domingo, 6 de abril de 2008

Los patarinos

PATARIA

Movimiento de reforma que surgió en la diócesis de Milán para combatir al clero simoníaco y el nicolaísmo o concubinato del mismo. Es incierta la etimología y el significado de la palabra. Algunos piensan que se deriva del griego pathos, con el significado de perturbación, subversión del orden eclesiástico constituido, en cuanto que los laicos se arrogaban el derecho a combatir, juzgar y despojar al clero, privándolo de sus oficios y beneficios.

Pero parece más verosímil que el término -acuñado por el clero nicolaíta y simoníaco [C:\12\Humanidades\simoniaco_nicolaismo.txt] y aplicado despreciativamente a los que, por el contrario, el cronista Andrea di Strumi califica de «fideles»- se derive del término dialectal milanés paté, que significa "andrajoso» «harapiento». En efecto, aunque el fundador del movimiento fue el diácono decumano de la Iglesia milanesa Arialdo (por el 1010-1066) y acogió a clérigos y nobles comprometidos en la reforma, fue el pueblo ordinario el que, constituyó la fuerza de choque contra el clero pervertido.

Junto a Arialdo, los principales promotores del movimiento fueron el sacerdote Anselmo de Baggio (desde 1056 obispo de Lucca y luego, en 1061, papa con el nombre de Alejandro II), Landolfo Cotta, muerto en 1061- 1062 después de dos años de sufrimientos por las heridas recibidas, y su hermano Erlembaldo, laico, que ocupó su puesto como brazo armado del movimiento, muerto también violentamente el 28 de junio de 1075, a los nueve años exactos de la muerte de Arialdo, horriblemente mutilado el 28 de junio de 1066. Los dos son venerados como santos mártires. Arialdo había comenzado, sin éxito, su predicación en Varese; la prosiguió en Milán, dirigiéndose primero a los clérigos e implicando luego en la lucha a los laicos. Empezó denunciando a los sacerdotes casados o que vivían en el concubinato, para pasar luego a la lucha contra la simonía, la «herejía» más perniciosa que afligía a la Iglesia milanesa, en donde las sagradas órdenes y los oficios eclesiásticos se conferían y se recibían a base de desembolsar dinero. Había tarifas fijas: "para el subdiaconado doce numos, para el diaconado dieciocho y, finalmente, para la ordenación sacerdotal, veinticuatro », como indica san Pedro Damiani en el informe sobre su misión en Milán en 1059-1060. Pero se desembolsaban sumas mucho mayores para obtener la investidura o la colación de oficios y beneficios, empezando por el derecho a ocupar la cátedra arzobispal de Milán, como se ve en el caso del prelado Guido de Velate (1046-1071), cuyo nombramiento por parte del emperador Enrique III era considerado como simoníaco.

El viaje a Roma de los dirigentes patarinos (de Arialdo en 1057 y 1059 de Erlembaldo por el 1062, (n 1067 y 1068) obtuvo de los papas Esteban I y Alejandro II el apoyo para la lucha emprendida, que en algunos momentos se transformó en verdadera guerra civil. Entre tanto fueron enviados a solucionar las cosas los legados papales Hildebrando (1057), Anselmo de Baggio y san Pedro Damiani (1059) y finalmente Mainardo, obispo de Silva Candida (1067). Este último intentó buscar una tranquila convivencia civil, prohibiendo especialmente a los laicos usar la violencia o juzgar a los eclesiásticos. En su decreto del 1 de agosto de 1067 ordenaba: "Prohibimos a todos aquellos clérigos y laicos que juraron actuar contra el clero simoníaco e incontinente... y que por ese motivo causaron incendios, saqueos, derramamiento de sangre y muchas violencias injustas, que vuelvan a hacerlo nunca más». Se les invitaba más bien a denunciar estos delitos y a los reos al arzobispo, el único a quien pertenecía juzgar a su clero.

La pataria no terminó con la muerte de sus dirigentes carismáticos, pero su función histórica ya se había cumplido. En ello influyó sobre todo la necesidad de recuperar la paz y de restablecer el orden y la legalidad canónica, sistemáticamente alterados por los patarinos. A continuación, el término patarino (quizás por la asonancia entre pátaro y cátaro) se convirtió en sinónimo de hereje, mientras que sus instancias fundamentales eran absorbidas por la reforma gregoriana y acababan animando a los movimientos pauperistas y evangélicos de los siglos XIII-XIV.

