que espera de él) .En ésta como en las 5 restantes líneas de la página se permite al examinado hacer tres movimientos completos de vaivén bajo el control visual y a continuación, sin interrumpir el movimiento, se obtienen 10 trazados completos a ciegas, o sea, con interposición de la pantalla.
Una vez obtenido el trazado de la horizontal derecha se pasa a la línea sagital derecha; luego se procede a obtener los de la horizontal y la sagital izquierdas, pasando el lápiz a esta mano. Finalmente, se coloca el tablero en posición vertical y se obtienen - siempre renovando la instrucción de mantenerse sobre la línea modelo - los trazados de la vertical derecha e izquierda.
Para evitar que el sujeto vea lo que acaba de hacer y se desanime o intente corregir su desviación en el trazado siguiente, hay que procurar tapar, con la misma pantalla que ha servido para privarle del control visual, dichos trazados, tan pronto como han sido realizados. Si la curiosidad del examinando es tal que insiste en saber lo que ha hecho se le promete que se le enseñará todo el trazado al final de la prueba. Para facilitar la evaluación de los resultados es muy conveniente que el examinador marque con dos puntos rojos los extremos de la última línea trazada por el sujeto.
Obtención de los zigzags.
Terminado el trazado de los kinetogramas lineales se dobla la hoja y se fija nuevamente con chinches la página siguiente, en cuyos extremos inferior y superior se hallan impresos los modelos de las líneas de zigzag.
Se empieza por la obtención del denominado zigzag "egocífugo", o sea de avance del sujeto a partir de su cuerpo hacia fuera (dirección Yo - Mundo exterior). Al sujeto se le hace tomar un lápiz en cada mano y se le dice: " Ahora tendrá la bondad de repasar estas líneas moviendo ambos lápices a la vez, hacia fuera y hacia dentro - como si tocase un acordeon - y cuando haya llegado al final las seguirá trazando sobre el papel blanco, procurando conservar su tamaño y su dirección, de modo que el dibujo sea lo más regular y exacto posible al modelo". La tendencia natural del sujeto es la de realizar la prueba con los codos más bajos que la mesa, pero el examinador se los levantará a unos cinco centímetros por encima de ella, advirtiéndole que lo hace para evitar que al avanzar en el trazado tropezase su antebrazo con el borde; esta precaución es indispensable, como también lo es la de evitar que durante la ejecución del zigzag, empiece a mover ambas manos en el mismo sentido ( o sea, que trace dos zigzags homólogos en vez de opuestos) .Tratándose de sujetos distraídos, confusos o poco inteligentes, hay que asegurarse de que han comprendido bien la forma del trazado, pues de lo contrario pueden propender a invertirla haciendo lazo en vez de ángulo: (α en vez de <) y esto es de suma importancia pues como más adelante veremos podría originar una equivocación lamentable con la llamada "reversión esquizofrénica". Conviene asimismo evitar el temor que algunos examinan dos tienen de que "se les acabe el papel" dicién- doles: "Usted siga haciendo el trazado hasta que yo le indique 'basta' y no tenga cuidado de que lo haré antes de que usted vaya a salirse del papel". La pantalla se interpone cuando el sujeto ha realizado ya tres movimientos completos sobre el papel blanco (o sea, que ha hecho seis zigzags, los tres del modelo y los tres primeros originales).
Una vez obtenido el zigzag de dentro hacia fuera (egocífugo) se tapa y se procede a obtener el de afuera hacia dentro - que corresponde a los modelos situados en la parte superior de la página (por fuera de los ya seguidos) .Para ello se invita al sujeto a que, siempre con los codos en el aire, repita el trazado "volviendo hacia abajo" (en realidad, hacia dentro, o sea, siguiendo la dirección "egocípeta" : Mundo exterior -Yo).
Algunos sujetos propenden a no apoyar apenas los lápices sobre e] papel; en tal caso (ya habrá sido observada esa tendencia en la prueba anterior) se les advierte previamente de que marquen con mayor firmeza la línea para que pueda ser vista luego sin dificultad. También debe advertírseles que procuren conservar la misma velocidad de mo-vimiento durante su ejecución. No obstante esta advertencia, en los estados de ansiedad y excitación se produce una aceleración en el transcurso del trazado, en tanto que en los estados de inhibición y estupor se origina un retardo que puede conducir incluso ala detención del tra.ado a medio hacer; en este último caso no debe reanudarse sin marcar debidamente el examinador -con su lápiz- el punto de interrupción.
Trazado de la escalera y el círculo
Doblado nuevamente el cuaderno-test sobre la página correspondiente a estos modelos y fijado con las chinches, se procede a elevar verticalmente el tablero, de suerte que la escalera superior quede a la izquier da del sujeto y el círculo a su derecha. La instrucción que se le da es la siguiente: "Ahora le ruego que siga el dibujo de esta escalera, repasando estos peldaños con su lápiz y continuándolos hacia arriba y a la derecha, sobre el papel blanco, siempre sin apoyarse (el examinador debe trazar sobre cualquier papel blanco el movimiento que espera obtener del sujeto). No se detenga ni descanse durante la prueba; procure hacer todos los peldaños iguales, tanto al subir como al bajar. Recuerde que cuando le interponga la pantalla usted ha de seguir haciéndolos de memoria".
Cuando el sujeto está a punto de alcanzar el borde superior del papel se le invita a detenerse ya descender, tal como ya se le había indicado,.
Al llegar cerca de su borde derecho se le dice: "¡basta!". A continuación se le enseña el círculo (superior derecho) y se le ruega lo repase sin salirse de él continuamente. Cuando ha hecho tres vueltas completas se le interpone, como siempre, la pantalla y se obtienen, a ciegas, diez vueltas más. Una vez terminada la prueba con la mano derecha, se da vuelta la página y se procede a realizarla con la mano izquierda, a partir de la escalera que entonces queda a mano derecha y que deberá ser continuada hacia arriba y a la izquierda primero, y hacia abajo y a la izquierda después. Análogamente se procede a obtener el trazado circular con la mano izquierda.
Obtención de las cadenas.
La siguiente página del cuaderno-test tiene, como puede ver el lector en la figura correspondiente, seis grupos de tres eslabones que sirven para formar ocho cadenas, de la siguiente manera: los dos inferiores centrales han de ser prolongados por el sujeto, hacia fuera, constituyendo las cadenas "egocífugas"; los dos grupos centrales externos sirven a la vez para iniciar las cadenas "egocípetas", y cuando se pone el tablero vertical, constituyen la partida para las cadenas "ascendentes" ; los dos grupos centrales superiores son el principio de las cadenas "descendentes". El orden de obtención es éste: a) cadena egocífuga y egocípeta de mano derecha; b) íd. de mano izquierda; c) cadena ascendente y descendente de mano derecha; d) íd. de mano izquierda.
Las instrucciones que se dan al sujeto son: "Haga el favor de repasar con el lápiz, uno a uno los eslabones de esta cadena y continúela en la misma dirección, tratando de hacerlos todos iguales. No ha de apoyarse en ningún sitio para dibujarlos y ha de levantar el lápiz cada vez que termine uno. Procure no torcerse y siga haciendo eslabones, hasta que le digan basta, sin pararse cuando le interponga la pantalla".
Las cadenas sagitales serán dibujadas con el antebrazo en la misma posición para el zigzag, o sea, teniendo el codo en el mismo plano que la. mano (a unos centímetros por encima. de la superficie de la mesa). Las verticales también habrán de ser trazadas con los codos más elevados que el plano de apoyo del tablero y habrá de serle advertido al sujeto que no tema el salirse del papel (pues de lo contrario podría observarse una disminución de la amplitud del ascenso que no fuese debida aun factor intrínseco, sino extrínseco, de la actitud que se quiere evaluar).
