sábado, 19 de abril de 2008

Biología y aprendizaje

[neurología] [psicología cognitiva] [aprendizaje y memoria]

BASES BIOLÓGICAS DEL APRENDIZAJE Y DE LA INDIVIDUALIDAD

Eric R. Kandel y Robert D. Hawkins

[Presentación] El aprendizaje se ajusta a un simple conjunto de reglas que modifican la intensidad de las conexiones entre las neuronas del cerebro. Estos cambios desempeñan un papel destacado en la configuración de la individualidad.

Durante las últimas décadas se han ido fusionando gradualmente dos campos del saber que en su origen estuvieron separados: el de la neurología, la ciencia del cerebro, y el de la psicología cognitiva, la ciencia de la mente. El ritmo de la unificación se ha acelerado desde hace poco, a resultas de lo cual ha surgido un nuevo marco o escenario para la investigación de la percepción, el lenguaje. la memoria y la consciencia. Este nuevo planteamiento se basa en la posibilidad de estudiar los substratos biológicos de dichas funciones mentales. Un ejemplo de ello particularmente fascinante lo tenemos en el estudio del aprendizaje. Aspectos elementales de los mecanismos neuronales que intervienen en varios tipos de aprendizaje se pueden abordar hoy en su nivel celular e incluso molecular. El análisis del aprendizaje podría, pues, proporcionarnos las primeras claves de comprensión de los mecanismos moleculares que subyacen a un proceso mental y permitirnos empezar a construir así un puente entre la psicología cognitiva y la biología molecular. Entendemos por aprendizaje el proceso en virtud del cual adquirimos nuevos conocimientos; Ilamamos memoria al proceso por el que retenemos esos conocimientos a lo largo del tiempo. La mayor parte de cuanto sabemos acerca del mundo y de sus civilizaciones lo hemos aprendido. Por tanto, el aprendizaje y la memoria son factores de capital importancia para nuestro sentido de la individualidad. El aprendizaje transciende al individuo para que la cultura se vaya transmitiendo de generación en generación. El aprendizaje constituye uno de los principales vehículos de la adaptación del comportamiento y un poderoso impulso del progreso social. Inversamente, la falta de memoria lleva a la pérdida de contacto con el propio yo, con la vida histórica de uno mismo y con los demás seres humanos.

Hasta mediados del siglo XX, la mayoría de los estudiosos del comportamiento no creían que la memoria fuese una función mental distinta independiente del movimiento, la percepción, la atención y el lenguaje. Bastante después de haber sido localizadas estas funciones en diferentes regiones del cerebro, seguía dudándose de que a la memoria se le asignara nunca una región determinada. El primero en hacerlo así fue Wilder G. Penfield, neurocirujano del Instituto Neurológico de Montreal.

Eran los años cuarenta. Penfield recurrió a la estimulación eléctrica para cartografiar funciones motoras, sensoriales y del lenguaje en la corteza de pacientes sometidos a neurocirugía para tratar la epilepsia. Como en el cerebro mismo no hay receptores del dolor, la cirugía cerebral puede efectuarse con anestesia sólo local, de modo que los enfermos, plenamente conscientes, pueden describir lo que experimentan en respuesta a estímulos eléctricos aplicados a distintas áreas corticales. Penfield exploró la superficie cortical en más de 1000 pacientes. Y en algunos casos se encontró con que el estímulo eléctrico producía una respuesta experiencial, de retrovisión, en la que los sujetos describían un recuerdo coherente de otra experiencia anterior. Estas respuestas con aspecto mnémico procedían invariablemente de los lóbulos temporales.

Pruebas adicionales del papel que desempeña en la memoria el Ióbulo temporal se obtuvieron en los años cincuenta estudiando a pacientes epilépticos cuyo tratamiento incluía la ablación bilateral del hipocampo y de las zonas vecinas del lóbulo temporal. En el primero y mejor estudiado de los casos, Brenda Milner, del Instituto Neurológico de Montreal, describía a un obrero de una cadena de montaje, H. M., de 27 años de edad, que había padecido durante más de 10 años incurables y agotadores ataques en el lóbulo temporal. El cirujano Williarn B. Scoville eliminó la porción medial de los lóbulos temporales de H. M. Los ataques se cortaron en buena parte, pero inmediatamente después de la operación H. M. experimentó una lamentable merma de memoria: había perdido la capacidad de formar nuevos recuerdos a largo plazo.

Aunque la formación de recuerdos nuevos le era difícil, el paciente seguía reteniendo el caudal de memoria (...)

Mente y Cerebro.
Libros de Investigación Y Ciencia
Prensa Científica, S.A.
Barcelona, 1?Edic. 1993, 2da.Reimpresión 1995
Pág. 54

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