En efecto, el movimiento patarino había nacido de la exigencia de una autenticidad cristiana que tenía en su base la separación de las cosas del mundo (de aquí la lucha contra la simonía y el nicolaísmo) y la necesidad de imitar a Cristo, dado que quienes no lo siguen en su humildad y pobreza no pueden ser discípulos suyos y dar testimonio de él.

M. D'Alatri

Bibl.: Patarinos, patarenos, en ERC, y 1323; P. Golinelli, La Pataria. Lotte religiose e sociali nella Milano dell'XI sec., Milán 1984.
http://www.mercaba.org/VocTEO/P/pataria.htm

-------------------------------------------------------------------------La Pataria (I)
Permalink 08.03.07 @ 18:00:00. Archivado en Historia de la Iglesia


La Pataria es un fenómeno muy interesante que ocurrió durante la Edad Media. Fue un despertar y resurgir de las masas populares, apoyadas por el que sería futuro Papa Alejandro II (1.061-1.073).

A pesar de que los progres de salón nos quieran vender una Edad Media oscura y neblinosa, la realidad fue otra. La época fue grandiosa y brillante, poblada de filósofos y teólogos, donde incluso el Rey estaba sometido a la justicia. Los hombres buscaban las virtudes, como la fortaleza; no se conocían cosas tan absurdas como las personas “proactivas”.

Pero volvamos a la época. La Iglesia necesitaba una reforma. El clero feudal era concubinario y simoníaco. Había que acabar con esta inmoralidad por fidelidad a Cristo y en esta empresa se embarcaron los laicos junto con la jerarquía.

La Pataria toma su nombre en Milán. La etimología del nombre no está clara, pero parece que deriva del lombardo patée, que significa “harapo”. Estaríamos hablando entonces de un “grupo de harapientos”, con las connotaciones negativas que podía tener en la época.

El iniciador fue el diácono Arialdo, que empezó la predicación contra el clero incontinente en el año 1.057. Tuvo la ayuda de Landolfo Cotta, ex notario de la iglesia ambrosiana. Landolfo era un clérigo menor y por lo tanto, no podía predicar.

La Pataría se lanzó a una serie de acciones expeditivas contra el clero concubinario. Realizaban asaltos y saqueos, por lo que rápidamente llegó el enfrentamiento con el arzobispo de Milán. Milán estaba regida por Guido de Velate, que había sido elegido simoníacamente. Guido convocó un sínodo provincial en Fontanero que condenó y excomulgo a Arialdo y a Landulfo. Pero éstos no se arredraron.

La Pataria no estaba formada únicamente por el pueblo, sino que también se adhirieron sacerdotes al movimiento, los cuales no lo abandonaron ni cuando llegó la pena de excomunión. De hecho se dio el caso de un cura simoníaco que cedió una Iglesia de titularidad privada a Arialdo. La Iglesia se transformó en canónica, acogiendo a Arialdo y los suyos.

Una de las propuestas más interesantes promovida por los patarinos es la conocida como “huelga litúrgica”, que consistía en el abandono de las funciones de los sacerdotes simoníacos y/o concubinarios, que se veían obligados por la falta de fieles a no administrar los sacramentos.

Pero volvamos a la historia. Mientras todo esto ocurría en Milán, “huelgas litúrgicas” incluídas, en Roma estaban preocupados por el caso. Por eso se envió en ayuda del arzobispo Guido, a Anselmo de Baggio e Hildebrando de Soana. Esta es una muestra palmaria que es el Espíritu Santo el que guía a la Iglesia, aunque los hombres muchas veces se opongan a Él.

Una vez los legados hubieron examinado la situación, no sólo no prohibieron el movimiento, sino que lo alentaron y animaron a seguir. Sería curiosa poder ver la cara del Arzobispo Guido. Desde luego no sería una cara de alegría. Evidentemente, el Papa Esteban IX levantó la excomunión a Arialdo y Landulfo.

Los enfrentamientos violentos continuaron, lo que obligó al Papa Nicolás II, sucesor de Esteban IX, a enviar de nuevo legados a Guido, consiguiendo que éste último aceptara la reforma y que fuera consagrado por el Papa en el año 1.060.

Mientras, Anselmo de Baggio fue elegido en 1.060 Obispo de Lucca. Al año siguiente fue elegido Papa con el nombre de Alejandro II. Todo cambiaría para la Pataria.

http://blogs.periodistadigital.com/servusveritatis.php/2007/03/08/la_pataria_i

Estamos en el año 1.063, año en el que se sienta en la cátedra de San Pedro el Papa Alejandro II. Una de las primeras cosas que realizó este Papa es llamar a Roma a los líderes patarinos, el diácono Arialdo y el caballero Erlembaldo Cotta, hermano de Landulfo, muerto en el año 1.057. Erlembaldo es un noble laico al que Arialdo había convencido para que se uniera a la Pataria. A Landulfo lo sustituyó un sacerdote llamado Sira. Mientras, los enemigos de la Pataria se eligieron un antipapa: Honorio II (1.061 – 1.072).