Trazado de las paralelas y U.
A él corresponden las dos últimas páginas del cuaderno. En la de la izquierda - por la que deberá empezarse - se hallan dibujados dos pares de paralelas que habrán de ser divididos en toda su extensión, mediante horizontales transversales, en partes iguales a la marcada en su extremo inferior (v. figura) .Por encima se hallan dos U. La prueba se empieza con la mano derecha y se dice al sujeto: "Haga el favor de dividir este espacio en partes iguales a ésta (se la indica con el dedo o con el lápiz) trazando líneas paralelas como ésta (se hace una sin apenas marcar sobre el papel) y procurando no salirse de los márgenes. Siempre empezará el trazado de izquierda a derecha y continuará realizando el trabajo, a ciegas, hasta que yo le diga basta". Se le deja trazar tres paralelas con el auxilio visual y se le interpone acto seguido la pantalla, hasta que alcanza el final o está a punto de salirse, lateralmente, del papel. A continuación se obtiene el trazado homólogo con la mano izquierda, dibujando esta vez de derecha a izquierda. Finalmente, se levanta el tablero y se invita al sujeto a seguir o repasar la U del propio modo que antes hizo con el círculo.
Terminada esa página se procede en la siguiente al mismo ejercicio pero en sentido egocípeto, o sea, empezando a dividir la distancia desde el extremo más alejado del cuerpo y acercándose progresivamente a éste. Finalmente, se repasan las U colocadas en la porción inferior de la página (siempre se le permiten al sujeto tres movimientos completos bajo el control visual y se obtienen a continuación otros diez sin él).
d) Datos a considerar en el P.M.K.
Son de dos órdenes: gráficos (registrados permanentemente en el "test") y verbomotores extrínsecos (gestos, actitudes, y comentarios del sujeto durante o después de la ejecución gráfica) .Accesoriamente, por ahora, hay que considerar también los datos cronológicos, o sea, los tiempos de ejecución de las diversas fases del "test" ; éstos, en general, se .hallan en relación con el denominado "tempo psíquico" individual, toda vez que no se le señala al examinando ningún ritmo determinado para sus movimientos y se le deja en plena libertad - en límites prudenciales - para realízarlos de prisa o despacio.
En gracia a la brevedad, nos ocuparemos solamente de los más importantes o sean los gráficos. Estos consisten en todos los trazados hechos por el sujeto, y son, a su vez, subdivisibles en dos clases: a) cuantitativos; b) cualítativos. Como quiera que el P. M. K. ha de ser realizado cuando menos en dos ocasiones distintas, tanto unos como otros datos también pueden ser considerados desde el punto de vista de sus interrelaciones (de constancia, fidelidad, periodicidad, etc.) mas en nuestro deseo de simplíficar al máximo y hacer práctica la exploración, nos referiremos tan sólo a los que resulten del examen aislado de cada P. M. K.
Empecemos, pues, por los datos cuantitativos correspondientes a cada una de las cinco fases descritas:
Datos de los kinetogramas lineales.
a) Tamaño lineal. - La longitud de los seis modelos es de 4 cm. Interesa saber si el tamaño de la primera línea trazada sin el control visual es mayor o menor de cuatro cm; interesa asimismo conocer el tamaño de la última línea trazada, con el fin de ver cuál es la tendencia general del sujeto (aumento, disminución, conservación del tamaño lineal inicial). Conviene asimismo establecer el promedio de tamaño lineal en cada mano y la mayor o menor constancia de este tamaño ( expresada en función del valor de la desviación media cuadrática) .
b) Desviación lineal directa.- Esta constituye el dato más significativo de los kinetogramas. Precisa considerar en ella su dirección y su intensidad. Existe una tendencia general, en los sujetos normales, a desviarse - en todo movimiento de vaivén - hacia la dirección en que se inicia el movimiento. No obstante, el valor de esta desviación es prácticamente despreciable, pues apenas si alcanza en nuestro "test", a unos milímetros. Su producción se explica por un fenómeno de auto- inducción motriz observable en el movimiento inicial, predominante sobre el de retorno.
Con el fin de eliminar, no obstante, la posibilidad de su aumento en sujetos "sugestionables", se aconseja que al verificar el control del "test" se les haga empezar el movimiento en la dirección contraria a la en que lo hicieron la primera vez.
Cada par de kinetogramas corresponde a un plano de movilidad distinto y sus desviaciones adquieren, asimismo, diversa significación según veremos más adelante. Ahora nos interesa aclarar que el sentido de la desviación viene dado por la relativa posición de la línea fina respecto a la modelo y en cuanto a su intensidad queda expresada por la distancia que hay entre los puntos medios de ambas.
Si bien lo corriente es que una vez iniciada la desviación lineal en un sentido persevere en él y aumente a medida que el sujeto sigue efectuando sus trazados, hay ocasiones en las que éste se corrige espontáneamente en el curso de los mismos, de suerte que la intensidad de la desviación durante el 39 ó el 49 movimiento, por ejemplo, resulta menor a la del último. Esto se da especialmente en personas inestable y dubitativas, que carecen de una orientación y una estructura caracterológica definida; cuando constituye un fenómeno que se produce en más de un trazado conviene estudiarlo aparte (haciendo trazar a sujeto, en vez de una misma línea en dos direcciones, líneas paralelas muy próximas y en dirección alternativamente opuesta; ello permite medir entonces junto a la desviación final - relativa - todas las desviaciones elementales (absolutas).
c) Desviación axial. -Ya no se trata aquí de un desplazamient total de las líneas, que "se salen por uno o por ambos extremos" sin de una torcedura del propio eje del movimiento, de suerte que la líneas basculan alrededor de su imaginario centro, o sea, que el trazado pierde su paralelismo respecto al modelo. Esta desviación puede observarse solamente en uno de los recorridos del vaivén (siendo compensada en el otro) o en ambos. Su valor patológico es, evidentemente, mayor en este último paso. Su intensidad se aprecia por los grados del ángulo formado por la línea más desviada o torcida y por la modelo; si se produce tan sólo en uno o en dos vaivenes pero las línea finales son correctas, habrá que atribuirla a momentánea distracción (o a cambio de postura kinética) del sujeto. Esta desviación es much más frecuente de observar en los kinetogramas horizontales y sagitales que en los verticales.
d) Desviación lineal secundaria.- Esta es la que se produce no en el sentido del movimiento sino en el plano perpendicular al mismo. Así, en el kinetograma horizontal derecho, la desviación lineal directa se producirá hacia la derecha, hacia la izquierda o en ambas direcciones, mientras la desviación lineal secundaria tendrá lugar hacia arriba (afuera) hacia abajo (adentro) o hacia arriba y abajo. Esta desviación secundaria, tratándose de personas normales y equilibradas es mayor que la directa y se explica, puesto que el sujeto aplica todos esfuerzo a no salirse de los extremos de la línea que dibuja, pero descuida la precaución de no cambiar de dirección en el momento mismo en que emprende el movimiento de retorno y entonces emerge la acción de la tensión predominante en el plano perpendicular al que dibuja. Esta desviación secundaria acostumbra por ello a encontrarse en relación con la desviación directa del kinetograma perpendicular; así, cuando un sujeto se desvía hacia arriba (afuera) secundariamente y hacia la derecha (directamente) en el kinetograma horizontal de mano derecha, es casi seguro que se desviará hacia la derecha secundariamente y hacia arriba (afuera) directamente en el kinetograma sagital de dicha mano. Podríamos decir que la tendencia reprimida durante la ejecución de un movimiento en vaivén aparece manifiesta durante la ejecución del otro y viceversa, originando de ,esta suerte una correspondencia entre las desviaciones directas y secundarias de los diversos kinetogramas, que será tanto más evidente cuanto mayor sea la fuerza de las tendencias existentes. La intensidad de esta desviación secundaria se mide por el máximo ancho del haz de líneas trazado en cada experiencia.
Datos del zigzag.
a) Mano dominante. -Siendo esta prueba realizada simultáneamente con ambas manos casi nunca se reparte de un modo igual el impulso kinético en ambas; de ordinario la atención del sujeto se concentra en la derecha y la izquierda sigue a ésta como una sombra; otras veces, por el contrario, es la izquierda la que acapara la atención y la derecha se reduce a acompañarla; otras, en fin, se alternan y suceden una y otra en su predominio. En casos patológicos puede observarse una cuarta posibilidad; cada mano va por su lado, independizada totalmente de su congénere obteniéndose entonces dos zigzags enteramente distintos. La dominante se revela, en primer lugar por ser la que avanza con mayor rapidez y, además por ser su trazo más seguro y rítmico.
b) Relación de las amplitudes (aberturas angulares) del movimiento egocífugo y egocípeto. - Para establecerla se toma con la regla una distancia de 10 cm. a partir del 5º zigzag hecho en cada dirección, sin control visual, y se cuentan el número de ángulos que se hallan en dicha distancia, determinando a continuación el cociente correspondiente. Si el zigzag egocífugo es aproximadamente igual al egocípeto, el valor de ese cociente será muy cercano a la unidad, ponién- dose en el numerador los vértices del movimiento egocífugo y en el denominador los del movimiento egocípeto, el cociente será tanto mayor cuanto más agudos sean los ángulos egocífugos (pues habrán más vértices en igualdad de distancia y aumentará el numerador); ello equivale a decir que cuando el movimiento de extensión del brazo se hace más difícil que el de flexión el cociente aumenta, y viceversa.
c) Presencia de ángulos nulos o inversos. - El predominio de la actitud de flexión sobre la de extensión en el avance sagital puede ser tan marcado que al llegar al término de la línea, y perder el impulso inicial, el nuevo movimiento carezca de impulso extensor y se haga sobre el anterior o, incluso, pierda terreno y dé lugar a un lazo: este fenómeno es designado con el nombre de reversión práxica y origina la presencia de ángulos nulos o inversos en el zigzag egocífugo. Pero también puede presentarse en el zigzag egocípeto, si el movimiento de extensión predomina grandemente sobre el de flexión, o sea, si el sujeto presenta una resistencia subconsciente para dirigirse contra sí mismo ( vulnerabilidad del Yo); en personas asténicas, tímidas y fatigables pueden observarse algunas de tales reversiones o anulaciones del avance egocífugo al final del zigzag, habiendo sido normal hasta entonces su avance; la significación patológica de este dato es tanto mayor cuanto más inicialmente se presenta en el curso del trazado y cuanto mayor es su frecuencia. Si ésta alcanza un cierto límite, se acompaña por lo demás, invariablemente de la desviación axial del zigzag, que señalamos a continuación.
d) Desviación axial. -Dejando aparte su amplitud y la regularidad de su trazado, el zigzag ha de tener una dirección que de acuerdo con el modelo, debe ser perpendicular al plano del sujeto. Raras veces se obtiene, sin embargo, tal rectitud de avance, siendo lo común el observar más en el zigzag egocífugo que en el egocípeto, una desviación o torcedura de su trazado. Esta puede ser uni o bilateral, abierta o cerrada, sinuosa, etc. Cuando predomina en el sujeto la actitud de introversión, el zigzag tiende a cerrarse, observándose, incluso, el entrecruzamiento de los lápices (ver fig. 3(d) ) que conducirá a la detención del trazado, a menos que una mano no vaya tan avanzada sobre la otra que no lleguen a tropezarse las puntas de aquéllos; por el contrario, cuando existe una tendencia ala abducción aumento del "espacio vital" el zigzag se abre en el movimiento egocífugo, "como si fuese a recoger el Mundo entre sus brazos". En el movimiento egocípeto, coincidiendo con la presencia de reversiones, puede observarse también la desviación axial del zigzag, en una o en ambas manos, con tendencia a salirse del papel, cual si el sujeto subconscientemente tratase de eludir el contacto de los lápices con su cuerpo.
e) Pérdida de la configuración práxica. -Su significado es netamente patológico y consiste en la "desorganización" del doble movimiento zigzagueante, que es entonces sustituído por un verdadero barullo de movimientos elementales, de diverso tamaño y dirección, en una o en ambas manos. Los casos más evidentes de esta pérdida corresponden a trastornos lesionales del neuroeje y a psicosis procesales, según veremos pronto.
Datos de la escalera y el círculo. - Como sabemos se trata de una prueba hecha sobre el plano vertical y destinada principalmente a comprobar los resultados de los kinetogramas verticales. He aquí los datos esenciales, que precisa considerar en ella:
a) Relación entre el número de peldaños o escalones ascendentes y descendentes.- Para obtenerla se traza una horizontal que parte del tercer peldaño trazado sin control visual y corta el trazado descendente en el otro extremo. Se cuenta entonces el número de escalones que haya cada lado y se pone en el numerador el de los ascendentes y en el denominador el de los descendentes. Si el "ascenso" ha sido más difícil que el descenso, la altura de los peldaños habrá sido menor, el trazo horizontal habrá descendido haciéndoles perder altura y, por tanto, habrá más peldaños, el numerador será mayor y el cociente sobrepasará de la unidad. Viceversa, si el ascenso ha sido fácil y el descenso se ha hecho venciendo una tendencia al movimiento ascensional del brazo, sucederá exactamente lo contrario y el cociente será una fracción.
b) Amplitud relativa del trazado en sus dos verticales.- Esta se encuentra por lo general, en relación con la mayor o menor dificultad de su ejecución: por regla general cuanto más fácil resulta el movimiento de ascenso o descenso, más tiende a predominar sobre el trazo horizontal y por tanto resulta más estrecha la amplitud de la escalera, en cambio cuando hay dificultad en el ascenso o descenso, se exagera la longitud de las horizontales, porque éstas sirven de "descan- so" relativo al sujeto en su trabajo.
c) Presencia de reversiones. -En personas de escasa inteligencia o en las que sufren de trastornos psicóticos, se observa a veces una inversión o reversión del trazado de alguno o de varios peldaños. En ocasiones, sin llegar a producirse tal reversión, se contiene una alteración de su forma, dibujando el sujeto una serie de dientes, en vez de peldaños (v. figura 3(c) ). Finalmente, también existe la tendencia, en personas torpes, a agudizar los ángulos rectos de los escalones, realizando más bien un zigzag vertical que una escalera.
d) Desorganización de la configuración práxica. - Netamente patológica es la pérdida de la integración del movimiento, que lleva como consecuencia la "desaparición" de la figura de la escalera y su sustitución por una serie de garabatos más o menos imbricados e inexpresivos.