Mientras, en Roma, el Papa aprobó la acción de la Pataria en el consistorio y le dio a Erlembaldo la bandera de la Iglesia. El Papa mandaba a los seglares que se alzaran contra la jerarquía inmoral.

Por otro lado, en Milán, hubo un enfrentamiento que acabó con Guido expulsado de la ciudad. Entonces los partidarios del arzobispo echaron mano a Arialdo, lo condujeron al castillo de una sobrina de Guido y al fin lo mataron en el año 1.066. El cadáver fue encontrado por Erlembaldo, que lo trasladó a Milán. Arialdo fue acogido como mártir. Enterrado en la Iglesia de San Celso, posteriormente fue canonizado.

. La muerte de Arialdo no detuvo al movimiento patarino; de hecho, ni el Papa ni sus colegas, Hildebrando y Pedro Damián, tenían pensados pararlo.
Erlembaldo quedó al fin y a la postre como jefe de la Pataria, convocando y presidiendo los procesos contra los clérigos simoníacos e inmorales y además guía al pueblo en los asaltos contra los enemigos, sin embargo al ser un laico, no predica.

El movimiento es sustancialmente laical. Incluso es financiado por un laico, Nazario, lo que muestra que el movimiento no queda restringido a los estratos más humildes de la sociedad.

Alejandro II murió el 21 de Abril de 1.073. En los funerales celebrados el día 22, dirigidos por HIldebrando como archidiácono, fue elegido éste como Papa. Los cardenales reunidos en San Pedro ad Vincula, lo eligieron por fin en toda forma. Pero Hildebrando retrasó la coronación hasta contar con la aprobación del Rey alemán Enrique IV. Eligió el nombre de Gregorio VII (1.075 – 1.085), en recuerdo de Gregorio VI, al que había acompañado en el exilio. Fue uno de los Papas más grandes (su fiesta es el 25 de Mayo). San Pedro Damián lo llamaba, en tono jocoso, un San Satán, lo que nos muestra su carácter activo e infatigable. En esto coincide con San Ignacio de Loyola.

Gregorio entregó en Roma a Erlembaldo una bandera que representaba a San Pedro y San Pablo, lo que conlleva no sólo un reconocimiento oficial, sino también un cambio simbólico significativo.

Una vez retirado Guido de la lucha, todavía en tiempos del Papa Alejandro II, el Emperador quiso que se eligiera arzobispo a Godofredo de Catiglione. Los patarinos propusieron, por el contrario, a Atón (1.072), que fue confirmado por Alejandro II. Esta disputa condujo a un enfrentamiento atroz, sin que ninguno de los aspirantes consiguiera tomar el arzobispado.

Entonces ocurrió una desgracia para los patarinos: Erlembaldo fue asesinado (1.075) por una conjura urdida por los nobles y miembros del clero simoníaco. Erlembaldo sería canonizado en el año 1.095 por el Papa Urbano II, que ordenó trasladar su cuerpo a la Iglesia de San Dionisio.
Tras la muerte de Erlembaldo, el Papa y el Emperador se pusieron de acuerdo con la figura de Atón. A partir de estos momentos la Pataria languidecería lentamente, aunque manteniendo vivos el carácter moralizante, la coherencia de vida y la participación de los laicos, que se mostraron activos, de forma distinta, en el siglo siguiente.

http://blogs.periodistadigital.com/servusveritatis.php/2007/03/16/la_pataria_y_ii

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Herejías comunales
Época: ReligiosidadPlenitud
Inicio: Año 1050 A. C.
Fin: Año 1155

El temprano renacimiento de la vida urbana en Italia, ligado al desarrollo de formas autónomas de organización política y al creciente deseo de renovación eclesiástica, dieron origen a cierto número de movimientos heréticos. En su génesis tales movimientos distaron mucho de plantear una ruptura con la Iglesia, persiguiendo por el contrario su reforma frente al clero indigno. El triunfo del gregorianismo y, por ende, la fijación de una vía reformista institucionalizada, dividirían sin embargo a estos grupos que en su vertiente más radical derivarían hacía la heterodoxia

Este espíritu de colaboración original puede verse realizado especialmente en el caso de la Italia. Movimiento extendido por toda Lombardía, aunque centrado especialmente en Milán, la "Pataria" tomaba su denominación del término "patta" (andrajo), autotitulándose sus seguidores "patteri" o "Christi famuli".