e) Desplazamiento del círculo y alteración de su tamaño. -El tamaño de los círculos dibujados sobre el modelo varía en correspondencia con lo observado en el tamaño de los kinetogramas respectivos. y lo propio debe ocurrir en su desplazamiento, en relación con el de los kinetogramas verticales. Siempre que existe una disminución de la energía o carga psicomotriz liberable se observa una "caída" de los círculos. Cuando existe un aumento (por excitación) se observa una "elevación"; ambos movimientos acostumbran a asociarse a un desplazamiento secundario, hacia la izquierda o la derecha (cual ocurre en los kinetogramas). Por lo general el descenso y la interiorización, el ascenso y la exteriorización de los círculos. Como más adelante veremos, en los estados de ansiedad se nota un constante aumento del diámetro circular (fenómeno de "heating" o "calentamiento") producido por una irradiación fácil del esquema de movimiento,
Datos obtenidos de las "cadenas". -Estas constituyen una variante para comprobar los datos de los kinetogramas, de zigzag y de escalera. En ellas se aprecian mejor que en ninguna otra parte del "test" las variaciones cualitativas constituyentes del "estilo" individual. No obstante, ahora nos referiremos tan sólo a las alteraciones cuantativas, que han de anotarse y que son las siguientes:
a) Relación entre el tamaño inicial y el final de los eslabones.- Este dato ha de hallarse en correspondencia con su homólogo en los kinetogramas respectivos.
b) Tendencia a la "rotura" o, viceversa, al "apelotonamiento" de la cadena. -La primera se origina cuando la precipitación del movimiento de avance en el trazado da lugar a que los eslabones se suelten, es decir, no queden imbricados como en el dibujo modelo. La segunda se observa cuando a consecuencia de lo contrario - falta de impulso para avanzar en la dirección emprendida - el sujeto vuelve dibujar sobre el mismo sitio o incluso retrocede, de suerte que en vez de cadena termina dibujando un ovillo.
c) Grado de "cerrazón" de los eslabones.- Según termine el sujeto cada eslabón antes de llegar al punto de partida o después, queda aquél abierto o supercerrado; en el primer caso hay que suponer un descuido en la terminación; en el segundo, un exceso de precaución o perseveración en la ejecución de cada movimiento elemental.
d) Levogiria o dextrogiria de los círculos.- Los eslabones pueden hacerse trazándolos en el sentido de las agujas de un reloj (dextrogiria) o viceversa. Conviene anotar este dato, pues casi siempre corresponde al predominio de rasgos de extrogiros o levogiros en la escritura. (Hay que tener en cuenta que la mano derecha es ordinariamente dextrogira y la izquierda levogira).
e) Grado de rectitud de la cadena.- Este suele ser homólogo de zigzag, en las cadenas sagitales, y en las verticales se altera de acuerdo con la dificultad de su trazado (coincidiendo el apelotonamiento la torcedura). Hay que tener presente que es excepcional no observj una leve desviación en esta prueba ya que en ella la conservación y la dirección se halla dificultada por las continuas interrupciones de trazado (es en efecto, la parte más "discontinua" del P. M. K.).
Datos de las paralelas y las UU.- La prueba de las paralelas tiene por objeto comprobar y ampliar los datos obtenidos en los trazados sagitales (kinetogramas, zigzag y cadenas correspondientes). Interesa principalmente en ella saber si el movimiento de avance hacia fuera y hacia dentro es regular o irregular, se encuentra facilitado, dificultado, o esencialmente alterado, pues nuestra experiencia nos demuestra que es en el plano sagital en donde mejor se revelan las alteraciones de la relación Yo-Mundo (esencial para la conservación del equilibrio psíquico) .En efecto, trazados más o menos anormales horizontal y vertical son aún compatibles con una normalidad de la conducta exterior, en tanto ésta se halla siempre alterada cuando se observan modificaciones sensibles en dicho plano sagital. He aquí, pues, los datos que habrá que obtener o buscar en esta fase del P. M. K.
a) Relación entre la amplitud de la división modélica y el promedio de las trazadas por el sujeto, en cada mano y dirección.- La anchura de la división que sirve de modelo es de 8 mm. y constituye el numerador del cociente, cuyo denominador se obtiene con la media aritmética de cada una de las cuatro series de divisiones realizadas por el sujeto. Consiguientemente se obtienen 4 cocientes (correspondientes a los movimientos egocífugos y egocípetos de cada mano). Estos serán mayores o menores que la unidad, según el promedio de las divisiones trazadas por el sujeto no llegue o exceda respectivamente a la amplitud de la que sirve de modelo.
b) Diferencia entre las tres distancias máximas y mínimas de las divisiones de cada serie.- Se obtiene el promedio de las 3 divisiones más amplias y el de las más estrechas (a veces resultan ne- gativas, o sea, que el sujeto en realidad ha invertido el sentido del movimiento). (Siempre que esta diferencia sobrepasa el valor de la amplitud de la división modelo hay que suponer que se halla perturbada la variabilidad normal) .
c) Valor máximo angular de la torcedura lineal. -Respecto a las paralelas modélicas. Se mide con el goniómetro en cada serie.
d) Desviación del trazado respecto a las paralelas marginales o mayores.- Esta corresponde a la desviación axial del zigzag y en condiciones normales se halla en relación con la desviación respectiva de los kinetogramas horizontales.
e) Presencia de cruces. -Cuando la tendencia opuesta a la del avance (en cualquier sentido) es intensa, ocurre que en el curso del movimiento la mano retrocede oblicuamente y la línea que traza corta a la precedente, en forma de X, cruz o aspa de molíno. Si esto se produce con cierta frecuencia, es seguro que han de observarse reversiones en el zigzag. En cambio la recíproca no es verdadera, pues la reversión en éste puede ser debida a descuido de conservar Ia forma por parte del sujeto, si éste es poco atento. Por ello damos más valor patológico a la presencia de cruces en las paralelas que a la de reversiones en el zigzag y concedemos el máximo crédito a la conjunción abundante de ambos datos.
f) Valor medio del tamaño lineal y tendencia dominante en su variación.- La relación entre el promedio de longitud de las líneas horizontales trazadas por el sujeto y la longitud de las lineas modelo habrá de ser comparada con la existente entre los términos correspondientes de los kinetogramas horizontales. De otra parte, por el hecho de no superponerse aquí las líneas como en ellos es fácil apreciar si existe una tendencia determinada al aumento o a la disminución del tamaño lineal - tendencia que puede ser independiente de la tendencia al aumento o a la disminución del avance sagital. Asimismo se observará si existen "fluctuaciones" en dicha tendencia (lo que es característico de las personalidades inestables) .
Las UU constituyen el último control de los datos obtenidos en los planos vertical y sagital. En ellas los movimientos fundamentales, de ascenso y descenso, extensión y flexión, se hallan separados por un intervalo neutro, representado por el trazo horizontal intermedio, interruptor del movimiento bifásico, de vaivén. Gracias a este artificio se evita un tanto la denominada "sugestibilidad motriz" o mejor, automatismo kinético, que lleva a la perseveración y exageración de las desviaciones iniciales (en virtud de un fenómeno d inducción recíproca) y, de otra parte, se complica el molde (pattern) kinético, revelando así trastornos leves, que podían quedar disimulados en las pruebas anteriores. Los datos a observar en este caso son el tamaño inicial y final de las UU; su desviación directa y secundaria; su rectitud o su torcedura axial y sobre todo la correspondencia entre ellos y los obtenidos en las fases anteriores del P. M. K.
Resultados normales y patológicos.
Hemos operado hasta ahora con los siguientes grupos de sujetos
a) Adultos supuestos normales, de ambos sexos (87V (varones) y 63H (hembras)).
b) Adultos d'élite, seleccionados por su demostrado equilibrio y armonia de carácter (18V y 11H) .
c) Niños normales o levemente psicópatas, de 7 a 13 años (25V y 6H) .
d) Jóvenes y adultos mentalmente anormales en el momento de examen (482V y 456H)
La elaboración estadística adecuada de estos resultados no está terminada y, de otra parte, aproximadamente el 20 % de los casos no tiene examen repetido o lo ha sido con alguna variación de técnica, por lo que se hace imposible usarlos con garantía. Debido a ello, todo cuanto vamos a exponer es provisional, aun cuando dudamos que pueda ser esencialmente modificado por elaboraciones estadísticas más completas. Precisa agregar que algunos datos concretos han sido investigados en grupos sociales específicos (delincuentes, etc.) por algunos colaboradores, pero a ellos no vamos hacer referencia en este artículo destinado exclusivamente a exponer lo que de el P. M. K. interesa al neuropsiquiatra.
Grupo de adultos normales.
Los resultados globales indican lo siguiente:
1º Es normal una disminución del tamaño lineal del primer líneograma trazado sin control visual en los kinetogramas horizontal y sagital derecho (promedio de longitud igual a 3,6 cm. contra 4 cm. del modelo) .Esta disminución es mayor en el grupo femenino (3,5 cm.)
2º Existe en todo el grupo una leve tendencia al aumento del tamaño lineal a lo largo de la ejecución de los trazados, de suerte que, p. ej., el promedio de tamaño del líneograma final de las horizontales derechas es de 4,4. (dicha tendencia al aumento del tamaño lineal se observa más claramente en los kinetogramas verticales, si bien en éstos se manifiesta principalmente a expensas de la exageración del movimiento de descenso en las líneas finales (probable iniciación de fatiga muscular).
3º Los kinetogramas lineales de mano izquierda son mayores que los de mano derecha en todos los planos; en el horizontal los valores de los líneogramas inicial y final son, respectivamente, de 4,3 y 5cm.
4º Las desviaciones lineales directas, contra lo que podría imaginarse, no son sensiblemente mayores en los kinetogramas izquierdos. En conjunto su promedio es de 6mm. en mano derecha y de 8mm. en mano izquierda. En cuanto a su dirección, es muy variable, de unos a otros sujetos e, incluso, cambia a veces en un mismo individuo, pero puede afirmarse que acostumbra a producirse en el sentido del movimiento inicial en los líneogramas horizontales, en el de avance egocífugo en las sagitales y en el descenso en los verticales derechos. Si se designa con signos positivos las que corresponden a los movimientos de abducción, extensión y elevación del brazo y con signos negativos las contrarias, la suma algebraica de sus promedios en este grupo, es prácticamente nula, pero aún tiene signo positivo (0,01cm.). Un 85% de nuestros sujetos normales ha exhibido en alguna dirección desviaciones lineales cuyo valor oscila entre 1 y 2cm. Solamente un 2% ha tenido desviaciones aisladas de valor superior a 2cm. En ningún caso el promedio de las desviaciones ha excedido de 1,5 cm, y el promedio total de desviación del grupo es inferior al centímetro.
5º La desviación axial es insignificante a los kinetogramas lineales. Unicamente se la observa en los horizontales y sagitales izquierdos, de siete casos (entre 150) con un promedio de valor angular de 7º.
6º La desviación lineal secundaria es sensiblemente mayor en la mano izquierda que en la derecha, pero no tenemos calculados sus promedios. De todas suertes, son inferiores a los de los grupos patológicos
7º La correlación entre las desviaciones lineales directas (provistas del signo algebraico correspondiente de acuerdo con el criterio señalado en el apartado 4) de una y otra mano, en los kinetogramas lineales, expresa lo que podría denominarse el grado de simetría entre las pulsiones predominantes en ambos hemisferios cerebrales. Cuanto menor sea esta correlación mayor será la desarmonía en la praxia y más difícil será que la conducta individual sea flúida. Por ello he dado a ese valor el calificativo de "coeficiente de coherencia", Cabía esperar que en el grupo de adultos normales fuese mayor que en lo diversos grupos psicopáticos y menor que en el de los adultos seleccionados; así ha sido en realidad (CC, igual 0,74, 0,53 y 0,85, respectivamente, en 20 casos de cada grupo).
8º La correlación entre las desviaciones directas de una sola mano, en dos pruebas idénticas pero intercaladas, de la hoja de kinetogramas lineales arroja la denominada "constancia" o "fidelidad" de los rasgos revelados por el "test", Con inicial sorpresa vimos, ya e 1939, que es mayor para los kinetogramas izquierdos que para los derechos, lo que prácticamente significa que, excepto en las personas zurdas, la mano derecha es más inestable en sus resultados y refleja mejor las variaciones momentáneas de las actitudes del sujeto, en tanto la izquierda es menos influenciable por ellas y conserva de un modo más permanente sus desviaciones, Así, en 20 casos el valor medio de dicha correlación ha sido de 0,73 para los kinetogramas derechos y 0,88 para los izquierdos.
Grupo de adultos d'élite.
Es evidente que, dada la frecuencia de la denominada "personalidad psicopática" el empleo indiscriminado del "hombre de la calle" para obtención de medidas que sirvan de modelo al concepto de equilibrio psíquico es un tanto aventurado. Por ello, al empezar mi investigación decidimos con el Prof. Aubrey Lewis, crear un pequeño grupo control formado por personas acerca de las cuales - por sus antecedentes y conducta - existiesen seguridades de que no se hallaban afectadas de anomalías caracterológicas ni de fuertes taras genotipicas. Los resultados obtenidos en Londres con ese grupo me convencieron de la bondad del P. M. K. ya que en él obtuvimos una limpieza de trazados y un promedio tan escaso de desviación que confirmaba nuestra sospecha de que en el grupo anterior existiesen psicópatas indiagnosticados y, a la vez daba los medios para diferenciarlos. En los dos años que llevo en la Argentina he cambiado la técnica primitiva lo suficiente como para necesitar una nueva comprobación y por ello me he esforzado en reunir otro grupo control; en conjunto he obtenido los kinetogramas de dieciocho varones y once mujeres que podrían ser considerados como "super-normales", no desde el punto de vista de su inteligencia sino de su serenidad, cordura y armonía de conducta. He aquí, brevemente resumidas sus principales diferencias respecto al grupo de adultos indiscriminados: a) menor diferencia entre los tamaños lineales, los modelos y los trazados; b) menor promedio de desviaciones lineales directas y secundarias; c) ausencia total de desviaciones axiales; d) mayor valor de los coeficientes de coherencia y de constancia. En gracia al ahorro de espacio - y por no ser esenciales para nuestro propósito - omitimos los datos estadísticos concretos, que figurarán en la monografía que publicaremos en el lndex sobre el particular.
Grupo de niños.
Este es el punto medio de nuestro trabajo, pues por falta de tiempo no poseemos material suficiente ni datos dignos de confianza para asentar conclusiones, siquiera fuesen éstas de tipo provisional. No obstante, la simple visión global de los trazados obtenidos en los treinta y un casos que hemos explorado, sirve para demostrar cómo gran parte de las alteraciones que serán descriptas en los grupos de adultos patológicos se encuentran, incluso exageradas, en los trazados infantiles. Ello confirma la certeza de los puntos de vista jacksonianos y freudianos, acerca de la regresión de las funciones mentales en las psicosis.
Otro hecho, de singular importancia, a mi entender, emerge de tales trazados y es la escasa diferencia cualitativa que se observa entre los de la mano derecha y los de la mano izquierda antes que el sujeto llegue a dominar con la primera la escritura. Ello confirma, desde otro punto de vista, lo que ya podía suponerse de antemano: la mano derecha se halla más en relación con la personalidad y la izquierda con la persona individual; por hallarse aquélla apenas desarrollada en los niños, ambas manos expresan casi idénticos datos, en tanto en los adultos cultivados o culturados su mano izquierda revela el aporte genotípico y fenotípico primario, a veces en contraposición con el aporte paratípico secundario (o expresado de otro modo: la mano izquierda es "temperamental" y la derecha caracterológica).