Aunque sus dirigentes se reclutaron entre el bajo clero y la pequeña nobleza, se trataba de un movimiento esencialmente popular, cuyo principal objetivo era la reforma eclesiástica. Esta verdadera "sanatio in radice" de la Iglesia, especialmente urgente en Milán, donde el clero simoníaco era mayoritario, fue decididamente auspiciada por Roma al principio. El pasado patarino de Anselmo de Baggio, que llegaría a obispo de Lucca en 1057 para convertirse finalmente en Alejandro II (1061-1073), y el beneplácito mostrado por su sucesor Gregorio VII (muerto en 1085) hacia los reformistas milaneses, demuestran claramente la inicial coincidencia entre ambos movimientos reformistas.

Sin embargo, los patarinos, que decían combatir por la verdad (pro veritate decertentes) y exaltaban virtudes como la humildad y la pobreza, adoptaban métodos violentos que no podían ser tolerados por Roma. La intransigencia de los patarinos al rechazar como "opera diaboli" los sacramentos impartidos por el clero simoníaco en contra de la doctrina canónica fue la gota que colmó el vaso. Tras ganarse a los elementos moderados, Gregorio VII condenó al resto como herejes. Contaminados con tesis cada vez más radicales de carácter milenarista, los últimos seguidores de la "Pataria" se extinguieron a principios del siglo XII.

Desconocemos si los conflictos de tipo comunal habidos durante el primer tercio de esa misma centuria en Toscana y Umbría, y que fueron especialmente graves en Orvieto, donde las masas dieron muerte al "podestá" enviado por Roma, tuvieron alguna relación con el movimiento milanés. Denostados como patarinos e incluso como cátaros por los cronistas posteriores, estos rebeldes parecen haberse guiado sin embargo más por motivaciones políticas (rechazo a la figura del obispo de la ciudad, a menudo simoníaco) que propiamente doctrinales.

Carácter a un tiempo político y religioso tuvo en cambio desde sus inicios la revuelta comunal romana protagonizada por Arnaldo de Brescia. Antiguo estudiante en Milán y Bolonia y superior de la casa de canónigos regulares de Brescia a partir de 1129, Arnaldo fue ya condenado por sus opiniones heterodoxas en 1139, marchando a París, donde recibió las enseñanzas de Pedro Abelardo. Atacado junto con éste por san Bernardo, al morir Inocencio III en 1143 se le concedió la licencia pontificia para regresar a Italia, marchando de inmediato a Roma, donde comenzó su campaña de predicación popular.

Hábil demagogo, sus prédicas incendiarias de sesgo patarínico-evangélico, eran una mezcla de crítica a los poderes carismáticos del clero corrupto y de alabanza a la vida apostólica. Su exégesis literal de las Escrituras le hacía propugnar una radical pobreza para la Iglesia, rechazando al tiempo su poder temporal. Mediante razonamientos dialécticos llegó incluso a negar la llamada "donación de Constantino", siglos antes de que se demostrase su carácter apócrifo. Desde tales perspectivas denunció la autoridad del Papa como indigna, consiguiendo expulsar de Roma a Eugenio III (1145-1153).
Una vez dueño de la ciudad, Arnaldo definió su proyecto político, en el que se combinaba el recuerdo a la tradición republicana con cierta mística universalista. Para el heresiarca, el Imperio era la suprema forma política elegida por Dios para el gobierno de la Cristiandad, si bien con carácter electivo, haciendo descansar su legitimidad en el movimiento comunal.

La dictadura de Arnaldo de Brescia, bajo la forma de un senado de 100 miembros y dos cónsules, tuvo que hacer frente sin embargo a la oposición del enérgico Adriano IV (1154-1159). Tras aliarse con el emperador Federico I, el Pontífice lanzó el entredicho contra la ciudad de Roma en la Pascua de 1155. Perjudicados gravemente los intereses económicos ciudadanos al cortarse el flujo peregrinatorio, Adriano IV logró al fin la división de los partidarios de Arnaldo. Condenado por un tribunal eclesiástico, sería ejecutado y arrojadas sus cenizas al Tíber. Fieles a la memoria del rebelde, los arnaldistas o "Pobres lombardos" mantuvieron todavía vivo algunos años el recuerdo de un movimiento definitivamente truncado en 1155.

http://www.artehistoria.jcyl.es/historia/contextos/1098.htm

1 comentario:

Anónimo dijo...

Oi, sou o Clausewitz e gostaria de lhe convidar para visitar meu blog e conhecer alguma coisa sobre o Brasil. Abração