Es singularmente característico de los trazados infantiles la falta de integración de las configuraciones complejas y la desviación axial en el plano sagital; ésta es producida porque al privárseles de visión les falta posibilidad de compensar la tendencia instintiva a moverse la mano, el lápiz y el codo en un mismo eje (oblicuo) correspondiente al plano de semiflexión en que aquellas partes se hallan colocadas respecto al brazo. Por eso mismo se explica la tendencia infantil a torcer la cabeza al escribir y a torcer, análogamente el papel hasta colocarlo en posición perpendicular a dicho eje. Esa función compensadora, secundaria, sería la que inicialmente se pierde tan pronto como se desorganizan las coordenadas del espacio-tiempo racional (de las que dependen, a su vez, las formas lógicas del pensamiento) .
La similitud entre algunos kinetogramas infantiles y de adultos patológicos es tal, que en ausencia de todo otro dato, puede resultar difícil diferenciarlos; no obstante, los primeros se distinguen generalmente por la imprecisión y disritmia de los movimientos elementales, en tanto en los segundos predomina el trastorno en la coordinación de los mismos (o sea, que los niños propenden a mostrar alteraciones del impulso intrakinético que priman sobre las anomalías interkinéticas).
Jóvenes y adultos mentalmente anormales en el momento del examen.
Este grupo, sin duda el más numeroso de nuestro material, pues comprende novecientos treinta y ocho casos, puede ser descompuesto en varios subgrupos. de acuerdo con la psicopatología predominante en ellos. Es de notar que el P. M. K. ofrece datos suficientes para inducir dicha psicopatología en correlación con las manifestaciones clínicas y con los antecedentes personales, según vamos a ver seguidamente. No obstante, tratándose de una prueba de actitudes de reacción, en las que el contexto verbal puede servir para expresarlas o para disimularlas, el control de su resultado habrá de ser establecido no tanto con las manifestaciones apreciables por el lenguaje como con los actos que la persona realiza cuando no se siente objeto de observación. Empezemos por resumir los resultados que ha proporcionado el P. M. K. en la más común de las formas psicóticas: la esquizofrenia
a) Enfermos afectos de síndromes esquizofrénicos.
En este material clínico podemos diferenciar los siguientes cuadros: 1º Formas reactivas; 2º Brotes procesales iniciales; 3º Procesos temporalmente inactivos (por insulinización o por remisión espontánea) ; 4º Formas terminales, con destrucción y reversibles de la personalidad (demencia esquizofrénica, o mejor, estupidez final (Verblodüng), de Kraepelín).
Antes de anotar sus características diferenciales en el P. M. K., precisa decir que los elementos anormales hallados en los casos en los que el diagnóstico clínico del síndrome esquizofrénico era indudable, han sido los siguientes: a) Desorientación o torcedura axial, preferentemente visible en los kinetogramas sagitales; b) Tendencia a la reversión del movimiento en curso; c) Tendencia a la desintegración de las configuraciones; d) Irregularidad funcional, evidenciable unas veces en el agotamiento del impulso y otras en bruscos refuerzos de su velocidad, intensidad y extensión; e) discronología o falta de sincronía en los movimientos combinados y simultáneos dé ambas manos en el zigzag.
A estos signos hay que agregar una peculiar impresión global y cualitativa de todos los trazados que les da una borrosidad y una falta de estilo, o sea, una pluriformidad correspondiente a la falta de unidad que se observa en la síntesis personal de su autor. Veamos, ahora, cómo se combinan tales signos en las formas clínicas antes mencionadas:
Formas reactivas del síndrome esquizofrénico. -Por tales entendemos aquellas en las que la sintomatología, por aparatosa que sea, resulta comprensible psicológicamente y condicionada o motivada por conflictos y situaciones de orden psíquico, o capaces de alterar los modelos de reacción individual sin comprometer seriamente la arquitectura fundamental de la personalidad y, por tanto, susceptibles de una curación completa. Pues bien; estas formas se denotan en el P. M. K. por el predominio de las alteraciones en la mano que el sujeto controla mejor habitualmente (derecha en los diestros, izquierda en los zurdos); por la conservación satisfactoria de las configuraciones o "moldes cinéticos" de tipo completo (escaleras, cadenas, UU) y por el escaso valor de la desorientación axial en comparación con el gran valor de los signos de introversión y negativismo activo (gran interiorización de los kinetogramas horizontales y numerosas reversiones del zigzag en su período terminal).
Brotes procesales iniciales. -En ellos hallamos casi constantemente el denominado "enfoque paranoide", caracterizado por la confluencia de las desviaciones directas de los kinetogramas derechos hacia el centro del papel. Asimismo se aprecia la presencia de reversiones y torcedura axial en el zigzag, el cruzamiento de las paralelas y la desviación de las UU; principalmente en los trazos egocífugos, Pero todavía se conservan bastante bien las configuraciones complejas es decir, no se pierde el estilo ni la arquitectura general de los moldes kinéticos iniciados bajo el control visual. En la medida en que e] proceso avanza y empieza la desintegración de las capas profundas de la personalidad, es decir, en la medida en que se establece la rigidez el tabicamiento y esquizofrenización de la individualidad - por avanzar la disgregación y la interceptación de las vías psiconéuricas - van nivelándose los síntomas en ambas manos y, sobre todo, van siendo afectadas las formas globales de los trazados kinéticos: las cadenas se retuercen, dislocan y nebulizan, la escalera empieza a transformarse en un agregado incoherente de movimientos y el zigzag desaparece como tal, dando paso a una franja espesada en unas zonas y aclarada en otras pero siempre borrosa por entrecruzamiento de líneas en diversas direcciones. Cuando a esto se llega en ambas manos no hay duda de que han habido brotes anteriores o de que se trata de una forma de "esquizocaria" (esquizofrenia catastrofal de Mauz), en la que la virulencia del proceso conduce al derrumbe de la personalidad rápidamente. En ausencia de antecedentes genotípicos habrá que pensar entonces en algún factor de organicidad (lúes, toxemia, disendocrinia, etc.) complicante del morbo.
Procesos temporalmente inactivos.- Cuando bajo los efectos de la terapia o de la Vis medicatrix Natura se ha dominado sin el brote y el proceso permanece en fase de inactividad, no sólo se observa la re.estructuración casi satisfactoria de la personalidad (en virtud de la denominada "ortopedia psíquica" o, mejor, función re-menciadora) sino que en el P. M. K. se traduce tal cambio por la desaparición casi completa de las alteraciones de los trazados de la mano derecha, persistiendo, empero, los signos anormales en los de la mano izquierda (si el sujeto es zurdo este signo no tiene valor diagnóstico; no poseernos material para poder afirmar que en este caso se invierten los fenómenos) .La persistencia del proceso tras una aparente remisión se denota especialmente por la imprecisión y borrosidad de la escalera la cadena y el zigzag izquierdos, así como por el entrecruzamient< de las paralelas del propio lado.
Formas terminales. -Aquí se observa toda la gama de alteraciones en ambas manos. Singularmente destaca la gran desviación secundaria en las horizontales (o sea, imprecisión del kinetograma en la dirección más controlable) , así como la "disolución" de las configuraciones o moldes cinéticos, transformándose los líneogramas er verdaderas manchas de lápiz.
La aplicación de los modernos tratamientos (insulinoterapia, medunoterapia, electroshock) a los brotes esquizofrénicos permite condensar en breve tiempo su evolución y brinda excelentes ocasiones para ver el paralelismo existente entre la mejoría o la reintegración conseguida y la normalización de los kinetogramas. El P. M. K. señala con claridad si es o no de temer una reproducción del brote: cuando las alteraciones desaparecen en la mano derecha y siguen, casi inmodificadas o incluso, a veces, exageradas en la izquierda, hay que deducir que el sujeto se encamina a una curación "con defecto", por inactividad temporal del proceso, pero está expuesto aun nuevo brote, en cualquier momento. Precisamente la "limpieza" de la mano izquierda - es decir, la desaparición de las reversiones en sus sagitales - nos sirve de criterio para interrumpir o seguir a fondo el tratamiento, cuando ya ha sido obtenida la mejoría, aparente, de los síntomas de revestimiento.
b) Enfermos afectos de síndromes ciclofrénicos.
Es sorprendente la disminución de los diagnósticos correspondientes a estos síndromes, en comparación con el porcentaje que se admitía de ellos hace apenas dos decenios. En la estadística española correspondiente a 17.000 alienados, obtenida en 1933, se incluía todavía un 9,25 % de casos correspondientes a estas formas morbosas; en cambio, en la actualidad, apenas si en cualquier establecimiento psiquiátrico se consigue hallar un par de casos, en cada cien, que resulten típicos de las mismas. Ello se debe a que tan pronto como aparecen, en el curso de una psicosis, síntomas de la serie esquizófrenica se desvía el diagnóstico hacia esta constelación psicótica, sin tomar en consideración que raro es el caso de enfermedad mental en cuyo curso no aparecen manifestaciones de todas las posibles desviaciones del equilibrio reaccional y, por tanto, se hace necesario realizar una valoración de las mismas en orden de importancia antes de llegar a pronunciarse respecto a la naturaleza esencial del cuadro clínico.
Operando en el Maudsley Hospital de Londres con un reducido número de casos en los que el diagnóstico de síndrome maníaco o de síndrome melancólico venía confirmado por los antecedentes individuales y genotípicos y no dejaba lugar a duda, tuve ocasión de convencerme del importante hecho de que en ellos las alteraciones más evidentes de los kinetogramas tenían lugar en el plano vertical y por su magnitud correspondían a la intensidad de los síntomas funda- mentales de la denominada por Kretshmer "escala diatésica" (que va de la elación a la depresión, de la alegría a la tristeza, de la vivencia de "omniscencia" a la de "anulación y nadedad" del Yo). Correspondientemente a esos cambios en los denominados por Schneider sentimientos vitales, se observan cambios de la tensión psicomotriz que daban lugar a la facilitación de los movimientos de ascenso o descenso en dicho plano e imprimían variaciones típicas en las imágenes del P.M. K.
Como se hizo para las esquizofrenias, hay que diferenciar en las ciclofrenias diversos cuadros clínicos, de acuerdo con los resultados de este método. Helos aquí: a) Depresiones asténicas simples; b) Depresiones distímicas; o) Seudodepresiones ansiosas; d) Depresiones psi- cógenas (reactivas o situativas).
Depresiones asténicas.
En ellas se observa el descenso de los kinetogramas verticales, la "precipitación" de la escalera descendente, el apelotonamiento de la cadena ascendente y la ruptura de la descendente, así como la caída del círculo, mas no hay aumento de la agresividad (avance sagital) ni introversión de los kinetogramas lineales, ni alteración sensible de] tamaño lineal.
Depresiones distímicas.
En éstas los fenómenos de sufrimiento son más debidos a la "rabia que el sujeto siente contra sí" que a la ausencia de fuerzas o energías para reaccionar. Consiguientemente, si bien es cierto, que subsisten los signos depresivos antes descriptos, se acompañan de: manifiesta intro- versión de los kinetogramas horizontales, aumento e irregularidad del tamaño lineal y facilitación de] movimiento egocípeto en el zigzag y paralelas.
Seudodepresiones ansiosas.
Corresponden a las antes denominadas "depresiones agitadas" y en realidad son síndromes de naturaleza casi siempre tóxica, en los que predominan, junto a una aceleración del tiempo psíquico y una necesidad incoercible de movimiento, signos de incontinencia y ambivalencia emocional: el sujeto oscila entre el miedo y la desesperación sin hallarse en realidad triste ni deprimido, sino comprimido o desorbitado. Su fenomenia miokinética se caracteriza por la aceleración de los movimientos y el aumento continuado del tamaño lineal a lo largo de todas las pruebas. Se observa así el denominado "heating" (calentamiento) que es la traducción de un predominio de los procesos de irradiación sobre los de concentración en la corteza cerebral. En estos casos sorprende la conservación de las direcciones axiales y de las configuraciones miokinéticas complejas, en tanto se observan desviaciones secundarias enormes, que dan a la gráfica un aspecto "alborotado" semejante al que se observa en los trazados de oligofrénicos (en los que falta también la acción frenatriz de la corteza cerebral); pero la diferenciación entre ambos puede establecerse no sólo por la mayor fineza y precisión de los trazos elementales, sino por la conservación de las configuraciones, a pesar de la gran rapidez de su trazado. Además, en esta psicosis se pone de manifiesto la base temperamental del sujeto por las particularidades de las desviaciones directas de los kinetogramas.
Depresiones psicógenas o reactivas.
Las características de estas depresiones es la de exhibir los signos de un déficit tensional psicomotor principalmente en la mano cortical o dominante (derecha), en tanto la mano izquierda, ineducada o salvaje, presenta apenas alteraciones en el plano vertical. Incluso no es raro que en este plano se observe una inversión de las desviaciones entre ambas manos, si el carácter habitual del sujeto era de tipo hipomaníaco.
c) Personalidades psicopáticas.
Los P. M. K. de 87 casos en los que los antecedentes clínicos pusieron de relieve la existencia de una personalidad psicopática, en ausencia de signos psicóticos propiamente dichos en el momento del examen se distinguen en su conjunto por los siguientes rasgos: a) Valor bajo del coeficiente de coherencia y del coeficiente de constancia o fidelidad; b) Aumento del promedio de las desviaciones directas en los kinetogramas lineales, que siempre fué superior al cm.; c) Imprecisión e inestabilidad de los movimientos de la mano temperamental (izquierda) que es, a su vez, dominante en el zigzag, con excepción de los casos de personalidad sensitivo-esquizoide (correspondiente a las personas que vulgarmente son calificadas de "poquita cosa") ; d) Gran amplitud de las variaciones lineales secundarias; e) Presencia de signos correspondientes a la constelación ciclotímica o esquizotímica; f) Frecuencia de temblores iniciales en el kinetograma horizontal derecho; U) Gran promedio de variación entre el tamaño lineal modélico y el de los trazados especialmente en la mano izquierda.
d) Síndromes deficitarios congénitos (oligofrenias) o adquiridos (demencias).
La característica esencial de estos casos es la pobreza de reproducción de las formas complejas. Los sujetos carecen de representación kinética del espacio y por ello tan pronto como se les substrae el contro visual se desorientan y desorganizan sus movimientos, con tanta mayo facilidad cuanto más integración refleja se requiera para su perfecta ejecución. Consiguientemente se observa la tosquedad y borrosidad de zigzag, la pérdida de la forma en la escalera, la desorientación de la: paralelas y las U U y, sobre todo, la desorganización de las cadena que se transforman en un revoltijo de formas mixtas y trazos cuya irregularidad llega a semejar, a veces, la que se produce en los síndromes orgánicos - heredodegenerativos - de las afecciones del sistema nervioso central. No obstante, en estos últimos se encuentra intensamente perturbada la pulsión elemental y ello les da un aspecto inconfundible. (Véase la comparación entre los kinetogramas de un P.G.P. demenciado y un parkinsoniano sin alteraciones mentales dignas de mención).
e) Psicosis orgánicas.
Con este calificativo se designan las psicosis que sirven de expresión a diversos procesos - inflamatorios o destructivos - que lesionan la integridad de las vías psiconéuricas y producen el desquiciamiento general - temporal (confusión mental) o definitivo (demencia) de la actividad psíquica. El fin de ellas depende, como es natural, de la capacidad de restablecimiento cerebral, pero en tanto se encuentran en fase destructiva se asocian los fenómenos productivos y los deficitarios dando origen al denominado síndrome amencial, más o menos evidente. En éste se observa una fenomenología difusa y cambiante, en la que se destaca la dislocación evidente de la estructura lógica del pensamientc la presencia de nuevas vivencias e imágenes perceptivas y representativas, junto con la desorganización de la actividad psicomotriz y la profunda alteración de la autoscopia y del esquema corporal. Por ello puede ocurrir que en estos casos resulte totalmente imposible la obtención del P. M. K. ; en cambio, en muchos estados demenciales crónicos es posible obtener los trazados valiéndonos de la tendencia al automatismo motor (ecopraxia) subsistente. Nuestro material clínico de esta forma es sumamente pobre y sólo nos autoriza a decir que en él se observa una mixtura de signos de la serie esquizofrénica procesa] de signos de ansiedad y de fenómenos de "decortización" (singularmente visibles en la absoluta falta de control de los kinetograma lineales).
Interpretación general de los resultados.
En suma: tras de dos años y medio de investigación clínica diaria me parece que puedo seguir manteniendo las conclusiones formuladas en mi comunicación a la Royal Society of Medicine (Londres) , y que decían así:
a) Cuando un sujeto es invitado a realizar una serie de movimientos lineales en las tres direcciones fundamentales del espacio, de acuerdo con la técnica descripta para el psicodiagnóstico miokinético, pueden obtenerse datos de indudable interés para la apreciación de sus rasgos conativos (actitudes de reacción).
b) Dichos datos son cuantitativos y cualitativos, y de acuerdo con la experiencia son recíprocamente complementarios y significativos. Entre ellos, las diferencias entre las medidas correspondientes a una ya otra mano sirven para indicar el grado de cohesión o coherencia intrapersonal, es decir, la mayor o menor coincidencia entre sus actitudes de reacción permanentes y profundas ( constitucionales o genotípicas), y transitorias y aparentes (fenotípicas) j las primeras temperamentales, se evidencian mejor en la mano menos educada y sometida al control voluntario (habitualmente es la izquierda), en tanto las segundas, caracterológicas, se manifiestan en la mano que el sujeto domina mejor (derecha).
c) Los resultados obtenidos en diferentes grupos de sujetos normales y anormales señalan que el promedio total de las desviaciones absolutas es una cifra aproximadamente indicadora de lo que se denomiha el "equilibrio nervioso" del sujeto, pero los promedios de las desviaciones relativas, especialmente en los planos sagital y vertical, tienen mayor significación psicológica.
d) Hay razones para creer que se puede expresar el grado de depresión o de elación existente en un sujeto mediante el signo y el valor de las desviaciones de sus kinetogramas en el plano vertical en tanto que el tipo y el valor de su agresividad puede ser evaluado en función de la dirección y la intensidad de las desviaciones observadas en el plano sagital, obteniéndose así un indicio del peligro de suicidio o de heteroagresión.
A estas conclusiones pueden agregarse ahora las siguientes:
e) Mientras los movimientos de elevación y descenso en el plano vertical nos dan idea del estado de la denominada "escala diatéstica" y nos miden el grado de la tensión psicomotriz liberable en la prueba, los movimientos de flexión y extensión en el plano sagital (avance egocífugo o retroceso egocípeto) nos sugieren el estado de la relación Yo-Mundo, o sea, la vertiente hacia la cual el sujeto dirige predomi- nantemente sus energías. Aquellos individuos en los que coincide un predominio del avance egocífugo con una falta de tensión psicomotriz, son los más predispuestos a engendrar el denominado mecanismo proyectivo característico del enfoque paranoide. Ni en uno solo de nuestros casos de síndrome persecutorio ha faltado la típica imagen de esa tríada: a) falta de energía vital; b) tendencia a la introversión c) compresión y aumento potencial de la agresividad. La primera se manifiesta por el descenso o caída de la mano derecha en el kinetograma vertical. La segunda por su tendencia al movimiento levógiro; la tercera, por su avance decidido en el líneograma sagital, perfectamente compatible con la posibilídad de un apelotonamiento final de zigzag egocífugo.
f) El pronóstico del curso de los síndromes esquizofrénicos tras las curas convulsivante o insulínica puede basarse en la persistencia o en la ausencia de los signos equizopráxicos en la mano izquierda (profunda).
g) Vista la gran correlación que existe entre la mejoría de los trazados miokinéticos y la mejoría clínica, hay que pensar en que gran parte de los beneficios de la denominada ergoterapia o terapia ocupacional radican en la corrección de las kinesias viciosas (actitudes torcidas, impulsos estratificados o encharcados en determinados centros que se substraen al influjo global de la corteza en actividad) obligada por la movilización rítmica y sistemática de los músculos en nuevas series cinéticas (que absorben o aspiran - por inducción negativa - el potencial creador de los síntomas psicóticos).
Del propio modo como un cambio de postura ayuda al estudiante a obtener un nuevo y mejor enfoque comprensivo del obscuro y fatigoso texto, una serie de cambios de postura favorecen en el enfermo mental la obtención de una nueva perspectiva de los problemas y situaciones que le angustian. Son muchas las veces en que hemos visto disminuir las reversiones equizopráxicas y mejorar el rendimiento miokinético tras una hora de trabajo manual, coincidiendo asimismo con la mejoría ostensible del aspecto y dinamismo del enfermo.
h) El psicodiagnóstico miokinético representa un cómodo y rápido medio para descubrir en un grupo de sujetos las personalídades psicopátcas, que han de ser sometidas a un más cuidadoso examen. Por ello creo que es un medio capaz de tener gran utilídad con fines de selección tanto civil como militar.
Es fácil darse cuenta del sujeto que trata de engañar al examinador y crear trazados anormales; basta para ello con repetir la prueba al cabo de pocos minutos y se obtendrá un coeficiente de constancia anormalmente bajo. Asimismo, es muy difícil llegar a mejorar los resultados mediante un entrenamiento; en todo caso ese obstáculo será vencible fácilmente usando trazados homólogos, pero de otras dimensiones (pruebas alternativas) .
Colofón.
Estoy convencido de que la falta de inscripción del tiempo en el trazado y la superposición de muchos líneogramas son obstáculos que han de ser superados para perfeccionar el P. M. K. Por ello, en la actualidad, estoy construyendo un sencillo dispositivo - semejante al de mi monotómetro - que permitirá la inscripción directa de los trazados sobre un papel cuadriculado, en un cilindro registrador de velocidad uniforme, de suerte que el tiempo pueda ser fácilmente evaluado en función de la distancia.
Sumario
Indice
BIBLIOGRAFIA
(Solamente se mencionan los trabajos fundamentales que han sido consultados o citados)
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Brigantinus-Quora
Hace 7 años
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